viernes, 15 de septiembre de 2023

Yo quiero cantar un tango

   Día viernes, preámbulo de un sábado lluvioso, y esas ganas de milonguear que me atacan los findes de cada semanita. Sobre todo cuando el ordenata comienza a despachar esos tangos que uno tiene atrapados en el cuore. Sí, suenan como si volvieras a aquella juventud luminosa cuando todo pasaba rápido y te quedabas con ganas de más y más...

   Y lo cierto es tienen una polenta bárbara aunque no hayan sido de los más silbados y tarareados por la barra de la esquina. Hay infinidad de esos temas en el equipaje de cada orquesta y eso te permite revivirlos cuando la oreja, el cuore y el cuerpo te lo están pidiendo. Y entonces les vas encontrando un gustito nuevo, aunque el tango tenga muchos años, pero, claro, el bocho tiene tanto material acumulado, que en cada reencuentro lo saboreás como si fuera seminuevo.

                                       


   Esos observadores de la cosa aparentemente pequeña que fueron aquellos poetas y músicos del cuarenta, saturados de noche, te hacen seguir el hilo de un tema en cuya melodía estamos inmersos desde siempre. Es el secreto de la alquimia. La belleza del vivir se se refleja en los padecimientos y alegrías, igual que la luna lo hace en los charcos. Son faros que alumbran.

   Y ahora, por ejemplo escucho este tema que lleva letra del representante de orquestas y poeta, José María Suñé, y música de José Nieso y Miguel Nijensohn. Si lo analizamos con un poquito de profundidad, realmente los versos no muestran mayor originalidad. Es más, realmente no encierran una historia con flecos, aunque muchos poetas tangueros han sido morosos observadores de las cosas pequeñas y las han teatralizado.

   Pero con el vuelo que le dan la música y la interpretación de orquesta-cantor, hay como un manto de pintura que le da cierto calado y nos engancha para bailarlo o escucharlo. Son pequeñas reverberaciones melancólicas de una  historia piccola. De una ilusión amorosa que no fructificó y Suñé, que creó tangos muy sonados, sabe captar en en este tema la asaz sustancia de las cosas, con un perfume de tango.

Yo quiero cantar un tango,
un tango sentimental
que me recuerde en sus notas
la canción que abrigó
mis noches de arrabal.
Yo quiero cantar un tango,
un tango sentimental,
para acunar en sus versos
la ilusión de ese amor
que no he de ver jamás...

   Está la historia sencillamente definida en la expresión: "la ilusión de ese amor". Porque se quedó simplemente en ilusión. Y la sencillez de los versos demuestra que pueden llegar a tener éxito si los acompañan buena música e interpretaciones. El autor engarza imágenes que acaban permeando en el alma de los bailarines, atravesando el campo de minas de las relaciones amorosas.

La vi...
llegando por el callejón,
con el rumor entre sus labios
de una música de amor.
Y toda la sensación
que secreta puso en mi alma,
se aviva en mi interior...

Yo sé...
que aquel encuentro de arrabal,
vino a calmar con sus encantos
mi dolor sentimental.
Pero yo...
mal rumbeado por mis penas,
así, sin razonar,
me alejé sin verla más…

   Hay dos versiones muy gratas de este tango. La de Pedro Laurenz, cantando Alberto Podestá, grabada el 16 de noviembre de 1943, que acá podemos recrear.
                                       

  Y la de Juan D'Arienzo con la voz de Héctor Mauré, que llevaron al disco el 28 de septiembre de 1943.                          

                                         

            

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