Para alegrar la mañana sabatina. Mientras ella acomoda algunos trastos y él termina de bajarse unos mates amargos, la vitrola ya está sonando en el bulín y se arrancan unos valsecitos.
En algún momento se cruzan con la mirada y los cuerpos se acercan mimosamente (¿Te acordás....?). Y no queda más remedio que abrazarse y darle cuerda al cuore que pide moverse con estos maravillosos temas.
Si hay que correr alguna mesa, o un banco que molesta, o al perro que quiere jugar -quizás movilizado por los compases del valsecito-, la pareja se detiene, él pone los temas a cero para bailarlos enteritos y, a rayar el encerado, como en el club de barrio donde se conocieron...
Los sábados a la mañana tienen ese no se qué, ¿viste?
Tenés una especie de ganas de vagar, o de otear en los recuerdos, o de alargar la modorra matutina de una jornada no laborable. Pero el valsecito te retrotrae a aquellas épocas gloriosas, cuando las pistas eran un imán y el mapa de Buenos Aires señalaba en rojo la cantidad de milongas multitudinarias que se armaban a todo trapo.
Y la estampa romántica de los valsecitos convocaban a las parejas que necesitaban entrelazarse y juguetear sobre el parqué con giros y molinetes, y también estimularse en el abrazo emocional.
Cuántas parejas se habrán formado al compás de un vals porteño (¿Te acordás vieja?). Aquellas efervescencias hormonales de la juventud, siguiendo los impulsos de sus respectivas almas, parecen revivir con una otoñal exaltación vital, pero con un dejo de melancolía y agonía.
Dan ganas de desempolvar esa foto en blanco y negro y revivirla en colores.
No importa, vamos a sacudir los flecos de la nostalgia, que nuestras piernas nos piden seguir el ritmo de estos dos valsecitos inolvidables, de cuando la dupla Ricardo Tanturi-Alberto Castillo, con el ritmo vibrante de la orquesta y el estilo canchero del cantor, entrando siempre a compás, golpeaban como el llamador de hierro en la puerta de casa.
¿Te acordás viejo?
Repentinamente se instalan en el hermoso pasado y sienten como si estuvieran retenidos en los años cuarenta, bailando estos dos valsecitos:
Marisabel, de Claudio Vicente Geroni Flores y Claudio Frollo (Carlos Raúl Attwell Ocantos, que era juez de instrucción y poeta y falleció en marzo de 1942). Ricardo Tanturi con la genial voz de Alberto Castillo, lo registraron el 15 de septiembre de 1942.
Y La serenata (Mi amor), que grabaron los mismos intérpretes el 6 de mayo de 1941. ¿Quien se resiste a bailarlos?
¿Vamos vieja? ¿Cómo aquella noche?
05 - Marisabel
02 - La serenata
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