Hace unos años hablé de este tango, pero usándolo como metáfora de una situación callejera que me rozaba a diario. Hoy quiero hacer el recordatorio de una página que merece ser escuchada siempre, por todo lo que encierra, y lo que significó para los futuros poetas y cantantes de tango. Los versos de Alfredo Le Pera vuelven a hacer gala de una rara penetración, gracias a su honda sensibilidad.
El músico argentino Terig Tucci, residente en Nueva York y que acompañó en varias oportunidades a Gardel, decía sobre Le Pera: "La humilde letrilla de tango es su vehículo expresivo; en ella el poeta sugiere, pinta, conjura impresiones de colores, paisajes y costumbres argentinas con la maestría de un Picasso. Su urdimbre temática se desprende del lógico desarrollo de su narración; sus materiales están inevitablemente circunscritos a las exigencias dramáticas del momento. Dentro de estas aparentes limitaciones, nuestro poeta esculpe arabescos y filigranas dignos de un orfebre renacentista".
Carlos Gardel, Mona Maris y Alfredo Le Pera |
En Soledad, el letrismo poético del acompañante de Gardel nos sumerge en una atmósfera íntima, donde consigue atrapar con un liismo descriptivo, de percepciones, el espacio de una ausencia que lo hunde en su soledad. Las palabras parecen flotar con su recurrencia obsesiva. El vaivén emocional denota la tempertura emocional de las palabras. Y flota en derredor suyo la imagen de aquella que deshilachó su corazón.
Alfredo le Pera, estuvo enamorado de una bailarina, cuando hacía de comediógrafo en el Teatro Sarmiento, llamada Aída Martínez. Ella era delicada de salud, tenía problemas en las vias respiratorias y el trabajo nocturno hizo recrudecer sus males. Le pronosticaron un pronto final, debido a ello, y como último recurso, y apoyada por Le Pera, que la acompañaría a Suiza, ella moriría, internada en una clínica. ¿El recuerdo lo lleva a escribir la primera parte del tema?
que de tu dulce vida
tú ya me has arrancado.
Mi corazón una mentira pide
para esperar tu imposible llamado.
Yo no quiero que nadie se imagine
cómo es de amarga y honda mi eterna soledad...
En mi larga noche el minutero muele
la pesadilla de su lento tic tac.