Cuando Corrientes era música
y era un festejo la noche por sí misma
y las paredes ofrendaban
un abanico de carteles
y nombres y perfiles,
fui uno más
en las doradas mesas del Marzotto.
Cuando Corrientes era música
y sus noches, la aventura del faso,
el levante y el verso y la guiñada,
llenábamos sus horas...
Entre Cerrito y Libertad
la calle desmenuzaba fuelles como pájaros
y endulzaba los rieles
de jocundos tranvías
con la voz de Floreal o el tano Alberto...
Ignotas alusiones y cánticos
cruzaban alambrados y sombras
como mariposas que vencían los abismos
y los cerrojos,
atraídos por la calle mayor...
En esas mesas
se apiñaban los barrios
organizaban sus pasiones
sus aplausos y ritos...
Desde la oscura selva del suburbio
-y también del prolijo bacanaje-
bajaban las legiones
tarareando los cantos,
pregustando los sones
de melodías y fábulas
que abrazaban las fábricas...
HÉCTOR CHAPONIK
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