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jueves, 29 de noviembre de 2018

Eufemio Pizarro

Guardo recuerdos intensos de este tango que  hicieron entre Homero Manzi y Cátulo Castillo. He contado alguna vez que yo trabajaba en radio El Mundo con Antonio Carrizo en su programa: Mundo diez que iba desde la mañana al mediodía. A continuación venía otro de Cátulo Castillo con Luis Medina Castro. Cuando terminábamos, con Antonio nos íbamos al boliche frente a la radio a almorzar y charlotear, antes de seguir viaje al Diario  La Razón, donde yo trabajaba.

Siempre nos saludábamos con Cátulo y el Negro Medina Castro y Carrizo le decía al primero que estábamos comiendo enfrente si se quería arrimar, porque sabía de mi afición tanguera. Y Cátulo se acercó un par de veces y nos quedábamos alargando la comida con las anécdotas que le íbamos sacando. Uno de esos mediodías le hablé de Eufemio Pizarro y su asociación con Homero en el tango de marras.

Cátulo Castillo

-Sí, en un café del barrio de Boedo lo conocimos a Pizarro. El Presidente Yrigoyen lo había indultado y volvió a Buenos Aires, después de estar preso en el penal de Ushuaia -me respondió Cátulo-. Y, la verdad, nos impresionó por  su porte y su modestia al hablar... Inspiraba respeto, era parco, en su  miraba brillaba como una señal de barrio, se notaba que su encierro en Ushuaia parecía haber macerado su pena  y con Homero estuvimos conversando largo, luego del encuentro. Nos había impactado. Años más tarde, cuando muere acuchillado Pizarro,  volvimos a juntarnos con Homero y me trajo los versos de ese tango, a los cuales le puse música.

La conversa con Cátulo agrandó mi interés por este tango que salió a la luz en 1947. Homero Manzi fue "El poeta de las cosas que se fueron", como lo definió certeramente Enrique Santos Discépolo. Rastreando su obra, uno encontrará al bardo romántico que con su pincel cromático va pintando atmósferas familiares, la fugacidad de las cosas, una radiografía de la época, la sublimación del habla coloquial, las cosas que ya no están y se van transformardo en recuerdo.

                                         

Es cierto también que en el tango se destaca muchas veces la metafísica del coraje y los guapos están presentes en la cita de Celedonio Flores, de Cadícamo, de Expósito. Salen del suburbio donde nació precisamente la canción popular y adquieren nombradía porque sobresalen en la grisura de la vida diaria de los barrios proletarios, donde la inmigración plantó sus destinos de destierro.  Y Manzi lo describe así a Eufemio Pizarro.

Morocho como el barro era Pizarro,
señor del arrabal;
entraba en los disturbios del suburbio
con su frío puñal.
Su brazo era ligero al entrevero
y oscura era su voz.
derecho como amigo o enemigo
no supo de traición.
Cargado de romances y de lances
la gente lo admiró.

Aquel suburbio corralero que ya no existe más que en el recuerdo de algunos viejitos nonagenarios, lo recorrió el juvenil Homero en los requechos de Pompeya, las inundaciones, aquellos almacén-bar, donde se jugaba al truco y se empinaba ginebra, la barra de la esquina, la ventana de la novia, el silbido del tren,  todo lo que pinta magistralmente en Sur, en Barrio de tango. Y aquellos guapos de arrabal...

Quedó pintado su nombre varón                         
con luz de luna y farol, 
y palpitando en mañana lejanas
su corazón.
Decir "Eufemio Pizarro",
es dibujar, sin querer,
con el tizón de un cigarro
la extraña gloria con barro de ayer
de aquel señor de almacén.

Con un vaivén de carro iba Pizarro,
perfil de corralón
cruzando con su paso los ocasos
del barrio pobretón.
La muerte entró derecho por su pecho
buscando el corazón.
Pensó que era más fuerte que la muerte
y entonces se perdió.
Con sombra que se entona en la bordona
lo nombra mi canción.

Jamás imaginaría este morocho como el barro, que quedaría retratado para siempre en el recuerdo de un tango realizado por dos personalidades como las que firman esta obra. Curiosamente Aníbal Troilo lo tuvo en su repertorio pero jamás lo grabó. Sí lo hizo Francisco Canaro con Alberto Arenas y la certera glosa previa de mi querido amigo Julián Centeya, que también estaba en aquel programa de Carrizo y años más tarde compartimos micrófono en radio Argentina. Susana Rinaldi lo registró, incluso, y acá podemos escucharla.



martes, 27 de noviembre de 2018

BIEN MILONGA

         Ya está sonando la orquesta
          manye que compás,  
          se me van las tabas solas,
          este es un tango de Arolas,
          conmigo venga a bailar.
          Yo sé que la noches es larga
          y muchos tangos vendrán.
          Ahora estoy libre, le aviso,
          Después...
          Después ya soy un Don Juan.    
                  Félix Arena

Martes 27 de diciembre y Bien Milonga sigue abriendo sus puertas para que los milongueros de ambos sexos pasen una grata velada en el coqueto salón de la CASA de ARAGÓN-Madrid (Pza. República Argentina nº 6). Desde las 21 a las 0 horas bailamos con la selección musical milonguera de jm y la pista está en permanente ebullición. .

                           


Calentando motores, me mando el yiro por esas pistas donde se baila tango permanentemente, porque está más de moda cada día que pasa,  y con incorporaciones permanentes de nuevos bailarines y bailarinas que han aprendido a disfrutar de esta danza incomparable, en cuanto a pasión y belleza.

La parada inicial es en Portland (Estados Unidos), donde han hecho pie los maestros Gustavo Naveira y Giselle Anne. Acá los vemos bailando el tango Pavadita, por la orquesta de Alfredo De Angelis.



Seguimos en el país del Norte de América. Ahora pasamos por Chicago. Y son Fernando Carrasco y Jimena Hoeffner, los que se lucen con Quejas de bandoneón, por la orquesta Forever Tango emulando a Aníbal Troilo.


Y me mando un salto largo, como los de Tarzán, porque nos plantamos en Estambul, capital de Turquía, para ver en acción a la pareja Sebastián Achával-Roxana Suárez, bailando en el Hotel Conrad, la Milonga brava, por la orquesta de Francisco Canaro, cantando Roberto Maida.                                                            


Los motores echan humo... Y todavía no arrancó Bien Milonga. ¡Se viene una se viene...!                                        

lunes, 26 de noviembre de 2018

Laurel y Hardy en Buenos Aires

Antes de convertirse en el maravilloso dúo cómico que tantas horas felices nos hicieron pasar cuando éramos niños, Stan Laurel y Oliver Hardy actuaron en Buenos Aires. El empresario Charles Seguín fue quien los contrató. El inglés Stan Laurel llegó en 1915 y se presentó en el Teatro Casino. Oliver Hardy estuvo en 1914 y actuó en el Pabellón de las Rosas y el Parque Japonés.

Tuvieron que pasar varios años más, hasta 1927, para que el director Leo McCarey lograra el descubrimiento del dúo. "A partir de ahí no se separaron", asegura el biógrafo. Y sobrevivieron bien a ese salto tecnológico que arruinó las carreras de tantos divos del cine mudo: la incorporación del sonido a la pantalla. "No les afectó porque los diálogos eran insustanciales, no como ocurría con otras estrellas de la época como los hermanos Marx, en los que el texto hablado era tan importante", dice Louvish. "La acción, la peripecia, lo que les ocurría, era lo que contaba", sigue el autor del libro.
Oliver Hardy en 1914

Stan Laurel (circa 1915)
Las cosas estuvieron claras desde el principio en una sociedad que perduró 25 años en la pantalla, en los escenarios, con giras teatrales europeas también y en apariciones en la televisión. Todo era perfecto. Jamás se produjeron altercados por las disparidades, aunque éstas fueran enormes a veces. Unas eran de peso: si Oliver Hardy marcaba alrededor de 140 kilos en la báscula, Laurel no pasaba de 75. Pero otras eran más llamativas, como los salarios: si en 1935, Hardy había ganado 85.310 dólares, Laurel había engordado su cuenta corriente con 156.266. "El Flaco era el autor de todos los gags y los guiones. En lo creativo era mucho más lanzado que Hardy, que resultaba mucho menos ambicioso. Stan Laurel era el auténtico cerebro", certifica Louvish.

Francisco García Jiménez recuerda la entrevista que les realizara Adolfo R. Avilés, el autor de tantos tangos famosos (Gardel le grabó 7 temas), en los estudios de Hall Road, donde era difícil entrar para hacer reportajes, pero casualmente lo dejaron pasar por el hecho de ser argentino y corresponsal de El Diario..

Grata sorpresa. Se dio de manos a boca con el flaquísimo Stan laurel y el gordísimo Oliver Hardy. Y el gordísimo Hardy le espetó:
-Ou..¿Argentinou, che? ¡Muy macanudo, che viejou...!
El chapurreo estableció inmediata comunicación. Con el agregado de que el flaquísimo Laurel también se la rebuscaba con pintoresquismo idomático:
-Ou, moucho gusto, sinior.

Acapararon ambos al periodista. Y no se diga de qué manera agradeció éste esa oportunidad. Una frase mágica, allanó todo....
-¡Ou, Buenos Aires! ¡linda cousa la tangou!

Casino, Pabellón de las  Rosas y Pacho

Buenos Aires y el tango, fusionados en un grato recordar, dominaron la nostálgica charla. En 1915, Stan Laurel había venido al teatro Casino, de la calle Maipú -Music hall siempre alerta a la presentación de las grandes varietés mundiales-, con la troupe Flinn. Como no tenía mayores habilidades acrobáticas, hacía el papel de un sonso. Pero no del clásico tony del circo de alta escuela. El cuero no le daba para tanto. Era un panete común, que recibía las cachetadas y se daba los porrazos con dolorosa verdad.

-El públicou argentino era muy cachaudor -decía Laurel recordando-- Mi agaraba pir fara. dispoés mi agaró simpatía, che, pirque in una iscena de moujiganga mí, imitaba unos pasos de tangou. ¡Ou, grande ouvación mi daba, con moucha bronca di los otros compañiros del show!...

Y en ese punto intervino el gordo Hardy -que también actuó en Buenos Aires- diciendo con una estomacal murria evocativa:
Ou, qué ricas churrasquirías en Argentina! ¡Chinchoulines wonderful!


El gordo había llegado un año antes que Laurel, en 1914, para trabajar en espectáculos circenses del Pabellón de las Rosas, de Palermo, y en el Parque Japonés, del Retiro.... Dos detalles de las matinées del Pabellón de las Rosas le habían quedado grabadas en la memoria al gracioso gordo. La falta de locomoción para trasladarse hasta allí desde la Pensión del centro de la ciudad donde vivía... ¡y el tango!

.-La tramway mi dejaba a ocho coadras -decía-, que mí caminaba rimolcando las mías duscientocincoenta libras de peso. Pir eso no quisi firmar contratou pir otra añou. Ché, ¿osté poida dicirme si hay tramway, por fin hasta poerta Pabillón de las Rousas?

Cuando el periodista le dijo a Hardy  que ya era innecesario ese tranvía pues ya no existía más el Pabellón de las Rosas, por los ojos del gordo pasó una rápida nube de tristeza, desvanecida por otro recuerdo grato:
-In matinées de doumingo dil Pabillón, toucaba in salón de baile il músicou criollos"Páchou" con acordión grande incima las piernas. ¡Lindou! ¡Mí me daba cada panzada de tangou, che!

Hardy se miró con Laurel. Pensaron lo mismo. Repitieron a dúo:
-¡Ou, Buonos Aire! ¡Linda cousa la tangou!...




viernes, 23 de noviembre de 2018

Bien de abajo

Creo que vale la pena volver los pasos sobre este tango de dos importantes personajes del tango. el poeta Héctor Negro, y el bandoneonista y compositor Arturo Penón. Con un tema que seguramente debería haber tenido mayor recorrido, por su méritos poéticos y musicales, pero que nació en uno de esos momentos en que el género popular atravesaba uno de los baches que sufrió en la historia, aunque tuvo interpretaciones como las de Pugliese-Córdoba que le dieron fuerte respaldo
                                     
                       
El poeta Héctor Negro saludando a Osvaldo Pugliese y su esposa.
       
Héctor Negro revalorizó la poesía tanguera, junto con Eladia Blázquez, Chico Novarro y otros autores, en aquellos momentos de bajón, y muchas veces he destacado los méritos de su pluma luminosa y cercana a los signos y designios de la gente común. Esos sueños y sustancias que los impulsan. Los espasmos de épocas duras, los trajines cotidianos en busca del sustento y el futuro gris, lejano. Mantener viva la llama de la rebeldía y sostenerse en el ser cada nuevo día, es el mandato que se exige el poeta en este tango.

Yo soy bien de abajo y anduve a los tumbos
cuerpeando la mala y al fin le gané.
Me pesó en el lomo conservar el rumbo.
Me costó mis golpes, pero no aflojé.
Peleé por la luz que quisieron robarme
y si perdí cosas, salvé lo mejor.
Hoy tengo el orgullo de no doblegarme.
de saber que nadie me vende un buzón.

El verso ha presentado a la persona que nació en la humildad  de la casa proletaria y ha peleado para encajar su lugar en el mundo. Un tema que da para mucho y que tantos hemos vivido, inmerso en el paisaje blanco y negro de la tristeza, por tantas cosas... El peaje a pagar es alto, aunque el amor propio es una apuesta íntima que permite al protagonista salir adelante en su duro combate, con las peripecias de la lucha diaria.

Por eso mi tango nació retobado                                          
porque me he cansado de ver aguantar.
Cuando creo en alguien,
me pongo a su lado
y si estoy jugado
no me vuelvo atrás.
Y si es que mi vida
la llevo a los saltos.
Tengo tango asfalto
que caigo parao.

Soy sangre rebelde, muchacho de abajo,
yo creo en mis brazos, en lo que ellos dan.
Y del lado izquierdo  me caigo a pedazos,
cuando unos ojazos me miran de más.
Mi barrio y mi gente escuchan mi credo,
que a los barquinazos aprendí a cantar.
como un canto arisco, donde el sol que muerdo
calienta mis labios para protestar.

Sí, es una radiografía de la persona que ha conseguido sobrevivir a la adversidad y la memoria va destapando las zancadillas que sortea el personaje. La infancia mal vivida, los zarpazos soportados, el caminar siempre por abajo han forjado al hombre y una mirada femenina le sirve de caricia a tanta lucha por sobrevivir. Hermoso poema al que Penón le puso la música adecuada y que hoy retorna en esta página tanguera.

Hay registros de Rubén Juárez y Miguel Montero. Acá podemos escucharlo por Abel Córdoba con la orquesta de Osvaldo Pugliese, en la grabación realizada en junio de 1967.

Bien de abajo - Osvaldo Pugliese-Abel Córdoba


martes, 20 de noviembre de 2018

BIEN MILONGA




     ¡Noche de tangos!
     letra, acorde y confidencia, 
     en un programa hecho 
     por minas con pasión!
     Con un poema, una canción, 
     Noche de tangos
     me perfuma el corazón.

                Marta Pizzo


Y llegó el Martes, Noche de Bien Milonga, en la Casa de Aragón de Madrid. Para milonguear sin pausas, desde las 21 a las 0 horas con la música que selecciona este quía. Tandas con naftalina, para resguardar aquellos tangos, valsecitos y milongas de las orquestas del 40 y 50 que no tienen reposición, y nos siguen iluminando el cuore y empujando los remos con tamaña música.

                               


De precalentamiento, siempre nos mandamos una tournée por distintas milongas y festivales de questo mondo cane, al que el tango le presta el encanto, la tertulia, la música y el abrazo milonguero para atenuar los malos momentos que nos hacen vivir algunos políticos, economistas y caudillejos varios. De los que abundan, vamos...

Mi primera parada es en el Festival de Bruselas, donde se da cita tanto ministro pero también algunos bailarines de rompe y raja. Como esta pareja de Chicho Frúmboli y Roxana Suárez -que siempre lo hace de prima ella, no importa el compañero-. Se mandan con Una noche de garufa, por la orquesta de Ricardo Tanturi.

                    

Ahora estoy en la alemana ciudad de Francfort para ver cómo giran al compás del valsecito Pobre flor, por la orquesta de Alfredo de Angelis, cantando Carlos Dante y Julio Martel, la dupla que integran Fausto Carpino y Stephanie Fesneau.

                                   
Y me desplazo por las autobahn de Alemania porque sigo viaje a Dresde situada a unos 370 kilómetros de Francoforte, que diría un tano.  En dicha ciudad se exhibe la pareja: Pablo Inza-Sofía Saborido, con Milonga vieja milonga, por la orquesta del Rey del compás: Juan D'Arienzo.

                                  
Y esta nochecita nos toca a nosotros... ¡Me salgo de la vaina me salgo!...



domingo, 18 de noviembre de 2018

Reinaldo Yiso

Algunos de nosotros podemos dar fe de aquella época de aprontes juveniles, de los picaditos de fútbol y esos tangos que resonaban en nuestras orejas y que nos refilaban el cuore, por las pinturas que se mandaba el cantor de turno, redondeando el buril del poeta-letrista o coplero. Sí, algunos de aquellos tangos hicieron escala en nuestra adolescencia y los canturreábamos con fervor, después de escucharlos seguido por la radio.

Reinaldo Yiso fue uno de los autores que nos contaban las cosas cotidianas, con una brocha cercana, sin metáfora, sin gran poesía, pero que se hacían rápidamente un hueco en el silbo y el canto porteño. Bastaría citar, de su prolífica producción El sueño del pibe, con música de Juan Puey, que nos tocó de lleno, porque en el barrio fuimos muchos los que recibimos esa citación del club importante para la prueba que tanto prometía... ¡Y qué emoción conllevaba esa sencilla cartita-invitación!
                                          
                                           
Reinaldo Yiso
 
O sea, Yiso estaba radiografiando con sus versos, los metejones populares, la vida cercana, íntima, de la ciudad que estaba creciendo.  Sí, los barrios estaban llenos de futbolistas, boxindangas, cantores, guitarreros y fueyes en ciernes, muchos de los cuales rondarían la fama, el éxito, las páginas de periódicos y revistas. Así se fueron armando el tango, el fútbol, la poesía. las milongas de los clubes, los bailarines que comenzaban su formación en aquellos patios de las casas-chorizo y de allí saltarían, con su empilche a las noches milongueras. Y ellas, repiqueteando su taquito en la vereda, también a los bailes de relumbrón.

Yiso fue proyecto de futbolista, en el Oeste Argentino y en las inferiores de Vélez Sarsfield. Una grave lesión truncó sus sueños, pero sirvió para darle cuerda a su ingenio chamuyador y poético. Sin llegar a las alturas de García Jiménez, Cadícamo, Bahr, se las ingenió para saltar de su barrio de Liniers al centro y enganchar sus versos primeros con músicos como el bandoneonista y compositor  Juan Antonio Puey, debutando con Por eso canto yo, en 1941. Un tango que hizo camino, al estrenarlo Ricardo Tanturi con la voz de Enrique Campos, grabándolo el 6 de agosto de 1943.

                       

Y entonces confirmó que contenía la sustancia barrial,  el impulso de fijar en su mirada todo lo que le ofrecía el álbum de fotos de la mente. El sueño del pibe sería la confirmación. Su vecino, Roberto Chanel, no sólo hizo historia grabándolo, sino que le sirvió de palenque para arrimarse a las generosas arterias tangueras de la orquesta de Osvaldo Pugliese que ya hacía roncha en los estrados y en las vitrolas.

Precisamente, no sólo habrá de concretar la forma de los futuros tangos que irá delineando, sino que incluso Pugliese lo contrata como presentador y glosador, dándole el pase definitivo a la fama noctámbula. El poeta logrará  otorgarle esa forma del verso cargado de paisaje a los pequeños aconteceres, transitar con su pluma sobre las casas suburbanas y llegar al centro con un racimo de  estrofas que se harán tango, lo tocarán las orquestas, los cantarán las mejores golas y los discos  le darán el barniz definitivo.

Un infierno, maravillosamente cantado por Floreal Ruiz,  El tango es una historia, Cuando no te tenga más, El clavelito, Soñemos, Cantemos corazón, Desagradecida, Cómo le digo a mi vieja, Glorias del ayer, la mascota del barrio, Este es tu tango, Más allá del corazón, Vos y yo, Lágrimas de sangre, Una limosna de amor, Medias blancas,  Pero te sigo queriendo, La número cinco, Un Tormento, No la traigas, Milonga de cien esquinas, La Porteñita, son algunos de los 520 temas registrados por Reinaldo Ghiso (su verdadero nombre), en SADAIC. Incluso, varios de esos temas lo firmó con el nombre de su esposa: Sara Rainer.

Alguna vez conté cómo pergeñó Bailemos, viendo a una pareja que se deshacía entre lágrimas en la
pista de mis lontanos 18 años, de la Boite Montecarlo. Y como en el tren lo fueron armando en el viaje al barrio de  Liniers, con su amigo, el fueye Pascual Mamone. La apretada melodía y la certidumbre que preste refugio a la mirada, se convierten en el fugaz instante del verso, en una historia tierna y vital. La gente con su pequeña vida, está en los temas del vate de Liniers.

Colaboraron con él compositores como: Ricardo Tanturi, Anselmo Aieta, Edgardo Donato, Juan Pomati, Ángel Cabral  Leo Lipesker, Jorge Dragone, Enrique Rodríguez, Jorge Caldara, Enrique Alessio, Artiuro Gallucci, Héctor Stamponi, Sánchez Gorio, Carlos Lazzari, Joaquín Do Reyes, Donato Racciatti, Dante Gilardoni, Luciano Leocata, Francisco Rotundo, Víctor Braña, Santos Lipesker, Roberto Caló, Ricardo Pedevila, Félix Lipesker, Ángel Amato y una larga lista, además de cantores como Carlos Dante, Alberto Morán, Roberto Chanel, Alberto Podestá, Roberto Rufino.

La historia del Tango le reserva a Reinaldo Yiso un lugar importante ganado a pulso.





jueves, 15 de noviembre de 2018

SALGÁN

    Los pocos que han asistido a sus ensayos -y los propios ejecutantes- se confabulan, admirativamente, en el asombro. Alguien explica: "Se dice por ahí que tiene un aire a Fresedo. Otros -qué sé yo!- le encuentran alguna semejanza con Troilo. Para mí, no se parece a nadie. Lo que se dice, a "nadie".

   
    La cuestión es que al cabo de unas pacientes sesiones de ensayo (este joven director prueba hasta dos y tres posibilidades diferentes de arreglo orquestal para un mismo pasaje del tema, nunca visto) debuta en la Confitería Diamante, de Rivadavia y Castelli, una de las orquestas más llamativas, más originales y sin vuelta, más importantes que haya tenido el tango y la música argentina toda. ¿Quién la dirige?

    -Yo tenía, la verdad, cierta fama de loco.
    - ¿Por qué?
    - Bueno, porque estudiaba armonía y contrapunto, también -además de perfeccionarme en el piano - estudiaba órgano, saxofón y contrabajo. Para peor, probablemente me lo daba los anteojos, tenía, digo yo, alguna fisonomía intelectual.

    -¿Y que pasaba con todo esto?
    - Lo previsible: cada vez que me aparecía por los cafés donde se tocaba Tango, me miraban de reojo y con un poco de recelo. Como si yo -todavía lo recuerdo y me causa gracia- fuera una especie de taxidermista de la música. ¿Qué me dice?

    Corre 1944, cuando este loco, Horacio Salgán, porteño nacido en la calle Gallo, 28 años, delgadito, de tez morena, conversador de charla rápida y conceptos tajantes, lector de Alexis Carrel y de Ortega y Gasset, forma por primera vez una orquesta típica.

     -En realidad, desde la adolescencia había estado en el Tango. A los 18 o 19 años -época en que compuse mi primer tema: Del 1 al 5- fui pianista de Roberto Firpo. Le confieso: el de esa orquesta de Firpo ha sido uno de los pocos estilos que verdaderamente sentí afín a mi sensibilidad. Mucho me gustaba esa orquesta. Honda tristeza, ¡qué tango! ¿no es cierto?

   
    -Eso como ejecutante. ¿Y como arreglador?
    -Digo yo que habrá sido allá por 1933... Sí, en 1933 le escribí a Miguel Caló un arreglo -el primero mío de Tango- sobre Los indios, de Francisco Canaro: fue también uno de los primeros arreglos formales, por así decir, que se hicieron. Entonces no se arreglaba; se estilaba que los segundos violines y los segundos bandoneones pusieran unas voces paralelas a las primeras.

    -Por qué tardó casi diez años, entonces, en hacer su propio conjunto?
    -Porque a mí siempre me gustó toda la música. Y entonces derivé mis inquietudes a otros géneros: estudié el contrabajo porque quería tocar en orquestas sinfónicas para poder vivir la emoción de interpretar a los grandes. Estuve en el folklore, ¿recuerda al dúo Martínez-Ledesma?, toqué con ellos como pianista un tiempo. En fin, y hasta formé, escribí y ensayé una jazz propia, que no llegó a debutar.

(De una entrevista de Horacio Ferrer a Horacio Salgán)
  


martes, 13 de noviembre de 2018

BIEN MILONGA

    Yo soy la milonga
    derramo alegría,
    amor y armonía
    que da el arrabal.
    Mi cuerpo se quiebra
    con este canyengue
    que es fuego y fiebre
    e invita a bailar.
      José. H. Staffolani



Martes 13, no te cases ni te embarques, que decía Luis Rubistein, pero venite a la milonga que es un día para el disfrute. Dejá que silben los vientos y apuntate, que cada noche bien bailada es un masaje al cuore, y un placer. Como el valsecito de Vicente Romeo.

En la Casa de Aragón-Madrid, sito en la Pza. República Argentina nº 6, disfrutamos en un hermoso salón y la selección musical que no falla nunca, porque si fuiste milonguero de verdad, no le podés errar a  los temas que le enchufás en la oreja a los bailarines, para que le dén rienda suelta a sus remos.

                             

Para ir entrando en calorcito nada mejor que tomarnos el buque rumbo a milongas y festivales varios y junar como la escolasan algunas parejas de fuste por esos pagos del globo terráqueo milonguero.

Arranco por Rumania,. En el Tango Cazino Festival, bailan Rita Caldas y Vasco Martins, el tango Olvídame, por la orquesta de Juan D'Arienzo, cantando Alberto Echagüe.

                                   
                                     


Me doy un salto a Halle, en Alemania, donde están Clarisa Aragón y Jonathan Saavedra, en el festival de dicha ciudad. Y se mandan con este clásico valsecito: El aeroplano, por la orquesta del rey del compás: Juan D'Arienzo.

                                   
                                         
El toque final de la fiesta milonguera es en San Francisco-U.S.A. Concretamente en el Nora's Tango week. Y los encargados de la exhibición son Magdalena Gutiérrez y Germán Ballejo que van con el motor fuera borda, bailando la milonga Meta fierro, por Juan D'Arienzo y su orquesta.
                                       
     
                                       
 Y, sí, te agarra el fierrito, ¿viste? Dale, andá preparando el empilche para esta night.                                  

lunes, 12 de noviembre de 2018

Aquella orquesta de las Estrellas

Así como Miguel Caló estuvo a punto de irse a las manos con Osmar Maderna, cuando el pianista le anunció que se alejaría de la orquesta para formar la propia -como recordaba Alberto Podestá-, en los casos de Domingo Federico, Enrique Mario Francini y Armando Pontier, que pasaron por la misma situación, el propio Caló les ofreció su ayuda y todo lo que necesitaran para que les fuera bien como directores.

Incluso Alberto Podestá, que debutó con su orquesta a los 16 años, recién llegado de su provincia -San Juan-, arrancando con el nombre artístico de Juan Carlos Morel, emigraría de la misma para pasar a la de Di Sarli, de allí a la de Pedro Laurenz y volvería a cantar otra vez con Caló, dejando verdaderas creaciones en el disco con esta formación. Incluso, confesaría públicamente que en ella encontró a  dos amigos que lo fueron para toda la vida: Francini y Pontier, con quienes formó cuando ellos constituyeron su propia orquesta.

Francini, Federico, Podestá, Caló, Pontier y Berón
                                      
Tanto Francini como Pontier llegaron a Buenos Aires con la orquesta juvenil del  músico alemán, Juan Ehlert, que había llegado a Zárate con un conjunto, se enamoró de una joven en la ciudad y se quedó a vivir allí, junto al Paraná. Creó un Conservatorio y varios chicos que pasaron por sus clases, como Pontier, Cristóbal Herreros, Francini,Stamponi,  terminarían fusionando sus conocimientos cuando llegaron a Buenos Aires en la orquesta juvenil del maestro de Bremen para actuar en radio.

La imagen los muestra ya grandes y consolidados individualmente. Domingo Federico, que aprendió a tocar el bandoneón con Pedro Maffia, después de pasar por orquestas como la de Juan Canaro y otras, es contratado por Miguel Caló como primer bandoneón de su conjunto. Y algo sabría Caló de bandoneonistas porque él lo había sido, y exitoso, antes de empuñar la batuta.

Federico, no sólo se reveló como un excelente fueye conductor, en la línea que formó con Pontier, José Cambareri y Felipe Riccardi. Aportó además su gran calidad de compositor, nutriendo a la orquesta con composiciones propias como : Saludos (que Caló adoptó como tema-presentación), A bailar, Tristezas de la calle Corrientes, Percal, Yuyo verde, Al compás del corazón, Yo soy el tango.

                           
Lo mismo podría decirse de Pontier: El vals soñador, Corazón no le hagas caso, Cada día te extraño más, Bien criolla y bien porteña, Margo. O de Francini: Bajo un cielo de estrellas, Pobre negra, Mañana iré temprano, Lluvia de abril, El mismo dolor, Óyeme. Temas que fueron garantía de éxito en la etapa que formaron en la recordada "Orquesta de las estrellas".

Cuando, en 1945, Francini y Pontier forman su rubro orquestal, separándose amistosamente como queda dicho, llevan de cantores del conjunto a Raúl Berón y Alberto Podestá, camaradas en la orquesta de Caló. Debutan con gran éxito en el recordado Tango Bar de la calle Corrientes al 1200. Automáticamente son contratados por Radio El Mundo en horarios centrales, graban discos y actúan en numerosos clubes los fines de semana, para atracción de los milongueros.

 
La orquesta de Francini-Pontier con Raúl Berón y Alberto Podestá, sus cantores.

Domingo Federico formó su propia orquesta en 1943 y también tuvo un largo recorrido con la misma dejando 142 grabaciones registradas. Por razones personales dolorosas se radicaría en Rosario, en 1957, donde no sólo tuvo orquesta sino que formó a numerosos futuros bandoneonistas que darían que hablar en la Universidad de Rosario. En 1980 lo declararon Ciudadano Ilustre de la ciudad.

Y vamos a la foto de arriba. Están Enrique Francini, Domingo Federico, Alberto Podestá, Miguel Caló, Armando Pontier y Raúl Berón en radio El Mundo, durante el año 1963. Allí todos los jueves, a las 21  horas, durante tres meses se produjo la "resurrección" de la Orquesta de las estrellas. Los viejos amigos que volvían a juntarse para reeditar aquellos éxitos de los años cuarenta que siguen bailándose en las milongas de todo el mundo. Sólo eran ellos seis, pero constituían un lujo tanguero.



Incluso se editó un disco con las emisiones radiales y en el mismo se pueden escuchan aquellos diez éxitos de la época de oro de la orquesta de Caló: Lejos de Buenos Aires, Mañana iré temprano, Esquinero, El vals soñador, En la calle, Elegante papirusa, Margo, La maleva, Bien criolla y bien porteña y Saludos.



                                 

                         



jueves, 8 de noviembre de 2018

Los dueños de la noche

Una evocación de aquellos que pertenecieron a la noche de Buenos Aires, que conquistaron al público bohemio: De Caro, Piazzolla, Troilo, Goyeneche.


   La noche tuvo muchos dominadores desde Julio De Caro y Aníbal Troilo hasta Ástor Piazzolla, pasando por Fresedo o Salgán. Las voces se sucedieron hasta llegar las de Goyeneche, el nervioso Polaco que sabe enternecernos con Garúa y el despliegue tan lúcidamente renovador de Susana Rinaldi. Para mí hubo algo de partida en la prematura entrada de Troilo, "Pichuco", en un viaje estático que lo separaba de la vida.


   Había visto aparecer su cara adolescente en los miles y miles de ejemplares de Crítica. ¿Qué les pasará a algunos grandes intérpretes de la música popular? Encontrar algo que no está explícito en el misterio y la maravilla del sonido ordenado. La música no dormía nunca dentro de Pichuco. La tenía que sacar noche afuera en aire recortado, redondeado y teclas de fábula.

    El tango le trajo contratos, un montón de plata, soberbias encamadas con mujeres incontables, el amor hasta el fin de Zita y la amistad atropellando el fondo de la noche en extrañas, cada vez más extrañas noches, prolongadas al dar espaldas a la madrugada. Había millares de copas y algo más, para desarraigarlo. Quería salirse fuera de su cuerpo gordo, de sus dedos mágicos, tal vez de la vida, que se lo había dado todo. Se quedó excesivamente quieto.

                                     


   Estuve a vistarlos en su departamento del centro para hablar de un tango que no hicimos nunca. Estaba como indiferente. Me dijo que no alcanzaba a caminar el largo balcón que se establecía frente a nosotros. Los centenares de noches con Homero Manzi y conmigo y con Barquina podrían estar a sus pies como otras tantas cosas inefables y muertas.  Homero, una noche, "bien adobado", pero sin perder la noción profunda del mal que lo desgarraba, se ensangrentó los puños rompiendo un espejo en el que no podía soportar su rostro. O no podía entender cómo estaba signado por una muerte cruel, inevitable. El viaje de Pichuco no consentía esas alteraciones. Era un viaje quieto, cuyos ocultos resortes nadie podría adivinar del todo.

                           
   Alcanzó a orejear el mundo, y un poco de lo que está atrás de las cosas. Quiso a la gente, se lo expresó con tangos, y la gente lo adoraba. Saliéndose de la vida tenía ya más vida que la que iba mostrando con agonía y delicia bien medida de aire, en el fuelle que lo hizo "El Bandoneón Mayor de Buenos Aires". Su cara de luna se quedaba colgada, durante la ejecución, de quién sabe qué extraño cielo.

Petit de Murat, Lucas Demare y Homero Manzi durante la ilmación de La guerra gaucha
   El violín celestial de Francini, la orquesta y la amistad de Julio De Caro, al que antes de conocerlo ya le agradecía el hacerme posible durante el tramo de sus melodías y bailando ese lado imposible que busca el sentir enamorado. Juan Carlos Cobián aporreando el viejo Gaveau color cereza de mi casa de Belgrano mencionan mis noches de Buenos Aires con un tuteo que no permiten las grandes creaciones sinfónicas de los instrumentistas que siempre han estado en ella. Y que ha comentado como nadie Jorge D'Urbano.

Ulyses Petit de Murat (De "La noche de mi ciudad". Emecé.)

martes, 6 de noviembre de 2018

BIEN MILONGA

    Aunque una luz al instante
    cambia el paisaje de veras,
    a bordo de mis zapatos 
    sigo gastando las suelas.
    Ya encanecidas mis sienes
    pero el verano en mis sueños,
    a bordo de mis zapatos
    cruzo la vida y la quiero
                  Eugenio Majul

Martes, 6 de noviembre, y como siempre Bien Milonga te abre sus puertas para que a bordo de tus tamangos cruces la pista y disfrutes. Para eso te ponemos una música de compases milongueros al mango, en la Casa de Aragón (Pza. República Argentina nº 6-Madrid), donde le damos cuerda a nuestros cuores desde las 21 a las 0 horas.

                            


Y también nos mandamos un rodeo por esas pistas donde el tango ha prendido con fuerza, aunque no se comprendan los versos que lleva en sus entrañas. La música alerta los oídos y agiliza las piernas. Y suenan familiares los apellidos D'Arienzo, Troilo, Tanturi, Di Sarli, Pugliese, Donato, Biagi é anche di piú...

Por ejemplo, y para constatar cómo se ha internacionalizado el tango argentino, nos plantamos en el Festival de Lodz, Polonia. Allí toca la orquesta rusa Solo Tango,"a lo Fresedo"; canta nuestro impagable Ariel Ardit y bailan Sebastián Achával y Roxana Suárez el tango Buscándote.

                                


Reviviendo la resaca de estos días que viví en Madrid con el gran Miguel Ángel Zotto, amigazo de ley, lo podemos disfrutar en Remanzacco, Udine, Italia, bailando con su bella pareja, Daiana Gúspero, El viejo vals, por la orquesta de Francisco Rotundo cantando Floreal Ruiz y Enrique Campos.

                                        
Y a bordo de mis zapatos me intalo en Bruselas para ver cómo gastan suela Los Totis: Christian Márquez y Juana Sepúlveda, que se mandan con esta milonga: Sacachispas, por la orquesta de Julio De Caro, que canta Luis Díaz.

                                              
Y me voy a preparar los tarros para la velada de esta noche... ¡Me salgo de la vaina por milonguear!                                            

lunes, 5 de noviembre de 2018

Tania. Un cascabel radiante

   Era la síntesis -y suma- del ingenio popular español y la picaresca porteña. De su tierra trajo la gracia, que prodigaba a borbotones. Sus años en Buenos Aires y su mundo bohemio le regalaron la socarrona agudeza.

   Su nombre está ligado al de Discépolo, con quien vivió los últimos 24 años del genial autor.

   Pero Tania tenía vida propia. La tuvo siempre. Desbordaba alegría cuando cautivó a Discépolo en el Folies Bergère, allá por 1927, cantando Esta noche me emborracho.

                                       


   Venían de mundos muy distantes. Él, entonces un tanto tímido todavía bajo la sombra de su hermano mayor Armando. Ella, un cascabel radiante: "Me mandó flores, me mandó bombones. para mí, esas cosas no tenían importancia, porque eran tiempos en que los admiradores mandaban cosas más importantes que flores y bombones. Me parecía un asunto muy romántico, pero para una mujer como yo, joven, con 24 años, ya eran muchas flores, muchos bombones, mucho té...".

   La traté mucho en su casa de la avenida Callao, donde vivió con Discépolo. Tenía la sabiduría generosa de quien sabe mucho pero no lo demuestra. Conocía los recovecos de la vida, de una vida intensa, desbordante. Una vida de alegrías y de penas, como cuando murió su únicahija, de la que no hablaba, y los amigos no preguntábamos para no rememorar su pena.

   Siempre estaba de fiesta, alegre, elegante, coqueta, aún vestida "de entrecasa". Jamás la escuché que hablara mal de alguien. Le dolía, sí, el olvido de aquellos desmemoriados que ponen tasa a la amistad y al afecto. Pero no lo decía.

                              
Tania y Discépolo. Una pareja que siempre dio que hablar.


   Estaba siempre actualizada. No era la anciana (¿se puede usar con Tania la palabra "anciana"?...) que hablaba del pasado. Sus comentarios de la actualidad eran desopilantes. Quería saber por qué Menem había discutido con Alfonsín o que iba a pasar con Clinton "por esa  cosa que le ocurrió con la Mónica...".

   Pero el tema recurrente era Discépolo. No porque ella lo trajera a colación en sus charlas, sino porque sus amigos nos deleitábamos con sus historias y en especial su relato de cómo iniciaron su vida juntos.
"No me decía que vendría a mi casa a tomar café o... a lo que fuera...¡Más claro no se lo puedo decir..."! Hasta que un día me dijo:
-Alquilé un departamento chiquito pero lindo en la calle Cangallo, cerca del Tropezón. Abajo vivía Roberto Noble, un gran periodista, y me contó que había un departamentito disponible y lo alquilé. Ya vivo ahí, pero solo. No con mi hermano. ¿Porque no venís a tomar un café. Y fui. Pero por las dudas, me llevé una valijita con un deshabillé. un batón muy mono lleno de encajes, unas chinelas y unas cosas más como para al día siguiente levantarme e irme a mi casa.

                           
   Por lo general llegábamos a su casa al caer la tarde. Nos esperaba con sanwichs y con un whisky que repetíamos con insistencia a pesar de las protestas de mi mujer. Antes de la cena, le pedía un Tango.

   Cantar era para Tania una necesidad fisiológica. Y lo hacía de maravillas, con una afinación envidiable. Cantaba con la voz, con sus ojos, con sus gestos, con sus silencios. Sabía que el tango cuenta una historia y hay que decirla, no gritarla. La transmitía palabra por palabra. De ahí ese fraseo tan particular que dosificaba con la experiencia que sólo enseña el tiempo.

   Vivía haciendo planes. ¡Y para concretarlos!... Hace muy poco me decía: "Tenemos que preparar una gira por España. Quiero cantar en Toledo, donde nací, y en Valencia, donde pasé mis primeros años. Allí están mis sobrinas a las que quiero mucho. Y no nos olvidemos de París..."

   Después de los tangos, venía la cena. Asombraba su apetito. Nunca supo si el hígado formaba parte de su cuerpo y su metabolismo.  Y durante la comidda volvía a repasar sus planes.  "No te olvides de llamar a España para preparar la gira".

   Ser amigo de Tania fué uno de los privilegios que me regaló la vida.

   Dicen que tenía 98 años... tal vez 105... ¿Qué importa? Tania fue un mito y los mitos tienen sólo presente.

Antonio Rodríguez Villar.

La escuchamos a Tania cantando el tango Desencanto, de Enrique Santos Discépolo y Luis César Amadori. La acompaña la orquesta dirigida por  Enrique Santos Discépolo


                                      

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                      


sábado, 3 de noviembre de 2018

Roberto Maida

  
Fue un destacado cantor en la etapa del 20 al 40, con un estilo basado fundamentalmente en Carlos Gardel, de quien se hizo muy amigo en Europa. Allí nació Roberto Maida, en un pueblito de Catanzaro y sus padres emigraron con él a Argentina, cuando tenía un año de edad,  instalándose en el porteño barrio de Balvanera, donde 4 años más tarde nacería su hermano Antonio que también destacó como cantor.

El padre solía entonar las canciones de su tierra y fue el estímulo para que sus hijos lo hicieran en el país de acogida.. Roberto cantaba con los muchachos de su barra de amigos y un día lo escuchó un profesor de canto en el boliche donde se reunían y daba rienda suelta a sus gargueros. Sería quien le conseguiría una cita para cantar en el cine 2º Coliseo, que estaba en Bernardo de Yrigoyen y Venezuela.

Allí arrancó su carrera artística, prolongada en el Select Buen Orden y en el Teatro Astral. En este último preestrenó Esta noche me emborracho, de Discépolo, con la orquesta del Teatro, antes que lo consagrara Azucena Maizani. Ya su nombre comenzaba a sonar en el ambiente y Cátulo Castillo andaba buscando un vocalista para la orquesta que estaba formando con vistas a una gira por España.


Maida tenía entonces 20 años y a Cátulo se lo recomendó su padre, que lo había escuchado precisamente en el teatro Astral. En la orquesta que viajaba a Europa en 1928 estaban los tres hermanos Malerba (Alfredo, Ricardo y Carlos), Miguel Caló, Estanislao Savarese, Pablo Enrique Flores y Cátulo -pianista y director-. Actuaron en Barcelona, Madrid y Sevilla con gran suceso. Incluso se publicaban varias revistas de tango y una de ella titulada: "El Tango de moda" (Diciembre de 1928) muestra en portada la foto de Roberto Maida con un epígrafe que decía: "El aplaudidísimo cantor de la orquesta de Cátulo Castillo, creador indiscutible de la canción criolla en España"

Allí grabaría con la orquesta varios temas: Que vachaché, esta noche me emborracho, Ché papusa oí, Caminito del taller, Por el camino, Caminito, Malevaje, Victoria, Cachadora, Mama yo quiero un novio, Viejo ciego y Pa'que volvés. Además, con Cátulo al piano y un guitarrista uruguayo, dejó el acetato del tango: Suerte loca.  En 1930 Cátulo resolvió dar por concluída la gira, disolvió la orquesta y regresaron a Buenos Aires, donde Maida registraría 22 composiciones para el sello Columbia, acompañado por la orquesta de Alberto Castellano.  También grabó estribillos, a la usanza de la época,  con las orquestas de Francisco Canaro y Pedro Maffia.

                             
La orquesta de Fancisco Canaro en Montevideo. Maida está junto a Minotto


Se incorporaría al elenco de revistas del Teatro  Sarmiento, que dirigían Manuel Romero y Bayón Herrera, y en la que estaban Pedro Quartucci, Sofía Bozán y Gloria Guzmán, entre otros artistas. Con dicho elenco volvería a  Europa en 1931. Al finalizar los contratos, y ya con una fama acumulada, se largó como solista y lo contrató un tiempo Manuel Pizarro para cantar con su orquesta en El Garrón, de París. A Gardel lo había conocido en Barcelona y volverían a verse, porque eran vecinos en la capital francesa, manteniendo una relación muy amistosa. Incluso Gardel  le grabó el hermoso tango de Maida y el violinista Juan Ghirlanda: Aquellas cartas, en dos oportunidades, en Barcelona y Buenos Aires.

También cantaría con Eduardo Bianco y viajaron en largas giras por varios países de Europa. En 1930 había comenzado a cantar con la orquesta de Francisco Canaro y, salvadas las ausencias por sus viajes- retornaría con este conjunto y entre ese año 30 y diciembre de 1938 dejó con esta formación, nada menos que 184 registros discográficos. Entre ellos algunos que en estos últimos años se pusieron de moda en las milongas de medio mundo, como: Poema, Invierno, Casas viejas,  Yo también soñé, Silueta porteña, Envidia,  Viejas alegrías, Milonga triste, El adiós, Milonga brava, Nada más y otros.

                             
Roberto Maida, Miguel Caló, Aníbal Troilo y Cayetano Puglisi
                        
En el funeral por la muerte de Carlos Gardel, realizado en el Luna Park, se unieron las orquestas de Francisco Canaro y Roberto Firpo e interpretaron el tango Silencio, que entonó con mucha emoción Roberto Maida.   El cantor tendría su propia orquesta dirigida por Argentino Galván, actuaría en radio y confiterías, recorrería países de América en largas giras con sus guitarristas y dejó un recuerdo muy grato.

Podemos recordarlo en este tango de Charlo y Cadícamo: Viejas alegrías que grabó con la orquesta de Canaro, el 27 de mayo de 1937.  Como era costumbre, canta solo el estribillo.

Viejas alegrías- Francisco Canaro-Roberto Maida