Su historia empezó una tarde
en el preciso momento
en que fue a dar a un convento,
pues según ella contó,
su mamá la abandonó
en el Mercado de Abasto
y atorrando en un canasto
una monja la encontró.
Después... ya entradita en formas
-pero con bocho truquero-,
se acoyaró a un quinielero
creyéndolo buen partido.
Era un negrito fornido
que por ser rana y de oficio,
cuando entró a junarle el vicio
la empezó a fajar tupido.
Y al cabo de cierto tiempo
de aguantiñar tanta biaba,
cayó de suerte la taba
y su PRODE fue un mishé.
De aquí en más, lo que yo sé,
es que éste adornó su frente,
además de un regio ambiente
por Larrea y Santa Fe.
Y así, como en pleno mate
en el que el agua se acaba,
se cortó lo que se daba.
¡Muy poco el piolín se estira!
Nadie por ella suspira.
Su escracho destila pena.
Y hoy llora la magdalena
al escuchar Yira Yira.
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