Éste es Elías Antúnez, uno de los más destacados jockeys de los principales hipódromos argentinos en una época de oro para el turf, por las multitudes que acudían a los recintos de Palermo, San Isidro y La Plata.
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domingo, 25 de agosto de 2024
El yacaré
martes, 20 de agosto de 2024
Troilo habla de Perón
"Voy a hablar del Perón de la primera presidencia. Tuve la suerte de conocerlo. ése, del que la historia de Buenos Aires va a tener que hablar... La historia de la Argentina... Era entrador, simpático. Y con un talento extraordinario.
En una época lo veía día por medio... Yo trabajaba en el Tibidabo con mi orquesta y él, sí, iba día por medio... Era coronel. Años más tarde me llamaron para hacer El patio de la morocha. Yo dije que, tratándose de esa obra, lo más lógico era que la hiciera Marianito (Mores), el autor de la música. Yo creía eso, ¿no?
En la imagen están Perón, Troilo y un ministro |
Pero viene Cátulo (Castillo) y me dice que en la Subsecretaría (de Prensa y Difusión), querían que fuera yo. Más todavía: si yo no aceptaba, la obra no se hacía. Al fin, acepté. Éramos ciento cuarenta y seis personas en la compañía. Yo no era peronista. Ni anti-peronista, porque yo me sentí libre y me siento libre, ninguna idea política pudo , todavía, corromper mis sentimientos.
Entonces, de los ciento cuarenta y seis, ciento cuarenta y cinco se pusieron rigurosamente el escudito peronista en la solapa del saco. Yo no. ¡Y nunca me dijeron una palabra!
Para el día del debut yo tenía una pintusa bárbara. Esmoquin...y había hecho régimen, había adelgazado 14 kilos. Cuando salí al escenario vi que el viejo estaba en el palco con Delia Parodi. con mi gran amiga Delia Parodi....
Bueno, al verme en línea, Perón le dijo a Delía: "Oiga, dígale que me dé la receta, que me la sarpe..."
Bien lunfa. Dijo "sarpe", que quiere decir "pase". ¡Se las sabía todas!".
miércoles, 14 de agosto de 2024
Bajo el cielo azul
Este valsecito de Ivo Pelay y Francisco Canaro nació en 1941, creado por ambos para la obra teatral "La historia del tango". Lo cantaba Francisco Amor que interpretaba el papel de Ángel Villoldo en la misma. Y sigue haciéndonos disfrutar en la pista al ritmo que le da Pirincho Canaro con su orquesta, o Francisco Lomuto que lo llevó al disco con su cantor Fernando Díaz.
La relación plácida de la pareja activa el mito romántico sin melindre costumbrista. Y en el merodeo de los detalles, poéticamente eficaces, la aprehensión del entorno en el que se vivifica el amor de la pareja, le da vuelo a la poesía. El valsecito tiene algo de folklórico, su legado musical subvierte los códigos del tango envolviéndonos en su melodía. Y mezclando lo interior y exterior, nos transporta...
Pelay se instala poéticamente en la falda de la montaña y va pintando "una taperita nacarada", que viene a ser una especie de ranchito donde se consuman el amor y los sueños de la pareja. En medio de la geografía musical va mostrándonos la belleza de los ojos de ella, la mujer de sus sueños. Que son los que inspiran la paleta autoral de los versos.
Plena de luz, plena de sol, plena de fe y amor
Junto a la humildad de sus terrones
Y entre sus vergeles soñadores
Hay unos ojazos tentadores
Que embrujan al brillar, fascinan al reír y besan al mirar.
Los bellos ojos de mi amor
Que cautivaron mi querer
Con su cegante resplandor
Son las pupilas de quien es
La dueña de mi corazón
La bien amada, fiel, la compañera ideal
Con labios de clavel y risa de cristal
Para ella mi cantar triunfal
Las alas de mi inspiración
En un divino madrigal
Es ella, bajo el cielo azul
La diosa que, en mi soledad
Me lleva hasta el radiante edén de mi felicidad.
martes, 13 de agosto de 2024
" A LA URUGUAYA"
FOTOS CON HISTORIA
RICARDO BONAPELCH el “más hincha de todos los hinchas” de “El Mago”.
Uno de los hechos mas sonados en la crónica roja uruguaya de los años treinta fue la muerte de José Salvo . Hoy los invitamos a recordar esta crónica del Inolvidable JUMA y de paso recomendarles la Novela de Hugo Burel editada este año: El Caso Bonapelch, en donde la ficción se mezcla con hechos reales con muy buen resultado.
JUMA narraba con su estilo:
El 19 de abril de 1933 cuando salía del cine Alzáibar en la Avenida Agraciada, luego de presenciar la función de estreno de la película "King Kong", fue atropellado por un automóvil el conocido empresario montevideano don José Angel Salvo, miembro de una familia de hondo arraigo en la sociedad contemporánea y quien llevara adelante además, el emprendimiento de la construcción del palacio en la Plaza Independencia que inmortalizó su apellido.
Las heridas recibidas por el impacto fueron de tal magnitud que pocos días después fallecería como consecuencia de ellas. El vehículo que lo atropelló era conducido por Artigas Guichón, quien luego de las tramitaciones judiciales de estilo y tras llegarse a la convicción de que no había existido intencionalidad en el caso, recuperó su libertad.
Sin embargo los familiares de Salvo y sus allegados más íntimos nunca se conformaron con este dictamen, y sostuvieron siempre que el accidente no había sido tal. Muchos se animaban a sugerir que detrás de todo ese asunto había alguna oscura premeditación, e incluso algunos decían en voz baja que no sería ajeno a ella Ricardo Bonapelch, yerno del infortunado empresario con quien éste mantenía una relación muy “tirante” ya que aquel lo definía como un “caza dotes” que había enamorado a su hija María Luisa solamente para hacerse de su herencia y dilapidar la fortuna que a él tanto le había costado -según sus dichos- conseguir.
Un año trágico
1933 fue para nuestro país un año trágico en el orden institucional. El 31 de marzo se produjo el golpe de Estado que llevó a Gabriel Terra a la Presidencia y el mismo día en una actitud que sería su más trascendente herencia de dignidad, Baltasar Brum se suicidaba en la puerta de su domicilio antes de ser detenido por las fuerzas de represión dictatoriales. Fueron largas horas de angustia ya que el ex presidente había anunciado que si la dictadura pretendía detenerlo, así lo haría antes de entregarse. Fue en esos días también que en el antiguo camino a Pando, un retén policial asesinó a balazos al joven Héctor Grauert, de apenas 31 años que regresaba de un mitin político en Minas. En los Estados Unidos se abolía la llamada “Ley seca” y en la vecina Argentina, a los 81 años de edad fallecía don Hipólito Irigoyen.
Bonapelch y Gardel
¿Pero quién era en realidad Ricardo Bonapelch? Había nacido en las cercanías de Villa Muñoz. Desde muy niño manifestó una profunda devoción por Carlos Gardel que en aquellos años era el artista más famoso del Río de la Plata. En sus años de juventud y bohemia solía pararse en la vereda de una casa de música que había en Villa Muñoz (encargado de la cual era Vernazza, quien con los años llegaría a ser uno de los grandes dibujantes de este país) y allí se pasaba las horas escuchando los discos de Gardel que se irradiaban en una de aquellas (por entonces modernísimas) vitrolas RCA Victor.
Cuentan que solía decir: “El día que tenga plata los voy a comprar todos…”. Vernazza, tratando de complacer a aquel muchacho tan apasionado por Gardel, pasaba un disco tras otro mientras lo veía allí en la vereda ensimismado. Un día el joven admirador del “Zorzal Criollo” desapareció del barrio y nada más se supo de él por un buen tiempo.
El propio Vernazza contaría luego que tras esa larga ausencia, un buen día paró un coche en la puerta de la casa de música y de él bajó un “doble” de Carlos Gardel, peinado a la gomina igual que él, con un gacho gris en su cabeza requintado sobre la frente, traje con idéntico corte, corbata al tono y hasta polainas en los zapatos. Era aquel muchacho, Ricardo Bonapelch, que venía a cumplir su promesa. Compró todos los discos de “El Mago” y la mejor ortofónica “Victor” para escucharlos.
Se supo después que su suerte había cambiado al contraer nupcias con María Luisa Salvo, una de las herederas más ricas del país, hija justamente de don José Salvo de cuya muerte refiriéramos al principio de esta historia. Bonapelch viajó a Buenos Aires y por medio de conocidos comunes logró que le presentaran a Gardel. Entre ambos nació una sincera amistad y el muchacho de Villa Muñoz se jactaba ante todos de ser el “más hincha de todos los hinchas” de “El Mago”.
Lo obsequió de varias formas, incluso comprándole la famosa casa de la calle Pablo Podestá. Cuando el cantor viajaba a Montevideo, Ricardo lo esperaba en el puerto y le daba su auto para que lo utilizara. Gardel sentía por él un sincero afecto y muchos dicen que Bonapelch se sabía su repertorio íntegramente de memoria y agregan que cantando sus temas fue lo más parecido al “Morocho” que se escuchó por aquellos tiempos. Su pinta, su fama de “bon vivant” y su simpatía le habían dado una “buena reputación” en los círculos tangueros y los piringundines de la ciudad, donde solía pasar largas ” tenidas” entre copas, amigos, mujeres y, por supuesto, tangos de Gardel.
Su tren de vida escandalizaba a la familia Salvo y a todos los círculos sociales a los que ella pertenecía y se dijo que afligía enormemente a su esposa, quien vivía torturada por esa faceta de su marido de la cual antes de casarse no tuvo noticias. Esta era una de las principales razones por las cuales don José Salvo no apreciaba en absoluto a su yerno, aunque había consentido en su matrimonio por imperio de las circunstancias. Por ello muchos creían que el émulo gardeliano algo tenía que ver en aquella muerte y más aún al enterarse que Guichón, el protagonista del accidente, era compañero de juergas suyo y asiduo concurrente al bar Jauja como él, con mujeres ” de vida alegre”. Aunque esos rumores ganaron la calle desde el principio, nada pudo probarse. Pasaron los años y solamente los que tenían intereses en la herencia de Salvo no cejaron en su empeño de inculparlo.
Guichón “se arrepiente”
Dos años después, en 1935, la tragedia de Medellín conmovería al mundo con la muerte de Carlos Gardel en un accidente aéreo. El golpe emocional para Ricardo Bonapelch fue enorme. El lo había acompañado en el Teatro Macció de San José donde dio su último recital en estas tierras el “Morocho del Abasto” y en su auto lo había llevado hasta el puerto para despedirlo allí con un abrazo que ninguno de los dos imaginó que sería el último. Se le vio por entonces más que antes en los piringundines del Bajo, canturreando tangos de Gardel en voz baja, aplastado por el dolor de la pérdida de su amigo y por los rumores que la familia Salvo había echado a andar sobre su responsabilidad en la muerte de su suegro.
Ocho años después de ello, y cuando ya casi nadie recordaba el accidente frente al cine Alzáibar, Guichón (que tenía ganada buena fama de no ser “trigo limpio”) se presentó “voluntariamente” ante la Justicia y declaró que él había matado a José Salvo atropellándolo con su coche, a instancias de Ricardo Bonapelch. Sin ninguna otra prueba que estas declaraciones, éste fue detenido, juzgado y condenado a 24 años de prisión.
En 1955, cuando cumplió 55 años de edad y afectado por un cáncer terminal, Bonapelch fue autorizado por la Justicia a volver a su viejo Barrio Reus para morir allí, cosa que pasó días después en medio de la pobreza, la misma pobreza de cuando “con la ñata contra el vidrio” (como el botija del tango) escuchaba en la vereda los discos de 78 RPM del “Mago” que Vernazza hacía girar en la vitrola a manija, soñando tener un día mucha plata para “comprárselos todos”.
En la opinión pública quedó siempre la gran duda sobre la justicia de su condena. Los herederos de Salvo, lograron al fin que uno menos participara del reparto. *
Fuente: http://www.lr21.com.uy/
Foto: Carlos Gardel y Ricardo Bonapelch (primero a la izquierda) Fuente: El País
viernes, 9 de agosto de 2024
Rosas de abril
Vuelvo con este valsecito de Eugenio Cárdenas y el fueye mercedino Rafael Rossi, compuesto en 1927, año en que lo grabara y le diera cuerda Carlos Gardel con sus guitarristas José Ricardo y Guillermo Barbieri. Ya conté que lo conocí a Rafael Rossi por un compañero mío de la colimba que era también de Mercedes. Su padre, músico y cantor, fue compañero de aventuras de Rossi en sus comienzos.
Por eso íbamos juntos a Radio del Pueblo para escuchar al conjunto que dirigía este bandoneonista y luego solíamos tener charletas con él, incluso en el café que había en la esquina de la emisora. Era un tipo muy amistoso, yo le tiraba algunas preguntas y él se explayaba con nosotros como si nos conociéramos de siempre. Había sido muy amigo de Gardel y eso era lo que más me atraía a mí para preguntarle.
Nos contaba que el gran cantor solía pedirle que le pasara la música de temas que iba a interpretar. Y además le grabó nada menos que 17 temas suyos. Los tangos Ave cantora, Como abrazao a un rencor, Contramarca, Corazoncito, Ebrio, Fiesta criolla, La milonga, Perdonada, P'al cambalache, Por el llano, Primero yo, Senda florida, Sos de Chiclana. También le llevó al disco una ranchera: La pastelera, el estilo Como las margaritas, la zamba Cañaveral y el valsecito que hoy recordamos.
Rosas de abril lleva versos de su gran colaborador, el poeta de Carmen de Areco, Eugenio Cárdenas (Asencio Eugenio Rodríguez), que fue también uno de los preferidos de Gardel, como lo demuestra el hecho de haber llevado al disco nada menos que 29 temas de su autoría, con distintos compositores. Y en este valsecito se despacha con el recuerdo del día que conoció a su gran amor y le dice:
El mundo de mi cielo ideal
Todas mis ansias puse en ti
Y desde entonces supe amar
Y mientras que en un velo azul
Brillaba majestuoso el sol
Yo te supe entregar mi suspiro de amor
De cuando te acercaste a mí
Porque me parecía ver
Un cielo de ternura en ti
Y de esa vez mis ansias van
Buscando tu pasión
Porque ya aumenta mi viva emoción
Y en ella mi cariño hallé
La gloria que soñé.
Te acuerdas mi preciosa hurí
Que tu alma enamorada fue
En todo mi feliz querer
Una rosa de Abril
Mujer por quien, mi ser vivió
Si tu corazón me das
He de sentir la dulce paz de mi vivir.