Cuando en 1947, Pepe Basso dejó vacante el piano en la orquesta de Aníbal Troilo y formó su propio conjunto, despertó grandes expectativas. Tal era así que arrancó ganando, con actuaciones en Radio Belgrano, en el Dancing Ocean y en el Café Marzotto de la calle Corrientes.
Sus primeros cantores fueron Ricardo Ruiz y Ortega del Cerro.
Con una base rítmica netamente troileana al principio, aunque paulatinamente iría conformando su propia modalidad orquestal de sonoridad brillante y una división rítmica llamativa, donde su piano sobresalía en los solos y en los pasajes fuertes del tema.
Se llevó consigo a músicos de probada categoría y trayectoria, como los fueyes Eduardo Rovira y Julio Ahumada, los violines de Mauricio Mise y Francisco Oréfice o el contrabajo de Rafael Del Bagno, entre otros.
José Basso fue de los primeros en grabar los temas que iba lanzando Piazzolla al mercado tanguero: Para lucirse, Prepárense, Triunfal, Contratiempo. Incluso el mismo Ástor hizo varios arreglos para la orquesta, en los primeros años cincuenta.
Autor de temas importantes: Amor y tango, Rosicler, Qué vas buscando muñeca, Me están sobrando las penas -con poetas destacados- o los instrumentales 11 y 1 (dedicado a su club: Boca Juniors), Brazo de oro, De diez, siete y la milonga Sacale punta al lápiz.
Yo lo recuerdo en sus primeras grabaciones, con el cantor Ricardo Ruiz. Me encanta la voz, su fina manera de decir los versos y la afinación vocal de este cantor, que se luciera antes con Osvaldo Fresedo.
Creo que su interpretación de Claveles blancos con Basso, es lo mejor que se ha hecho con este tango de Armando Pontier y José María Contursi, donde el Catunga sigue llorando su nostalgia por Grisel.
Y a continuación el tango de Osvaldo Fresedo y José A. Saldías: Perdón viejita, de 1925, que Basso-Ruiz grabaran también en 1949.
Claveles blancos
Perdón viejita
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martes, 31 de julio de 2012
lunes, 30 de julio de 2012
Rubén
Lo tuvo todo para ser la gran estrella del tango de su tiempo. Todo.
Músico, bandoneonista, cantor de voz fuera de lo común, con una riqueza temperamental y expresiva, fue como una aparición mágica en un momento en que el tango palidecía.
Y así lo recibimos.
Curiosamente, logró empinar en su repertorio obras que otros cantores había elevado hasta un listón muy difícil de igualar, con unos modos distintos y un fraseo espectacular.
Aníbal Troilo lo apadrinó artísticamente en Caño 14 y le dijo: "Sos el hijo que no tuve", como demostración bien troileana de declaración amorosa de admiración, a este barítono que renovó el vademécum tanguero.
Y como si realmente fuese hijo de Pichuco, tuvo su mismo espíritu, sentido de la amistad y un regusto por las macanas de la noche y los errores que fueron minando su salud.
Fui amigo de él, nos juntamos muchas veces, vino a cantar a mi casa, se anotaba en todas, sin lucir su status de estrella. Y podía estirar las madrugadas a puro tango, con esa hermosa voz de barítono y el sentimiento que le brotaba por los poros.
Lalo Mir lo entrevistó en los finales de su vida y acá podemos verlo en dos facetas. Explicando los sonidos del bandoneón, y el yeite de algunas orquestas, y también mostrando la hondura de su tango.
Acá vemos dos de esos capítulos: Primero con el fueye
Mi bandoneón y yo
Músico, bandoneonista, cantor de voz fuera de lo común, con una riqueza temperamental y expresiva, fue como una aparición mágica en un momento en que el tango palidecía.
Y así lo recibimos.
Curiosamente, logró empinar en su repertorio obras que otros cantores había elevado hasta un listón muy difícil de igualar, con unos modos distintos y un fraseo espectacular.
Aníbal Troilo lo apadrinó artísticamente en Caño 14 y le dijo: "Sos el hijo que no tuve", como demostración bien troileana de declaración amorosa de admiración, a este barítono que renovó el vademécum tanguero.
Y como si realmente fuese hijo de Pichuco, tuvo su mismo espíritu, sentido de la amistad y un regusto por las macanas de la noche y los errores que fueron minando su salud.
Fui amigo de él, nos juntamos muchas veces, vino a cantar a mi casa, se anotaba en todas, sin lucir su status de estrella. Y podía estirar las madrugadas a puro tango, con esa hermosa voz de barítono y el sentimiento que le brotaba por los poros.
Estamos en El viejo Almacén de Madrid con Carlos del Mar y dos amigos. |
Acá vemos dos de esos capítulos: Primero con el fueye
Mi bandoneón y yo
domingo, 29 de julio de 2012
Lo que vendrá
Nunca pude olvidar ese momento.
Yo estaba en la peluquería esperando el turno para cortarme el pelo. Era en mi barrio y siempre tenían puesta la radio en programas futboleros o tangueros.
En ese momento estaban escuchando "El éxito de cada orquesta", que iba por Radio Mitre a la tarde y lo conducía Julio Jorge Nelson (Isaac Rosofsky).
En un momento dado, Nelson hizo un breve introito anunciando un nuevo tango que acababa de grabar Aníbal Troilo (24/9/1957), perteneciente a Ástor Piazzolla. "Va a ser un impacto -decía- por la maravilla de la orquestación, la dulzura de los violines y el ensimismamiento de Pichuco en el fueye. La orquestación es del propio Piazzolla y marca una referencia importante en el futuro del tango" (O algo así)
Mi mente se alejó de las conversaciones habituales entre los peluqueros y los clientes amigos y agucé mis oídos y mi mente para escuchar ese tango, que anunciaba con tanto énfasis el conductor del programa.
Quedé maravillado. Viajé con esa música hacia un futuro aún inexplorado, pero presentí al escucharlo que se abría un panorama nuevo en el tango.
Por eso nunca pude olvidar ese momento.
Una mañana en mi programa radial, en 1972, le pregunté a Piazzolla por aquel tango y no le concedió mayor importancia. Me dijo que ésa era una época de ensayo, de preparación para la música que él realmente quería hacer, del tango que él sentía. Y toda esa producción: Triunfal, Prepárense, Contratiempo, Para lucirse..., eran un esbozo de su futuro inmediato. Que le sirvieron de puente para su confirmación, para su seguridad.
En 1963 hizo un nuevo arreglo del tema para el Nuevo Octeto y dicen que esa partitura la quemó luego en Punta del Este. Muy de Ástor.
A mí Lo que vendrá me sigue diciendo cosas. Continúa llamándome la atención como algo rompedor.
Troilo lo volvió a grabar en 1963 junto con otros temas de Piazzolla.
Yo lo traigo al Blog por la orquesta del bandoneonista Juan José Mosalini. Un porteño que tocó con Tanturi, con Salgán, Basso, Federico y en 1968 integró la fila de fueyes de Pugliese, con Penón, Binelli y Mederos.
En 1977 se instaló en París donde hizo un trabajo formidable. Lo vi el año pasado en Buenos Aires, tocando un tema con la orquesta de Salgán -dirigida por su hijo- en el Festival de Tango de la ciudad. Muy emotivo.
Disfrutemos esta versión suya, con arreglos personales, y su orquesta, de Lo que vendrá.
Yo estaba en la peluquería esperando el turno para cortarme el pelo. Era en mi barrio y siempre tenían puesta la radio en programas futboleros o tangueros.
En ese momento estaban escuchando "El éxito de cada orquesta", que iba por Radio Mitre a la tarde y lo conducía Julio Jorge Nelson (Isaac Rosofsky).
En un momento dado, Nelson hizo un breve introito anunciando un nuevo tango que acababa de grabar Aníbal Troilo (24/9/1957), perteneciente a Ástor Piazzolla. "Va a ser un impacto -decía- por la maravilla de la orquestación, la dulzura de los violines y el ensimismamiento de Pichuco en el fueye. La orquestación es del propio Piazzolla y marca una referencia importante en el futuro del tango" (O algo así)
Mi mente se alejó de las conversaciones habituales entre los peluqueros y los clientes amigos y agucé mis oídos y mi mente para escuchar ese tango, que anunciaba con tanto énfasis el conductor del programa.
Quedé maravillado. Viajé con esa música hacia un futuro aún inexplorado, pero presentí al escucharlo que se abría un panorama nuevo en el tango.
Por eso nunca pude olvidar ese momento.
Una mañana en mi programa radial, en 1972, le pregunté a Piazzolla por aquel tango y no le concedió mayor importancia. Me dijo que ésa era una época de ensayo, de preparación para la música que él realmente quería hacer, del tango que él sentía. Y toda esa producción: Triunfal, Prepárense, Contratiempo, Para lucirse..., eran un esbozo de su futuro inmediato. Que le sirvieron de puente para su confirmación, para su seguridad.
En 1963 hizo un nuevo arreglo del tema para el Nuevo Octeto y dicen que esa partitura la quemó luego en Punta del Este. Muy de Ástor.
A mí Lo que vendrá me sigue diciendo cosas. Continúa llamándome la atención como algo rompedor.
Troilo lo volvió a grabar en 1963 junto con otros temas de Piazzolla.
Yo lo traigo al Blog por la orquesta del bandoneonista Juan José Mosalini. Un porteño que tocó con Tanturi, con Salgán, Basso, Federico y en 1968 integró la fila de fueyes de Pugliese, con Penón, Binelli y Mederos.
En 1977 se instaló en París donde hizo un trabajo formidable. Lo vi el año pasado en Buenos Aires, tocando un tema con la orquesta de Salgán -dirigida por su hijo- en el Festival de Tango de la ciudad. Muy emotivo.
Disfrutemos esta versión suya, con arreglos personales, y su orquesta, de Lo que vendrá.
sábado, 28 de julio de 2012
Jorge Casal
El destino lo hizo nacer en Buenos Aires y convertirse en cantor de tango. De los buenos.
Porque sus padres italianos llegaron con su hermana y él en el vientre de su madre, huyendo de la miseria que azotaba a Europa y muy especialmente al sur de la bota itálica.
Como suele suceder en las telenovelitas, Jorge trabajaba en un taller textil que tenía un tío suyo, cuando en el mismo ingresó otro chico más joven para aprender el oficio. Y entre el rumor de las máquinas los dos chicos se entretenían cantando canciones, sobre todo tangos. Y soñaban con un destino de escenario.
Y el sueño se cumplió largamente: El Tano y El Chocho, serían figuras en el amplio y surtido catastro tanguero. El Tano era Salvador Carmelo Pappalardo y El Chocho: Roberto Ángel Florio, que lucirían sus nuevos nombres artísticos: Jorge Casal y Roberto Florio.
Casal tenía una voz recia y sentimental a la vez. Un brillante tono vocal con reminiscencias de su ídolo: Carlos Gardel. Le costaría un poco al comienzo, anduvo cantando en clubes de barrio, en un concurso, pero la esposa de Florindo Sassone que había estudiado canto, lo escuchó en la prueba a que lo sometió este director y le aconsejó que lo contratara. Corría el año 1946.
Pegó fuerte de entrada. Con un repertorio sabiamente escogido, su voz de barítono se abrió pasó rápidamente, en una época poblada de grandes cantores.
A mí me encantan sus versiones de La última cita, Volver, Mi noche triste (con una letra debilitada por la censura al lunfardo) o Por donde andará. Incluso en Volver está el fantasma de Gardel rondando en el disco.
Codiciado por varias orquestas, se lo lleva Troilo para reemplazar nada menos que a Edmundo Rivero en 1950. Hay una gran expectación en el ambiente y el muchacho no defrauda. Radio, cabaret, bailes. La gente concurre a escucharlo y a aplaudirlo.
Pero tiene una serie de problemas en la garganta, por lo cual debe sufrir varias intervenciones quirúrgicas que producen un vacío en sus actuaciones. Y los consiguientes períodos de recuperación.
De todos modos deja 20 grabaciones impecables con la orquesta de Troilo, de la que se desvincula en 1950 para dedicarse a su papel de solista, acompañado por guitarras.
Araca corazón, Carmín o Flor campera, grabados con Aníbal Troilo, son una muestra de su talento y buen gusto interpretativo.
Yo extraigo este tango de Pichuco y Cátulo Castillo que le viene como anillo al dedo. Lo grabó con Troilo en 1954 y las peripecias de esos inmigrantes italianos y los aromas de aquellas cantinas inolvidables, están bordadas por aquel muchacho que nació argentino y cantor de tango por las causalidades del azar.
La cantina
Porque sus padres italianos llegaron con su hermana y él en el vientre de su madre, huyendo de la miseria que azotaba a Europa y muy especialmente al sur de la bota itálica.
Como suele suceder en las telenovelitas, Jorge trabajaba en un taller textil que tenía un tío suyo, cuando en el mismo ingresó otro chico más joven para aprender el oficio. Y entre el rumor de las máquinas los dos chicos se entretenían cantando canciones, sobre todo tangos. Y soñaban con un destino de escenario.
Y el sueño se cumplió largamente: El Tano y El Chocho, serían figuras en el amplio y surtido catastro tanguero. El Tano era Salvador Carmelo Pappalardo y El Chocho: Roberto Ángel Florio, que lucirían sus nuevos nombres artísticos: Jorge Casal y Roberto Florio.
Casal tenía una voz recia y sentimental a la vez. Un brillante tono vocal con reminiscencias de su ídolo: Carlos Gardel. Le costaría un poco al comienzo, anduvo cantando en clubes de barrio, en un concurso, pero la esposa de Florindo Sassone que había estudiado canto, lo escuchó en la prueba a que lo sometió este director y le aconsejó que lo contratara. Corría el año 1946.
Pegó fuerte de entrada. Con un repertorio sabiamente escogido, su voz de barítono se abrió pasó rápidamente, en una época poblada de grandes cantores.
A mí me encantan sus versiones de La última cita, Volver, Mi noche triste (con una letra debilitada por la censura al lunfardo) o Por donde andará. Incluso en Volver está el fantasma de Gardel rondando en el disco.
Codiciado por varias orquestas, se lo lleva Troilo para reemplazar nada menos que a Edmundo Rivero en 1950. Hay una gran expectación en el ambiente y el muchacho no defrauda. Radio, cabaret, bailes. La gente concurre a escucharlo y a aplaudirlo.
Pero tiene una serie de problemas en la garganta, por lo cual debe sufrir varias intervenciones quirúrgicas que producen un vacío en sus actuaciones. Y los consiguientes períodos de recuperación.
De todos modos deja 20 grabaciones impecables con la orquesta de Troilo, de la que se desvincula en 1950 para dedicarse a su papel de solista, acompañado por guitarras.
Araca corazón, Carmín o Flor campera, grabados con Aníbal Troilo, son una muestra de su talento y buen gusto interpretativo.
Yo extraigo este tango de Pichuco y Cátulo Castillo que le viene como anillo al dedo. Lo grabó con Troilo en 1954 y las peripecias de esos inmigrantes italianos y los aromas de aquellas cantinas inolvidables, están bordadas por aquel muchacho que nació argentino y cantor de tango por las causalidades del azar.
La cantina
viernes, 27 de julio de 2012
Homenaje a Pugliese
Los holandeses que tienen en gran aprecio al tango, y que, en líneas generales, lo bailan con sentimiento y profundidad, intentando aprender de las fuentes, le realizaron este pequeño homenaje a Don Osvaldo.
Mi amigo Carlos me envió el enlace para poder ver este pequeño documento dedicado al hombre de Villa Crespo, el barrio donde se formó y que siempre tuvo presente en su vida.
Estuve en el Homenaje que se le tributó en el Luna Park, en 1969, y que acá se recuerda.
Arturo Penón, primer bandoneón de la orquesta entonces, me contaría que esa noche lloró con ganas: "Me sentí parte de la la historia grande del tango, al formar parte de esta orquesta".
Su arreglo de Inspiración, fue una maravilla.
Y acá expongo el contenido del regalito tal cual me lo envió este amigo:
En el enlace, al final de este escrito y como recuerdo de los 17 años de su desaparición física, encontrarán un video homenaje de 8 minutos de duración realizado recientemente en Holanda y un fragmento del audio de la actuación de su orquesta en el Luna Park el 26 de diciembre de 1969, al cumplir don Osvaldo sus 45 años con el tango. En el mismo se escuchan palabras de Luis Adolfo Sierra y del propio Pugliese para luego pasar a una histórica interpretación de "La yumba" en medio de una gran ovación de parte de sus fieles seguidores de siempre. En ese momento la agrupación se encontraba formada por los siguientes músicos:
Bandoneones: Arturo Penón, Rodolfo Mederos, Daniel Binelli y Juan José Mosalini.
Violines: Mauricio Marcelli, Santiago Kutchevasky y Raúl Domínguez.
Viola: Bautista Huerta.
Violoncello: Pedro Vidaurre.
Contrabajo: Fernando Romano.
Piano y dirección: Osvaldo Pugliese.
El enlace para poder bajar esta joyita y disfrutarlo en el fin de semana, es el siguiente:
http://www.mediafire.com/?3b07sd7de2sd30d
http://www.mediafire.com/?3b07sd7de2sd30d
Mi amigo Carlos me envió el enlace para poder ver este pequeño documento dedicado al hombre de Villa Crespo, el barrio donde se formó y que siempre tuvo presente en su vida.
Estuve en el Homenaje que se le tributó en el Luna Park, en 1969, y que acá se recuerda.
Arturo Penón, primer bandoneón de la orquesta entonces, me contaría que esa noche lloró con ganas: "Me sentí parte de la la historia grande del tango, al formar parte de esta orquesta".
Su arreglo de Inspiración, fue una maravilla.
El recuerdo de Villa Crespo a su gran figura: Don Osvaldo y su orquesta |
Y acá expongo el contenido del regalito tal cual me lo envió este amigo:
En el enlace, al final de este escrito y como recuerdo de los 17 años de su desaparición física, encontrarán un video homenaje de 8 minutos de duración realizado recientemente en Holanda y un fragmento del audio de la actuación de su orquesta en el Luna Park el 26 de diciembre de 1969, al cumplir don Osvaldo sus 45 años con el tango. En el mismo se escuchan palabras de Luis Adolfo Sierra y del propio Pugliese para luego pasar a una histórica interpretación de "La yumba" en medio de una gran ovación de parte de sus fieles seguidores de siempre. En ese momento la agrupación se encontraba formada por los siguientes músicos:
Bandoneones: Arturo Penón, Rodolfo Mederos, Daniel Binelli y Juan José Mosalini.
Violines: Mauricio Marcelli, Santiago Kutchevasky y Raúl Domínguez.
Viola: Bautista Huerta.
Violoncello: Pedro Vidaurre.
Contrabajo: Fernando Romano.
Piano y dirección: Osvaldo Pugliese.
El enlace para poder bajar esta joyita y disfrutarlo en el fin de semana, es el siguiente:
http://www.mediafire.com/?3b07sd7de2sd30d
http://www.mediafire.com/?3b07sd7de2sd30d
jueves, 26 de julio de 2012
Leopoldo Federico
Es uno de los sobrevivientes de la etapa dorada del tango. Y uno de los grandes bandoneonistas de la historia.
Tocó con Salgán, Gobbi, Di Sarli, Caló, Juan Carlos Cobián, Víctor D'Amario, Piazzolla, Domingo Rulio, Mores, Atilio Stampone, Osmar Maderna, Héctor Stamponi, Osvaldo Manzi...
Tuvo orquesta propia, acompañó a Julio Sosa en su gran época de arrastre popular. Y sigue dando cátedra con el absoluto dominio en la realización técnica de su instrumento.
Su gran personalidad de intérprete se basa además, en una febril imaginación musical y la emoción, fuerza y limpieza conque recorta los solos fraseados, abriendo o cerrando el fueye.
La gravitación de Horacio Salgán y Ástor Piazzolla en su carrera, queda demostrada en las ideas musicales que maneja con maestría.
Con su Trío, hizo para el Ministerio de Educación de la Nación, una hermosa grabación filmada, dirigida por el periodista y locutor Lalo Mir, y registrada por Jorge Portugués Da Silva, todo un sello de calidad como musicalizador, el preferido por los tangueros.
El Trío lo completan el pianista Nicolás Ledesma y el contrabajista Horacio Cabarcos, hijo de otra leyenda del tango: Fernando Horacio. Desde 1979, al fallecer su padre, toca en el Trío con una maestría genial.
Es integrante de la Orquesta del Colón, acompañó a infinidad de cantores, graba con la Sinfónica Nacional y acá lo vamos a ver, con su enorme manejo del arco, jugando y luciéndose espectacularmente en la clásica strappata, que provoca asombro entre quienes no están acostumbrados a las maravillas que se realizan con este instrumento.
Precisamente interpretan el tango de Federico: "De tal palo...", que éste le dedicara a Horacio, con esa frase gauchesca que habla de la sabia transmisión de padres a hijos.
También mi gran amigo, el pianista y Director Juan Antonio Morteo le dedicó en el año 2000 el tango "Concabarcos", que grabó con su agrupación Todos para el tango, ese año.
Strappato en italiano, significa entre otras cosas, rasgado.
Disfrutemos esta maravilla y las confesiones de Federico.
Tocó con Salgán, Gobbi, Di Sarli, Caló, Juan Carlos Cobián, Víctor D'Amario, Piazzolla, Domingo Rulio, Mores, Atilio Stampone, Osmar Maderna, Héctor Stamponi, Osvaldo Manzi...
Tuvo orquesta propia, acompañó a Julio Sosa en su gran época de arrastre popular. Y sigue dando cátedra con el absoluto dominio en la realización técnica de su instrumento.
Su gran personalidad de intérprete se basa además, en una febril imaginación musical y la emoción, fuerza y limpieza conque recorta los solos fraseados, abriendo o cerrando el fueye.
La gravitación de Horacio Salgán y Ástor Piazzolla en su carrera, queda demostrada en las ideas musicales que maneja con maestría.
Horacio Cabarcos |
El Trío lo completan el pianista Nicolás Ledesma y el contrabajista Horacio Cabarcos, hijo de otra leyenda del tango: Fernando Horacio. Desde 1979, al fallecer su padre, toca en el Trío con una maestría genial.
Es integrante de la Orquesta del Colón, acompañó a infinidad de cantores, graba con la Sinfónica Nacional y acá lo vamos a ver, con su enorme manejo del arco, jugando y luciéndose espectacularmente en la clásica strappata, que provoca asombro entre quienes no están acostumbrados a las maravillas que se realizan con este instrumento.
Precisamente interpretan el tango de Federico: "De tal palo...", que éste le dedicara a Horacio, con esa frase gauchesca que habla de la sabia transmisión de padres a hijos.
También mi gran amigo, el pianista y Director Juan Antonio Morteo le dedicó en el año 2000 el tango "Concabarcos", que grabó con su agrupación Todos para el tango, ese año.
Strappato en italiano, significa entre otras cosas, rasgado.
Disfrutemos esta maravilla y las confesiones de Federico.
miércoles, 25 de julio de 2012
Los yeites del tango
La palabra lunfarda yeite, procede del portugués geito, que significa aptitud, disposición natural para alguna cosa. Con el tiempo se usa también para describir las habilidades o picardías de algunas personas que sacan provecho de ello.
Hay una nueva generación de músicos que bucean permanentemente en las entrañas del tango, para intentar desentrañar los diferentes estilos orquestales de la belle époque. Los yeites de aquellos músicos que los patentaron.
Cuando Osvaldo Pugliese creó en 1943 La yumba, por ejemplo, rompió con las fórmulas tradicionales. Hizo un dibujo breve de dos compases -uno débil y uno muy fuerte-, y los fue desplegando con intercalaciones melódicas y pasajes lentos, contrapunteados, en un clima obstinadamente rítmico.
Juan D'Arienzo, por el contrario, desarrolló, desde el ingreso de Rodolfo Biagi como pianista, una marcación rítmica dura, acentuando uniformemente los cuatro tiempos de cada compás. Los mechaba con rellenos pianísticos plenos de polenta (Biagi, Polito, Salamanca) en los claros de la melodía, solos graves de violín y variaciones bandoneonísticas en riguroso staccato, en tiempos muy rápidos.
Dos estilos de ejcución totalmente opuestos, pero hermosamente llamadores para los bailarines y también para aquellos que degustan de oreja el tango.
Tanto el uno como el otro, que traigo acá de ejemplos, son fruto de un intenso trabajo artesanal en el cual intevienen no sólo los músicos y el director, sino incluso los arregladores y orquestadores.
Y en la febril década del cuarenta las orquestas se distinguieron fundamentalmente por tener un estilo distinto a las otras. Se reconoce fácilmente a un Troilo (con Goñi al piano), Tanturi, D'Agostino, Di Sarli, Gobbi, Biagi, Caló, Fresedo, Laurenz, Enrique Rodríguez, Donato, Salgán, Francini-Pontier.
Éste es el estudio que realizan los jóvenes músicos actuales, destripando los yeites de aquellos conjuntos que dejaron una herencia maravillosa en forma de grabaciones. Ayudados en muchos casos por músicos veteranos que les enseñan sus secretos.
En el video podemos escuchar la explicación y ver cómo desarman las coyunturas de esas formaciones y llegan a las entrañas de dichas orquestas.
Muy buen trabajo para la historia, aunque no me parece de buen gusto que salgan imitadores de aquellos grandes conjuntos, en lugar de creadores de su propio y renovador estilo.
Vale la pena verlo. Y los bailarines deberían bucear en estos yeites que los guían en la pista.
martes, 24 de julio de 2012
La pausa en el baile
Lo hablábamos días pasados con un amigo milonguero. Me llama la atención la urgencia con que bailan en Madrid algunas parejas, como si corrieran detrás de la liebre mecánica.
Y lo difícil que resulta a veces tratar de hacer la pausa, sin que la mujer intente seguir bailando como si en lugar de una pareja, se tratase de algo individual.
Es fundamental crear pausas permanentes mientras se baila, incluso cuando la orquesta tiene un ritmo en alta; siempre hay ese momento para el abrazo, el hamaque, los amagues.
Estamos bailando aunque aparentemente, hayamos puesto el punto muerto. Tal como lo hacen los músicos. De repente, hasta D'Arienzo frena su rápido compás y se oye el violín mojado de Cayetano Puglisi, mientras las fieras del fueye se preparan para la nueva salida, como si estuvieran en las gateras, aguantando. Es el momento en que los bailarines deben rearmarse y esperar a la orquesta.
No hablemos si es Pugliese. O el mismo Di Sarli. Hay que jugar con ellos, con la voz de Angelito Vargas, acunar a la mujer con los brazos, mientras el gran cantor de D'Agostino recita:" Soy de ese barrio de humilde rango / yo soy el tango sentimental...". Ahí estamos degustando el piano de D'Agostino abrazados, hamacándonos, hasta que vuelve Vargas, tras el fueye de Attadía y nos deslizamos con su ritmo marcado en cada palabra: "Soy-de- ese-barrio-que-toma-mates-bajo-la-sombra-que-da-el-parral...".
Somos parte de toda esa ceremonia: Letra-música-baile. No podemos desentonar y seguir corriendo por la pista como si no estuviera pasando nada en el tema que interpretamos con nuestros cuerpos y fuese todo igual.
Cuesta dominar a esas mujeres que no han terminado de "entender" la música. De escucharla. De masticarla. De traducirla en la pista, acompañándola.
Hay que escuchar. Cerrar los ojos, escuchar, y dejarse llevar por el compás. Y en las pausas hay que hacer pausas. El hombre sugiere y guía, ella acompaña con sensualidad y se llena de música, envuelta en los brazos del bailarín. Hay un lenguaje corporal mediante el cual se trasmiten las emociones de la música. Y los tiempos. Correr por correr no la lleva a ninguna parte. Sólo a la fuga desbocada sin ton ni son. Al mal baile. A la incultura de la oreja. A confundir al compañero. Y a los choques en la pista.
Y lo mismo pasa cuando es el hombre el que pone la quinta velocidad, o inserta figuras abiertas, desbocadas, que causan estragos en la circulación y en el mensaje musical.
Intentemos degustar el tango a fondo para poder disfrutarlo en su totalidad. No es bailar por bailar, como se llega a esa cúspide del sentimiento. De la pasión.
Manejando las pausas, acunando el hombre a la mujer en ese trance, antes de seguir avanzando, daremos un paso grande hacia la correcta interpretación del baile. Chocaremos menos. Sentiremos mucho más.
Hoy lo traigo a un enorme bailarín, con un gran sentido de esas pausas, como lo fue Osvaldo Zotto, lamentablemente desaparecido cuando estaba en la cumbre de su carrera de bailarín.
Fue milonguero, incluso en el escenario. Y con Lorena Ermocida formaron una gran pareja.
Obsérvese cómo bailan, incluso cuando pareciera que no bailan.
Osvaldo Zotto-Lorenza Ermocida. Mañana zarpa un barco.
Y lo difícil que resulta a veces tratar de hacer la pausa, sin que la mujer intente seguir bailando como si en lugar de una pareja, se tratase de algo individual.
Es fundamental crear pausas permanentes mientras se baila, incluso cuando la orquesta tiene un ritmo en alta; siempre hay ese momento para el abrazo, el hamaque, los amagues.
Estamos bailando aunque aparentemente, hayamos puesto el punto muerto. Tal como lo hacen los músicos. De repente, hasta D'Arienzo frena su rápido compás y se oye el violín mojado de Cayetano Puglisi, mientras las fieras del fueye se preparan para la nueva salida, como si estuvieran en las gateras, aguantando. Es el momento en que los bailarines deben rearmarse y esperar a la orquesta.
No hablemos si es Pugliese. O el mismo Di Sarli. Hay que jugar con ellos, con la voz de Angelito Vargas, acunar a la mujer con los brazos, mientras el gran cantor de D'Agostino recita:" Soy de ese barrio de humilde rango / yo soy el tango sentimental...". Ahí estamos degustando el piano de D'Agostino abrazados, hamacándonos, hasta que vuelve Vargas, tras el fueye de Attadía y nos deslizamos con su ritmo marcado en cada palabra: "Soy-de- ese-barrio-que-toma-mates-bajo-la-sombra-que-da-el-parral...".
Los Dinzel, grandes maestros |
Somos parte de toda esa ceremonia: Letra-música-baile. No podemos desentonar y seguir corriendo por la pista como si no estuviera pasando nada en el tema que interpretamos con nuestros cuerpos y fuese todo igual.
Cuesta dominar a esas mujeres que no han terminado de "entender" la música. De escucharla. De masticarla. De traducirla en la pista, acompañándola.
Hay que escuchar. Cerrar los ojos, escuchar, y dejarse llevar por el compás. Y en las pausas hay que hacer pausas. El hombre sugiere y guía, ella acompaña con sensualidad y se llena de música, envuelta en los brazos del bailarín. Hay un lenguaje corporal mediante el cual se trasmiten las emociones de la música. Y los tiempos. Correr por correr no la lleva a ninguna parte. Sólo a la fuga desbocada sin ton ni son. Al mal baile. A la incultura de la oreja. A confundir al compañero. Y a los choques en la pista.
Y lo mismo pasa cuando es el hombre el que pone la quinta velocidad, o inserta figuras abiertas, desbocadas, que causan estragos en la circulación y en el mensaje musical.
Intentemos degustar el tango a fondo para poder disfrutarlo en su totalidad. No es bailar por bailar, como se llega a esa cúspide del sentimiento. De la pasión.
Manejando las pausas, acunando el hombre a la mujer en ese trance, antes de seguir avanzando, daremos un paso grande hacia la correcta interpretación del baile. Chocaremos menos. Sentiremos mucho más.
Hoy lo traigo a un enorme bailarín, con un gran sentido de esas pausas, como lo fue Osvaldo Zotto, lamentablemente desaparecido cuando estaba en la cumbre de su carrera de bailarín.
Fue milonguero, incluso en el escenario. Y con Lorena Ermocida formaron una gran pareja.
Obsérvese cómo bailan, incluso cuando pareciera que no bailan.
lunes, 23 de julio de 2012
Alberto Castillo
Hoy se cumplen diez años de la desaparición de este gran cantor que congregó multitudes.
Creó un estilo nuevo, casi camp, rompedor, avasallante. Pero de entonación bien tanguera, dicción clara y perfecta afinación, y a la vez respetando el sentimiento, la letrística, enfatizando en los momentos importantes.
Se llamaba Alberto De Lucca, era de Mataderos, y se recibió de médico ginecólogo antes de darle rienda suelta a su destino de cantor popularísimo.
Hoy que los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires van comprobando que todos estos íconos de la cultura, han sido borrados de la memoria popular por el stablishment que controla ese apartado; van logrando con sus iniciativas, rescatar a aquellos que hilaron en la estructura poderosa y trascendente del tango.
Los vecinos de Parque Avellaneda y Villa Luro han decidido bautizar con su nombre y apellido la plazoleta de la Avenida Emilio Castro y Escalada, en el barrio que lo vio nacer.
Un acto de estricta justicia, que me llena de placer el cuore, desde la distancia, porque pasé algunas tardes con Alberto en los baños turcos del Colmegna y pude verlo como era realmente: un buenote, algo ingenuo, pero con un profundo sentimiento tanguero.
Y lo bailo con Tanturi y todavía me produce una sensación de goce enorme.
Incluso le dediqué este poema.
Creó un estilo nuevo, casi camp, rompedor, avasallante. Pero de entonación bien tanguera, dicción clara y perfecta afinación, y a la vez respetando el sentimiento, la letrística, enfatizando en los momentos importantes.
Se llamaba Alberto De Lucca, era de Mataderos, y se recibió de médico ginecólogo antes de darle rienda suelta a su destino de cantor popularísimo.
Hoy que los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires van comprobando que todos estos íconos de la cultura, han sido borrados de la memoria popular por el stablishment que controla ese apartado; van logrando con sus iniciativas, rescatar a aquellos que hilaron en la estructura poderosa y trascendente del tango.
Los vecinos de Parque Avellaneda y Villa Luro han decidido bautizar con su nombre y apellido la plazoleta de la Avenida Emilio Castro y Escalada, en el barrio que lo vio nacer.
Un acto de estricta justicia, que me llena de placer el cuore, desde la distancia, porque pasé algunas tardes con Alberto en los baños turcos del Colmegna y pude verlo como era realmente: un buenote, algo ingenuo, pero con un profundo sentimiento tanguero.
Y lo bailo con Tanturi y todavía me produce una sensación de goce enorme.
Incluso le dediqué este poema.
ALBERTO
CASTILLO
“No me
importa cómo canto. Me importa ser un cantor.”
José
Narosky
Tus brolis prometían yeites nuevos,
en música, de oreja no eras sordo;
a las dos te jugaste los tolebos,
sacando chapa de torcan y de tordo.
En la orquesta pegaste el sartenazo:
El dire, rienda de recia atropellada,
tu verso, reo, rotundo, cancherazo
y el taco y lonja copando la parada.
Con Gatica y Divito creaste estilo
de empilche banderón, gesto guarango.
No errabas una nota y en el grilo
te metiste a milongas hasta el mango,
engrampándonos; llevándonos en vilo
tu mandamiento: así se baila el tango.
Y vamos a milonguear con Tanturi-Castillo. ¡Cómo empujan en la pista!
Parque Patricios
Hay milongas y tangos dedicados a mi barrio porteño: Parque Patricios, antaño llamado de los Corrales viejos. Cuando el Matadero de animales se trasladó al barrio de Mataderos.
Mi querida amiga Martina Iñíguez, conoció el barrio, porque su guitarrista, Mateo Villalba, que compone con ella, vive allí. Y en esos viajes para hacer cosas juntos, se aquerenció con la zona.
A mí me contó que le gustaba mucho el entorno, el Parque y la gente. Y entre mate y medialunas, idearon este valsecito dedicado al rioba, que lleva letra de Martina -gran poeta- y música de Mateo.
Y acá podemos escuchar el valsecito, en la voz de Maura Sebastián, acompañada por el cuarteto de guitarras que conduce Mateo Villalba.
Me crié en esas calles imposibles de borrar de mi memoria; en esos cafés donde me hice muchachito y que fueron como una escuela de todas las cosas, según decía sabiamente Discepolín.
Por eso, al escucharlo, siento que me están contando un cacho grande de vida.
De la mía.
Mi querida amiga Martina Iñíguez, conoció el barrio, porque su guitarrista, Mateo Villalba, que compone con ella, vive allí. Y en esos viajes para hacer cosas juntos, se aquerenció con la zona.
A mí me contó que le gustaba mucho el entorno, el Parque y la gente. Y entre mate y medialunas, idearon este valsecito dedicado al rioba, que lleva letra de Martina -gran poeta- y música de Mateo.
Hoy el Parque luce su flamante estación de Subte. |
Y acá podemos escuchar el valsecito, en la voz de Maura Sebastián, acompañada por el cuarteto de guitarras que conduce Mateo Villalba.
Me crié en esas calles imposibles de borrar de mi memoria; en esos cafés donde me hice muchachito y que fueron como una escuela de todas las cosas, según decía sabiamente Discepolín.
Por eso, al escucharlo, siento que me están contando un cacho grande de vida.
De la mía.
domingo, 22 de julio de 2012
Un placer
Después de escuchar cómo "la gastaron" en símil futbolero, Libertella y Grela, me agarraron unas ganas locas de bailarme este valsecito.
Y como en la belle êpoque, corro un poco los muebles, las sillas, despejo la habitación y me mando con Juan D'Arienzo tocando ese valsecito inolvidable, que silbaban los muchachos por los empedrados porteños
y llenaba las pistas de giros interminables.
¡Si lo habré milongueado!
Y remedando aquellos bailes en los patios entre macetas y olores fragantes de jazmines y rosales, pincho al Rey del compás con Walter Cabral cantándolo, en marzo de 1936.
Y me largo a bailar solo. Veo cómo espían por las ventanas de enfrente, pero ya no paro.
D'Arienzo hace bailar hasta a los muertos y me acompaño mentalmente con los muchachos de la barra y las pibas milongueras de entonces, girando al valsar con esta orquesta genial. Un ritmo insuperable.
Un placer
Y como en la belle êpoque, corro un poco los muebles, las sillas, despejo la habitación y me mando con Juan D'Arienzo tocando ese valsecito inolvidable, que silbaban los muchachos por los empedrados porteños
y llenaba las pistas de giros interminables.
¡Si lo habré milongueado!
Y remedando aquellos bailes en los patios entre macetas y olores fragantes de jazmines y rosales, pincho al Rey del compás con Walter Cabral cantándolo, en marzo de 1936.
Y me largo a bailar solo. Veo cómo espían por las ventanas de enfrente, pero ya no paro.
D'Arienzo hace bailar hasta a los muertos y me acompaño mentalmente con los muchachos de la barra y las pibas milongueras de entonces, girando al valsar con esta orquesta genial. Un ritmo insuperable.
Un placer
Libertella-Grela
La dupla de bandoneón y guitarra es de larga data en el tango. En prácticamente todos los barrios de Buenos Aires, además de futbolistas y boxeadores, habían guitarreros y fueyeros.
Roberto Grela, fue sin duda el más importante que ha dado el tango en su género. Nació en el barrio de San Telmo, se baqueteó en el famoso Conventillo de las 14 Provincias y desde muy pequeño se familiarizó con los instrumentos de cuerdas. Primero con el mandolín que tañían dos tíos suyos y a pura intuición, con 7 años comenzó a tocar la guitarra.
Utilizaba una púa de carey para arrancarle más sonoridad al instrumento y ya nunca la dejó. Artista de gran sensibilidad artística y marcación bandoneonística, con el tiempo formaría yunta con fueyes de grueso calibre como Aníbal Troilo o Leopoldo Federico. Pero también acompañó a numerosos cantores famosos.
José Libertella nació en un pueblo del extremo sur de Italia, Calvera, de la provincia de Potenza. Su padre se marchó a Argentina por problemas de subsistencia, trabajó duro y levantó una casita con sus propias manos en Villa Lugano, un suburbio agreste de la capital. Al poco tiempo lo mandó llamar junto con el resto de la familia.
El bandoneón le atrajo como un imán cuando vio a un vecino tocándolo en la vereda y su padre terminaría comprándole uno mediodesvencijado.
Estudió con Paco Requena y Marcos Madrigal y comenzaría su carrera profesional en la orquesta de Suárez Villanueva, alentado por Humberto Canaro, con 15 años. Después estaría con Maderna; en la Orquesta Símbolo, que lo sucedió al gran pianista fallecido y aterriza en la orquesta de Di Sarli junto a Julián Plaza y Alfredo Marcucci en los atriles.
Tuvo orquesta propia, viajó a Japón con Rivero y en 1973 se reencuentra con su antiguo compañero de la orquesta de Maderna: Luis Stazo.Y formaron el Sexteto Mayor, que daría la vuelta al mundo varias veces y se haría fuerte en París, donde el Tano fallecería con 71 años.
Pepe era muy simpático. Me tocó sentarme a su lado en un restaurante con espectáculo inaugurado en San Telmo y me reí mucho con sus ocurrencias.
Un día se juntaron con Grela y ensayaron para tocar. Pepe lo cuenta con mucha gracia y después podemos escucharlos interpretando el valsecito clásico: Un placer, de Vicente Romeo.
Vale la pena. Un verdadero placer.
Roberto Grela, fue sin duda el más importante que ha dado el tango en su género. Nació en el barrio de San Telmo, se baqueteó en el famoso Conventillo de las 14 Provincias y desde muy pequeño se familiarizó con los instrumentos de cuerdas. Primero con el mandolín que tañían dos tíos suyos y a pura intuición, con 7 años comenzó a tocar la guitarra.
Utilizaba una púa de carey para arrancarle más sonoridad al instrumento y ya nunca la dejó. Artista de gran sensibilidad artística y marcación bandoneonística, con el tiempo formaría yunta con fueyes de grueso calibre como Aníbal Troilo o Leopoldo Federico. Pero también acompañó a numerosos cantores famosos.
José Libertella nació en un pueblo del extremo sur de Italia, Calvera, de la provincia de Potenza. Su padre se marchó a Argentina por problemas de subsistencia, trabajó duro y levantó una casita con sus propias manos en Villa Lugano, un suburbio agreste de la capital. Al poco tiempo lo mandó llamar junto con el resto de la familia.
El bandoneón le atrajo como un imán cuando vio a un vecino tocándolo en la vereda y su padre terminaría comprándole uno mediodesvencijado.
Estudió con Paco Requena y Marcos Madrigal y comenzaría su carrera profesional en la orquesta de Suárez Villanueva, alentado por Humberto Canaro, con 15 años. Después estaría con Maderna; en la Orquesta Símbolo, que lo sucedió al gran pianista fallecido y aterriza en la orquesta de Di Sarli junto a Julián Plaza y Alfredo Marcucci en los atriles.
Tuvo orquesta propia, viajó a Japón con Rivero y en 1973 se reencuentra con su antiguo compañero de la orquesta de Maderna: Luis Stazo.Y formaron el Sexteto Mayor, que daría la vuelta al mundo varias veces y se haría fuerte en París, donde el Tano fallecería con 71 años.
Pepe era muy simpático. Me tocó sentarme a su lado en un restaurante con espectáculo inaugurado en San Telmo y me reí mucho con sus ocurrencias.
Un día se juntaron con Grela y ensayaron para tocar. Pepe lo cuenta con mucha gracia y después podemos escucharlos interpretando el valsecito clásico: Un placer, de Vicente Romeo.
Vale la pena. Un verdadero placer.
sábado, 21 de julio de 2012
Naranjo en flor
Homero Expósito, poeta perteneciente a la generación dorada del cuarenta, fue el más original y genuino de todos ellos.
Vivió sus tangos junto a compositores, arregladores, cantores, ejecutantes. Heredero de las pinturas cromáticas, romanticistas, de Homero Manzi y el dramatismo grotesco de Discépolo, supo burilar su propio estilo a punta de talento, creando páginas distintas e inmortales que señalan latitud temperamental de su poesía.
Pueblito de provincia, Margo, Óyeme, Trenzas, Percal, Tristezas de la calle Corrientes, Yo soy el tango, A bailar, Yuyo verde, Al compás del corazón, Afiches, marcan un sendero de alta poesía envuelta en música de tango, que vivía Homero, codo a codo con aquella inmensa masa de creadores afiebrados de la época.
Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras aunque no llegó a diplomarse y siguió leyendo, nutriéndose.
En 1951 viaja a España y luego a París donde permanece un tiempo.
En un viaje anterior,en 1944, escribe un verso y se lo envía a su hermano Virgilio: "Andá poniéndole música a esta primera parte, que después escribo la segunda y la primera bis y te la mando".
Virgilio que era pianista, le responde: "Con esto ya tenés el corazón del tema. Acá ya dijiste todo, Hace una primera y una primera bis cortitas, que ya está."
Virgilio contaba que era tan meticuloso que cambiaba 60 o 70 veces las letras, porque siempre le encontraba un defecto.
Pocos saben que Homero tuvo un amor no correspondido, en Zárate, donde se crió, junto al Paraná, que siempre retornaba a su cabeza. Nunca lo superó del todo. Lo recordaba en el hermoso Yuyo verde, uno de mis favoritos: "Íbamos perdidos de la mano /bajo un cielo de verano / soñando en vano...".
O en ese valsecito, Pedacito de cielo, que lleva música de sus frates Stampone y Francini: "Recuerdo que entonces reías/ si yo te leía / mi verso mejor / y ahora, capricho del tiempo, / leyendo esos versos / lloramos los dos..."
Lo crucé muchas noches en pleno centro porteño a las 3 o 4 de la mañana paseando a su perro.
Siguió el consejo de su hermano y le agregó unos versos cortitos para la primera y primera bis y se las mandó. Éste le puso música y Naranjo en flor, grabado por Troilo con Floreal Ruiz en 1944, derramó su nostalgia poética sobre Buenos Aires, convirtiéndose en un clásico para siempre.
Hay muchas versiones hermosas de este tango. Yo lo traigo al Polaco, con el acompañamiento de Néstor Marconi, en una presentación que hizo en el Ópera.
Vivió sus tangos junto a compositores, arregladores, cantores, ejecutantes. Heredero de las pinturas cromáticas, romanticistas, de Homero Manzi y el dramatismo grotesco de Discépolo, supo burilar su propio estilo a punta de talento, creando páginas distintas e inmortales que señalan latitud temperamental de su poesía.
Pueblito de provincia, Margo, Óyeme, Trenzas, Percal, Tristezas de la calle Corrientes, Yo soy el tango, A bailar, Yuyo verde, Al compás del corazón, Afiches, marcan un sendero de alta poesía envuelta en música de tango, que vivía Homero, codo a codo con aquella inmensa masa de creadores afiebrados de la época.
Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras aunque no llegó a diplomarse y siguió leyendo, nutriéndose.
En 1951 viaja a España y luego a París donde permanece un tiempo.
En un viaje anterior,en 1944, escribe un verso y se lo envía a su hermano Virgilio: "Andá poniéndole música a esta primera parte, que después escribo la segunda y la primera bis y te la mando".
Homero Expósito |
Virgilio contaba que era tan meticuloso que cambiaba 60 o 70 veces las letras, porque siempre le encontraba un defecto.
Pocos saben que Homero tuvo un amor no correspondido, en Zárate, donde se crió, junto al Paraná, que siempre retornaba a su cabeza. Nunca lo superó del todo. Lo recordaba en el hermoso Yuyo verde, uno de mis favoritos: "Íbamos perdidos de la mano /bajo un cielo de verano / soñando en vano...".
O en ese valsecito, Pedacito de cielo, que lleva música de sus frates Stampone y Francini: "Recuerdo que entonces reías/ si yo te leía / mi verso mejor / y ahora, capricho del tiempo, / leyendo esos versos / lloramos los dos..."
Lo crucé muchas noches en pleno centro porteño a las 3 o 4 de la mañana paseando a su perro.
Siguió el consejo de su hermano y le agregó unos versos cortitos para la primera y primera bis y se las mandó. Éste le puso música y Naranjo en flor, grabado por Troilo con Floreal Ruiz en 1944, derramó su nostalgia poética sobre Buenos Aires, convirtiéndose en un clásico para siempre.
Hay muchas versiones hermosas de este tango. Yo lo traigo al Polaco, con el acompañamiento de Néstor Marconi, en una presentación que hizo en el Ópera.
viernes, 20 de julio de 2012
Yira yira
Esta ocurrencia de Eduardo Morera, los cortometrajes de Gardel, fueron prácticamente el antecesor del videoclip. Y los realizó en 1930...
Gardel estaba muy gordo y no quería filmarlos. Entre Razzano y Leguisamo lo convencieron y entonces se iba a con Morera a la Asociación Cristiana de Jóvenes a jugar un rato al fútbol y a los baños turcos. Por la noche había que acompañarlo a caminar por lo menos 30 cuadras a ritmo vivo.
Se filmaron 15 cortos, pero se quemaron cinco de ellos en el laboratorio. Las condiciones de la filmación en un galpón de la calle México eran muy precarias. Lo forraron con trapos de piso para ganar acústica.
La filmadora hacía tanto ruido que tuvieron que colocarle un almohadón encima porque no se oía la voz de Gardel.
Uno de los tangos escogidos fue Yira Yira. Su autor, Enrique Santos Discépolo hizo canto de los desencantos, expuso las llagas de los más sufridos, tuvo la lucidez de sacar a la luz del sol las lacras de la sociedad, la pobreza, la humillación de las clases bajas. Él sufrió por toda esa gente. Homero Manzi lo describe muy bien en su tango, Discepolín: "Te duele como propia la cicatriz ajena..."
Hoy sus tangos encajarían, como anillo al dedo con la realidad circundante, serían el refelejo de la corrupción administrativa, del robo sin castigo, del desvalijamiento colectivo.
Sólo él pudo concebir sobre la melodía de una clásica "nana gallega" (Una canción de cuna sublimada a la esperanza cuando se mece a un hijo en el regazo) estos versos casi apocalípticos-como decía mi amigo y compañero Pepe Barcia-:" Verás que todo es mentira. / Verás que nada es amor; / que al mundo nada le importa; / yira...yira...".
Gardel le grabó sus primeros temas: Confesión, Chorra, Esta noche me emborracho, Malevaje, Que vachaché, Secreto, Yira yira, Victoria y Sueño de juventud. Al morir en junio de 1935, quedaron huérfanos de su interpretación otros monumentos como Cambalache, Infamia, Tormento, Condena, Uno, Martirio, Canción desesperada, Tres esperanzas, Quien más quien menos, Sin palabras y El choclo.
Enrique le leyó este tango, Yira yira, a Tania, su pareja, y la toledana no entendió nada. Lo estrenó Sofía Bozán en el Teatro Sarmiento en la revista "Qué hacemos con el estadio", y en pocos días lo cantaba todo Buenos Aires. Un día -recordaba Tania- lo paró un reo por la calle a raíz de este suceso y le dijo: "¡Qué mente, Enrique!"
Y el vate le contestó: "Sí, hoy me cortaron el gas..."
Después, en un zoco de Tetuán, en Marruecos, se emocionaría hasta las lágrimas cuando un viejo vendedor lo tarareaba en su precario español.
Vamos a disfrutarlo en su diálogo con Gardel y escuchamos el tango en la voz maravillosa del Morocho.
Gardel estaba muy gordo y no quería filmarlos. Entre Razzano y Leguisamo lo convencieron y entonces se iba a con Morera a la Asociación Cristiana de Jóvenes a jugar un rato al fútbol y a los baños turcos. Por la noche había que acompañarlo a caminar por lo menos 30 cuadras a ritmo vivo.
Se filmaron 15 cortos, pero se quemaron cinco de ellos en el laboratorio. Las condiciones de la filmación en un galpón de la calle México eran muy precarias. Lo forraron con trapos de piso para ganar acústica.
La filmadora hacía tanto ruido que tuvieron que colocarle un almohadón encima porque no se oía la voz de Gardel.
Uno de los tangos escogidos fue Yira Yira. Su autor, Enrique Santos Discépolo hizo canto de los desencantos, expuso las llagas de los más sufridos, tuvo la lucidez de sacar a la luz del sol las lacras de la sociedad, la pobreza, la humillación de las clases bajas. Él sufrió por toda esa gente. Homero Manzi lo describe muy bien en su tango, Discepolín: "Te duele como propia la cicatriz ajena..."
Hoy sus tangos encajarían, como anillo al dedo con la realidad circundante, serían el refelejo de la corrupción administrativa, del robo sin castigo, del desvalijamiento colectivo.
Sólo él pudo concebir sobre la melodía de una clásica "nana gallega" (Una canción de cuna sublimada a la esperanza cuando se mece a un hijo en el regazo) estos versos casi apocalípticos-como decía mi amigo y compañero Pepe Barcia-:" Verás que todo es mentira. / Verás que nada es amor; / que al mundo nada le importa; / yira...yira...".
Gardel le grabó sus primeros temas: Confesión, Chorra, Esta noche me emborracho, Malevaje, Que vachaché, Secreto, Yira yira, Victoria y Sueño de juventud. Al morir en junio de 1935, quedaron huérfanos de su interpretación otros monumentos como Cambalache, Infamia, Tormento, Condena, Uno, Martirio, Canción desesperada, Tres esperanzas, Quien más quien menos, Sin palabras y El choclo.
Enrique le leyó este tango, Yira yira, a Tania, su pareja, y la toledana no entendió nada. Lo estrenó Sofía Bozán en el Teatro Sarmiento en la revista "Qué hacemos con el estadio", y en pocos días lo cantaba todo Buenos Aires. Un día -recordaba Tania- lo paró un reo por la calle a raíz de este suceso y le dijo: "¡Qué mente, Enrique!"
Y el vate le contestó: "Sí, hoy me cortaron el gas..."
Después, en un zoco de Tetuán, en Marruecos, se emocionaría hasta las lágrimas cuando un viejo vendedor lo tarareaba en su precario español.
Vamos a disfrutarlo en su diálogo con Gardel y escuchamos el tango en la voz maravillosa del Morocho.
jueves, 19 de julio de 2012
Osvaldo Miranda
Posteriormente se dedicaría a la interpretación y comenzaría en cine con un pequeño papel en "Los muchachos de antes no usaban gomina", donde debuta Hugo del Carril. Y pasaría a vivir a full la etapa de oro del cine argentino, mostrando sus grandes dotes para la comedia.
Con Irma Córdoba formarían la pareja teatral perfecta para ese tipo de obras y en televisión alcanzaría enorme popularidad. Recibió una gran cantidad de premios por sus actuaciones.
Tuve la suerte enorme de ser su amigo. Él me contó en un programa de Radio que yo conducía, cómo Discépolo acuñó la palabra sanata, hoy tan en boga, al representar un diálogo con Fidel Pintos en Wünder bar. Fué íntimo amigo de Discépolo, que murió en sus brazos. Un momento que nunca pudo olvidar. Y contaba que su mayor orgullo había sido ése, ser amigo de Discepolín. "El fue mucho mi hermano, un poco mi padre y un poco mi hijo. La amistad con Discépolo fue el premio más grande que recibí en mi vida".
Aníbal Troilo también fue amigazo de Osvaldo, que en realidad fue un tipo muy querido en el ambiente.
Era hincha de Atlanta, el club del barrio de Villa Crespo, donde él nació, en un hogar muy humilde. Su padre murió cuando él tenía 8 años y la madre, española, regentaba un almacén. Lo encontré varias veces en la cancha de la calle Humboldt, en épocas gloriosas para el club bohemio, gritando como loco los goles.
Vivía en la calle Corrientes, al lado de la chocolatería La Giralda. Yo le tiraba de la lengua para que me contase anécdotas de Fernando Lamás, ese actor argentino que llegó a Hollywood con él y Roberto Airaldi para filmar "Los vengadores", y nunca más volvió a Buenos Aires. Fue el amante de grandes estrellas del cine norteamericano. Y ellas lo ayudarían a tener papeles importantes en la Meca del cine. Y Osvaldo era un fenómeno hilvanando recuerdos en ese sentido, porque mantuvo la amistad con Lamas hasta su muerte.
Hoy lo traigo al querido Osvaldo a este rincón, en una escena de la película "El viejo Hucha", dirigida por Lucas Dermare (hermano de Lucio), y con guión de Homero Manzi y Petit de Murat. En ella trabajaría incluso un jovencito Alberto de Mendoza. Miranda hace el papel del hijo empeñado en componer un tango. Muestra en el filme la desenvoltura y simpatía que caracterizaría su carrera.
Finalmente consigue su obejtivo y lo cantará él mismo, en el estreno del tango. En realidad Osvaldo pone su físico y la mímica, porque ya había decidido ser actor y no cantor. Y dobla a Juan Carlos Miranda, el cantor de Chivilcoy, en la versión que éste grabó con la orquesta de Lucio Demare y estrenaron en Radio El Mundo en enero de ese año.
Pero la película le dio otro empujón a ese tango que sería todo un clásico, y acá podemos verlo.
miércoles, 18 de julio de 2012
El Zorro
Pepe Iglesias, El Zorro, fue un destacadísimo actor cómico de los años cuarenta y cincuenta, especialmente de la radiotelefonía. Y en cine hizo varias películas con mucho éxito.
Posteriormente se radicaría en España, donde me llamaría la atención, al vivir acá, cómo recordaban sus sketchs y sus dichos. Realmente era muy gracioso, dinámico, con mucho sentido del ritmo, y siendo empleado de una compañía de dentífricos, se presentó a un programa de radio donde ganó un concurso tocando melodías con un lápiz que hacía golpear contra sus dientes.
Era capaz de hacer ritmo incluso con una cajita de fósforos.
Allá por el 72 o 73 teníamos un programa en Canal 9, de Argentina, que se llamaba Pálpitos, con Irma Roy y Bernardo Neustadt. Lo grabábamos los jueves y se emitía los domingos al mediodía, antecediendo a la jornada de fútbol, porque terminábamos haciendo pronósticos de los distintos partidos, los invitados y nosotros. Neustadt e Irma eran hinchas de Racing y siempre lo daban como ganador. A veces acertaban...
Yo seleccionaba los invitados y participaba permanentemente por mi condición de Jefe de Deportes del Canal. Un día Irma invitó a Pepe Iglesias, que había retornado al país, aunque estaba retirado de la actividad. Lo vi muy joven de aspecto, y eso me llamó la atención. Pero, curiosamente, a la hora de intervenir lo noté muy apagado, sin chispa, lejos de la imagen cinematográfica que yo tenía de él.
Hoy lo traigo al Blog porque canta un tango en la película: Dos amigos y un amor, que dirigió Lucas Demare en 1937. El productor era Francisco Canaro, que perdió bastante dinero en su aventura cinematográfica.
Pepe relataba orgulloso, e irónicamente: "En esa película debuté en el cine y canté un tango con la orquesta de Francisco Canaro, que se llamaba: Hay que aclarar. Y después de eso me llevó a una gira por Uruguay. Así que puedo decir que fui cantor de Canaro...".
Poco después filmó, también con Demare "Veinticuatro horas en libertad"
Yo lo traigo como curiosidad, cantando: Hay que aclarar, en el filme citado. La música es de Canaro y la letra de Ismael Aguilar y G.F. Martinelli Massa.
Posteriormente se radicaría en España, donde me llamaría la atención, al vivir acá, cómo recordaban sus sketchs y sus dichos. Realmente era muy gracioso, dinámico, con mucho sentido del ritmo, y siendo empleado de una compañía de dentífricos, se presentó a un programa de radio donde ganó un concurso tocando melodías con un lápiz que hacía golpear contra sus dientes.
Era capaz de hacer ritmo incluso con una cajita de fósforos.
Allá por el 72 o 73 teníamos un programa en Canal 9, de Argentina, que se llamaba Pálpitos, con Irma Roy y Bernardo Neustadt. Lo grabábamos los jueves y se emitía los domingos al mediodía, antecediendo a la jornada de fútbol, porque terminábamos haciendo pronósticos de los distintos partidos, los invitados y nosotros. Neustadt e Irma eran hinchas de Racing y siempre lo daban como ganador. A veces acertaban...
Yo seleccionaba los invitados y participaba permanentemente por mi condición de Jefe de Deportes del Canal. Un día Irma invitó a Pepe Iglesias, que había retornado al país, aunque estaba retirado de la actividad. Lo vi muy joven de aspecto, y eso me llamó la atención. Pero, curiosamente, a la hora de intervenir lo noté muy apagado, sin chispa, lejos de la imagen cinematográfica que yo tenía de él.
Filmada en España en 1953 |
Pepe relataba orgulloso, e irónicamente: "En esa película debuté en el cine y canté un tango con la orquesta de Francisco Canaro, que se llamaba: Hay que aclarar. Y después de eso me llevó a una gira por Uruguay. Así que puedo decir que fui cantor de Canaro...".
Poco después filmó, también con Demare "Veinticuatro horas en libertad"
Yo lo traigo como curiosidad, cantando: Hay que aclarar, en el filme citado. La música es de Canaro y la letra de Ismael Aguilar y G.F. Martinelli Massa.
martes, 17 de julio de 2012
El Mortero del Globito
El tango y el fútbol son pasiones hermanadas de los argentinos, especialmente de los porteños. Carlos Gardel registró varios temas futboleros, aunque él prefería otra cancha: la de los caballos de carrera.
Hoy vengo con un tango que cantaban los mayores del barrio, en mi época adolescente. El Club Atlético Huracán tiene el estadio y la Sede social en Parque Patricios, ésta última justo frente al Parque. Y allí le dí cauce a mis iniciáticos yeites milongueros, a los 16 años, con chicas y muchachos que venían de todos los barrios para bailar tango en sus hermosos y espaciosos salones.
La letra de este tango pertenece, curiosamente, a un poeta de estirpe: Francisco García Jiménez y la música al bandoneonista y director Miguel Padula, autor también de Lemita, en homenaje al arquero de San Lorenzo: Lema, que era bajito de estatura, pero salió campeón con su equipo en 1933. Y de Cabecita de oro, dedicado a Roberto Cherro, futbolista de Boca Juniors.
Herminio Masantonio, "El mortero del Globito", como lo tildó García Jiménez, había comenzado en el boxeo, también muy popular en aquellas barriadas de entonces, y luego dió cauce a su alma de delantero centro y goleador. Es el tercer máximo goleador de la historia del futbol argentino con 255 goles.
Era fuerte, aguantaba todos los golpes, y a la vez muy noble. Solamente se enojaba ante la injusticia y si le pegaban a un compañero, especialmente a Tucho Méndez que jugaba a su lado con 17 años y ya era un crack. Y les voy a contar una historia que vale la pena.
En el Campeonato Sudamericano de 1935 intervinieron 4 equipos. Uruguay, Argentina, Chile y Perú. Argentina ganó a Chile y Perú con sendas goleadas y llegó a la final con Uruguay que ganó esos dos partidos anteriores por la mínima.
Los uruguayos tenían fama de bravos y buscaron todo el partido de provocar a Masantonio, que iba al frente como loco, pero, se fue aguantando todo los golpes y las palabras.. Los celestes se pusieron arriba 3-0 y el partido estaba prácticamente liquidado, aunque Lorenzo Fernández, el caudillo uruguayo, seguía buscándolo a Masantonio. En una jugada le hacen falta al argentino Diego García, el juego sigue y cuando Masa va a rematar a gol, Fernández lo zancadillea de atrás y además al verlo en el suelo lo trata con palabras insultantes.
¡Para qué! Masa se levanta y lo lleva a puñetazo limpio unos cuantos metros, hasta que Fernández logra hacer pie y se dan a lo bestia. La pelea fue histórica y se comentó durante años. Los compañeros de ambos hacían rueda y como en el tango: "Los dos guapos se trenzaron en el Bajo". El adjetivo guapo señala al valiente, al temerario, por aquellos lares.
En la peluquería de mi barrio estaban las fotos de aquella pelea y yo no paraba de mirarlas, de niño.
El caso es que, cuando Masantonio tenía apenas 46 años, caía abatido por un cáncer y estaba internado en el Hospital Rawson de la Capital. Y llegó una tarde de Montevideo, a verlo, Lorenzo Fernández. Se abrazaron, lloraron, rieron y al despedirse, quedaron en verse en alguna parte...
Así se cerró la historia de aquel duelo entre dos guapos de verdad. De dos hombres de agallas.
En su día le dediqué este poema al buenazo de Masantonio que tiene una calle y un parque a su nombre en el barrio que lo idolatró.
21- El Mortero del Globito
Hoy vengo con un tango que cantaban los mayores del barrio, en mi época adolescente. El Club Atlético Huracán tiene el estadio y la Sede social en Parque Patricios, ésta última justo frente al Parque. Y allí le dí cauce a mis iniciáticos yeites milongueros, a los 16 años, con chicas y muchachos que venían de todos los barrios para bailar tango en sus hermosos y espaciosos salones.
La letra de este tango pertenece, curiosamente, a un poeta de estirpe: Francisco García Jiménez y la música al bandoneonista y director Miguel Padula, autor también de Lemita, en homenaje al arquero de San Lorenzo: Lema, que era bajito de estatura, pero salió campeón con su equipo en 1933. Y de Cabecita de oro, dedicado a Roberto Cherro, futbolista de Boca Juniors.
Herminio Masantonio, "El mortero del Globito", como lo tildó García Jiménez, había comenzado en el boxeo, también muy popular en aquellas barriadas de entonces, y luego dió cauce a su alma de delantero centro y goleador. Es el tercer máximo goleador de la historia del futbol argentino con 255 goles.
Era fuerte, aguantaba todos los golpes, y a la vez muy noble. Solamente se enojaba ante la injusticia y si le pegaban a un compañero, especialmente a Tucho Méndez que jugaba a su lado con 17 años y ya era un crack. Y les voy a contar una historia que vale la pena.
En el Campeonato Sudamericano de 1935 intervinieron 4 equipos. Uruguay, Argentina, Chile y Perú. Argentina ganó a Chile y Perú con sendas goleadas y llegó a la final con Uruguay que ganó esos dos partidos anteriores por la mínima.
Los uruguayos tenían fama de bravos y buscaron todo el partido de provocar a Masantonio, que iba al frente como loco, pero, se fue aguantando todo los golpes y las palabras.. Los celestes se pusieron arriba 3-0 y el partido estaba prácticamente liquidado, aunque Lorenzo Fernández, el caudillo uruguayo, seguía buscándolo a Masantonio. En una jugada le hacen falta al argentino Diego García, el juego sigue y cuando Masa va a rematar a gol, Fernández lo zancadillea de atrás y además al verlo en el suelo lo trata con palabras insultantes.
¡Para qué! Masa se levanta y lo lleva a puñetazo limpio unos cuantos metros, hasta que Fernández logra hacer pie y se dan a lo bestia. La pelea fue histórica y se comentó durante años. Los compañeros de ambos hacían rueda y como en el tango: "Los dos guapos se trenzaron en el Bajo". El adjetivo guapo señala al valiente, al temerario, por aquellos lares.
En la peluquería de mi barrio estaban las fotos de aquella pelea y yo no paraba de mirarlas, de niño.
El caso es que, cuando Masantonio tenía apenas 46 años, caía abatido por un cáncer y estaba internado en el Hospital Rawson de la Capital. Y llegó una tarde de Montevideo, a verlo, Lorenzo Fernández. Se abrazaron, lloraron, rieron y al despedirse, quedaron en verse en alguna parte...
Así se cerró la historia de aquel duelo entre dos guapos de verdad. De dos hombres de agallas.
En su día le dediqué este poema al buenazo de Masantonio que tiene una calle y un parque a su nombre en el barrio que lo idolatró.
MASANTONIO
“Y grita la barra de Parque Patricios:
“Y grita la barra de Parque Patricios:
¡Tirá Masantonio!, ¡Herminio tirá....!”,
El
mortero del Globito
El afirmado mocetón que ansioso ensaya
el cross al esternón en una esquina
del ring, tiene el corazón en otra laya.
Su oficio vive sin pasión y en tanto afina
el derechazo puntual al oponente,
intuye el escenario que a él lo anima.
Las vueltas de la vida y de repente,
los guantes los archiva, se retoba;
los cambia por botines refulgentes
y en la Quema, festejan sus goles por
arroba
y él disfruta junto a Tucho de asistente,
su terca vocación de centrofóbal.
Y ahora escuchamos el tango de marras, grabada por la Orquesta Típica Víctor con la voz de Alberto Gómez, el 9 de mayo de 1933. Las variaciones finales de Freddy Scorticatti son de órdago.
21- El Mortero del Globito
lunes, 16 de julio de 2012
Bailemos
Se trata de un tango clásico que saltó al éter y a las calles en la década del cincuenta y se convirtió en un éxito total, que aún perdura.
Alberto Morán, el gran cantor que atraía como un imán a las mujeres milongueras que gritaban y suspiraban cuando el Flaco cerraba los ojos, se atornillaba al micrófono como abrazándolo y gemía esos tangos, que volvían loca incluso a su numerosa hinchada masculina.
Después de diez maravillosos años con Osvaldo Pugliese, Morán decide embarcarse en la aventura de solista, acompañado por la orquesta de Armando Cupo. Y para asegurarse el feliz resultado del cambio, llamó al bandoneonista Pascual Mamome, que le había arreglado Y volvemos a querernos, de Leocata y Aznar, cuando estaba con Pugliese, después de haber hecho lo mismo con Sassone-Casal en ese tema.
Por eso pensó el Flaco que su presencia en su doble papel de bandoneonista y arreglador le iba a ser de muchísima utilidad.
El debut fue en la Confitería Montecarlo de Corrientes y Libertad, donde pasé gloriosas noches de la época y me hice amigo del tano Morán.
El baile -a sala llena todas las noches- terminaba a las 4 de la mañana. Una de esas madrugadas, Mamome viaja a Plaza Once para tomar el tren hacia el barrio de Liniers, donde vivía. En la estación se encuentra con Reinaldo Yiso, que había acertado con unas cuantas letras de tango y además era presentador de Osvaldo Pugliese.
Viajaron juntos y Yiso le cuenta a su amigo una historia que presenció esa noche en la milonga. Era una pareja que se estaba despidiendo, terminando el romance y ambos lagrimeando ante el final. Y lo hacían bailando, abrazados con enorme sentimiento que se reflejaba en sus rostros, en el gesto, en las manos.
Mamone se impresionó por el relato y le contestó: "Reynaldo,¡ éso es el tango! ¡Éso es un tango! Mañana ponete a escribir la letra y pasámela sin falta antes que se te enfríe la historia".
En efecto, en unos días le pasó el verso terminado y Mamone lo musicalizó entusiasmado. Morán lo estrenó y grabó con la orquesta de Cupo en 1955 y fue un bombazo.
Mamone dice que en todos los países que visitó, hasta en Japón, lo identificaban con Bailemos.
Debido al tremendo éxito del tema, Mamone y Yiso (Ghiso), que eran del mismo barrio, hicieron otro tema de las mismas características: Cuando no te tenga más. En esa época no existía el divorcio en Argentina.
El Flaco Morán también le dió realce a este tango porque era de su cuerda sentimental.
Vale la pena escuchar Bailemos, en la voz de su gran creador, Alberto Morán, con la orquesta de Cupo.
Bailemos
Alberto Morán (Remo Ricagno) |
Después de diez maravillosos años con Osvaldo Pugliese, Morán decide embarcarse en la aventura de solista, acompañado por la orquesta de Armando Cupo. Y para asegurarse el feliz resultado del cambio, llamó al bandoneonista Pascual Mamome, que le había arreglado Y volvemos a querernos, de Leocata y Aznar, cuando estaba con Pugliese, después de haber hecho lo mismo con Sassone-Casal en ese tema.
Por eso pensó el Flaco que su presencia en su doble papel de bandoneonista y arreglador le iba a ser de muchísima utilidad.
El debut fue en la Confitería Montecarlo de Corrientes y Libertad, donde pasé gloriosas noches de la época y me hice amigo del tano Morán.
El baile -a sala llena todas las noches- terminaba a las 4 de la mañana. Una de esas madrugadas, Mamome viaja a Plaza Once para tomar el tren hacia el barrio de Liniers, donde vivía. En la estación se encuentra con Reinaldo Yiso, que había acertado con unas cuantas letras de tango y además era presentador de Osvaldo Pugliese.
Viajaron juntos y Yiso le cuenta a su amigo una historia que presenció esa noche en la milonga. Era una pareja que se estaba despidiendo, terminando el romance y ambos lagrimeando ante el final. Y lo hacían bailando, abrazados con enorme sentimiento que se reflejaba en sus rostros, en el gesto, en las manos.
Mamone se impresionó por el relato y le contestó: "Reynaldo,¡ éso es el tango! ¡Éso es un tango! Mañana ponete a escribir la letra y pasámela sin falta antes que se te enfríe la historia".
En efecto, en unos días le pasó el verso terminado y Mamone lo musicalizó entusiasmado. Morán lo estrenó y grabó con la orquesta de Cupo en 1955 y fue un bombazo.
Mamone dice que en todos los países que visitó, hasta en Japón, lo identificaban con Bailemos.
El Cholo Mamome sigue firme en la brecha a los 91 |
Debido al tremendo éxito del tema, Mamone y Yiso (Ghiso), que eran del mismo barrio, hicieron otro tema de las mismas características: Cuando no te tenga más. En esa época no existía el divorcio en Argentina.
El Flaco Morán también le dió realce a este tango porque era de su cuerda sentimental.
Vale la pena escuchar Bailemos, en la voz de su gran creador, Alberto Morán, con la orquesta de Cupo.
Bailemos
domingo, 15 de julio de 2012
Claudio y Vito
De repente se armó una pareja tanguera de machos en Madrid.
Los hombres jamás bailaron entre sí el tango, como se empeñan en repetir como loros, los pseudo historiadores que surgen como hongos y no conocen la historia.
Los que sí la hemos estudiado e investigado con la gente muy mayor cuando éramos jóvenes, sabemos que todo surge de una foto cualquiera de dos hombres abrazados. Eso se hacía en las habituales prácticas, cuando a las chicas no se les permitía salir de noche para esos menesteres.
Entonces para aprender a bailar el tango, los más novatos debíamos hacer el papel de la mujer y es así cómo se aprendía entonces a bailar el tango. Cuando ya dominábamos los secretos: la postura, el eje, el compás, la circulación, pasábamos a ejercer el rol del hombre que conduce. Y los que venían de atrás tenían que pasar por el mismo sendero. Y es así cómo mejor se dominan los secretos del baile de tango.
Y por esas casualidades, que a veces se dan y derivan en algo bueno, Claudio y Vito se encontraron. Claudio es argentino, de Bariloche y aprendió a bailarlo en su hermosa ciudad con una pareja mayor. Tiene condiciones naturales para el tango. Es elegante, tiene muy buena figura y su baile rezuma naturalidad.
Vito es peruano, de Lima, no bailaba tango. Lo aprendió en Madrid. Y no sólo lo aprendió sino que también encontró su estilo. A comienzos de 2009, se conocieron y decidieron montar una milonga, que se llamó La covacha y en poco tiempo consiguieron congregar a una gran cantidad de milongueros.
Antes de la milonga daban clases y uno de los dos, tenía que asumir el rol femenino. Se alternaban en ello y era tan vistosa la armonía de movimientos de la pareja -pese a la masculinidad de ambos-que una persona que asistió a la clase les preguntó si podían dar una clase en Málaga. Y fueron.
Era el comienzo de otra historia.
Hoy los llaman de festivales de toda Europa y han conseguido una perfección de movimientos, unido a una elegancia notable y muy buena interpretación de la música que están bailando. Sus coreografías llaman realmente la atención por la personalidad de la pareja, la prolijidad, las sutilezas de sus figuras y una gran sincronización en el intercambio permanente de roles.
Pueden comprobarlo viéndolos en accíón. Primero en un tango. Mi dolor, por Juan D'Arienzo.
Y en una Milonga de mis tiempos, por Francisco Canaro.
Y por último una audacia, pero que sirve como divertimento y demostración de dominio del ritmo. Un rock-tango
Los hombres jamás bailaron entre sí el tango, como se empeñan en repetir como loros, los pseudo historiadores que surgen como hongos y no conocen la historia.
Los que sí la hemos estudiado e investigado con la gente muy mayor cuando éramos jóvenes, sabemos que todo surge de una foto cualquiera de dos hombres abrazados. Eso se hacía en las habituales prácticas, cuando a las chicas no se les permitía salir de noche para esos menesteres.
Entonces para aprender a bailar el tango, los más novatos debíamos hacer el papel de la mujer y es así cómo se aprendía entonces a bailar el tango. Cuando ya dominábamos los secretos: la postura, el eje, el compás, la circulación, pasábamos a ejercer el rol del hombre que conduce. Y los que venían de atrás tenían que pasar por el mismo sendero. Y es así cómo mejor se dominan los secretos del baile de tango.
Y por esas casualidades, que a veces se dan y derivan en algo bueno, Claudio y Vito se encontraron. Claudio es argentino, de Bariloche y aprendió a bailarlo en su hermosa ciudad con una pareja mayor. Tiene condiciones naturales para el tango. Es elegante, tiene muy buena figura y su baile rezuma naturalidad.
Vito -izq-acaba de cumplir 30 años. Claudio -der.- tiene 25 |
Antes de la milonga daban clases y uno de los dos, tenía que asumir el rol femenino. Se alternaban en ello y era tan vistosa la armonía de movimientos de la pareja -pese a la masculinidad de ambos-que una persona que asistió a la clase les preguntó si podían dar una clase en Málaga. Y fueron.
Claudio Cardona y Vito Muñoz tienen un brillante futuro por delante |
Hoy los llaman de festivales de toda Europa y han conseguido una perfección de movimientos, unido a una elegancia notable y muy buena interpretación de la música que están bailando. Sus coreografías llaman realmente la atención por la personalidad de la pareja, la prolijidad, las sutilezas de sus figuras y una gran sincronización en el intercambio permanente de roles.
Pueden comprobarlo viéndolos en accíón. Primero en un tango. Mi dolor, por Juan D'Arienzo.
Y en una Milonga de mis tiempos, por Francisco Canaro.
Y por último una audacia, pero que sirve como divertimento y demostración de dominio del ritmo. Un rock-tango
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