Día viernes, preámbulo de un sábado lluvioso, y esas ganas de milonguear que me atacan los findes de cada semanita. Sobre todo cuando el ordenata comienza a despachar esos tangos que uno tiene atrapados en el cuore. Sí, suenan como si volvieras a aquella juventud luminosa cuando todo pasaba rápido y te quedabas con ganas de más y más...
Y lo cierto es tienen una polenta bárbara aunque no hayan sido de los más silbados y tarareados por la barra de la esquina. Hay infinidad de esos temas en el equipaje de cada orquesta y eso te permite revivirlos cuando la oreja, el cuore y el cuerpo te lo están pidiendo. Y entonces les vas encontrando un gustito nuevo, aunque el tango tenga muchos años, pero, claro, el bocho tiene tanto material acumulado, que en cada reencuentro lo saboreás como si fuera seminuevo.
Esos observadores de la cosa aparentemente pequeña que fueron aquellos poetas y músicos del cuarenta, saturados de noche, te hacen seguir el hilo de un tema en cuya melodía estamos inmersos desde siempre. Es el secreto de la alquimia. La belleza del vivir se se refleja en los padecimientos y alegrías, igual que la luna lo hace en los charcos. Son faros que alumbran.
Y ahora, por ejemplo escucho este tema que lleva letra del representante de orquestas y poeta, José María Suñé, y música de José Nieso y Miguel Nijensohn. Si lo analizamos con un poquito de profundidad, realmente los versos no muestran mayor originalidad. Es más, realmente no encierran una historia con flecos, aunque muchos poetas tangueros han sido morosos observadores de las cosas pequeñas y las han teatralizado.
Pero con el vuelo que le dan la música y la interpretación de orquesta-cantor, hay como un manto de pintura que le da cierto calado y nos engancha para bailarlo o escucharlo. Son pequeñas reverberaciones melancólicas de una historia piccola. De una ilusión amorosa que no fructificó y Suñé, que creó tangos muy sonados, sabe captar en en este tema la asaz sustancia de las cosas, con un perfume de tango.
un tango sentimental
que me recuerde en sus notas
la canción que abrigó
mis noches de arrabal.
Yo quiero cantar un tango,
un tango sentimental,
para acunar en sus versos
la ilusión de ese amor
que no he de ver jamás...
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