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miércoles, 30 de marzo de 2016

Buenos Aires 1900

La mirada sobre estos años fundacionales y mitológicos del tango, es más amplia y valiosa si está realizada por un gran escritor, historiador, profesor y periodista, como lo fuera Bernardo González Arrilli (1892/1987). Integrante de Academias de distintos países de América, laureado por sus trabajos, autor de libros de género variados: Novela, Historia, Cuento, Cine y Biografías, fue, entre otras cosas, colaborador permanente del suplemento literario del Diario la Prensa.

En este interesante ensayo sobre aquella época naciente de la milonga y el tango. González Arrilli lo cuenta así:

                                             
Bernardo González Arrilli


-La milonga se "enchufaba" en la vida como un doble receptor de emociones nativas. !¡Milonga, la de mis tiempos!", decían los canosos y era igualita a la que cantaban sus nietos. Requebrada y rezongona, saltaba con notas alegres, afirmaciones optimistas, piropos de tres por cinco, en cuanto mencionaran los ojos de una muchacha. Batalladora y arisca, cantaba fervores cívicos, sacrificios sin interés y esperanzas redentoras. Dura y polémica, criticaba desaciertos y censuraba equivocaciones con un gran gesto porteño de reconciliaciones cordiales. Amplia y fraterna, igualmente cantaba la profundidad embrujadora de una sonrisa de mujer que la promesa de días mejores, con dignidad y honradez.

Canto de hombre que servía para aliviar largas jornadas de fajina, se quedaba como un canario flauta en su jaula de alambres plateados. Silbaba en las plataformas de los tranvías y se clarineaba en las cornetas de cuero de los mayorales con un clavel en la oreja. La tarareaba el tendero y reaparecía en el pitido de alerta del vigilante de facción. ¡Milonga del novecientos! Distinta a la décima, más dulzona que una vidala, más ligera que una cuarteta de payada, era porteña por donde la agarraran, pifiadora hasta donde quisieran, simpaticona hasta hacerse amar.

                                          

-Cuando la desvirtuaron, aún le sobró dulzura para regalar y prestó su título para que se lucieran chiquilinas capaces de ganarle al baile mistongo categoría de danza nativa. Así surgió Milonguita, nacida en la puerta de calle de una casa con zaguán, que se enamoró de un milonguero que le supo emocionar contándole al oído el más vulgar "te quiero porque te quiero". Enseñó a llevar el compás al bailarín más inhábil en  los domingos sudados  y no le quiso hasta que no supo bailar. Tarareando se aprendía. Con organito de tambor y platillos, se ensayaba. Después se bailaba lindo con las orquestas de Pacho.

-Si salió al campo la milonga fue hasta ahí nomás, y se volvió a la ciudad. Es porteña; no quiso ser bonaerense. Sabe que la campaña tiene otro ritmo, otro son; que canta de otra manera y tiene vocablos propios. La milonga lleva y trae aires de suburbios para pasearlos por calles con adoquines, arranca flecos de noche en los espinillos de los huecos y se espesa en la sinasina que teje el propio hilo de los cercos en las chacritas verduleras.


                                 

-Anida, manda en el alma del verseador popular y se agranda en las guitarras, sale de paseo con aire de milongón, no más que por darse corte. El milonguero la siente, la guarda, la quiere, le salta a los labios y le pincha, sentimental, en los ojos. La milonga es tonada. La cantaban los criollos, esto es, los blancos, en rivalidad verseada con la mulatería... que se fue a otros tonos y nacionalizó lo importado.

-El tango, cantado de manera distinta al muy movido español y zarzuelero llegó después. El mismo milonguero lo cantó a pesar de saber que el muchacho era un intruso, simpático, pero con motas, y patente de malevo. Su éxito fue obra de extranjis. Se mixturó y salió de ella el tango-milonga, con letras inútilmente sucias. Fue un plato en el que muchos manotearon; unos para ganar dinero y otros para malgastar zoncera.

                                                 


-Los que no la entendieron, en intento despectivo, llamaron milonguero al bailarín y milonga a cualquier bailongo. La verdad sigue siendo ésta: milonguero era el cantor que gustaba de los versos y los anudaba de a cinco; uno y dos, dos y uno. La guitarra -y no el bandoneón-, la guitarra solita, hacía el compás medio lerdón, como en agachada de pifia; después reía en la prima, como proponiendo un acertijo; al fin se quebraba con elegancia barata. Sonaba bien en los patios, calavereaba en los despachos de bebidas, alguna vez se escurría, como haciendo un ensayo entrador hasta la casa de sala con piano, y entonces, cuando la voz del cantor se afeminaba, era la niña la que modulaba la milonga querendona.

-El porteño la sentía vibrar, completa, en el alma, y demoraba sus pasos por la vereda de ladrillo, hasta que el último acorde moría en el barro seco de las calles, no sin echarle un piropo a los malvones del patio y a la glicina del fondo.
-Milonga, la de mis tiempos!... exclamaban los canosos.
¡Mansa como el milonguero; feliz como un sueño barato; pobre como la milonguita de la puerta de calle con zaguán que espera al príncipe de los romances inolvidables, saco negro y funyi gris!


Y para iluminar esta hermosa pintura de aquellos años, yo la acompaño con la Milonga de los fortines, de Sebastián Piana y Homero Manzi. La grabó la orquesta Típica Victor, con la voz de Mariano Balcarce, el 28 de septiembre de 1937.

Milonga de los fortines- Típica Victor

lunes, 28 de marzo de 2016

Atilio Stampone

Gran figura del tango, de larga permanencia en los gustos del público, aún cuando su música no fuera estéticamente bailable, no sólo arrancó de pibe en la música popular, teniendo incluso una formación musical de alta escuela, sino que atravesó diferentes etapas de la historia tanguera y sigue vivito y coleando, a punto de cumplir los 90 años de edad.

Hijo de padre napolitano y madre calabresa, le gustó la música de pequeño. Su hermano le presentó al pianista Carlos García, quien le recomendó estudiar piano con el maestro Pedro Rubbione. Con 15 años debuta en la orquesta de Roberto Dimas, y un año más tarde lo incorpora a su conjunto nada menos que Pedro Maffia. Sigue sus estudios con Vicente Scaramuzza y conseguirá una beca del gobierno peronista para ingresar en el Conservatorio Santa Cecilia, en Italia.

                                       
Atilio Stampone

Hasta lo había llamado Piazzolla para su primera orquesta en 1946, que repetirá en el Célebre Octeto. Realizará una gira por Europa con jóvenes como Julián Plaza, Alfredo Marcucci y otros; seguirá viaje en la orquesta de Eduardo Bianco, y al regreso forma orquesta con Leopoldo Federico. Ya está instalado en las marquesinas porteñas y en 1956 tendrá su conjunto propio de avanzada musical, que deja unas grabaciones muy festejadas. Lo vi de cerca cuando creó su mitológico local, Caño 14, junto a otros socios. Hizo música de películas, fue presidente de SADAIC, viajó con su música por América y Europa, acompañó a Goyeneche y Susana Rinaldi,  y sus discos reflejan la personalidad que mostró desde su iniciación en el tango.

Pero yo quiero hoy transcribir una crónica aparecida en el Diario La Nación, el 1 de enero de 1961, sobre una actuación suya con la orquesta que dirigía, y que lo emparienta con la música culta.

                                       
Orq. Piazzolla: Di Filippo, Insúa, Molo, Piazzolla, Stampone, Campoamor y Baralis


-Tanto en El Marne como en El recodo, las tres primeras partes fueron tratadas continuando los lineamientos del texto original. Destacóse en el tema de Eduardo Arolas el contrapunto entre el piano y los dos bandoneones de la cuarta parte, y el tutti final, rebosante de empuje y sonoridad. Las variaciones en el piano de Stampone, el canto de las cuerdas y la fuga con que se cerró la página de Alejandro Junnissi, fueron calurosamente recibidos por el público. En El  chupete, de Timarni y Gaudencio, el tema fue seguido fielmente en la primera y segunda partes, y al repetirse esta última en solo de piano, cambiando la armonización, la sala volvió a aplaudir entusiasta; retomó luego la cuerda una variación de la melodía, y la pieza finalizó con un hermoso diálogo entre el piano y los bandoneones.

- El arranque, de Julio De Caro, fue encarado con un cambio continuo de tonalidades sobre el tema, donde el piano expuso la melodía, apoyado sobre el fondo orquestal (repetición de una frase). Al final hubo un magnífico solo de cello, seguido del fraseo de los bandoneones, impecable por su justeza. A continuación escuchamos otra página de Julio De Caro, La rayuela, donde, luego de las dos primeras partes, el piano (sobre las notas graves) preanuncia su entrada, que se concreta seguidamente en una serie de variaciones, a las que se acoplan las cuerdas, con dominio del cello, y concluye con otra variación en diferente tonalidad. Hasta aquí los temas tradicionales: siguieron luego Danzarín y Melancólico, de Julián Plaza y Responso, de Aníbal Troilo, títulos particularmente apreciados  por la guardia nueva. En el primero de los nombrados, Atilio Stampone expuso el tema en su instrumento en forma impresionista; cantó la cuerda la parte melódica, y tras un contrapunto entre piano y violín, retomaron los arcos una variación del piano.

                             
Atilio Stampone dirigiendo la Orquesta Nacional de Tango Juan de Dios Filiberto
         


-Melancólico comenzó con un solo de piano, en el que se intercalaron frases cortadas de los bandoneones; al finalizar la intervención, igual que en el otro tema del mismo autor, la sala obligó a identificarse a Julián Plaza, anónimo ocupante de una platea, quien se puso de pie y agradeció las manifestaciones del público. Finalmente, en Responso, Stampone nos brindó una versión ambiental del clima del tango con dos solos de piano, donde se mezclan los temas de la primera y segunda partes.

Después de esta exégesis del crítico musical de La Nación sobre las excelencias musicales de la orquesta de Atilio Stampone, yo me limitaré a acompañar la misma con dos de los temas citados, que grabara este afortunado intérprete con su formación. Y así corroboramos con la oreja la crónica que acabamos de leer. Los músicos que formaron en esta orquesta para la grabación, fueron: Enrique Mario Francini, Mauricio Mise, Natalio Finkelstein, Nito Farace, Carmelo Cavalaro y Rodolfo Fernández en violines. Víctor Casagrande en viola, Santiago Fuster en violonchelo y Enrique Marchetto en contrabajo.Leopoldo Federico, Atilio Corral, Mario Longo y Jorge Luongo en bandoneones, y el director al piano.


Vamos con los dos temas: Primero El recodo y a continuación Melancólico. Dos obritas de arte.

2-2- El recodo - Atilio Stampone

1-4 - Melancólico - Atilio Stampone






sábado, 26 de marzo de 2016

El último adiós

Se trata de un hermoso valsecito que compusiera Juan Santini, un italiano, criado en Argentina,  afincado por entonces en Córdoba, aunque luego se establecería en la provincia de Buenos Aires y, que entre otras coas había comenzado a estudiar el bandoneón y compondría un tango que consagró D'Arienzo: El simpático.

El valsecito lo grabó Rodolfo Biagi, cantando el estribillo Andrés Falgás, y hoy, mientras lo escuchaba y saboreaba unos mates con medialunas, me venían a la cabeza esas noticias del mundo tanguero que te apenan porque hablan de la separación de una pareja y en la segunda parte del estribllo, escrito por Nicolás A. Trimani, me recuerda la tristeza del final.

Pero muerta la belleza
de ese amor sublime,
nadie me redime
ni borra el recuerdo,
ni este desconsuelo
de mi corazón. 

Michelle Lamb y Murat Erdemsel
                                       
 El caso es que,  hoy no tengo la milonga sabatina porque la Casa de Aragón, en Madrid, no abre sus puertas, ya que la gente se ha tomado el merecido descanso, a raíz de las Pascuas que tanta devoción popular arrastran en España. Incluso lugares como Sevilla, Valencia, Málaga, Extremadura, La Rioja y otras provincias españolas tienen las famosas y sentidas procesiones de Semana Santa que atraen a infinidad de turistas de otros países.

Y vuelvo a El último adiós para hablar de la separación artística de una pareja de baile que tenía cautivados a tantos seguidores en distintos continentes. Se trata del turco Murat Erdemsel y la hawaiana Michelle Lamb, que han hecho verdaderas delicatessen bailando tangos, valsecitos y milongas, en recordadas exhibiciones. La vida es así. Pasó con Copes-María Nieves, con Javier y Geraldine, y siempre esos divorcios artísticos nos entristecen un poco. Fijate como  este valsecito te pone en situación, en los momentos hermosos del idilio trunco.

Ella me da con su canto
de sublimes voces,
que en promesas santas 
y caricias tantas 
forjamos el himno 
de la adoración. 

                                                


Pues sí, Murat y Michelle, que aparte de su arte maravilloso se deshacían en caricias y miradas llenas de un amor tremendo, se han separado en buenos términos y cada uno por su lado, siguen el camino que un día provocó el encuentro de ambos. Como diría Discépolo: ¡Que vachaché!. Sucede en la vida y también en el tango, con la lucha de egos, celos artísticos y de los otros, en fin...

Vamos a recordarlos juntos,  en aquellos momentos en que los únía el amor y el arte de la danza.

Y me voy al Festival de Tarbes, en Francia, del año 2013. Acá bailan el tango Invierno, por Francisco Canaro, su orquesta y la voz de Roberto Maida.

                                  

Retrocedo al año 2010 y los encontramos en Bruselas. En la capital belga nos deleitan con su interpretación del tango Remembranzas, por la orquesta de Juan D'Arienzo, cantando  Jorge Valdez                                        

         

En ese mismo año, estuvieron en la milonga Valen Tango de Portland (USA) y bailan como los dioses este tangazo: La racha, por Carlos Di Sarli y su orquesta.





¡Y que querés que te diga! Es una pena para el tango que ya no estén juntos... Pero, como dice el gotán, que es sabio: Contra el destino nadie la talla....                                                                        

jueves, 24 de marzo de 2016

Tango, te cambiaron la pinta

Qué diría el inolvidable y eterno Carlos Gardel si se levantara de su sueño infinito y viera lo que es el tango en el mundo entero hoy día, y todo lo que representa en los distintos pueblos como expresión social. Este tango del título lo registró en 1929  y habla del cambio que supuso su traslado a Francia, brillando en los salones de la alta sociedad local, impulsado por varores ilustres como Ricardo Güiraldes, nada menos, autor de Don Segundo Sombra y figura de la high society porteña.

Güiraldes, juntamente con  Alberto López Buchardo y acompañado al piano por el músico catalán José Sentís, realizó exhibiciones en el célebre salón de Madame de Rezké cautivando a los franceses. El tango había nacido en los sectores más oscuros de la sociedad porteña y fueron los humildes quienes le dieron vida, música y danza, aunque en los salones destacados de la clase alta fuese rechazado, e ignorado permanentemente por las autoridades.

                                       
      

Gracias a ese éxito inesperado, nada menos que en París, el barón De Marchi, yerno del presidente Roca, amigo de Jorge Newbery, organiza una velada tanguera en setiembre de 1913, en el Palace Théâtre, a la que acudieron damas "distinguidas" y gente de alcurnia para una velada de tango. Mucho se ha hablado y escrito sobre esta jornada que parece haberle dado pasaporte al tango para entrar en los cenáculos que manejaban el país.

Lo cierto es que por esas fechas la música nacida en el pueblo comenzó a florecer, los tangos cobraban vida día tras día, surgían nuevos músicos, cada vez con mayor formación y años más tarde surgirían los versos que acompañarían a la música, cuando Carlos Gardel estrena el tango de Samuel Castriota y Pascual Contursi: Mi noche triste, en un teatro céntrico. También es cierto que los ecos halagadores llegados de Europa propiciaron el reajuste y la expansión del tango, como también una capa de barniz que asegurara la expansión. La mirada argentina, como casi siempre se dirigía a algunos países europeos, por entonces, como espejo.

                                       


Los autores Tabanillo y Richard Russo crearían este tango que refleja irónicamente las etapas atravesadas. De los suburbios al centro y en barco al viejo mundo.

Firulete trazao en la vedera
frene al viejo convento de arrabal,
de ande salió la purreta milonguera
que se engrupe a los giles del Pigall.

Te has llegao hasta el centro'e prepotencia
y como hombre de agallas te has portao,
y hasta los que la van con la decencia...
a los sones del fueye has dominao.

Más adelante recuerdan la aventura francesa y el cambio de pintura que ello representó, criticándolo.

Te cambiaron la pinta aquí en Europa
y en francés le batieron "le tangó"...
Pero vos no has cambiao con la ropa
y seguís siendo siempre como yo.

El dolor del convento en que naciste
no sé si por tu bien o por tu mal,
vas derramando en tu cadencia triste
como es triste también, el arrabal.


                                   

Los autores ocultaron sus nombres tras sendos seudónimos. Tabanillo era en realidad, Rubén Fernández de Olivera. Escritor de comedias, comentarista de radio, poeta, periodista y también funcionario judicial en el fuero de menores. Richard Russo, por su parte, era Alberto Bahamonde Vignoli.

Carlos Gardel grabó el tango, el 20 de junio de 1929, acompañado en guitarras por José María Aguilar y Guillermo Barbieri. También lo registraría ese año en forma instrumental, la orquesta de Roberto Firpo. Como siempre, Gardel le da el tono justo, porteñazo, magistral. Lo escuchamos.

Carlos Gardel - Tango, te cambiaron la pinta

lunes, 21 de marzo de 2016

Alma de bohemio

Este tango forma parte de la historia grande del tango porque sus formas muestran el espíritu de avanzada que necesitaba la música popular para evolucionar y mostrar su singular belleza, una vez transcurrida la etapa iniciática del tango canyengue y los esbozos que lucían la inspiración creadora de los Arolas o Bardi.

Roberto Firpo la compuso para la obra que iba a estrenar el cómico Florencio Parravicini en el Teatro Argentino de la calle Bartolomé Mitre 1448, y que terminaría llamándose como el tango de Roberto Firpo: Alma de bohemio. El evento ocurrió en 1914, y gracias al éxito de su tango, el sello Odeón lo contrató en exclusividad al pianista, en condiciones muy ventajosas. Ello le serviría para empinarlo en su imparable carrera hacia el éxito.

                                           



Quince años más tarde de la creación del tema, el periodista, hombre de teatro, y autor de una impresionante obra tanguera, Juan Andrés Caruso, le pondría versos, cosa que, en principio, no parecía nada fácil, dadas las características de la música de Firpo. Sin embargo, el acople fue perfecto, natural, y Alma de bohemio cobraría nueva vida en voces de cantantes de ambos sexos que lo llevarían al disco, y lucirían en radio, teatros y actuaciones de todo tipo.

 La letra que le adosara Caruso refleja con nitidez el espíritu del poeta. Hombre sufrido, huérfano de pequeño, trasladado de si ciudad natal: La Plata, a la Capital federal, criado malamente por familiares, pasa de casa en casa, y se escaparía con un amigo a Bahía Blanca en condiciones penosas. Allí desaparecería el chico que lo había inducido a la escapada y se encontró sólo y sin  medios, ni conocidos que pudieran echarle una mano.

                                             
 

Desesperado, divisó una imprenta, y sin pensarlo dos veces entró en ella y pidió trabajo. El dueño de la misma, viendo que conocía el oficio por haber trabajado de niño en una, lo vinculó a La Hoja del pueblo, un periódico local, cuyo dueño, Juan G. Franzetti, sería fundamental en su vida futura. Allí definiría su vocación periodística y la afición por la escritura. En una oportunidad que pasó Enrique Muiño por Bahía Blanca, se presentó a él y el gran actor lo instó a escribir para el teatro.

Con los años, Juan Andrés Caruso sería secretario suyo, instalado ya en la vida teatral porteña. Cerrada La hoja del pueblo, Caruso con sus 20 soñadores años había regresado a Buenos Aires y comenzó su carrera. Lo contrató el diario La Montaña,  y fue a vivir  en el barrio de San Cristóbal, donde se hizo amigo de Francisco Canaro y  de otros personajes del tango que visitaban a Pirincho como Bardi, Genaro Espósito, Castriota y otros. Ello le sirvió para ponerle música a un tango de Canaro: Cara sucia, que tuvo mucho recorrido en la época.

                         


En el libro: "San Cristóbal, el barrio olvidado", su autor Jorge Larroca, cuentra la mayoría de estos detalles de la vida del autor de tantísimas piezas que engrosaron el cancionero porteño. Carlos Gardel, de quien se haría compinche le grabó nada menos que 38 temas. Los tangos: Calandria, A contramano, Camarada, Cartitas perfumadas, Caricias, Cascabelito, Córdoba, Desengaño, El Pinche, Federación, Francia, El picolo navío, La brisa, La chacarera, La última copa, Los indios, Mi guitarra, Mi querer, Pedime lo que querés, Pobre Madrecita, Por ella, Puentecito, Raza noble, Sacate la caretita, Se acabaron los otarios, Sentimiento gaucho, Sufra, Tesorito, Tierrita, Tranco a tranco, Nido de amor, La garçonniere, Mía y también mala. La vidalita: Yo tuyo soy tuyo es mi amor. Los shimmys: La sulamita, Circe y Honolulu. Y el foxtrot: ¡Oh París.

Poco después de conocerse, se casaría con la actriz Elvira Quiroga en 1921, que sería demás su admiradora, pero tendrían serias desavenencias por los constantes viajes artísticos de ella. Pasaría por las redacciones de los periódicos: Crítica, Última hora y Mundo Argentino. Tuvo su propia revista: El jardín zoológico, donde da rienda suelta a su espíritu romántico, que a veces empñaba el recuerdo de sus desventuras infantiles. Escribió uns 35 obras teatrales, algunas de prolongado éxito.

                                      



Debió soportar una enfermedad que lo obligó durante años a muchos cuidados para no tener una temprana definición fatal, seguramente hereditaria. En los versos de Alma de bohemio muestra su lado romántico, una especie de confesión de vida.

Peregrino y soñador,
cantar
quiero mi fantasía
y la loca poesía
que hay en mi corazón.
Lleno de amor y de alegría,
volcaré mi canción.

Siempre sentí
la dulce emoción
de estar viviendo
mi pasión.

Si es que yo vivo lo que sueño.
Yo sueño todo lo que canto.
Por eso mi encanto es el amor.
Mi pobre alma de bohemio
quiere acariciar
y como una flor
perfumar.

Juan Andrés Caruso sufrió el final de su enfermedad a los 41 años, en el Hospital Fernández, acompañado de su amigos Alberto Vaccarezza y Enrique Muiño, e incluso de su esposa a quien  le dijo unas amargas palabras de despedida.

                                                                                                           
Su tango Alma de bohemio fue cantado entre otros por Ada Falcón, Teófilo Ibáñez, Alberto Castillo, Lucho Gatica, Osvaldo Ribó, Nelly Vázquez, Tino García, Alberto Gómez, Ignacio Corsini,  pero fue el caballito de batalla de Alberto Podestá, que lo comenzó a grabar en la orquesta de Pedro Laurenz y siguió entonándolo toda su vida con varios acompañamientos, deleitándose con la extensión de su voz, en varios pasajes del mismo.

Yo lo traigo, precisamente, por la orquesta de Pedro Laurenz cantando Alberto Podestá. Tema grabado el 15 de julio de 1943.

16- Alma de bohemio- Pedro Laurenz - Alberto Podestá



                                     

                                   




sábado, 19 de marzo de 2016

Sábado a la noche, tango

Qué lejanas nos quedan aquellas noche del cincuenta, cuando íbamos a bailar en vivo con Pugliese, D'Arienzo, Troilo, Di Sarli, Gobbi y altri tanti... Tiempo de milonga, tiempo de recuerdos y tiempos de seguir vibrando en esta noche de fin de otoño en Madrid y el despunte de la primavera en los árboles, plantas y pájaros en celo. En nuestra milonguita de la Casa de Aragón, incluso aprovechamos los sábados para urdir alguna práctica rememorando épocas pasadas.

El tango ha crecido de tal manera que hoy lo podemos disfrutar al mango, en cualquier ciudad europea, norteamericana, japonesa o porteña, por citar algunos puntos claves del mapa. Y la enjundia de los bailarines ha ido progresando también y se inspiran y mueven con aquellas grabaciones maravillosas que están de rabiosa actualidad. Siguen inspirando el alma de los milongueros de ambos sexos y eso lo hemos apreciado plenamente en nuestros viajes por distintos lugares.

                                   
   

Lo que ha florecido con enorme auge, incluso, son los Festivales que reúnen a profesionales en festejadas exhibiciones y a los practicantes que se miran en ellos para volcar después sus fervores en el encerado. El fin de semana pasado estuvimos precisamente en el realizado en Alcobendas -localidad madrileña-, que organizaron los amigos Lorenzo y Oti y que atrajo a bailarines de España y otros países vecinos.

Y hablando del baile, qué mejor que ver a algunos profesionales en acción para calentar la matina semilluviosa y darle ánimos al cuore.

Por ejemplo, hoy fijamos nuestra atención en los celebrados hermanos Macana (Guillermo y Enrique De Fazio), a quienes podemos ver bailando en la milonga Valentango, de Portland (U.S.A.) y en otro sitio. Pero en esta ocasión no los vemos bailando entre ellos, como acostumbran, sino con pareja femenina improvisada.

En el primer tema, está el lungo Guillermo con la genial hawaiana Michelle Lamb. Y se mandan al ruedo para bailar el tango La Beba, por Osvaldo Pugliese.

                                           

A continuación es su hermano Enrique quien baila con Laura Grandi. Y lo hacen con el tango Soñemos, por la orquesta de Carlos Di Sarli y el cantor Roberto Florio. Y después... la yapa...

                                  

Y para cerrar, vuelven Guillermo y Michelle, con la milonga Meta fierro por la dupla D'Arienzo-Echagüe.

                                        

                                         

miércoles, 16 de marzo de 2016

Se fue sin decirme adiós

Este tango tiene el valor histórico de ser uno de los primeros que nos fue mostrando al Ástor Piazzolla compositor. Aunque está lejos de la vena creadora que lo destacaría años más tarde en un plano superior, distinto, vale la pena poner la marcha atrás y mostrar  los comienzos de la maravillosa  obra que fue sembrando el bandoneonista marplatense, en la historia del tango.

En este caso agregó la  música a unos versos de tangos de Alfredo Faustino Roldán, un hombre que había arrancado con dos temas ganadores que le grabaría Carlos Gardel: Ojos maulas y Mascotita de marfil. El primero en colaboración con Luis Bernstein y el segundo con Rafael Giovinazzo y Juan Pedro Castillo. Hombre de teatro, también escribió algunas obras y fue incluso pianista de varias orquestas.

                                           


Se trataba de un hombre culto que dejó su marca en varios temas que le dieron justa fama, especialmente los que compuso en yunta con Vicente Demarco.  Como Ñanduty (gran éxito de Corsini), Tu pálido final (bello registro de Troilo-Rivero), Guapo, Marcao, Hormiga negra, Tu olvido, Alas, Voz de ausencia y otras que se instalaron los atriles de orquestas y cantantes. Incluso le puso letra al celebrado vals de Miguel Padula  Amor y celo.

Piazzolla y Roldán se conocieron cuando Ástor fungía con su fueye en la orquesta de Francisco Lauro, con quien el poeta compuso también algunos temas. Se fue sin decirme adiós, data del año 1948, cuando el primero estaba al frente de su flamante orquesta, luego de la separación de Aníbal Troilo, en el año 1944, de quien se retiró para pasar a dirigir el conjunto que acompañaba a Fiorentino. El cantor que en ese momento acababa también de retirarse de la orquesta que lo había consagrado.

                               


Se fue sin decirme adiós nace en etapa de la renovación del tango, cuando aparecían tangos cantables e instrumentales que enfervorizaban a los porteños, tango a los fanas como a los milongueros. Y trata con un nivel poético muy destacable el momento de la ruptura amorosa. En sus comienzos dice:

Tembló el ventanal sin luz
una casita azul de plata se vistió.
Claro de luna a través de los cristales,
Sola la calle y más solo mi dolor...
Los dos hablamos de vivir
y nuestro cuarto gris, al vernos sollozó.
Tus manos frías, con las mías confundiste,
y te fuiste sin decirme adiós...


Llora una canción
y al llorar mi ser
sueña en vano con tu amor desconsolado...
Gime mi pasión
y mi padecer
te ve llegar sin ilusión, temblando...
Flores negras
deshojarán mi pena de amor...
Y marchitas
caerán con el compás del corazón...
Para qué gritar
mi desolación
si tu almita blanca,
muchachita santa,
me enseñó a rezarle a Dios.

Los versos contienen una carga de dolor profundo que escapan de lo vulgar, aunque la pena siempre se iguale en esos momentos tremendos de la separación.

                                       


Ástor Piazzolla les puso música y lo grabó el 10 de abril de 1948, con la voz de Aldo Campoamor.

Lo escuchamos.

Se fue sin decirme adiós - Ástor Piazzolla- Aldo Campoamor

lunes, 14 de marzo de 2016

Félix Verdi, el fueye disarliano

Es curioso que se hable de un bandoneonista de la orquesta de Carlos Di Sarli, cuando en la formación de El Señor del tango, los fueyes ocupaban un discreto segundo plano, detrás del piano y las cuerdas. Pero, quizás por eso mismo, y por la curiosidad que despertaba el hecho de que en una orquesta típica, los bandoneones  no fueran los que llevaban el ritmo, es que la palabra de este hombre veterano, e integrado por propia decisión en la formación que le atraía íntimamente, adquiere más relevancia y curiosidad.

Si el mismo Aníbal Troilo era admirador de Di Sarli, cómo no entender las razones de Verdi. En una oportunidad que estaban juntos el pianista de Bahía Blanca y Pichuco, que todavía no había alcanzado el éxito, Di Sarli, en conversación amistosa, le dijo:

-Me gustaría llevarte a mi orquesta, pero vos hacés muchos firuletes.

                                     
Verdi -centro- y la Típica Novel


Y en tan sencillas palabras quedaban implícitamente reflejadas las ideas musicales del hombre que lideró una orquesta maravillosa, que sigue haciéndonos pasar momentos deliciosos en la pista y su sonido es como una caricia permanente al cuore. Precisamente, Verdi, cuando la escuchó por primera vez, en el Café Guarany, de la calle Lavalle al 900,  acompañando a Roberto Dimas -en cuya orquesta actuaba-, quedó enganchado por ese sonido suave, el estilo distinto, la fuerza que transmitía y su expresión tanguera tan bien armonizada.

No tenía nada que ver con las orquestas consagradas  como la de Francisco Canaro y otras de aquella época, porque estábamos en el año 1927, cuandoVerdi lo escuchó por pimera vez. Todavía Di Sarli  no había formado su gran conjunto que arrasaría en los posteriores fines del treinta, hasta los años cincuenta. Tanto lo impactó, que Verdi se dedicó a sacar en su bandoneón ese estilo difrente, ensayándolo con asiduidad. Y se le iba metiendo en el alma.

                                   
Félix Verdi y Carlos Di Sarli
    

Por el apellido parecía estar signado su destino de músico. El padre lo mandó a estudiar desde pequeño, y el instrumento elegido fue el violín. Tenía apenas seis años cuando lo pusieron en manos del maestro Darío Grassi.  Y el tango se le iba metiendo por las orejas. El padre le rió rienda suelta para que se dedicara a este género y lo invitó a ver a Ernesto De la Cruz, cuya orquesta tocaba en el Café El Nacional. Y como las cartas del destino venían marcadas, justo se iba Juan Cruz Mateo de la formación, y así ingresó, con 21 años en el conjunto del Negro De la Cruz como segundo violín.

Las casualidades forman parte de la vida y su colega José Lorito (que tocaba con  Fresedo), lo invitó a escuchar a la orquesta de Julio De Caro, y poder ver al director con su violín corneta. Pero a Verdi lo impactó el bandoneón de Maffia. Fué tan fuerte la atracción por ese instrumento que, a la salida, dejó de interesarle el violín y se puso a ensayar el bandoneón con uno que había dejado en su casa el novio de su hermana. Y aunque le costó entenderlo, pudo más su pasión y fue a verlo a Pedro Maffia para que le diera lecciones. Éste accedió encantado pero apenas estaría un mes con su nuevo maestro.

                                         
La gran orquesta típica de Carlos Di Sarli con Verdi en el centro de la fila de fueyes


Y así, en su nuevo rol, alternó en la típica de Roberto Dimas, con el pianista José Rizzutti y la Típica Novel. Y por fin, llegó el día soñado. Nicolás Pepe le avisó que esa noche iría Carlos Di Sarli a escucharlos porque estaba necesitando un bandoneonista. Tocó muy nervioso esa noche, por eso su asombro cuando al final Di Sarli le habla y le dice que lo llamará. Cosa que hace de inmediato para proponerle ingresar en su orquesta. Debutó a la semana y el propio director se sorprendió de lo rápido que se adaptó a la orquesta. Claro, no sabía que llevaba tiempo practicando ese estilo maravilloso.

Y contaría años más tarde:
- A mí me gustaba todo de esa orquesta. Tenía cosas que lo difrenciaban del resto. Un fuego sagrado difícil de encontrar,  la fuerza que le imprimía en los crescendos, el stacatto fuerte con su derecha...Esa forma de comenzar livianito, llegar al fuerte y quedarse en un acorde mientras llegan los violines... Me identifiqué para siempre con ese estilo. Debuté en la orquesta en 1931, dos veces me fuí de la orquesta por diferentes motivos y las dos veces me volvió a llamar y regresé. Por fin formamos con los otros músicos, Los señores del tango y continuamos con el estilo Di Sarli. Con Carlos seguimos siendo amigos, pero cuando él abandonó definitivamente yo también me retiré y me dediqué a la seneñanza. Esos años con su orquesta fueron lo mejor que me pasó en la vida.

                                       


En las 336 grabaciones que dejó la orquesta de Carlos Di Sarli, sólo hay una en la cual los bandoneones ocupan un rol principal en las variaciones. Nada menos que con el tango de Ángel Villoldo: El choclo. Lo grabaron el dos oportunidades. El 21 de abril de 1954 y el 30 de junio del mismo año. Voy con el segundo registro.

127- El choclo- Carlos Di Sarli

viernes, 11 de marzo de 2016

Roberto Perfumo

Ha muerto sorpresivamente ayer en Buenos Aires el que fuera, seguramente, mejor defensa central en la historia del fútbol argentino. Además  de eso, un tipo genial, maravilloso conversador, sincero al máximo, y con el quien he tenido una amistad linda a lo largo de nuestras profesiones: Él jugaba al fútbol y yo era periodista deportivo. La primera nota se la hice en Birmingham (Inglaterra) en el Mundial de 1966. Ambos éramos jóvenes y nos encontraríamos infinidad de veces en entrenamientos, partidos, en vestuarios, en televisión, en radio o en la redacción del periódico.

Anoche me impactó de tal manera su muerte inesperada, que no pude dejar de pensar en todos los momentos que vivimos juntos. No sólo en su etapa de futbolista de Racing, Cruzeiro de Belho Horizonte y River Plate, también en los años posteriores en que seguíamos conversando y riéndonos de tantas cosas del fútbol, de la política y de la vida...

                                 


Pero tenía, además, algo distinto a todos sus congéneres, le gustaba el tango, lo seguía, lo vivía en profundidad. Fue con el único  de todos ellos que hablé de tango. En una oportunidad -él, ya retirado, yo viviendo en Madrid- nos reencontramos con ocasión de un partido en Londres entre la selección argentina y la inglesa en Londres. A los albicelestes los dirigía Coco Basile, gran compañero suyo en la zaga de Racing, y otro de los tipos entrañables que guardo en mis recuerdos por su honestidad, su manera de ser, y la amistad que mantuvimos, sin necesidad de hacer yo ninguna concesión en mis análisis críticos sobre él o sus equipos.

Eran otros tiempos, aunque no estuviesen tan lejanos. Existían unos códigos, una ética que nos impedía personalmente bucear en cosas extradeportivas, vidas privadas, encuentros nocturnos y cualquiera de los excesos que se viven en la época juvenil y con tanta exposición pública. En esa época yo entraba a los vestuarios con total naturalidad, y muchas veces escuchaba a algún futbolista diciendo cosas que, de publicarlas, podían perjudicarlo. Y, por supuesto, conociendo la calentura y los nervios que obran en en el estado anímico de un deportista, después de un partido, jamás publiqué nada al respecto.

                                       


Y cuando entraba con el camarógrafo de televisión para el programa de la noche o el noticiero del día siguiente, más de una vez, borré algunas expresiones que, sabía, se dicen en esos momentos de nervios. Perfumo era muy reflexivo en la victoria o la derrota. Si había ganado porque los había favorecido la suerte o el error arbitral, no tenía reparo alguno en soltármelo a la primera:

Viste qué tarro que tuvimos hoy! Si fuimos un desastre...

Así era Roberto Perfumo, luego entrenador, y por fin comentarista deportivo en televisión hasta el momento de su lamentable desaparición. Me lo encontré muchas veces en mis retornos permanentes a Buenos Aires. Vino a la presentación de un libro mío de poemas tangueros, futboleros y  lunfardos, en el que, por supuesto, le dediqué una poesía. Cené con él en una cantina de Garay y Pichincha donde esa noche tocaba el guitarrista tanguero Hugo Rivas, y otros artistas del género.

También me lo encontraba en El Club del vino, donde cantaba Luisito Cardei con el bandoneón de Antonio Pisano. O en el Café Homero, de ese amigo común: Rubén Juárez. Y más atrás, en el inolvidable Caño 14... También coincidimos en un programa nocturno de deportes en ATC y a la salida nos fuimos caminando y charlando sobre tantas cosas lindas que habíamos vivido por separado, mientras nos poníamos al día sobre las peripecias de distintos compañeros de profesión en los campos de juego.

                                     
Periodistas y futbolistas. Yo arriba junto a Ramos Delgado. Perfumo abajo junto a Sá y delante de Bargas


Aquel reencuentro en Londres, fue en 1991. Roberto venía con el presidente de Racing -también amigo mío- Juan Distéfano. Una noche cenamos los tres juntos en el hotel y después nos quedamos tomando una copa en el bar del hotel. Como mi antiguo compañero Natalio Gorín, me regaló en esa oportunidad su libro sobre Ástor Piazzolla, recién editado, comenzamos a hablar de tango. Y a Roberto le entusiasmaba y sabía un montón. No le gustaba el pesimismo de Discépolo- recuerdo- y ahí nos trenzamos. A las tres de la mañana, Distéfano se despidió, agotado.
-No los aguanto más, parecen la Biblia del tango... Me voy a dormir...

Y nosotros dos la seguimos hasta las cuatro.. Fue el único futbolista con el que hablé de tango,  y a gusto además. Años atrás había algunos cracks de fútbol como Pedernera o José Manuel Moreno, que iban a bailar con Di Sarli al Marabú y vivían la noche a tutiplén, cuando el centro de Buenos Aires era algo único en el mundo. Pero, ésa no la viví por razones lógicas.  En la etapa más moderna, sólo con Roberto llegué a tener este tipo de diálogos.

                           
River, campeón 1975. Perfumo arriba, penúltimo derecha, junto a Fillol
     


Por eso puedo traerlo a esta página tanguera, pero igual escribiría sobre él, porque me partió el corazón, la noticia que me golpeó en la madrugada de anoche. Y entré a rebobinar cosas... Y me acuerdo de su cara de niño lindo, por el que tantas mujeres suspiraran. Pero siempre fué muy reticente a exponerse a posibles habladurías, porque era muy respetuoso de su familia y sus cosas personales..

Lo que es la vida, el miércoles a la noche, en su programa de radio, junto a Horacio Pagani y el cantor Ariel Ardit, sugirió cerrar el mismo con el tango de Gorrindo y Lomuto: Mala Suerte...
Me gustaría despedirlo en su lecho definitivo, pero como, lamentablemente, no puedo hacerlo, lo hago yo también con un tango. A él, sé que le agradaría. Aníbal Troilo, además de hincha de River lo quería mucho y acá traigo Buen amigo, de Julio De Caro,  por Pichuco, grabado el 11 de julio de 1946

Chau, Roberto.... ( y como decía Discépolo: allá en el horno nos vamo'a encontrar...)

071- Buen amigo - Aníbal Troilo






miércoles, 9 de marzo de 2016

Antonio Arcieri

Hoy quiero ocuparme de uno de los tantos músicos que pasaron en puntas de pie -para el público- por las filas del tango, pobladas por las grandes figuras que lo orlaron, lo popularizaron y engrandecieron. Porteño del barrio de Balvanera, de chico tuvo el berretín de aprender a tocar el violín, que fungía de a ratos su hermano mayor. El padre quería que estudiase y dejase ese instrumento y buscó muchas artimañas para negárselo. Pero las ganas del pequeño fueron tantas que lo tocó a escondidas, aunque, entre otras cosas, tuviese que trabajar en la zapatería de su progenitor.

Arcieri en 1933
Finalmente y mediando sus promesas de estudiar, el hermano sería quien le daría las primeras lecciones con el instrumento que tanto lo ilusionaba. Tenía un amigo del barrio, Juan Carlos Aquilini que estudiaba piano, y en casa de éste se juntaban e intentaban dúos iniciáticos. El almacenero de la esquina de ambos, era un entusiasta de la música y conformó un pequeño equipo con los dos chicos para lucirse en algunas fiestas de la vecindad. Entonces el berretín se le metió a fondo al pequeño Antonio, desde esa aventura infantil.

 El bandoneonista Antonio Sureda le vió condiciones y el entusiasmo de ambos, les motivó a formar un cuarteto con Aquilini en el piano y Humberto Canataro en guitarra. Aparecieron los contratos en cine y en bailes, de la mano dae Adolfo R. Avilés. El cuarteto quedaría reducido a lo que llamaron el "Trío América" -Sureda, Aquilini-Arcieri-, que debutaría en Radio Brusa y extendería su radio de acción y popularidad creciente a otras emisoras.

En esa época (comienzos del año veinte), Aricieri compondría su primer tango: Mi nena, ayudado por su hermano. Y avanza en sus afanes integrándose en la orquesta Rostán, que co-dirigían Rosich y Ricardo Tanturi, que años más tarde lo llevaría a su notable orquesta. Ya era alguien en el ambiente y Julio De caro lo convoca a su consgrada formación y viajarán tres años seguidos a Brasil. Incluso De Caro lo dejaría al frente de una orquesta suya, mientras él actuaba con la "titular", en el vecino pais.

Sería en Brasil donde Arcieri forma su primer conjunto, con Luis Visca al piano, los bandoneonistas Fortunado y Caruso, y Abruzese en violín, además del propio Arcieri. Le iría muy bien con este conjunto en Río de Janeiro donde estuvo un período prolongado y a la vuelta decidió parar un poco, hasta que retornó al ruedo convocado por Raúl Sánchez Reynoso, con el conjunto Los matreros, como un club de rugby que acababa de fundarse en Morón, provincia de Buenos Aires. En dicho conjunto sería el director, imprimiéndole su estuilo decareano.


Reporteado en Radio Fénix por Héctor Bates en 1935

Después despuntó su talento durante unos años en la orquesta de Ricardo Tanturi que haría roncha en los años cuarenta y estuvo aprovechando ese tirón para gozar de aquella bien ganada  popularidad. En el ínterin, siguió plasmando algunos temas que tuvieron recorrido y otros de menor fortuna. Vale la pena destacar a Pinta orillera, que grabó Rodolfo Biagi con Jorge Ortiz o Derrotado, que tendría una linda versión de Carlos Di Sarli, cantando Rodolfo Florio, y Enrique Rodríguez con Oscar Galán..

Falleció cuando aún no había cumplido los 45 años y dejó escasos registros discográficos con su orquesta. Hoy lo traigo al blog con un tango desconocido, y que se hizo en homenaje a una colonia que alojaba a enfermos de lepra. Se llama Soldadito ausente y lo canta Juan Carlos Miranda. Lo grabó la orquesta de Arcieri el 12 de septiembre de 1942.

23- Soldadito ausente- Antonio Arcieri-Juan Carlos Miranda




sábado, 5 de marzo de 2016

Bien milonga

Sábado milonguero. Fresquito. Las tabas piden movimiento y la vitrola las empuja que da gusto. Cuando nos aprestamos para la milonga de esta noche, como todos los sábados y martes del año, en la Casa de Aragón, de Madrid (Pza. República Argentina nº 6), uno se afana en la elección, entre mates y bizcochitos, para no perder la costumbre,  Es fácil sentir esa picazón por dentro. Entonces podemos carburar con los temas que arrean con todo, rumbo a la pista.

La elección, para los que sabemos un cacho, es seleccionar entre música bailable y la que no lo es. Imposible errarle. Es cierto que todas las músicas pueden bailarse con mayor o menor fortuna, pero hay temas que inspiran, y otros con menos poderío milonguero. Eso es todo. La base. Era muy difícil en las milongas porteñas de los cincuenta, que el encargado "anónimo", de esta selección fallara en su cometido. Y ni sabían que eran discjockeys, como se llamarían luego, y eran desconocidos al público, en general.

                                             


Por eso hoy me gusta echar la vista atrás, para recordar a algunas parejas de tango que, en su momento, nos enamoraron visual y estéticamente. No existía la gran proliferación de duplas exitosas que circulan hoy día por todo el mundo, pero tenían sus laureles y sus seguidores, muy bien ganados.

Por ejemplo, la inolvidable pareja que compusieron los jovencitos Javier Rodríguez y Geraldine Rojas, que cautivaron a los públicos de medio mundo, cuando el tango comenzaba su gran avanzada en el alma de diferentes pueblos. No resisto a la tentación de volver a verlos cada tanto, porque, como los grandes binomios que se fueron desarmando por esos avatares de la vida, dejaron una estela luminosa que da gusto revivir.

En este caso, podemos verlos en la ciudad italiana de Bologna, bailando el tango de Mariano Mores: Tanguera. Y lo hacen de maravilla. Rompedores.

                                    
                          
                                
Y también recuerdo nuevamente a uno de los bailarines de tango que más me gustó siempre. Lamentablemente se nos fue de repente, en pleno éxito, cuando tenía tanto para dar, enseñar y hacernos disfrutar. Tuve la suerte de presentarlo en dos festivales en Madrid y fuimos amigos. Osvaldo Zotto, que de él hablo, con su pareja de entonces, Lorena Ermocida, nos deleitan con su interpretación del tango de Osvaldo Ruggiero: Para dos, interpretado por la orquesta Color Tango, siguiendo los cánones de Osvaldo Pugliese. Lo hacen en una milonga de Los Ángeles (U.S.A.)


                                                                          

Como dice el valsecito: Muchachos esta noche se hará recordación...  Y cierro con Los mismos Javier Rodríguez y Geraldine Rojas. En este caso se lucen un montón bailando la milonga La espuela, con orquesta, en vivo.


                                           

Me viene a la cabeza el portorriqueño Tito Rodriguez cantando en los años sesenta: "En la vida hay amores que nunca pueden olvidarse". Al menos en el recuerdo de las cosas hermosas que vimos realizar en la pista a algunas parejas, y que vale la pena revivir. Y aunque para sus protagonistas son cosas olvidadas que vuelven desteñidas,  en el recuerdo de todos los que les hemos disfrutado viéndolos bailar, están vivitos y coleando.


                  
                                                           


                                                     















   

 

 

 

jueves, 3 de marzo de 2016

Una emoción

El título ya está describiendo certeramente algunos de esos momentos que atravesamos en una pista de baile, cuando nos sentimos transportados por un sentimiento íntimo, poderoso, especial, que va guiando nuestros pasos. Cuando nuestro cuenta kilómetros milonguero está al mango, le prestamos más nuestra oreja a los versos que van acompañando a la música y seguimos descubriendo profundidades en algunos de ellos, como en éste del título, por ejemplo.

La letra le pertenece a José María Suñé, hombre del tango, que además de formidable hacedor de páginas que perduran en el recuerdo y el presente, fuera representante de varias orquestas de lustre, en aquellos años felices para el tango, seguido por multitudes. Y la música es de ese violinista maravilloso que se llamó Raúl Kaplún, representante dilecto de la escuela judía del violín, que tantos  instrumentistas aportó al tango.

                                         

Que lo hayan cantado Raúl Berón con la orquesta de Lucio Demare, Enrique Campos con Tanturi o años más tarde Roberto Goyeneche y Atilio Stampone acompañándolo con su orquesta, le da un calor especial, cercano, hermoso, porque nos transmite cosas que hemos vivido, que conocemos, que sentimos, que nos emocionan...

Vengan a ver que traigo yo
en esta unión de notas y palabras,
es la canción que me inspiró
la evocación que anoche me acunaba.
Es voz de tango modulado en cada esquina,
por el que vive una emoción que lo domina,
quiero cantar por este son
que es cada vez más dulce y seductor.

                                           


Es cierto que las versiones citadas lo enriquecieron aún más, pero estos versos sencillos, entradores, los llevamos anclados a nuestro pasado barrial, cuando los muchachos lo silbaban, tarareaban o cantaban en la esquina, mientras soñaban con hazañas milongueras. Y debatían con calentura sus preferencias por una u otra orquesta, por los cantores impresionantes de aquellos momentos.

Envuelto en la ilusión anoche lo escuché
compuesta la emoción por cosas de mi ayer,
la casa en que nací,
la reja y el parral,
la vieja calesita y el rosal.
Su acento es la canción de voz sentimental,
su ritmo es el compás que vive en mi ciudad,
no tiene pretensión,
no quiere ser procaz,
se llama tango y nada más.

Esta última frase (se llama tango y nada más)..., me recuerda a todos esos inventos: tango de salón, tango milonguero, tango nuevo, tango fantasía, tango electrónico....Y era sólo esa palabra sencilla, como la humildad registrada en todos los componentes de la familia del tango. Se admiraba a los mejores bailarines como se admiraba a los que estaban arriba del escenario, inspirándonos con su música y esos versos que entonaban cantores  que hoy están en los discos y en la leyenda. El tango era cosa del pueblo, que arrastraba a los bailarines de ambos sexos, o a los fieles que se arremolinaban en los cafés, confiterías y teatros para seguir a sus ídolos. Tiempos de radio que descargaba sus emociones en casas y conventillos, con orquestas y cantores en directo.

                                             


Esta emoción que traigo yo,
nació en mi voz cargada de nostalgia.
Siento un latir de rebelión cuando a este son
sus versos le disfrazan.
Si es tan humilde y tan sencillo en sus compases,
porque anotarle un mal ejemplo en cada frase.
Con este resto de emoción
muy fácil es llegar al corazón.

Nos detenemos a meditar en esta primera bis, y se nos ocurre pensar en la orquesta de Di Sarli, por ejemplo. ("Si es tan sencillo y tan humilde en sus compases..."). A tantos años de su desaparición física, seguimos hablando de los valores de su orquesta, de la falta de arreglos y orquestaciones especiales. que no le impidieron ser genial.  Simple, muy simple, pero maravilloso en sus resultados. Y los milongueros tenemos el privilegio de poder seguir bailando con sus grabaciones. Modelo de tango clásico, el tiempo lo jerarquiza aún más, y bailar Di Sarli con la pareja ideal, es como acercarnos al cielo presentido. O D'Arienzo, Tanturi, con esas interpretaciones  sencillas pero llenas de fuerza milonguera. O Pichuco borrando "todo lo que sobraba", en los bellos arreglos de Galván, Piazzolla o quien fuere, para acercarse más a la gente del tango.

                                       


Porque anotarle un mal ejemplo en cada frase... Si lo comprendieran y entendieran todos aquellos músicos que han querido darle otro barniz al tango... Y que en lugar de inventar un género distinto con otra denominación, usan la palabra  tango para conseguir los favores del público, se evitarían los constantes fracasos que observamos en la fugaz aparición de constantes renovadores que son apenas advenedizos que desaparecen con la misma rapidez con que intentan sorprender a incautos. Por supuesto no incluyo a Ástor Piazzolla en este apartado, porque fue un músico genial, renovador, que dejó una obra maravillosa.

Escucho estas versiones que cito en la nota y más me reafirmo en la belleza de este tango y estas interpretaciones que me arrastran a la pista de baile. ¡Cuánto sentimiento porteño atesoran! ¡Cuántas veces nos hace poner la marcha atrás y sumergirnos en aquellas inolvidables veladas tangueras que inspiraron los versos y la hermosa música de Kaplún!

                         
Raúl Kaplún -centro- al frente de su orquesta típica.


Sencillito pero querendón, como aquellas barras de muchachos y muchachas que llenaron las pistas de los clubes de barrio, donde muchos de ellos encontraron su pareja, se casaron, tuvieron hijos... al compás de una emoción, tanguera....

Y me mando con las tres versiones citadas, "en esta unión de notas y palabras"....  La de Demare-Berón grabada el 3 de septiembre de 1943. La de Tanturi-Campos, del 17 de noviembre de 1943. Y la del Polaco acompañado por Stampone, del 3 de octubre de 1972.

01- Una emoción - Lucio Demare - Raúl Berón

10- Una emoción - Ricardo Tanturi-Enrique Campos

Una emoción - Roberto Goyeneche - Atilio Stampone