Este se llama Luis Saltos y se dedica a tocar, estudiar y enseñar armónica. De niño quería aprender bandoneón, pero como la familia era muy humilde, su abuelo le regaló una armónica con un pedido: "Hacela sonar". Y vaya cumplió este oriundo de una provincia netamente musical.
Estudió con cuatro importantes maestros y comenzó en una banda "Mister Trombón" (De mi amigo Freddy Santamaría) con la que recorrió casi todo el país, grabando siete discos. En 1974 grabó "Una armónica para el tango" y un año más tarde otro disco de Folklore. Se alejaría temporalmente de la música hasta que en 1992 se realizó el primer disco-homenaje a Hugo Díaz, junto a a Victoria Díaz y Domingo Cura. Tocaría como invitado en la orquesta Nacional Juan de Dios Filiberto y después participaría en el Festival Nacional de Folklore recorriendo a continución el litoral argentino hasta Paraguay, por iniciativa estatal.
En 1994 graba su disco "Una armónica para el tango", y su último trabajo se titula: Armónica en la noche de Buenos Aires, junto a Julio Rocella en guitarra y Roberto Moreno al bajo.
Fue recuperado para la música gracias a la invitación para ese homenaje a su paisano Hugo Díaz. Se había casado, tenía 3 hijos, había caído el trabajo, y se desprendió de su s intrumentos. Debió comprar una para aquella ocasión y comprendió allí que no podía abandonarla nunca más.
Toca la armónica en forma diferente a la de su antecesor tanguero. "Hugo hacía sonar su armónica como un bandoneón -dice-, con la estética tan especial en la armónica. Era Hugo Díaz. El único. Tocaba con octavas, sextas... Hubo muchos detrás de su estela y yo quise tener brillo propio, lo cual tuvo sus costos. Máxime que soy un melancólico".
En aquel homenaje a Hugo Díaz, a quien conoció, Victoria Díaz, la mujer del Negro, quiso que grabáramos La zamba del Ángel, que él no había llegado a publicar. Cuando Luis comenzó a tocar, Domingo Cura (hermano de Victoria y percusionista de Hugo), paraba el ensayo a cada rato porque no podía parar de llorar.
En su instrumento admira a Larry Adler, Toots Thielemans y Tommy Reilly. En especial a este último a quien considera un verdadero concertista. Es que a Saltos le gusta la música clásica y su sueño frustrado es tocar el óboe.
A sus 71 años sigue queriendo viajar con su música por todo el mundo y le ha dedicado un poema a su instrumento, porque como buen santiagueño, también es poeta.
Lo podemos escuchar en dos interpretaciones, junto a la guitarra y el bajo: Canaro en París, de Scarpino y Caldarella y el vals Palomita blanca de Aieta y García Jiménez.
Canaro en París
Palomita blanca
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