Ahora el cantor está frente a un micrófono de pie, y entre los
rostros esfumados del público cree ver nuevamente a Marielena, y
mientras la orquesta avanza los primeros compases recuerda que a ella no
le gustaba que le digan
mama. Solía decir casi enojada: "
mama, el ternero a la vaca". Le agradaba el
mamá.
Y piensa en su viudez tan joven y en su trabajo para parar la olla "
con
las manos cortadas de lavar la ropa", y en su filosofía y en su fuerza
para salir adelante. Y aunque la orquesta viene en malón sobre el inicio
de algún tango, el cantor se demora en los ojos de Marielena: "
Sí, así
como suena, todo junto". "Era una persona que aunque no había tenido
tiempo de estudiar, era muy inteligente. ¡Decía cada cosa, mi vieja!" Un
día mientras lavaba le pregunté por qué había algunos tipos tan
ignorantes y me dijo: "Sabes qué pasa, nene, cuando Dios hizo al hombre
tenía 10 cajas encefálicas abiertas y solamente 6 cerebros. Puso hasta
que le alcanzó, después rellenó con una media, un gabán, una muela, un
perro, qué sé yo, cualquier cosa". ¡Esa era mi vieja! Se murieron los
dos muy pibes. Te voy a decir que a mí la vida me dio besos, pero
también muchos cachetazos. Ahora me dio un vuelto, una nieta que se
llama Lorena. En una familia de 10 generaciones de varones es la locura.
Tiene 7 años y quiere bailar tango con Copes. Y yo le digo mientras
ensaya: No, los pasos son más lentos y le digo no, la manito al revés porque vos sos mujer”.
El niño de pantalones cortos en un ademán sobreactuado se lleva la
mano al corazón y termina de entonar otro tango. ¡Era hora! Parece decir
el gesto de madre que le pide algunos mandados. Y él sale silbando.
Podría hacer todo más rápido si fuese al almacén de don Blanco en la
esquina de su casa, pero allí la lata de aceite de 5 litros cuesta un
peso con cinco centavos. En cambio enfila lejos, para Monroe y Crámer, o
las Grandes Tiendas Argentinas donde podrá comprar la misma lata por
sólo un peso.
La orquesta, detrás del cantor es una nube oscura llena de relámpagos
y truenos. Y él adelanta el cuerpo y estira apenas los brazos como para
barajar algo que cae. Es Ringo Bonavena que luego de un respiro saluda a
su amigo, el cantor, y vuelve a la pelea.
“No, no éramos amigos, éramos hermanos. Era un chico grande. Yo vi
como 10 veces la pelea con Clay y no me vas a decir que el negro
resbaló. ¡Le encajó un piñón! Si Natalio lo apura lo saca a la mierda.
Pero escúchame, ¿acaso no lo tiró 3 veces a Frazer que era campeón del
mundo? Se muere la gente buena, se murió Pichuco, Barquina, Homero
Expósito, Catulín, la mala se queda ahí, embromando!' (Es poco sabido
que el tío del boxeador, Antonio Bonavena dirigía en los '40 una
agrupación musical que acompañó a Rufino en el Petit Café).
Roberto tiene 14 años y trabaja en una oficina jurídica en Paraguay
1591. El abogado Salvador Julio Rotman le entrega una dirección y le da
unas indicaciones, mientras él asiente columpiando el mentón flaco. Cada
mes recibe el sobre con el sueldo y se lo entrega a Marielena (así como
suena todo junto). Va a comenzar la época de oro del tango.
El cantor se jacta de recordar todavía el nombre del abogado y la
dirección mientras conversa con sus amigos en la ronda obligada del café
San Quintín, en avenida del Tejar y Tamborini. Cerca de la casa donde
quizá su padre, Emilio Roberto escribiera “Pompas", el tango que grabó
Gardel. Otro tío suyo, otro Roberto ("porque mi abuela tenía los rayes
de los Robertos”) es en cambio el autor de “Pompas de jabón". Y el
cantor se queja de la confusión frecuente entre ambos autores, siendo
que él se ha encargado de explicarlo en numerosas entrevistas. Pero el
enojo se troca en iras cuando recuerda temas que le suenan dentro del
absurdo, como ese personaje que le pide al portero: suba y dígale a esa
ingrata, sin atreverse a ir él mismo: “O ese otro del tigre Millán,
picado de viruela, bastante morocho, que dice que nunca fue
correspondido y ella al fin lo traicionó. ¿Pero si nunca fuiste
correspondido, cómo te van a traicionar?”
El pibe tiene 16 y calza los largos. Es el año 42, el de "Malena'' de
Manzi, "Gricel”, de José María Contursi, "Uno" de Discépolo; es también
el año de la irrupción fuerte de Homero Expósito; ese "zaratense"
nacido en Campana que llegaba empatotado con Stampone, con Pontier, con
Francini y que para el haber anotaba: "Pedacito de cielo". "Al compás
del corazón", "Azabache” y "Tristezas de la calle Corrientes"; un poeta
tanguero que tenía bien masticado a Paul Éluard, André Breton y Ortega y
Gasset, entre sus muchas y diversas lecturas.
El pibe cumplió 16 años y su sueño de cantar se cumple. Así que
después de convencer a Marielena de que lo autorice, y con una orden del
juez, comenzó en un cabaret con la orquesta de Raúl Kaplún. La noche
del debut tiene el pecho agitado y un jopo sobre la frente que no se
queda quieto. Después se apura por llegar y contarle todo a Marielena,
porque ya presentía que era el inicio de algo que no iba a detenerse:
“Hacía tres salidas y después me metía en una pieza con una gaseosa y un
sánguche. Al finalizar, el mismo Kaplún me acompañaba hasta el
tranvía, hasta el Correo Central y en Saavedra me esperaba mi mamá.
Después de Kaplún ella murió. Yo no quería cantar más”. Pero las heridas
cicatrizan y la vocación era muy fuerte. “Yo hice de todo viejo,
trabajé de colectivero, en el taxímetro, en los camiones, en los micros.
Pero mi pensamiento fue siempre cantar tangos. Si yo no hubiese cantado
tangos, me hubiese gustado cantar tangos. Lo tomé con cariño porque amo
al tango. Y mirá qué pedante soy, yo creo que el tango me quiere a mí.
¿Sabés por qué? Porque en algunos tangos me dice despacito 'gracias’.
Ahora, en algunos... me pega patadas" (se ríe).
el cantor y el poeta
El cantor flexiona las piernas y alarga un dedo tembloroso como si
fuera a tocar un teclado que nadie ve y acaricia el aire y pone en
marcha una historia que llega con olores y texturas, y tiende las
palabras en el alambre del sentimiento, como hacía Marielena con la ropa
ya limpia, y el cantor dice: "Margo ha vuelto a la ciudad/con el tango
más amargo/su cansancio fue tan largo/que el cansancio pudo más", y las
palabras rebotan en su boca y salen como personas de una casa en llamas.
Hacia el final pone el cuerpo para contener todo aquello que inició
hace apenas un momento, golpea el suelo con el zapato y la historia se
apaga.
Homero fue el genio que le faltó al mundo. Era un hombre que hablaba
con comas y puntos y decía cosas entendibles, por ejemplo cuando escribe
‘era más blanda que el agua, que el agua blanda,’ ¿acaso no existe el
agua dura?, el hielo es agua dura. Y me hizo 'Afiches', ‘Naranjo en
flor’, ‘Chau, no va más'. Y antes que Homero me enloqueció Le Pera, que
nunca habló mal de la mujer, sino que la enaltecía. Él mismo se echaba
la culpa de todas las cosas. Como aquel que dice ‘Cristo llevó demasiado
la cruz, vamos a llevarla un poco nosotros’. También quiero hablar de
un genio, el único hombre que me acuerdo, que superó a su padre; José
María Contursi, porque el padre hizo ‘Mi noche triste’, que es linda,
pero si vamos a enumerar los temas de ‘Catunga.' Contursi , qué querés
que le diga ¡Rebalsaron la copa de la verdad! Me estoy copiando,
perdóname Homero querido (esta última frase en voz baja). Pero Homero es
una barbaridad. Cuando dice: ‘te arreglas el dolor/después de sollozar’
o ‘tú compras el carmín y el pote de rubor/ que tiembla en tus mejillas
y ojeras con verdín/ para llenar de amor/ tu máscara de arcilla’ ¡Qué
hijo de puta! ¡Dios te bendiga Homero querido! No, no, mirá, se me paran
los pelos. Cuando dijo: ‘tu forma de partir nos dio la sensación/ de un
arco de violín/ clavado en un gorrión’. En ‘Oyeme’, no falló quien le
preguntara qué era eso. ¡Qué analfabeto! Explicó que se había muerto un
amigo suyo (se refiere a Horacio Francini, hermano de Enrique Mario,
fallecido a los 21 años) que había estado hacía un rato no más con él.
‘Murió un amigo mío —dijo—y tuve ganas de comerme un colectivo. Mirá lo
que escribió. Destacámelo, quiero que desde el cielo se acuerde de mí".
Goyeneche encontró en el poeta las imágenes que sentía latir dentro
suyo, mientras que Expósito halló en el cantor alguien que pudiera
recrear, interpretar su universo sentimental, su expresividad. Porque al
cantor le interesa mucho la letra: “y cuando la música no corresponde
digo ¡qué ca... qué macana! ¡Qué desperdicio!". Más que nadie supo el
cantor decir las letras de Homero, esa “eficacia contextual, orgánica,
hecha de letra y música", según Juan Sasturain, quien apuntó además la
presencia de rimas internas, la cadencia y todo aquello que en Expósito
“favorece el fraseo armonioso, pegado como una segunda piel a la
melodía". Goyeneche hace posible la mirada que sobre el tiempo tiene el
poeta; pone en evidencia el estado de pérdida que atraviesa todo el
texto, un dolor sin los soportes de la culpa ni la posibilidad de
reeditar lo vivido. El cantor nombra entonces toda una secuencia de
matices que va de ese estado de pérdida al “milagro" de amar otra vez.
En el año '47 el pibe es todo un profesional. Su estilo, su fraseo,
es muy personal. Ese año gana un certamen de nuevos cantores convocado
por el club Federal Argentinos y no puede dejar de pensar en Marielena
al recibir esa copa plateada, que alguien le acerca junto al diploma
correspondiente. Después vendrán años duros y deberá alternar su
vocación con su oficio de chofer, hasta integrarse a la orquesta de
Horacio Salgán: “Estuve nueve años. Comencé por el ‘49. Salgán es el
genio del piano. De lo que él hace, nadie. Porque vos hablás de que
fulano es buen pianista, buena persona, pero como Salgán, cuidado. Es el
inventor. Yo era en la orquesta un instrumento más. Eso se percibe poco
en las grabaciones porque antes se grababa derecho, lodos juntos, ahora
graba la orquesta y se va, el cantor lo hace después. Con Salgán fue mi
perfeccionamiento. Cantar con él no te creas que es fácil, es muy
difícil, hace un tan y tenés que entrar ahí, justo. No es como el Gordo
Pichuco que entrabas donde querías y te empujaba, te pateaba. Después de
haber cantado con el Gordo y con Salgán, no querés más. Canté con
Federico, con Baffa, con Berlingieri, con Pontier, con Stampone. ¿Qué
querés de mi vida? Hay temas que no los canté más, como ‘Carrusel ’o
aquel de ‘Recién lo comprendo, tengo tibio el hombro de tu pelo manso
madrugado a besos...’ Porque no hay orquestación, no hay arreglos y hoy
un arreglo cuesta mucho dinero, un arreglo para quinteto te digo,
imaginate uno para orquesta. Eso desapareció, estaba grabado en
Montevideo…¡Federico Silva! Y Tamar ¡Qué grande, Dios Mío! Tamar es de
Berlingieri. Imagínate que él vive de esto y no puedo ir a pedirle un
arreglo porque sé que no me va a cobrar".
A Goyeneche le importa la letra: “Comprendo el drama del poeta. Así
entendí la filosofía de Homero, que como dije hablaba con puntos y
comas. Yo tengo 62 años y recién me entero que el tango dice: ‘te
acordás Milonguita vos eras' porque toda la vida escuché ‘te acordás
Milonguita voceras’. Hay tipos, cantantes, que no se detienen a pensar
la letra. Es gente que le interesa nada más que ¡colocar la voooooz!. El
tango es otra cosa, hay cantantes que son solamente plin plin plin. Hay
mucho de eso. El último disco que hice (se refiere a El polaco por
dentro, con arreglos de cuerda de Carlos Franzetti y poco sonido de
bandoneón) fue grabado con 55 músicos del Colón y algunos no lo
entendieron porque esperaban el chan chan, porque para esos tipos si no
es así no es tango. Pero escúchame, andá a Colombia, ¿sabés qué está de
moda allí?: ‘Tengo mil novias , tengo mil novias'. Hay gente que dice que
Piazzolla es raro y Piazzolla es perfectamente entendible. Al que no le
guste Piazzolla que se embrome viejo, que se embrome".
Ahora el cantor sabe que la vida es ese disco negro que gira
enloquecido, el agujero absurdo que regala naufragios, la púa
perforándole el cuore. Y mientras canta abriendo los brazos como
formulando una pregunta que no cabe en el cuerpo, ve pasar a Troilo, a
Barquina, a sus amigos de siempre: ‘¿Viste alguna película del Gordo
Pichuco? La cuna del genio se nota hasta en la manera de sentarse. Él se
desabrochaba el saco, se sentaba. Si venía una dama se levantaba, se
abrochaba el saco... eso es ser un señorito nato, eso es enseñar a
vivir, a respetar, a querer. El orgullo mío es haberme formado con esa
gente. Barquina, Barquinazo venía todos los días al cabaret... cuando yo
le canté "Barquina, cantor de mi barrio’...
Tiene 30 años. El pibe y el cantor son uno solo. Aquel que canta en
la orquesta de Troilo junto a Angel Cárdenas, el intérprete de motivos
criollos que lo rotuló para siempre con el apodo de "El Polaco". Corre
el año ’56. Goyeneche se integra a la formación musical de Troilo y
llega a grabar 51 versiones antes de abandonarla a fines de junio del
'64 para seguir como solista. Cuatro años después ya es ampliamente
reconocido como una —si no la primera— de las mejores voces de la
canción ciudadana: “Goyeneche la mejor voz del tango” es el título de
una nota que Hipólito J. Paz le dedica por esos días en la revista
Confirmado. Goyeneche canta hasta con las manos en un lugar que se hace
costumbre para los tangueros: Caño 14. Desde allí muerde las ve, pone
énfasis en lo que cuenta, sabe replegarse en las pausas, susurra para
crear el clima, arrastra las erre, se concentra y vuelve a colocar a las
palabras en el tendedero del cuore. Para Horacio Salas, Goyeneche canta
aun con los silencios: “Su personalidad fabrica climas, como si
estableciera previamente el decorado, el ambiente en el que se
desarrolla cada situación narrativa", para añadir que “él creó una
manera, un acento, un estilo de cantar como si inventara cada tango o
—lo que es lo mismo— como si cada tango lo inventara a él". Cuando
alguien lo entera de esta última frase, desde una mesa del bar San
Quintín, en su barrio Saavedra, asiente y asombrándose como la primera
vez lo comunica a los que están detrás de la barra: “Mirá che, escucha esto..
“yo iba a ver al diseur”
El cantor tiene ahora un micrófono en la mano que mueve como un
péndulo, como si le quemara, pero lo que quema son las palabras que
pujan por salir: “Primero hay que saber sufrir, después amar, después
partir y al fin andar sin pensamiento", esa letra de Homero que hay que
glosar, desglosar, delicadamente y la voz del “Polaco" lo hace posible y
uno cree ver pasar un camello por dentro del ojo de una aguja. Porque
¿cuántos cantores no harían un sustancioso puré con la filosofía de
Expósito?: “A mí siempre me interesó el cantor... por ejemplo te nombro a
uno que no canta más ¿por qué? Porque se descuidó. Se llama Jorge
Durán. Escuchalo. La voz era un cañonazo, pero tenía un lomo así (abre
los brazos). Imagínale que si tenés más reservas físicas, tenés siempre
más polenta. Después... lodos los cantores son iguales para mí... no me
hagás hablar. Rufino también, ¡qué cantor! No, los que dicen que el
tanguero está clavado en el tiempo se equivocan. Rubén Juárez
—escúchalo, vas a ver lo que canta ese— hace temas nuevos porque "Malena", "Garúa", "María" fueron nuevos en un tiempo y había que
hacerlos conocer. Él tiene una idea que yo respeto y lo admiro y lo
quiero mucho porque es un cantor de la pucha que lo tiró. Me dijo:
‘Polaco, dejó que yo haga lo mío, ya lo van a conocer' y tiene mucha
razón. Hay que evolucionar. Cuando yo dije hace mucho que me gustaban
Los Beatles y Los Rolling Stones, me tiraron piedras. ¡Pero si todos los
pibes de ahora... Nito Meslre, Baglieto, Lerner, Fito Páez (hace una
pausa) ¡Qué rico es Fito Páez! A Charly también lo vi. Me dicen maestro y
yo les digo ¿cómo maestro? ¡si ustedes son los taquilleros! También me
gusta Sinatra y todavía más Tony Benet. A mí siempre. Como te decía me
gustó el cantor no el plim plin plin, yo iba a ver al chansonnier no al
cantante, al diseur iba a ver".
Y Goyeneche está ya envuelto en los papeles de la noche, enredado en
el humo, nadando entre las sombras, porque la noche es acaso el ciclo
del tango. Y cada noche, él traspapela a “María" para volver a
encontrarla en esa lámpara que se llama fueye, y la orquesta es una
polvareda, en una carrera donde todos los pingos vienen cabeza a cabeza,
y se suceden las canciones y las rimas también. Como aquella vez que la
insistencia de un dizque cantor, doblegó la paciencia de Troilo y
Goyeneche, que se sentaron atentamente a escucharlo, como lo pedía el
aficionado. Así, después de anunciar “Tinta roja" dijo un largo:
"paredóóóón" y Troilo lo envía derechito a las intimidades de su hermana:
“Otra vez hicimos una gira como 10 cantores. Mi señora me ponía un
alfiler de gancho para que sujetase los pantalones en la percha. Sucedió
que yo lo tenía así, sin darme cuenta, entre los dedos, y uno de esos
cantores preguntó para qué llevaba el alfiler. Ni lerdo ni perezoso otro
le dijo, en tono confidente, que sin 'eso' yo no podía cantar, que era
una cábala y cosas así. Después subió a cantar Floreal y me lo pidió
prestado, subió Marino y me lo pidió. Y así lodos, hasta que el cantor
al que le habían vendido ese verso, dijo: "¡Paren viejo, a ver si se lo
pierden y el Polaco no puede cantar nunca más!" (se ríe). Los cantores
son muy supersticiosos, hay tangos que no se pueden cantar. (Y
volviéndose hacia los amigos de la barra) ¡Y estos pelotudos me joden
con eso! Porque no se puede nombrar a la bicha esa, ...el ofidio. Pero
yo no llevo ningún amuleto, yo llevo mi virgencita de París, de Notre
Dame. Le dije, perdóname que soy absolutista, usted es mi virgencita de
París. Y no sabés cuánto me ha cumplido... ¡Milagros! A veces sueño que
me toca la cabeza y me dice 'llevame siempre con vos".
la noche
El cantor se hamaca, su voz pastosa trastabilla para decirnos a
todos, a cada uno, que: “parece un pozo de sombras la noche". Y un dedo
se alarga nuevamente hasta tocar teclas que él solamente puede ver. Y
cuando dice noche es como si dijese tierra o algo parecido. Entonces
muchos nos preguntamos desde dónde canta este upo flaco, que se dibuja o
desdibuja según el polvo de su voz. Desde dónde canta, y vamos a
buscarlo tras los armarios, bajo la cama, dentro de los caños de agua,
tras los retratos colgados en la pared. ¿Desde dónde? Ese podría ser el
secreto. ¿Desde la noche? ¿Cuál? “De la noche podría hablar mucho, pero
del día no. A mí el sol me hace mal, yo soy amigo de la luna. La noche
te enseña a saber qué es lo bueno. Vos estás a mitad de cuadra y la
noche te indica: agarrá para el lado bueno que vas a andar derecho,
respetá al amigo grande que es el que te va a aconsejar bien. Hay gente
que dice: "¿Sabés qué atorrante es este? Sale toda la noche". Pero sale
porque no tiene sueño. Hay que tener patente para ser atorrante. Hay que
hacerse amigo de la noche. Que te cobije.
Goyeneche está volcado sobre una mesa llena de papeles. Son letras de
tango. Y resulta raro que nunca haya intentado una, aunque dice tener
una buena guía melódica y amenaza con musicalizar algún texto que se le
alcance: “Piazzolla, en Sur me trajo un tango hoy para grabarlo mañana. ¿
Y cómo es? Y lo grabé. Después le dije: te cambié una nota. "Si la
cambiaste vos, entonces está bien, me dijo. ¡Astor-Pia-zzo-lla!"
Ahora el cantor está en un programa de televisión cantando Sabor a
mí: tanto tiempo disfrutamos, este amor. No, nunca canté otra cosa,
salvo en aquella audición un poco en joda. El bolero me gusta, claro.
Mirá, hay un bolero que se llama ‘Hilos de lluvia' que dice:
'Mordiéndome los labios con los dientes, para no gritar tu nombre, así te vi partir. Mis dedos con un dejo de impotencia se agitaban hacia ti.
Unido por los hilos de la lluvia fui un títere que grita entre las
sombras. ..y en las sombras soy la sombra que le grita... vuelve a mí,
vuelve a mí, vuelve amor que sin ti comprendí qué triste es el silencio.
Sin tu amor, qué amarga es la angustia cuando tú no estáaaas'. La mejor
cancionista de boleros del mundo se llama Elena Torres".
Ahora, el cronista pide permiso y comparte la mesa del San Quintín
con el cantor, pero el cantor está en otra cosa, quizás escuchando los
ruidos de los vecinos. Esos “cosos de al lao” que no dejan de hablar, de
reírse, de arrastrar sillas para hacer una sola rueda. El cronista
opina que sería lindo ser como los vecinos que viven en ese tango
(arriesgando una metáfora de país) y el cantor arguye que están de
fiesta porque sí, porque volvió la piba que se rajó un día y que además
trajo un purrete: ¡Pero Dios los bendiga, viejo!
¿Vos te escuchás? ¿En qué tangos te escuchás?
—Los temas que me gustan los escucho, sí: “Afiches”, “Maquillaje",
“Naranjo en flor". Me escucho con Troilo, con Salgán, con Atilio…
¿Por qué otros cantores no hacen ese repertorio?
—No los cantan. Stampone me dice: vos me lo hacés y no me lo canta nadie más. Es un piropo que te dice un amigo.
¿Te gustan los programas de tango en televisión?
—Sí, sobre todo el de Bergara, que le puso traje de gala al tango. El
es un locutor fino. Después Grandes Valores... muy buen programa.
Ahora... de la televisión en general te digo una cosa: ¿cómo hacían
antes, cuando no había televisión, para aburrirse... (se ríe). ¿Cómo
hacía la gente?
Ahora vas al Japón con el espectáculo Tanguísimo. ¿Es la primera vez que viajás a ese país?
—Sí, son muchas horas de vuelo. Una vez le dijeron a Pichuco por qué
no iba para Japón y contestó: ¿Para qué voy a ir a Japón si allá no
conozco a nadie? (vuelve a reírse)
Por Jorge Boccanera (Revista Crisis - Octubre 1988)