José María Otero es
periodista, escritor y conferenciante; historiador de tango y ciudadano del
mundo.
Nació en Buenos
Aires y vivió su infancia en el pintoresco barrio de Parque Patricios.
En su ciudad natal
estuvo al frente de redacciones de la prestigiosa talla profesional de: La Razón, El Gráfico y Editorial Abril. A la vez, sostuvo la dirección de numerosos
programas de radio y televisión, y recorrió América y Europa como periodista.
Vivió las noches
porteñas de tango en su irrepetible y maravillosa, genial y canalla época de
esplendor. Con su paso enamorado de las lunas de plata milongueras, disfrutó en los salones de su juventud de la
compañía inestimable de iconos tangueros como Aníbal Troilo; así como, también,
disfrutó de los cracks del fútbol de
todas las épocas.
Llega a España como
corresponsal en el año 1976, año desde el cual vive en Madrid.
En la actualidad
dirige la revista Mundo Argentino
junto a Osvaldo Parrondo. Fundó el Club
Argentino, creó el premio Sos Gardel,
el Teatro El Conventillo y la revista Sucesos Argentinos. Es presidente de la Academia Hispano-argentina del Tango y autor de los libros:
Versos de Lejos. Fútbol, Tango, Lunfardo;
y La llamada del Tango. Una danza mágica.
José María es tanguero
de la Guardia Vieja porteña, todo un clásico en las noches
milongueras de Madrid. Actualmente coordina y musicaliza una milonga en esta
ciudad.
Tánger Sand: José María, cuando usted era un pibe,
¿hablaba Lunfardo?
José María Otero: Era
algo natural. Todos llevamos desde chicos la música de las palabras, tal cual
vamos creciendo, y se instala para siempre en nosotros.
Tánger Sand: ¿Ahora, se sigue hablando Lunfardo
en las calles, en las milongas y en los ambientes de copas de Buenos Aires?,
¿Siente nostalgia por no poder hablarlo con sus amigos porteños y por esta
razón quizás escribió su libro Versos de
Lejos?
José María Otero: Es
una manera de volcar lo que uno lleva adentro. Me encanta el lunfardo. Tiene
expresiones semánticamente inmejorables.
Tánger Sand: La riqueza de significados de muchas de sus
palabras, el ingenio de sus cruces en el abrazo de culturas, la sabiduría
popular de sus expresiones nos ofrenda el árbol fecundo de su gran belleza poética y literaria,
¿verdad? ¿Qué valor tiene para usted el Lunfardo desde el punto de vista de la
Academia?
José María Otero: El lunfardo es una jerga que proviene de
las grandes corrientes inmigratorias, de los dialectos típicos –sobre todo italianos- y que al obtener carta
de ciudadanía porteña se va transformando, acortando, alargando y hasta
adquiriendo distintos significados.
Tánger Sand: ¿Y desde el punto de vista de la construcción de
una nueva Identidad para la gran cantidad de inmigrantes que van a la Argentina
a finales del siglo XIX en busca de trabajo?
José María Otero: Ellos, a su manera, con su esfuerzo,
hicieron el país. Dejaron su huella en los barrios, en la música, en las
costumbres, rituales, comidas y expresiones.
Tánger Sand: Mis palabras preferidas en Lunfardo son las
palabras: Garúa, Mishiadura, Amurado, Malevaje, Metejón y Atorrante, ¿cuáles
son las suyas?
José María Otero: Esas seis son geniales, inmejorables. Al
voleo te nombro: Acamalar, Embrocar, chabón, menefrego, fueye, carancancunfa,
milonguero, dequerusa, sanata, berretín y… ¡que vachaché! Y creo que en
español, no hay ninguna que simbolice tan bien la pasión amorosa al mango como
Metejón.
Tánger Sand: ¿Le gusta el Vesre? Tengo la impresión de que se
divierte mucho hablándolo, ¿es así?
José María Otero: Para los porteños, hablar al vesre es como
fumar, cantar, decir un piropo, gritar un gol, chamuyarle bajito a la mina, darle un beso a la vieja….
Tánger Sand: Usted siempre me ha enseñado muchas cosas sobre
las extremas condiciones de pobreza de los Conventillos en los que nació y
creció, ¿podríamos recordar hoy algunas
de ellas, José María?, por ejemplo, ¿cómo vivían los pibes sus infancias?,
¿cómo era aquella anécdota que me contó de Francisco Canaro?
José María Otero: No teníamos conciencia de la pobreza,
porque la calle era nuestra, jugábamos mucho en ella y nuestros padres
inmigrantes nos mandaban al colegio y a la Universidad para que tuviéramos un
destino mejor que el de ellos. Nunca me sentí un desvalido. Fui feliz en la
infancia.
Tánger Sand: Al haber vivido también una infancia con tantas
dificultades, ¿qué valor tiene para usted La Palabra? ¿Cómo se vuelve uno
apasionado lector de los clásicos, periodista y escritor en un lugar sin
libros?; y rizando la curiosidad, ¿cuál es su palabra preferida en Español?
José María Otero: Mi padre me inculcó el valor de la palabra,
aún siendo un obrero. Felizmente. El Colegio en Argentina fue nuestro segundo
hogar. Guardo un enorme recuerdo por todos mis maestros. Y además mi padre me
inoculó el amor por la lectura. El español tiene hermosas palabras. En cambio
te digo las expresiones coloquiales que me disgustan: “…y tal”, “La pegó…”(en
lugar de “Le pegó) o “Pa’ lante”.
Tánger Sand: ¿Qué lugar ocupa en su vida el tango?
José María Otero: Digamos que un lugar muy importante. Porque
el tango es música, baile, poesía, canto. Es el más profundo de todas las
músicas populares que conozco. “La vida es una herida absurda…” decía Cátulo
Castillo, en “La última curda”. Y Discépolo en “Uno” habla “del camino que los
sueños prometieron a sus ansias”. ¡Que maravilla!.
Tánger Sand: ¿Qué disfruta más: su música, su letra o su baile?
José María Otero: Las tres. Depende del momento.
Tánger Sand: ¿Puede explicarnos las diferencias entre las
tres variedades formales: Tango, Milonga y Vals?
José María Otero: Como decía un filósofo popular, la milonga
es un tango apurado por llegar. Son ramas del mismo árbol. El valsecito porteño
proviene del vals europeo y se transformó en una música romántica y alegre a la
vez. Bailar un valsecito es jugar con el alma y los pies. Y el tango es la
música del porteño y el inmigrante.
Tánger Sand: Le confieso siete tangos esenciales en mi
corazón: Nostalgias; El Choclo; En esta tarde gris; Pasional; Pocas palabras;
Silencio, y Desde el Alma. ¿Cuáles son los tangos esenciales en su corazón, esos que uno “hace suyos”?
José María Otero: Uhhhhh, Necesitaría varios folios para
expresarme. Es cierto que según el estado de ánimo puedo llorar con Sur, sentir
cosquilleos en los pies y el alma con algo tan sencillito como La cumparsita;
emocionarme con Recuerdo, La cachila, Gallo ciego, Responso, Uno, El metejón, Comme
il faut, Bahía Blanca… (Desde el alma es un vals clásico y hermoso)
Tánger Sand: Le ruego el esmerado esfuerzo de resumir los
ritos más importantes en la milonga y cómo han cambiado con respecto a la -llamémosla así- “flexibilidad” actual?
José María Otero: Resumo. “Allá” le llamamos códigos. Cosas
que expresan respeto: No invitar a bailar a una mujer que está acompañada.
Esperar la aprobación de ellas con la mirada para invitarlas a bailar con un
simple movimiento de cabeza. Acompañarla al final de la tanda hasta el lugar
donde la mujer estaba sentada. No hablar mientras se baila. Respetar la
circulación como si fuera el tráfico de los coches. Y cuidar la higiene
corporal y el atuendo. No tengo nada contra la desacralización de la
vestimenta. La vida cambia y hay aceptarlo. A otras modas me cuesta
acostumbrarme. Pero la higiene debe ser esencial.
Tánger Sand: Como historiador de tango, ¿puede explicarnos
por qué hubo un momento en que los hombres bailaban tango entre ellos? ¿Qué
explicación tiene que en otras ocasiones el tango lo bailaran entre mujeres?
¿Qué le parece que en la actualidad se siga bailando tango entre hombres y
tango entre mujeres?
José María Otero: El tango jamás se bailó entre hombres, es
una leyenda. Otra cosa es ensayar entre hombres practicando figuras nuevas y
demás, pero nunca se bailó en sitios públicos entre machos. El hecho de que
bailen hombres con hombres y mujeres con mujeres creo que es producto del
tiempo, de la época de liberación de corsés rígidos. Algo normal.
Tánger Sand: ¿Cómo explicaría el Cabeceo a una persona que no
esté familiarizada con el mundo tanguero?
José María Otero: Simplemente que el hecho de bailar juntos
siendo desconocidos implica el deseo satisfecho de ambas partes. Las miradas se
buscan, el hombre hace un leve cabeceo hacia abajo. La dama aprueba con su
gesto y ya se ha formado la pareja para degustar una tanda. Es mucho mejor para
ella este sistema, que verse obligada a bailar con alguien que no le gusta, por
el simple hecho de haber ido él a invitarla a su mesa.
Tánger Sand: El Cabeceo y el respeto por la jerarquía en
relación a la calidad del baile, ¿podrían ser las diferencias más importantes
entre las milongas de Buenos Aires y las de España?
José María Otero: Efectivamente. Allá existen unos códigos,
ciertos ritos, respeto entre ellos y ellas y sobre todo por el nivel que deben
tener los bailarines para optar a aquellas que estén a su alcance. Y no más
arriba. La belleza femenina per se, no alcanza si no va acompañada de cierta
pericia dancística. En España esta premisa es distinta. Acá le basta.
Tánger Sand: Hay una canción que me hace llorar como una
Magdalena; ¿recuerda, José María, aquellos sones de Háblame del mar, marinero…?
Hábleme del Abrazo, milonguero.
José María Otero: El abrazo es el símbolo del tango. Cuando
abrazamos transmitimos sentimientos, emociones y a partir de ahí se establece
el diálogo de los dos cuerpos sin palabras. Sólo con la música y el alma puesta
en ella.
Tánger Sand: No se imagina cómo me hubiese gustado estar en
una noche de milonga vivida junto a una Orquesta… ¿Cómo eran aquellas veladas
en las que el tango paraba el tráfico en las calles? ¿Me trasladaría en la
imaginación a esa magia de los sueños que para usted fueron palpable, dichosa
realidad?
José María Otero: Yo viví la época que me tocó vivir. La
adolescencia, la juventud, es algo fugaz como una flecha. Siempre íbamos con
grandes expectativas a bailar con determinadas orquestas en vivo. Como era algo
natural, al alcance de todo el mundo y el tango una fiesta convocante, no
alcanzamos empero a darle el gran valor que realmente tenía. Hoy diría que fui
un gran afortunado. En las confiterías céntricas, en la radio, la incipiente
televisión, el tango era un hecho diario. Si esos sueños tuyos se convirtieran
de pronto en una mágica realidad, la emoción desbordaría tu cuerpo y tus
expectativas.
Tánger Sand: Cuando le llamé por teléfono para invitarle a un
café y realizarle esta entrevista -a la que, tengo que decir, accedió tan amable y generosamente-, España
acababa de clasificarse para jugar la final del mundial de fútbol contra
Holanda. Usted afirmó contundentemente: -Vengo repitiéndolo una y otra vez
incluso antes de que empezara el campeonato: España tiene el mejor equipo de fútbol
de toda su historia y el próximo domingo va a ganar el mundial contra Holanda-.
Y así fue, venturosamente se cumplió su vaticinio. Pero a lo que voy es a su
ferviente apasionamiento por el fútbol; y es que no podríamos entender la
Identidad Argentina sin el fútbol, el tango y los pingos, ¿verdad? ¿Podría
hablarnos un poco sobre esas otras dos pasiones y qué lugar ocupan en su vida?
José María Otero: El amor, la amistad, la familia, digamos
que son el plato principal. Si le agregamos ingredientes como el buen fútbol,
el buen tango, las callecitas de Buenos Aires, una buena pizza, el asadito te diría: ¿Para qué más?
Tánger Sand: ¿Cuándo empieza en su vida a escuchar sobre el saber del Psicoanálisis?
José María Otero: Soy porteño, así que imaginate. Los
argentinos somos psicólogos de estudios, de lectura o de ojito. Y también
pacientes.
Tánger Sand: José María, usted afirma que Enrique Santos
Discépolo murió de tristeza. Él, como sabemos, no soportaba el mundo que
poética, profunda y cabalmente retrató en Cambalache. Partiendo de la letra de
este tango -escrito por él en 1935- y situándonos en la realidad social que nos
ha tocado vivir en este momento, ¿cómo cree usted que él se conduciría en estos
tiempos por el Principio de Realidad freudiano?
José María Otero: Moriría mucho antes. No llegaría a los 50
años como entonces. Diría “El mundo fue y será una porquería”. Y chau.
Tánger Sand: Como usted también está interesado y
familiarizado con el discurso lacaniano, acá va una pregunta a bocajarro: cuando
un niño vive una infancia trabajando como Limpiabotas de shushetas, como así
ocurrió en los casos de Francisco Canaro y Juan de Dios Filiberto, ¿cómo piensa
que este niño puede vivir su experiencia con el Otro en las primeras
formaciones del Yo, así como su experiencia con su Narcisismo Primario y, cómo
todo ello, puede afectarle a lo largo de su vida en la relación con los demás?
José María Otero: ¡Epa! Que yo también soy psicólogo de
ojito. No quiero meterme en terreno pantanoso. Me molesta que alguien pontifique
sobre el tango sin tener nociones serias y hablando como si supiera. Imaginate.
Tánger Sand: Ante las
tres heridas que nombrara Miguel Hernández: La del amor, la de la vida, la de
la muerte. ¿Cuál es el oro de su
esperanza?
José María Otero: El amor por sobre todo. A la vida, a la
gente en general, a la naturaleza, a los animales, los niños, el arte….y el
tango, que es arte popular..
Tánger Sand: José María,
“Hoy vas a entrar en mi pasado”.
José María Otero: ¡Que frase la de Cadícamo! Hoy – presente-,
vas a entrar –futuro- en mi pasado –pasado-.
Tánger Sand
(Era en Madrid, verano del 2010)