Acaso sean muchos los nombres fundamentales que encierra la historia del tango. Pero es indudable que el de Carlos Di Sarli exige su inclusión irremisible dentro de la más escueta y restringida nómina que pudiera proponerse.
Pianista, compositor y director de orquesta de primerísima magnitud, llegaba a la meta de su postergada consagración -lo mismo que otras grandes figuras del tango- con una foja artística tan intensa como descollante.
La orquesta de Carlos Di Sarli en los 40 con su cantor Roberto Rufino |
El estilo Di Sarli, que se ha mantenido casi inalterable desde sus comienzos allá por 1926, tiene vinculaciones esenciales con la primitiva modalidad orquestal de Osvaldo Fresedo. Sin mayores preocupaciones de carácter armónico, las versiones de la orquesta de Carlos Di Sarli están invariablemente ajustados a un esquema establecido, cuyo interés sonoros se logra por conducto de una gama de matices muy precisos, y a la vez, muy sutiles, alternando en acertados contrastes los "stacattos" con los ligados y los "crescendos" con los pianísimos.
El empleo de la cuerda al unísono, prescindiendo casi invariablemente de los bandoneones como voz cantante, y la permanente labor del propio Di Sarli con su inimitable conducción pianística, así como los contracantos del primer violín Roberto Guidsado -plenamente identificado con su forma de expresión- conceden su colorido característico al conjunto.
Pero dentro de esa homogénea estructura instrumental, no cabe duda que lo más importante como aporte interpretativo desde el punto de vista de la creación, radica en el estilo pianístico de Carlos Di Sarli, con su fabulosa mano izquierda marcando un ritmo de tango de sencilla contextura y profunda emotividad.
La orquesta de Carlos Di Sarli, modelo de tango clásico, realzado por concepciones musicales de muy interesante contenido, que su director procuró siempre superar hasta en su composición numérica -el último de sus conjuntos alineaba en la fila de violines a Roberto Guisado, Elvino Vardaro, Simón Bajour, Antonio Rossi, Claudio González, Elías Slon, Juan Scaffino y Carlos Arnaiz- contó con la adhesión apasionada de legiones de admiradores, que no admiten todavía otra modalidad instrumental que no sea aquella protagonizada por el desaparecido maestro.