Yo lo vi en la Corrientes ancha,
con tu total tristeza.
Iba arrojando de sus bolsillos primaveras;
a esa altura,
ya nada más le quedaba.
Era un tiempo sin invictos,
de anotarse en todas para no perderse.
Tiempo en que su pureza se nos revelaba
por la danza en la milonga
o en el viejo "Marzotto" que se me desnudó de pibe.
Extraños alcoholes lo envolvían
para abrigarle su niñez,
instada a no morir.
Era su alto tono de rechazar desde todo ángulo tanta ferocidad.
No es hora de enumerar
pero fueron muchas cosas complotadas para rifarle el alma.
Yo lo vi vestido de gloria
sin que lo notara.
Andaba de fuego con su partitura de vida por la cara,
de manifiestos plenos por sus ojos,
de relámpagos fabulosos y de esquinas por su corazón.
ALFREDO CARLINO
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