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jueves, 27 de abril de 2023

Marioneta

    Este tango de Armando Tagini y Juan José Guichandut revela una vez más el docudrama nostálgico que encierra el género en su poesía,  y muy especialmente en la de este cantor-poeta que se luciera con temas como Perfume de mujer, Mano cruel,  La gayola, Gloria, Abrojos,  Misa de once, Buey manso, Adiós Ninón, Menta y cedrón, El embrujo de tu violín, o el que hoy rememoramos.

   Tagini,  arrancó efectivamente como cantor y paralelamente comenzó a escribir sus propios tangos que serían cantados y grabados por las célebres voces de esos años: Gardel, Corsini, Magaldi, Azucena Maizani, Mercedes Simone y otras. Gardel llevó al disco siete de sus creaciones, lo que da la pauta del valor que le daba el gran cantor a esos temas. 

                                    


   Marioneta fue creado en 1928 y presentado en los célebres concursos de Max Glücksmann, sería eliminado en segunda ronda. Algo realmente extraño por los valores que encierra este tango, literaria y musicalmente. Armando Tagini tenía 22 años cuando creó los versos  que su amigo Guichandut (con quien también hicieron para Gardel Perfume de mujer y Misa de once), musicalizaría con mucho acierto.

    Sobre el origen de esta letra, Armando Tagini explicó que solía asistir con otros chicos del barrio de Balvanera a las funciones que en el patio de una vetusta casona de la calle Agüero al 300 -cuando se llamaba Laprida- , ofrecía un titiritero. Entre las que más ansiosas esperaban el espectáculo se encontraba una niña de unos 6 años muy pobre, que en el recuerdo de Tagini se llamaba María; subida a un banquito de madera, la niña aplaudía, gritaba, reía y saltaba emocionada como ninguna otra ante los personajes que encendían su imaginación. Con el paso del tiempo los chicos crecieron, el titiritero no fue más y el patio quedó vacío. La niña –convertida ya en una señorita- se fue del barrio para no regresar más y Tagini recién volvió a verla cuando tenía veinte años: era una de las alternadoras del cabaret.

                                             


     El simbolismo poético de lo transitorio se muestra en estos versos con la dulce y diluvial simbología de la mirada temprana. El clima emocional , el fundamento melancólico de la existencia al recordar todo el decorado, nos traslada al escenario en la que ella fue su musa juvenil. Tagini con su pluma perfila la nueva poesía que se instalará con elegancia en la estética del tango. 

Tenía aquella casa, no sé que suave encanto
en la belleza humilde del patio colonial,
cubierto en el verano por el florido manto
que hilaban las glicinas, la parra y el rosal.

¡Si me parece verte! La pollerita corta,
sobre un banco empinadas las puntas de tus pies, 
los bucles despeinados y contemplando absorta
los títeres que hablaban inglés, ruso y francés...

   Y entonces viene la descripción de los movimientos y voces cambiantes del titiritero y los ojos de la niña que revelan toda su emoción ante el espectáculo, trasladando las imágenes imborrables al corazón del chico que a su vez recibe una descarga pasional. En los versos percutientes el autor narra el fascinum inicial, fruto de la memoria inconsciente y la realidad que produce un tajo en su alma cuando la reencuentra muchos años más tarde como copera de un cabaret...

¡Arriba, doña Rosa!
¡Don Pánfilo, ligero!
Y aquel titiritero
De voz aguardentosa
Nos daba la función...
Tus ojos se extasiaban
Aquellas marionetas
Saltaban y bailaban
Prendiendo en tu alma inquieta
La cálida emoción...
 
Los años de la infancia risueña ya pasaron...
Camino del olvido, los títeres también...
Piropos y promesas tu oído acariciaron...
Te fuiste de tu casa, no se supo con quién...
 
Allá entre bastidores, ridículo y mezquino,
Claudica el decorado sencillo de tu hogar,
Y vos, en el proscenio de un frívolo destino,
Sos frágil marioneta, que baila sin cesar.
 

   Esta belleza de tango, curiosamente fue la primera grabación que realizara Floreal Ruiz tanto en la orquesta de Alfredo de Angelis (1941) como en la de Aníbal Troilo (1944). Y volvería a llevarlo al disco con la formación de José Basso en 1963. Por algo sería.. ¿no?

   Creo que la versión que realizara Floreal con Pichuco el 6 de octubre de 1944, nos adentra en toda la fuerza poético-musical que tiene el tango de Tagini y Guichandut. Por eso lo escuchamos una vez más... y no nos cansamos de hacerlo.

                                  


miércoles, 26 de abril de 2023

Flor campera

    Este tango nos recuerda a su autor, el payador oriental Juan Pedro López, que naciera en Canelones en 1985. Fue reconocido como El padre de los payadores  por sus notables dotes de improvisar cantando. Además en su curiosa biografía, destacan hechos como el de haber trabajado de estibador en el puerto de Montevideo y también su dedicación al boxeo. 

   Precisamente viajó a Buenos Aires donde realizó algunos combates amateurs, y allí afianzó su admiración por Gabino Ezeiza el precursor del arte payadoril que sería su mentor y maestro. En el recordado Parque Goal de la Avenida de Mayo se enganchó con los célebres como el citado Gabino, Ambrosio Río y mantuvieron lungas y celebradas noches de payada ante el asombro y aplauso de los presentes.

                             


     

   También destacaría como poeta y su famosa obra "La leyenda del Mojón", sería la base de una película argentina que se filmó en Rosario. "Llovía torrencialmente / y en la estancia del Mojón / como adorando al fogón / estaba tuita la gente. / Dijo un viejo en redepente: / "Les voy a contar un cuento /Aura que el agua y el viento / train a la memoria mía... / cosas que naide sabía / y que yo diré al momento..."

   El payador López se dedicaría, incluso, a componer canciones populares y entre ellas corresponde destacar en este espacio, su tango Flor campera,  al que su amigo y paisano José María Aguilar, el guitarrista de Gardel, le pondría música. Por eso lo traemos a la página, sin olvidar que la vida y obra de Juan Pedro López están relatadas en el libro "Un payador de leyenda", obra de Emilio Sisa López. 

                                       


      

   El tango Flor campera fue compuesto en 1919 y Carlos Gardel lo grabó con sus guitarristas el 22 de julio de dicho año. Muchos años más tarde Aníbal Troilo lo recupera y lo grabará con su cantor Jorge Casal reviviendo los versos del payador que narra la historia de la paisanita que deslumbra a los mozos y gauchos del pueblo, verbalizando una prosa familiar con su capacidad de transmisión emotiva.

“La flor del pago” te llamaban todos
Porque eras linda, paisanita hermosa,
Porque a diez leguas no nació otra moza
Que despertara tan extraño amor.
Cuando a los bailes tu silueta entraba
El corazón del paisanaje ardía,
Y era seguro que una voz decía:
“¡Guarda, muchachos, ya llegó la flor!”

   Los fragmentos de una historia sentimental con su nostalgia romántica, se hunden en las tinieblas con el viaje de la muchacha a la ciudad y su contaminación del barullo exterior. El poeta recrea esas situaciones que rompen el costumbrismo, y la letanía se refleja en los versos, recordando a la que fue su musa. Retazos del antes y el después en una amalgama de situaciones con mirada compasiva. 

Pero un día a la florcita
Se le metió en la cabeza,
La ciudad con sus grandezas
Y su fuego artificial.
Y una tarde enloquecida
La arrebató el torbellino,
De ilusiones, el destino
La trajo a la capital.
 
Y allá quedaron los paisanos tristes
Y mudo el pago y el hogar sombrío,
¿Quién de esas almas llenará el vacío
que la flor se llevó al marchar?
¡Qué mal pagaste, el cariño nuestro!
¡Y el de tus padres que te amaban tanto!
Los pobres viejos ya no tienen llanto
Parecen sombras en el triste hogar.
 
Todas las noches un gaucho
Que más parece una sombra,
Llega y cantando te nombra
Después llorando se va.
Si no sabés de quién es
Esa doliente visión,
Buscala en tu corazón
Que en tu corazón está.

    Vale la pena escuchar la versión de Pichuco con la voz de Jorge Casal, registrada en el disco, en el año 1952. 
                             


viernes, 21 de abril de 2023

Credo de Amor en Tango

 

   Me preguntás amor mío, pequeña mía, qué es Tango, y yo duende del asfalto, te digo:
Creo que Tango es eso que provoca un clavel en mi solapa cuando no tengo ni para claveles, y voy a verte.
En lo alto de los andenes una paloma se muere del todo por ése que muere un poco esperando a quién no llegó. Creo que eso es tango, querida.
Y es tanguista el gato calavera que se burla de la solterona, pero que no la abandona jamás.

Y es Tango el timbre que suena en una casa vacía, y también son Tango los ojos del que llamó y se va, y se va...
¡Ay!, ese verso que parece dicho anteayer, aunque jamás fue dicho, es Tango
Y creo que es Tango un empujón de ala en todo lo humilde que nunca será alado.
Y es la primera sonrisa del que alcanzó la otra orilla de un mar de llanto.
Y creo que es Tango aquel silencio de semicorchea en que se rozaron,  temblando, por primera vez , tu mano con la mía.
                                      


Creo, mi amor,  que el Tango renace a diario posado en el horizonte subiéndose los abismos del crepúsculo.
Porque el Tango dicho al rayo del sol es como el saludo de un sordomudo con muñones y sin nadie a quien saludar. 
Forastero del día llega el Tango sobre el lomo del primer colectivo que ha encendido las luces, y la nochecita le tiende su pálida mano caliente para que baje y baile. 
Los pájaros que celebran asambleas en los árboles del poniente son los monaguillos que anuncian el oficio de tinieblas del Tango.

El Tango desayuna con medias lunas de pura luna que él moja en café con leche de veras.
Y sólo se va a dormir el Tango cuando antes que todos los gallos de Buenos Aires canta cierto gallito de latón que mira al Sur por siempre en la más alta cornisa del alma nuestra. 
Y también es Tango, querida, cada amanecer por detrás de tus hombros cuando conozco mis noches más perfectas.

Creo que el Tango es un náufrago de la ciudad, pero el náufrago de mayor aliento.
No es triste el Tango sino serio porque lo dice el alma en todos sus tonos, aunque siempre el alma con un rastro de re menor en clave.
Retrata el Tango lo mismo a los seres comunes que a los aventurados, a los malditos, a los chiflados o a los santos, y es trágico, guiñador, pinturero, pendenciero, volador o melancólico; lo que nunca ha sido es indiferente.
Pero son amargos los tangos supremamente hondos, como es de amargo el mejor mate y el mayor suspiro del amante bienamado que anda con ausencia puesta. Igual que el Amor, como más llega y estremece el Tango e a menos de diez metros o a más de diez mil kilómetros.

El Tango canta con su bandoneón, aquel pájaro wagneriano que extravió el pasaje de regreso porque presintió que en Buenos Aires iba a nacer Pichuco. 
Cuando los bandoneones tocan cerrando y curvan sus fueyes muestran las ojeras del Tango
Tan joven es el bandoneón que tuvo que arrugarse un poco para que lo dejaran participar en la ceremonia de la música.
Toco el bandoneón en los botones de tu blusa y bailan Tango en el cielo.

                             


Creo que el Tango es esa hora azul en que los domingos dejan de alborotar y se agravan de lunes.
¡Qué bien le queda el Otoño al Tango, y a tu largo pelo de criolla tan rubia!
Y esos alegrones sin motivo ¿viste? pececitos de oro en las profundidades de la vida, son Tango.
Y es tangueado el son de la lluvia sobre el techo, cuando el techo queda sólo sostenido por nuestras miradas.
Porque también son Tango esas lluvias brujas y bravas que llueven de abajo para arriba elevando al amor hasta los bordes de la tormenta, amor mío.

Creo que el Tango es una cara que no reflejan los espejos de los cafés.
Y las patas de las sillas dadas vueltas sobre las mesas de los bares del alba señalan en el cielo porteño la ubicación astral de las cuatro corcheas del compás tanguista. 
De nada tiene que ser absuelto el Tango; la que tiene que hacer penitencias es su ciudad.
Porque el Tango es hasta el piadoso telefonista que nos comunica con todo lo difunto que ya no tiene voz ni tiene para cuenta de teléfonos.
Y creo, mi amor que dentro de ciertos tangos indeclinables, encuentra uno trazadas las únicas calles que van al Más Allá de Buenos Aires, donde una noche yo iré a esperarte.

                                   
En el lacerante olvido de todo, creo que es Tango el presagio de todo aunque todo sea más difícil que antes.
Y ese bagual de latidos que se arrea por el pulso y se doma y no se doma, es Tango.
Y es Tango la zafra de desencuentros que fermenta en el sótano de una esquina, siempre que esa esquina haya provocado una vez el encuentro más bonito.
Y cómo canta tangos el agujero de mi zapato, ojo de presa ¡sí!, en todas las calles que guardan pasos tuyos, querida.
Y es Tango la modesta mesa familiar que daba Mamá trepada a la parva de la ropa limpia, blanqueándola todavía más con el comentario de su corazón.

Creo que Tango es aquel abrazo que nos dimos sin saber si era el último, ¡ay!, amigo del alma.
Y es Tango la atareada melancolía  de los viejecitos que destejen sus vidas en las plazas.
Y es Tango la aurora, pero muy atacada de fantasmas.
Y es Tango un frenesí de bocinas en el atardecer cuando no me encontrás y me seguís buscando, amor mío.

Tango es algo que la noche silba y no está en ningún repertorio.
Y esas voces que murmuran en el oído de nuestros sueños como una glosa de aparecidos, son Tango.
Y es Tango la danza que hará el último piropo con el postrer suspiro.
Y creo que Tango es algún síntoma de canción de cuna en el día final. 

Horacio Ferrer (En Buenos Aires, era el otoño de 1979)





miércoles, 19 de abril de 2023

Lo que vieron mis ojos

    La sentimentalidad del tango se ha contagiado a otras ramas del mismo, como el valsecito, que tan bien ha encajado en la urdimbre tanguera dándole ese aire de algarabía familiar. Y en esa telaraña emocional,  flirteando con la fantasía, se ha apuntado innumerables porotos. Incluso sobreviven una grosa cantidad  de ellos, asomando la emoción de su plasmación sonora en las milongas de medio mundo, que te arrean al rondín de la pista de baile.

   Muchos de esos valsecitos que fueron naciendo al costado del tango, mantienen la calidez de la tradición y en confluencia con éste en las partituras de las orquestas típicas, nos revelan un atisbo de cielo en una pompa de jabón. Buenos Aires era una fiesta cuando el tango, la milonga y el valsecito se hacían presentes en confiterías, cabarets, boîtes, en clubes de barrio, en la radio y en guitarras y voces que recorrían los cafés y bares porteños.

                               


   Aquellos primeros valses criollos abrieron trocha en el corazón del pueblo. Tu diagnóstico, Orillas del Plata, Lágrimas y sonrisas, El Aeroplano, Pabellón de las rosas, Desde el alma, Un placer, A su memoria, Rosas de abril, La pulpera de Santa Lucía, Rosas de otoño... Manteniendo el espíritu pícaro y romántico de sus antecesores europeos, el valsecito porteño le agregó esa melancolía resignada del tango, sublimándola, el swing bailable y el solipsismo generacional.

   El catastro tanguero está inundado de hermosos valsecitos y hoy extraigo uno que si bien no tuvo demasiado recorrido, creo que vale la pena recordarlo por su desarrollo tan especial. Sus autores fueron Jesús Fernández Blanco (Poeta nacido en un pueblo de Valladolid-España, criado en Buenos Aires), y Juan Canaro. Lo estrenaron en el porteño cine París en 1933, el dúo: Alejandro Fernández-Dorita Verdi.

    Está escrito para cantar en pareja, precisamente y así se produce el dueto intercambiando sus frases de amor, entre las flores del Rosedal. Eso, seguramente le permitió salir de los esquemas habituales, aunque lo grabaran Ignacio Corsini con guitarras, o Ada Falcón con la orquesta de Francisco Canaro y éste también lo llevó al disco cantando Ernesto Famá, Y así se va hilvanando la historia de amor entre susurros y piropos que juegan con la imaginación.


Un día visitando el Rosedal,
Fulgieron sus miradas con pasión,
Y así nació su dulce madrigal
De noble adoración...
 
Cruzaban los senderos del jardín
Tejiendo mil ensueños de ilusión,
Felices de vivir, cantando su canción:
 
Qué feliz seré   (¡feliz!)
Junto a ti,   (¡serás!)
Dulce bien.   (¡por mí!)
Por tu amor   (¡y yo!)
Virginal,   (¡por ti!)
Ha de ser   (¡también!)
Mi vivir,   (¡seré!)
Un edén...   (¡feliz!)
Yo te quiero más  (¡mi amor!)
Cada vez,   (¡jamás!)
Porque en ti   (¡podrá!)
Yo cifré mi fe,   (¡morir!)
Mi ideal...
 
Bello es amar, bello es sentir,
Una pasión que hace cantar
Con emoción... ¡La dicha de vivir!...
 
Las flores parecían incitar
Al beso ardiente y puro del amor,
Pues todas les brindaban al pasar
Su aroma embriagador...
 
Las aves, al mirarlos arrullar,
De envidia o de gentil admiración,
Cesaban de trinar, oyendo su canción:

   
  La versión de Francisco Lomuto con su orquesta, cantando  Mercedes Simone y Fernando Díaz, responde a la intención de los autores de este valsecito. Lo grabaron el 22 de julio de 1933 y acá podemos escucharlo.
                                       

                                       
                                      

jueves, 13 de abril de 2023

...y el Tango copó la banca!

 CARLOS DI SARLI

   Los éxitos que pude haber logrado en mi carrera artística, los he logrado porque tuve colaboradores leales e inteligentes, esto es tan cierto como lógico. Al continuo contacto con todos ustedes se ha ido agregando la admiración y respeto que nos provoca el hombre que trabaja con dignidad en procura de una superación cotidiana.  Nosotros, a nuestro modo, realizamos una obra muy importante, porque vivimos en un mundo superior, porque la música nos humaniza, al utilizar por contraste, un lenguaje divino. ¿Quién podría habla mal de la música, sin ofender el más puro sentimiento del hombre? Aunque existen  niveles entre la música clásica y la popular, es preciso reconocer que todas ellas, por estar escritas con la misma letra de armonía, jamás llevan un sentimiento impuro; por eso no acepto, como músico y como argentino, que persona alguna critique al tango, que es música del pueblo humanizado. He querido unir la belleza de la música con la garra y la profundidad de nuestro tango. La garra que se clava en nuestro corazón cuando lo oímos. La profundidad, porque conmueve el alma: tango que vivimos tantas veces persiguiendo un ideal de belleza y de buen argentinismo.

                                       


ALFREDO DE ANGELIS


 -Cuando en la tarde del 9 de mayo de 1963, aterrizó el avión que había hecho la travesía Buenos Aires-Colombia, trayendo en su nómina de pasajeros a todos los elementos y componentes de la orquesta, incluyendo mi persona, al tiempo que una bandada de pañuelos blancos se agitaban en la terraza del amplio edificio del aeropuerto internacional, yo pensé -aquí estaré como en mi propia tierra- y así fue. El mismo día hice hice mi debut al frente de mi conjunto Típico Argentino en el Teatro Aristi. Aquello fue delirante. La gente vibraba de regocijo. Pero lo que más llamó poderosamente mi atención era el hecho de que el público allí congregado, solicitaba a viva voz composiciones de mi autoría y de otros autores que yo había grabado comercialmente alguna vez. Otro episodio agradablemente sorpresivo  para mí fue que once días más tarde de mi arribo a Colombia, me presenté en horario nocturno en el  Salón Rojo del Hotel Tequendama de la ciudad de Bogotá. Elegí para romper el fuego musical, el tango de Roberto Firpo «El amanecer». Mi orquesta que como es sabido dirijo desde el piano, no había ejecutado los primeros primeros compases, cuando la mayoría de los concurrentes, formando parejas, salieron a la pista a bailar. De este modo lo que yo presupuse que sería una noche de concierto de tango se inició y terminó en una sesión danzante que me demostró que en Colombia no sólo se escucha, es ritmo que también se baila y lo que es más significativo se baila en los salones mas encumbrados y representativos de la sociedad colombiana. Largo sería enumerar las manifestaciones de cariño que recibí por parte de la prensa en general y de todos los públicos, empezando por la capital y terminando por el más apartado rincón departamental de Colombia. En las ciudades de Medellín, Pereira, Manizales para citar sino unos pocos ejemplos, hubo desborde de manifestación de simpatía rayana en la apoteosis. 

                                       

      

 JUAN D'ARIENZO

    Yo tocaba tangos desde los 18 años, y ya por el año 26 actuaba en el Paramount con Luisito Visca y Angel D'Agostino. Y ahí empecé a elaborar el estilo que tengo ahora, de hacer sobresalir el piano y la cuarta cuerda del fondo, que tocaba Alfredo Mazzeo.
—¿Y de dónde proviene su apelativo de El Rey del Compás?
—Ese nombre me lo pusieron en el cabaret Florida, el antiguo Dancing Florida. Ahí tocaba Osvaldo Fresedo, mientras yo actuaba en el Chantecler, que era de los mismos dueños. Entonces yo me pasé al Dancing, allá por el 28 ó el 30, y conocí al famoso Príncipe Cubano, que era el que presentaba los números. Estaba Julio Jorge Nelson, también. Bueno, entré ahí y recuerdo que lo tenía a Howard en el piano. Y por esos días fue que el propio Príncipe Cubano me puso el título de El Rey del Compás por ese estilo que tenía yo, ¿no?
—¿Cómo era y cómo es ese estilo; cómo lo define?
—Bueno, es muy personal. La mía es una orquesta recia, con un ritmo muy acompasado, nervioso, vibrante. Porque el tango para mí es tres cosas: compás, efecto y matices. Una orquesta debe tener, sobre todas las cosas, vida. Y por eso es que la mía perdura desde hace más de cincuenta años. Yo siento el tango a la manera antigua y como no lo inventé yo, no soy quién para cambiarlo. Lo fui a buscar a su propia fuente y de la mano lo traje conmigo. Y cuando el Príncipe me puso ese título, yo pensé que estaba bien, que tenía razón. Y tiempo después le grabé un tango, que precisamente se llama El Rey del Compás. Y mire que le estoy hablando de grabar, porque yo hace 39 años que estoy con la misma discográfica y ya tengo como nueve o diez discos de oro.

                                


OSVALDO PUGLIESE

   Nosotros creemos y sostenemos que el tango tiene una estructura; podrán decir que es del año 14, del 26, de la época de los cuartetos, de Roberto Firpo, Canaro, pero el contenido y la forma que dieron todas esas juventudes hasta el presente todavía no ha podido superarse. En las conversaciones que tengo con los compañeros de trabajo sostengo que es necesario conocer lo que viene de atrás, para marchar adelante; pero no decir “Buenos Aires cero y de aquí para adelante”; no, ahí la embarro… eso no puede ser. Nosotros nos guiamos por la historia de lo que ha hecho un Pedro Maffia, un Francisco Canaro, Julio De Caro, Villoldo, Firpo, aunque a lo mejor, al escucharlos en esta época, parezcan un poco infantiles y encontremos muchas deficiencias; eso no me interesa. Lo que vale es lo que demostraron con su profundidad en la ejecución, composición e interpretación… Entonces, todavía no se iguala -salvo la época del 40 con Troilo, Di Sarli, y otros de ellos- esa cosa totalmente definida, que era tango, puramente tango, con su propia estructura, que viene de atrás, de raíz. Yo sé que cuando cambien las condiciones, los mismos jóvenes la van a desarrollar; pero no injertando cosas que pertenecen al cosmopolitismo. Desgraciadamente, muchos profesionales que están al frente de conjuntos se desviaron y le enchufan cosas que no están dentro del sentimiento o la estructura tanguera…

                                          

       
ANÍBAL TROILO

    La cosa se hizo de tercera. Juan Serrat, Juancito para todos, tenía un socio llamado Capone y con él puso un Dancing que haría historia: El Tibidabo. Estaba en la calle Corrientes entre Talca y Libertad. Para su inauguración lo apalabraron al buen amigo Juan D'Arienzo, "cartello rajador", y no aceptó. Pensaron en Ángel D'Agostino, que le pone al tango esa pereza de patio y conventillo que es todo su sentimiento y su palabra, y no aceptó. Andaban en otras y entonces fue cuando Juancito pensó en este gordo. Y agarré. ¡Mirá que no! Se iba deshilachando el 40. Las noches del Tibidabo están embauladas en un rincón de mi corazón. Hubo éxitos de indiscutible gravitación, taladrados a fueyes, murmurados en el piano de Goñi, en el susurro de la voz de Fiore... Y mirando hacia adelante, pienso que las orquestas de música popular no deben perder el clima, que es la esencia pura, pero no estoy de acuerdo con el estancamiento técnico. Las instrumentaciones deben ofrecer las características de la época en que vivimos. La evolución, y por lo tanto la renovación, debe ser la dominante de todas las artes. Incluso las conocidas dentro del terreno del arte popular. Cuando me hablan de la modernización del tango yo siempre pregunto  qué se entiende por modernización. Si me dicen que eso es la escala de los medios tonos del impresionismo, la dodecafonía de Schoenberg y aun algunos elementos más avanzados, entonces digo que no, que no estoy de acuerdo. Y por eso me mantengo dentro de la línea tradicional, porque estoy firmemente convencido de que lo mejor que tiene nuestro tango es su aspecto climático y lo perdería con cualquier innovación rítmica.    

                                        



                     
(Tomados de varios reportajes)   
                                  

 

viernes, 7 de abril de 2023

Por el camino

   En el Día Nacional de la Zamba,  me detengo en esta hermosa página del poeta Benjamín Alfonso Tagle Lara  y el pianista-violinista Carlos Vicente Geroni Flores. La compusieron en 1923 y al principio la llamaron Zamba del boyero (Persona que se dedica a pastar y conducir una manada de bueyes). El tema tuvo mucho recorrido, estuvo considerada como página ejemplar en el folklore campero y figuró con nota en el repertorio de los tres grandes: Gardel, Magaldi y Corsini. 

                                    

Benjamín Alfonso Tagle Lara

    Fue estrenada con el primigenio título por el dúo Ítalo Goyeche-Néstor Feria en el concurso de canciones regionales, realizado en 1924 en Montevideo. Se trataba del primer tema de Tagle Lara que luego descollaría en el tango con composiciones de relieve como Una tarde, Trapo viejo, La tropilla, Puente Alsina, Congoja, El trovero o Zaraza.

   Carlos Gardel la grabó con sus guitarristas el 2 de agosto de 1928. Incluso la versionó dos veces, pero el disco no salió a la venta. Magaldi la cantó como solista, y lo llevó a la versión grabada a dúo con Pedro Noda el 27 de julio de 1933. Ignacio Corsini lo canta en la película "Ídolos de la radio" y luego lo registró en el disco con sus guitarristas el 7 de noviembre de 1934. 

                                                    


   El tema poético-campero se desarrolla escrudiñando realidades a la luz del día en pleno campo, y en su densidad emocional, con el poso poético que atesora, vibrando en su esencia. Así el tema nos hace dejar atrás la vida cotidiana y comenzamos a ver las cosas de nuevo desde un punto diferente, aunque sólo sea durante esos instantes en que escuchamos o leemos los versos de Tagle Lara.  

Se oye tristón el silbido
y a un perro desde una estancia
contestar con el aullido.
Solloza el viento al oído
la queja de los molinos.
Y allá cortando caminos
se dibuja la silueta
de una pesada carreta
que tiran bueyes barcinos.

(Recitado)
¡Huella, huella perezoso,
¡Que se sale del camino!...
¡Cuidado con ese pozo!...
¡Cachaciento, guay barcino!...

Lará, lará...
Y a los gritos del  boyero
que va al yugo picaneando,
pisan los bueyes salvando
los peligros del sendero.

Se acerca la madrugada,
y por detrás de la loma
el sol la puntita asoma
como roja llamarada.
De la florida enramada
surge un concierto de trinos.
Y allá va por los caminos
perdiéndose la silueta
de una pesada carreta
que tiran bueyes barcinos.

                                                                           
(Recitado)
¡Huella, huella, Perezoso!...
¡Que se sale del camino!...
¡Cuidado con ese pozo!...
¡Cachaciento, guay Barcino!...

Lará, lará...

No se duerma compañero,
porque ya vamos llegando...
¡Oiga el canto del jilguero
la madrugada anunciando!

Lará, lará...

(Recitado final)
Huella, viejo guay.
¡Perezoso!...
¡Barcino!..."Tá güeno!"
Ceja ceja... huu... uuch

                                                                                    
    En 1984 una incursión subrepticia a los archivos de coleccionistas, hizo que una copia muy infiel -e infidente- de la zamba Por el camino, grabada por Gardel, fuera incorporada a la colección "Vida y obra de Gardel", editada por Odeón, caja número 21. Por su parte, Horacio Salgán acostumbraba  a guardar  muchas páginas de diferentes géneros y estilos y practicaba con ellas en el piano. Allá por 1953 pensó que Por el camino podía transformarse. Y así, jugando con la zamba la fue transformando en tiempo de vals. Y lo grabaría en 1954 con Roberto Goyeneche, que en esa época integraba su yunta de cantores junto a Ángel Paya Díaz.  ¿Lo escuchamos?

                                  


                           


jueves, 6 de abril de 2023

A Aníbal Troilo

                                   

                                 

                                     Pichuco, soy yo tu bandoneón el que te habla,

                                     Aníbal Carmelo Troilo (Pichuco) de Soler y Gallo.

                                     Soy ese mismo que cuando pibe me llevabas

                                     al cine de Corrientes y Medrano,

                                    Yo soy aquel que compró tu vieja

                                    con los pesos que guardaba en el ropero,

                                    y por ella más triste fue mi queja

                                    cuando estrenamos "Alma de bohemio".

                                    Soy ese mismo que al lado de tu cama dormía

                                    en tus tiempos de soltero,

                                    Doña Felisa entraba y te tapaba, y a mí también

                                    por ser tu compañero.

                                    Después un ángel te besó en la frente,

                                    ese mismo que llevás en tu sonrisa,

                                    te aplaudieron las luces de Corrientes

                                    y tus tangos se oían como en misa.

                                    De tus manos pasé a las de Paquito,

                                    ¡no sabés con que orgullo me llevaba!,

                                    pero yo, perdoname Pichuquito,

                                    el calor de las tuyas extrañaba.

                                    Y después vino otro fueye más diquero,

                                    mi sonido ya lo sé no era muy puro,

                                    y yo lo comprendí, porque te quiero.

                                    Pero lloré de pena te aseguro,

                                    y a tu lado quedé, quedé como un recuerdo,

                                    añorando tus sueños, los ensayos,

                                    como quedó tu pieza de soltero

                                    allá en la casa de Soler y Gallo.

                                    Ya ves cuantos momentos deshojamos

                                    en este mano a mano de recuerdos,

                                   Tanta lucha por llegar, pero llegamos,

                                    y tu nombre en el tango será eterno.

                                   Será eterno lo afirmo con orgullo,

                                    porque sigo compartiendo tu tristeza,

                                    porque sigo escuchando al lado tuyo

                                    el frasear que golpea tu nobleza.

                                    Y te hablo así porque yo, yo fui el primero

                                    que tus dedos de tigre acariciaron,

                                    Ya lo sé, que estoy viejo y soy fulero,

                                    pero en ésta te juro que matamos.

                                    Y arriba "Pichu" que te sobra cuore,

                                    sacame a través del apoliyo,

                                   Hacé de cuenta de que vino "Fiore",

                                    y tenemos que ensayar un estribillo.

                                   Soy yo , yo tu bandoneón el que te habla,

                                   Aníbal Carmelo Troilo (Pichuco) de Soler y Gallo,

                                   Por el tango que es el alma de tu alma,

                                   en tus brazos llevame al escenario


                                                              Héctor Gagliardi



lunes, 3 de abril de 2023

La pena del payador

    Estoy escuchando este valsecito campero con toda su carga de tradición, de colores imprevistos, con creciente lirismo que me trae tantos recuerdos. Sobre todo, pensando en  aquellas noches del café del barrio en que era muy común que pasara algún guitarrero-cantor que se mandaba tres o cuatro temas y luego pasaba el platito, juntaba unas monedas, para a continuación saludar y continuar su ruta noctámbula.  

                                         


   En una de esas reuniones nocherniegas, con ese clima entre juvenil y veterano, cayó uno de los citados, al que nadie conocía. Saludó cordialmente, desenfundó la viola y comenzó a desflorar su mensaje interpretativo a la barriada.

  - ¿Algún pedido? -preguntó luego de su segunda interpretación. Nadie respondía e insistió.       -Pídanme algún tema que les guste, vamos...

   Un tanto abatatado, con mis 17 años y entre tanto veterano, recordé ese valsecito que  tanto me gustaba y solté: ¡La pena del payador...!

   Todos me miraron, creo que me puse colorado, el tipo sonrió, aprobando con su cabeza y entró a acariciar las cuerdas de su guitarra para, a continuación, entonar este hermoso valsecito campesino que tanto me gustaba y que arrancaría sonoros aplausos de todos los parroquianos del boliche y de los amigos de la barra en la que me había injertado mi hermano, que también era quien compraba discos de tango y escuchaba cuanta audición del género había en la radio.

   Lo cierto es que me sigue impregnando de nostalgia este tema del poeta Eduardo Escaris Méndez, que lleva música de los hermanos bandoneonistas  José y Luis Servidio. Y resulta curioso comprobar como un porteñazo que escribe tangos de su estilo: Barajando, Medianoche, Así canto yo, En la vía, Funyi claro, La cornetita, Campaneando la vejez..., puede desenvolverse poéticamente con un valsecito campero, bien gauchesco.

   Por algo Gardel le grabó los tres primeros temas citados que llevan música de Nicolás Vaccaro, Alberto Tavarozzi y Graciano De Leone, respectivamente. Y también registró este valsecito,  que continúa haciéndome  cosquillas en el alma, en 1930, acompañado  por sus guitarristas Aguilar, Barbieri y Riverol. 

                                      



   Los versos reflejan toda la jornada del campo con sus malezas, sus paisajes, los pájaros que musicalizan el aire, el viento que azota, las manadas de ovejas que quieren volver al corral, los teros con su "teru...teru..", el gaucho cantor que trota ensimismado en su problema amoroso, todo contado en una poesía que detalla el escenario con una maravillosa perspectiva de recuerdos...


La tarde en el poniente su poncho recogía
peinando, entre sus flecos, un copo de arrebol
y el hilo de la noche, que en ancas se veníab
bordaba en seda negra los pétalos del sol

Llorosos, los yuyales doblábanse al pampero
y el viejo 'e la carreta, picando al buey sobón
atrácase a la férrea rejilla del pulpero
haciendo para el viaje su gaucha provisión

Balando las ovejas, se agrupa la majada
tirando pa' las casas en busca del corral
y el tero centinela, soldado de avanzada
vigila que el indiaje no arree un animal

Calandrias y zorzales, de pechos escarlatas
se ven en espesura del monte vivaquear
colgando de las ramas, los palios de sus flautas
cual músicos cansados que vienen a nochear

De pronto, allá a lo lejos, al tranco acompasado
se ve asomar a un flete bordeando el cañadón
y en él, a un gaucho triste de negro arrebujado
con porte de hombre, nervio, audacia y corazón

Facón de plata al cinto, trabuco amartillado
espuelas nazarenas, sombrero echao pa' atrás
Allá va Santos Vega, jinete en su tostado
pensando que la vida para él está de más

Quién sabe qué honda pena lo abisma al peregrino
centauro de las pampas, invicto payador
que, en vano, las acacias y sauces del camino
se inclinan para verle sonreír en su dolor

Más, dicen los que saben de amores escondidos
y al gaucho le conocen su indómito valor
que solo son culpables dos ojos renegridos
de aquella gran tristeza que aflige al trovador.

   Además de Gardel que lo llevó al disco el 26 de junio de 1930, lo grabaron entre otros:  Héctor Mauré, Julio Sosa, o Juan D'Arienzo con su orquesta y Armando Laborde cantando los versos de Escaris Méndez. Esta última grabación se realizó el  4 de mayo de 1945. ¿La escuchamos?