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martes, 31 de julio de 2018

BIEN MILONGA

Con este tango retozón, tan juguetón...
quién se resiste a milonguear y dibujar...
una viruta de emoción, en el salón...
y echar las penas a rodar.
Tango de ayer, sos el puñal taura y fatal...
del pobrerío, la ilusión y el metejón...
de una pebeta de arrabal, con su percal...
que en la vereda te bailó.

                (María Luisa Carnelli-Roberto Selles)


Llega el calor de verdad a Madrid y la CASA DE ARAGÓN cierra sus puertas durante el mes de agosto. El coqueto salón donde milongueamos con tanto gusto, nos verá retornar el martes 4 de septiembre. Esta noche hacemos la despedida con una picadita, unos buenos vinitos fríos y unos tangos, milongas y valsecitos que nos hacen subir la temperatura emocional.

                                   


Seguiremos escuchando tangos y preparando los remos para septiembre. Pero esta noche será especial, porque los milongueros que nos acompañan cada Martes disfrutarán de una selección musical de rompe y raja, además de las viandas y el líquido que nos pondrá aún más en situación.

Como lo hacen estas parejas de bailarines que lucen su arte en festivales de todo el mundo. Arranco con todo. Es en el tercer Festival de Normandía, en Francia. Allí la consagrada dupla que integran Sebastián Arce y Mariana Montes bailan el tango Nueve puntos por la orquesta de Carlos Di Sarli.

                             


Me cruzo al reciente Festival de Lisboa-Portual. Para ver en acción sobre el encerado a Sebastián Achával y Roxana Suárez que se ganan merecidamente los aplausos ded público asistente, bailando este Valsecito criollo, por la orquesta de Juan D'Arienzo.

                                     

Y me rajo a Dubai, porque allí están Los Totis, Christian Márquez y Virginia Gómez,  bailando una milonga ante los entusiasmados asistentes. Se trata de El látigo, hermosa pieza que interpreta la orquesta de Juan D'Arienzo.

                                                                  

¡Pero cómo no nos va a picar el bichito del gotán si ya se me mueven solos los remos ante estas imágenes danzantes! No te pierdas BIEN MILONGA de esta noche. Valdrá la pena.

lunes, 30 de julio de 2018

Barquina

Entre aquellos personajes que poblaban las noches porteñas, Barquina fue bienvenido por la familia tanguera y su presencia junto a Pichuco, Rivero, D'Agostino, Manzi, Cadícamo, Aieta, Canaro y el mismo Carlos Gardel, fue siempre como una tarjeta de presentación. Por eso Cátulo Castillo lo nombra en su tango "A Homero" -dedicado a Manzi, que compusiera con Pichuco en 1951:

-Vamos, / vení de nuevo a las doce... / Vamos, / que está esperando Barquina...

En aquellas noches maravillosas, únicas en el mundo, en que el tango llenaba locales, confiterías bailables, boites, cabarets, clubes, las calles del centro se alborotaban de madrugada y se llenaban los restaurantes, se respiraba una emoción especial. La amistad era el santo y seña de dichos centros de reunión y muchos personajes que no dirigían orquestas ni cantaban, eran distinguidos en la cofradía.

                               
Barquina y Troilo en Caño 14


Barquina fue un tipo especial. Se llamaba Francisco Loiácono, era hijo de italianos, bajito, tirando a gordito, caminaba de una manera especial, lo que llevó a Carlos de la Púa a decir que andaba "a los barquinazos". Y le selló ese apodo que luego quedaría reducido a Barquina. Trabajaba en el diario vespertino Crítica, que era el más popular de su época. Comenzó de ascensorista, fue transformándose en periodista, hasta llegar a secretario de Natalio Botana, dueño y director del periódico.

Visitaba mucho el departamento de Policía, realizaba notas desde la sala de prensa, también estuvo en la Casa de Gobierno, donde trató seguido con Perón, a quien hacía reir con sus dichos y salidas. Pero en la noche era el gran personaje. Se movía con gran desenvoltura, recorría los sitios donde había tango y todas las puertas se abrían ante su presencia y su verba tan particular.

Gardel lo conoció cuando Barquina apenas estaba saliendo de la adolescencia. Se lo presentó el poeta lunfardo Carlos de la Púa, también conocido como El Malevo Muñoz, que se llamaba en realidad, Carlos Muñoz. Gardel se quedó enganchado con el muchachito que hablaba al vesre con una facilidad increíble y en un lunfardo que lo había reir con ganas al gran cantor. El ingenio de Barquina era llamativo. Gardel se iba de gira, faltaba de Buenos Aires un tiempo y cuando volvía lo buscaba y le pedía:
-Ché, Barca, poneme al tanto de las novedades, de la parla rante, dale, larga el rollo, bepi..."

Fue muy querido en el ambiente y Troilo lo adoptó como su gran compinche. En 1963 cerró definitivamente el diario Crítica y Barquina no tenía consuelo. "Ahora que no está el patrón (Natalio Botana), el amigo que tengo más cerca del corazón es Pichuco. Pero, en realidad, creo que siempre fu así.  Con don Natalio era otra cosa".

                                 
Teatro Casino, debutan Troilo y Nelly Omar. Font Saravia, Floreal Ruiz, Barquina, Julián Centeya, Troilo y Nelly Omar.

En 1932, fueron Troilo (estaba tocando con De Caro) y Barquina a ver la película "Melodía de arrabal". Había mucha gente y una señora abre la puerta de su coche y le pega a Pichuco en la cabeza. Cae al suelo y lo llevan a la asistencia Pública porque se había desmayado. Después, en un festival en el Chantecler., Barquina le presenta a Gardel:
-Mirá Carlitos, este pibe tiene locura con vos - le dice.
-¿Sabe una cosa? - comenta Troilo - ese día casi me amasijan por usted...
-Qué te pareció la película, qué te pareció.
Y Pichuco afirmaría luego que Gardel hablaba en capicúa...

En 1966 Aníbal Troilo se casa con su mujer: Ida Kalacci, por la Iglesia, cumpliendo un antiguo deseo de su madre, mujer muy católica. Los padrinos del casamiento fueron  Chela Di Santo y Francisco Loiácono.  Y Troilo lo repetía una vez más.
-Barquina es lo más grande que hay. ¿Quién iba a ser mi padrino, sino él...?   

Loiácono fue autor de dos tangos: Cantor de mi barrio y NP. Ambos temas llevan la música del guitarrista Juan José Riverol y los grabó Anibal Troilo con las voces de Roberto Goyeneche y Raúl Berón, respectivamente. Barquina falleció el 19 de enero de 1974 y su muerte le causó un profundo dolor a Pichuco. Estuvo envuelto en un manto de tristeza inocultable y un año más tarde sería el propio Troilo quien dejaría este mundo.

 La noche de Buenos Aires ya no volvería a ser la misma.

Podemos escuchar el tango Cantor de mi barrio, que grabara Troilo con su orquesta y el Polaco Goyeneche, en 1956.

Cantor de mi barrio - Aníbal Troilo-Roberto Goyeneche     


jueves, 26 de julio de 2018

La Selección de Leopoldo Federico

Sin la menor duda, fue uno de los grandes bandoneonistas que pasaron por las filas del tango, y nos dejó hace cerca de cuatro años. Pero sigue vigente en sus grabaciones con Salgán, con Piazzolla, con Gobbi, Maderna, Salgán, Di Sarli, con Grela, con Julio Sosa y tantos otros en su extensa carrera. Además, quienes tuvimos la suerte de conocerlo, de tratarlo, comprobamos que detrás del excelente músico, director y compositor, había una persona sumamente agradable y sobre todo muy modesto. Nunca dejó de ser la persona normal que charlaba con sus seguidores, periodistas y otros, con el afecto que siempre lo caracterizó.

                                       


Tuvo unas largas charlas con Horacio Ferrer y entre otras cosas, es importante lo que dice sobre la categoría musical de Aníbal Troilo:

-En cierta época no me atraía. No se puede creer... ¡Y era lo más grande! En la época que Pichuco estaba entero físicamente, ¡a sacarse el sombrero! Vos sabés que compraba sus discos, lo sintonizaba en los programas de radio, y lo seguía nota por nota, en un afán de crítico, esperando que metiera la pata,. Y nunca, lo que se dice, nunca, lo pude pescar en un fallo con su bandoneón. ¡Que fenómeno! Y además qué hombre, qué clase de hombre...

-Estábamos juntos en el programa "Yo te canto Buenos Aires". Como es de uso, los presupuestos para el Tango eran chicos.  Entonces yo acompañaba a Julio Sosa con guitarras y bajo, en lugar de la orquesta. A mí no me gustaba, lógicamente. Pero, ¡qué iba a hacerle! Y un día se me acerca Troilo y me dice: "Lo veo tristón a usted. Y lo veo así, y sufro yo. Dígame Leopoldo: la semana que viene tráigase los arreglos de su orquesta". Y a la semana siguiente, por su intervención, toqué Tango del ángel y Mala junta, integrada mi orquesta con los músicos de las orquestas de Pichuco y de Pontier. ¡Qué grande!

-Si tuvieras la mágica posibilidad de elegir entre los músicos de todas las épocas para formar tu orquesta ideal, ¿a quien llevarías?
-¡Al diablo! Esa sí que es difícil... Creo que puedo elegir sin mayores dudas, porque siendo director de semejante orquesta, de acuerdo a cada tango repartiría los solos. En unos casos, por ejemplo, lo elegiría a Gosis, en otros a Di Sarli, hablando de pianistas.

                                         


- Y después, anotá: Bandoneones: Aníbal Troilo (talento, calidad y técnica exquisita); Ástor Piazzolla (excepcional y con una calentura que contagia); Abelardo Alfonsín (que es la perfección); Antonio Príncipe (tan admirable seguidor de un primero es, que se equivoca cuando te equivocás); Pajarito García (flor de bandoneón); Osvaldo Rizzo Pichuquito (un músico que escucha cualquier cosa, una tos, un insulto y sabe en que tono está), y dos maestrazos Antonio Ríos y Roberto Di Filippo. ¿Son muchos?

-Seguí, seguí con la cuerda.
-Violines, con adecuados solos, según los arreglos y los temas: Enrique Francini, Elvino Vardaro, Antonio Agri, Roberto Guisado, Enrique Camerano,  Mauricio Mise y Fernando Suárez Paz. Viola: Mario Lalli. Cello: José Bragato.  Contrabajo: Kicho Díaz. También Omar Murtagh.

-¿Y los pianistas?
-Tres. Orlando Goñi, Carlos Di Sarli y Jaime Gosis.


martes, 24 de julio de 2018

BIEN MILONGA

Tango milongón 
Suave y compadrón, 
Que puso el encanto entre mis brazos.
Hoy junto al calor
De mi buen amor
Enterré la angustia de un fracaso.
Ya no lloro la maldad de aquella
¡Ahora vivo tan feliz con ella!
Suena bandoneón
Que mi corazón 
Quiere esos compases recordar
                   Oscar Rubens



Martes, 24 de julio, la noche se presta para disfrutar del baile. Tanguear, milonguear, en esta jornada cálida, pero con aire acondicionado para mantener la pinta y las formas. BIEN MILONGA te cita también, como siempre, en la Casa de Aragón-Madrid, sita en la Pza. República Argentina nº 6. Desde las 21 a las 0 horas le damos a los remos, al compás de las enormes grabaciones que nos dejaron las orquestas del cuarenta. José María y Charo te reciben con toda la artillería para que dibujes en el piso encerado a piaccere.

                                   


Después de estas vacaciones playeras estamos con el ánimo subido y con más ganas que nunca. Por eso te recibiremos con el afán de que compartamos una velada de esas que te dejan soñando en el descanso posterior. Y para ir calentando motores, como de costumbre, te invito a pasear por otras pistas y así ver cómo las gastan las parejas actuales por el ancho mundo del tango.

Arranco por Estambul. la capital turca,  donde, durante su Festival anual, baila la pareja que integran Sebastián Achával y Roxana Suárez. Y lo hacen a los sones del tango Sin palabras, ejecutado por la orquesta de Aníbal Troilo, cantando La voz de oro del tango, Alberto Marino.

                                  

De allí me voy a Bruselas, capital de Bélgica, para disfrutar con esta entrañable improvisación. Es otra vez la excelente Roxana Suárez, pero en este caso, baila con Fernando Sánchez, el valsecito peruano (de los argentinos Ángel Cabral y Enrique Dizeo) Que nadie sepa mi sufrir. La interpretación  de La foule, corre a cargo de la gran cantante francesa Edith Piaff, acompañada por orquesta.



Seguimos chamuyando en francés, pero esta vez lo hacemos en la lejana Montreal-Canadá. Por allí andan Los Totis -Christian Márquez y Virginia Gómez-. Están en el Teatro Paradoxe de dicha ciudad y se ganan los merecidos aplausos con esta hermosa milonga, que interpreta la orquesta de Francisco Canaro, cantando Ernesto Famá: La milonga de Buenos Aires. 

                                         

No me dirás que no te embalé con estas muestras. Venite esta noche que la pasarás genial.                                        

lunes, 23 de julio de 2018

Los despojos

Acabo de llegar de mis vacaciones playeras y el tango también estuvo presente en esta etapa del año, en cuanto a lo que me rodea. Porque voy y vuelvo escuchando tango en el reproductor del coche, y poniéndole oreja a las innumerables versiones que guardo en mi abultada discografía. Y debo confesar que me he emocionado escuchando una vez más este hermoso tango de 1947, que lleva versos de Horacio Sanguinetti y música del bandoneonista José Dames.

Es cierto que la vida y odisea de este prestigioso poeta tanguero, que abasteció con sus innumerables creaciones a todas las orquestas típicas, se me presenta casi siempre que escucho alguna obra suya. El tremendo dolor de tener que abandonar el país en una lancha, rumbo a Uruguay, por haber matado a su cuñado, que era militar, debido al maltrato que le dio a la hermana del poeta. La obligada rutina de desaparecer para siempre de la escena, sin que haya una sola fotografía suya disponible en ninguna parte, también penetra hondamente en la escena mental, cuando escuchamos atentamente sus temas.
                                                            
                                                                                                       
Nada, Ivón, Tristeza marina, Bohardilla, Rosa celeste, Arlette, Discos de Gardel, En el fondo del mar, El barco María, Palomita mía, Flor de lis, Oriente, Magnolia triste, Alhucema, Mañana no estarás, Gitana rusa, El barrio del tambor, Paloma, Con ella en el mar, Viviane de París, Noches de tango, El lecherito, Mis amores de ayer, Café, Era en otro Buenos Aires, La canción de mi tristeza, fueron algunas de sus numerosas creaciones antes de publicar Los despojos.

He escrito en las páginas de este blog las tremendas vicisitudes de su vida, sus amores contrariados y muchas de las cosas que refleja en su obra. Y cuando escucho temas como Los despojos no puedo dejar de retrotraerme a otro de sus fracasos, esos amores contrariados que fui también viviendo con los recuerdos de Beba Pugliese, dado que Sanguinetti (Horacio Basterra), visitaba mucho su casa cuando ella era niña y fue muy amigo de su padre, con quien hicieron Estudiantil y el hermoso Barro.

En Los despojos, Sanguinetti hiende su pluma en los azarosos senderos del amor, el final y el reencuentro cuando se han secado las raíces que le dieron vida al romance que parecía eterno. Todo autor es su propio personaje y también su propia intriga. Parece imposible renunciar a sí mismo en la época del olvido en que hemos entrado, cuando nos reencontramos con la persona que ocupó alguna vez nuestro corazón. Sanguinetti lo borda en su desarrollo. Algo así como Le Pera en Volvió una noche.

¡Ven... levántate, no llores!
¡No me jures ni me implores...!
Yo esperé que alguna vez
hincándote a mis pies
traerías tus dolores.
Más los años que pasaron
mis rencores atenuaron,
y hoy, que al fin te vuelvo a ver,
no llores por favor
que ya te perdoné.

Despojos solamente quedan hoy
despojos de tu amor y de mi amor,
¿Por qué has vuelto así
con las sombras del ayer,
arrastrando tu vejez,
junto a mí?
¡Mira como estoy!
Por estar lejos de tí
yo también  envejecí
de dolor.
Hoy somos dos despojos, nada más...
¡No sé si has hecho bien en regresar!

En mis notas anteriores sobre Sanguinetti, Beba Pugliese me contaba de la mujer rubia que lo acompañaba y que un día lo dejaría y se marcharía a Brasil. Cuando yo escucho un tema como éste, me vienen a la cabeza todos esos recuerdos y el drama existencial de Sanguinetti que murió muy joven y apartado del mundo, regentando un local nocturno en Montevideo, a los 43 años de edad.

No puedo sustraerme a toda esa historia y cuando venía escuchándolo en el coche, me rondaba toda la vivencia de un poeta que sembró sus canciones exitosas en el terreno del tango y desapareció de escena. Aunque vuelve una y otra vez como un fantasma en temas como Los despojos que realmente impresionan por la fuerza de sus versos. No hace falta siquiera incluir la primera bis, porque el poeta ya ha pintado la temperatura emocional del reencuentro y la chatarrería sentimental que conllevan las cicatrices del amor.

                                       
Miguel Caló y Raúl Iriarte

Miguel Caló lo grabó con Raúl Iriarte en el canto. También Rufino con Francini-Pontier, José Basso con Juan Carlos Godoy. Y hay una versión radial de Aníbal Troilo con Floreal Ruiz, que no llegó al disco. Podemos escuchar la versión de Caló-Iriarte. Lo grabaron el 9 de mayo de 1947.

Los despojos- Miguel Caló-Raúl Iriarte


viernes, 6 de julio de 2018

El que baila esencialmente escucha

Me gusta este artículo escrito por la Profesora argentina de baile de tango, Andrea Uchitel, que además es doctora en biología, se ha especializado en ecología, y visita muchos países del mundo dando clases de baile. Tiene un intenso curriculum y creo que vale la pena echarle una mirada a la nota que escribió en la Revista argentina de Musicología, además del acierto que simboliza el título de la nota.



El que baila esencialmente escucha
Andrea Uchitel

En este texto exploro la relación de los bailarines de tango con la música y cuento
algunas intimidades de lo que sucede en las milongas. Quien baila, escucha; y lo que
escucha y cómo lo escucha es motor y sentido de su baile. Su encuentro en el abrazo,
sus movimientos y pasos tangueros son directamente influenciados por la particu-
laridad de cada orquesta, y eso lo/la identifica. Me gusta pensar que cada tango es
un paisaje musical que dura tres minutos. Las parejas lo recorren de forma siempre
renovada. En la milonga, lo que se escucha y lo que se mueve son parte de lo mismo.

Palabras clave
: tango, baile social, orquestas, bailarines, musicalidad.

                               
Andrea Uchitel en una clase de tango

Una manera simple e intuitiva de pensar los estilos musicales es permitirse
percibirlos como paisajes. Generalizando, habría paisajes homogéneos y calmos (interpretados por las orquesta de Di Sarli, Fresedo, De Angelis), regulares y rítmicos (Tanturi, Biagi, D’Arienzo, Canaro), irregulares, huracanados, suspendidos (Salgán, Troilo, Pugliese, Stampone). Los bailamos, los recorremos. En las milongas se bailan cuatro cuadros de un mismo estilo o época por tanda.
La música inunda todos los rincones, es una de sus propiedades expansivas.
Todo lo toca y a todo le confiere su vibración, su humor, su espíritu. Así, cada
orquesta con su particularidad despierta de inmediato en los bailarines (aún en los que siguen sentados) una forma de sonrisa interna, un tono muscular y una reactividad distintos. Con Di Sarli, hay algo de liviandad y de romanticismo, sobre todo en sus instrumentales, y es delicado y la pista toda es un mar manso de abrazos.
Con Canaro, la pisada se vuelve más a tierra, como si esa sonoridad cambiara
la densidad del cuerpo, su peso. Con Pugliese, en cambio, se ven islas en pausa, extensiones sigilosas, roces profundos y ataques repentinos. En cada paisaje, los movimientos del tango, que son los mismos, y los de cada bailarín y bailarina, adquieren otra picardía, dicen otras cosas.

La música inspira y facilita el encuentro entre el dúo, y también en la pista,
donde aúna el espacio entre las parejas y favorece cierta sincronía. La música compartida entre todos es la evidencia de lo social de esta danza, donde la identidad y singularidad con que cada uno escucha y baila compone el paisaje.
Poco a poco el que aprende a bailar va reconociendo estas diferencias y, con
el tiempo, algunos llegan a identificar orquestas por su nombre, su director, su
época y su cantor. Los “muy muy prendidos”, identifican versiones y grabaciones, incluso retienen el autor y el año de los temas.
Por supuesto que cada quién desarrolla sus preferencias. Entre los milongue-
ros y milongueras, se van dando empatías, encontrando afinidades. No es poco habitual que entre ellos se elijan para determinadas tandas. En un pacto tácito, ambos, saben que “la tanda de ___ es con vos”. Mientras se conversa con los compañeros en la mesa o en la barra durante la cortina (fragmento de otro tipo de música que separa las tandas), el oído está despierto esperando los primeros compases del próximo tango, y la mirada bien afilada para el cabeceo en cuanto comience la nueva tanda. Un mismo tango, viejo y conocido, siempre es nuevo para los que lo bailan, como una pintura que se vuelve a mirar una y mil veces, y siempre se la redescubre. Aún aquellos de apariencia más simple, más tradicionales, de ritmo regular, evidente, marcado, son cuadros de composiciones complejas, entramadas entre las líneas de la partitura de cada instrumento, o en la especial relación de la orquesta con la voz del cantor. Esta trama puede escucharse una y mil veces, y percibirse siempre diferente. El oído se reposiciona y se enfatizan partes que otras veces habían pasado desapercibidas. Cada escucha enriquece.

                                       


Indefectiblemente, en cada abrazo, cuando lo que uno y otro ofrecen se en-
cuentra, se renueva la escucha. En el contacto físico, la perspectiva del espacio musical se actualiza junto con su eco en el cuerpo de cada uno y en el vínculo. Complicidad de dos con la música. Comienza el baile.Algunos bailarines son arrastrados, como presos de lo que suena, pegados al tiempo fuerte, miméticos, sin dejar de pisar un compás. No reflexionan al respecto, no es una decisión: se sienten abrazados así, impulsados así. A veces está el riesgo de caer un poco en lo automático, ese estado solitario, que no escucha al otro, o permite pensar e incluso hablar de otra cosa, lo que equivale a no estar en el tango. Y cuando esto ocurre, se nota y, yo creo, es poco interesante.
Otra forma de relación con la música es posible, cuando el bailarín está en
cada nota y decide, en principio, moverse con ella o no hacerlo, para luego elaborar cómo (en la delicia de cada una de sus articulaciones, en el cuerpo todo, en relación con otro y con los otros en el espacio). Decisiones permanentes, que van armando contrastes o bien sumando potencia al tutti de la orquesta. Cuando los que bailan establecen un diálogo con las distintas profundidades de lo que suena, siguiendo a uno u otro instrumento o melodía, agregando otra voz, como otra línea (la del movimiento del cuerpo, de los cuerpos armando acordes) se potencia la complicidad en el dúo (y con los testigos que los miran o los rodean) y se enriquece la narrativa del cuadro (y del espacio todo de la pista).

Cuando veo a alguien bailar (y cuando bailo) veo la música de su movimiento,
la música dentro del cuerpo, en las articulaciones, en las velocidades, en los ataques o en las detenciones, en el avance de una rodilla, en el rodar de una pisada: su temporalidad y su densidad suenan. La música en la pisada, en los gestos, identifican al que baila. Identificarlo por cómo se mueve es también identificarlo por cómo escucha. Esa traducción de lo escuchado a lo bailado es totalmente personal, está en cada uno.
Los pasos del tango y la música con la que se los interpreta, son dimensiones
interdependientes, correlativas pero móviles, que van cambiando. Cuando están fijas y se baila el paso sin modularlo por la música, es nuevamente algo automático. Cuando se elige cuándo y cómo mover, la danza es un plano más de la complejidad, de la trama. El bailarín no es esclavo de lo que dicta la música, sino que conjuga con ella sus elecciones de movimiento. Carlos Gavito, referente milonguero, gran maestro y bailarín, solía decir: “Yo no sigo la música, la música me sigue a mí”. Creo entenderlo.

Y si por sobre esto, quien baila tiene noción de totalidad, de finitud, y com-
prende la narrativa musical, su lógica estructural de repeticiones y variaciones por partes, puede apoyarse en estas para construir el desarrollo del movimiento, cuidando el motivo (sin tirar todos los dardos en los primeros cuatro compases). Y si un detalle se reitera con el mismo estribillo, como un guiño, todos sonreímos, se arma sentido. Así como el que toca organiza sus recursos expresivos y no los toca todos en el mismo tema, los que bailan administrando sus movimientos logran componer instantes, frases, momentos espaciales de música encarnada. Por alguna razón, cuando la relación de los bailarines con la orquesta es directa, todos disfrutamos. Esta es una dimensión que se encuentra mucho en las coreografías y que es más difícil de integrar en la improvisación en la pista de baile.
En la milonga, cada tango compone un paisaje de tres minutos, donde lo que
se escucha y lo que se mueve son parte de lo mismo. Sinestesia compartida, elaborada colectivamente. 

Paisajes vivos del tango en Buenos Aires
Algo maravilloso anda pasando en Buenos Aires en los últimos tiempos. Se
abren espacios co-organizados por músicos y bailarines de tango. Se juntan para tocar y bailar. El vivo de los instrumentos modifica las formas de bailar y, viceversa, los músicos a veces respiran los tiempos de la pista para tocar.
Organización, responsabilidad y el deseo compartido entre músicos y bailari-
nes de los nuevos espacios de tango. Algunos de ellos son: Oliverio Girondo (Villa Crespo), Domingos de Tango en El Viejo Buzón (Caballito), La Maldita Milonga (San Telmo), La Ventanita de Arrabal (Almagro), La Orquesta Victoria en Café Vinilo (Palermo), etc.

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Cuando veo a alguien tocar, lo veo bailar. ¿No bailan las manos de Troilo? ¿no baila D’Arienzo acompañando a Echagüe al lado del micrófono? La música está dentro del cuerpo de quien la interpreta tanto como dentro del cuerpo de quien baila. Es maravilloso cuando músicos y bailarines, ambos bailan, ambos tocan, juntos.