viernes, 14 de septiembre de 2012

Otra armónica para el tango

Y tenía que venir de Santiago del Estero como el inolvidable Hugo Díaz, ese negro que me hizo reír tanto con sus chistes, porque era un fenómeno contándolos.

Este se llama Luis Saltos y se dedica a tocar, estudiar y enseñar armónica. De niño quería aprender bandoneón, pero como la familia era muy humilde, su abuelo le regaló una armónica con un pedido: "Hacela sonar". Y vaya cumplió este oriundo de una provincia netamente musical.

Estudió con cuatro importantes maestros y comenzó en una banda "Mister Trombón" (De mi amigo Freddy Santamaría) con la que recorrió casi todo el país, grabando siete discos. En 1974 grabó "Una armónica para el tango" y un año más tarde otro disco de Folklore.  Se alejaría temporalmente de la música hasta que en 1992 se realizó el primer disco-homenaje a Hugo Díaz, junto a a Victoria Díaz y Domingo Cura. Tocaría como invitado en la orquesta Nacional Juan de Dios Filiberto y después participaría en  el Festival Nacional de Folklore recorriendo a continución el litoral argentino hasta Paraguay, por iniciativa estatal.

En 1994 graba su disco "Una armónica para el  tango", y su último trabajo se titula: Armónica en la noche de Buenos Aires, junto a Julio Rocella en guitarra y Roberto Moreno al bajo.

                                                                                Fue recuperado para la música gracias a la invitación para ese homenaje a su paisano Hugo Díaz. Se había casado, tenía 3 hijos, había caído el trabajo,  y se desprendió de su s intrumentos. Debió comprar una para aquella ocasión y comprendió allí que no podía abandonarla nunca más.

Toca la armónica en forma diferente a la de su antecesor tanguero. "Hugo hacía sonar su armónica como un bandoneón -dice-, con la estética tan especial  en la armónica. Era Hugo Díaz. El único. Tocaba con octavas, sextas... Hubo muchos detrás de su estela y yo quise tener brillo propio, lo cual tuvo sus costos. Máxime que soy un melancólico". 

En aquel homenaje a Hugo Díaz, a quien conoció, Victoria Díaz, la mujer del Negro, quiso que grabáramos La zamba del Ángel, que él no había llegado a publicar. Cuando Luis comenzó a tocar, Domingo Cura (hermano de Victoria y percusionista de Hugo), paraba el ensayo a cada rato porque no podía parar de llorar.
                                                                                En su instrumento admira a Larry Adler, Toots Thielemans y Tommy Reilly. En especial a este último a quien considera un verdadero concertista. Es que a Saltos le gusta la música clásica y su sueño frustrado es tocar el óboe.

A sus 71 años sigue queriendo viajar con su música por todo el mundo y le ha dedicado un poema a su instrumento, porque como buen santiagueño, también es poeta.

Lo podemos escuchar en dos interpretaciones, junto a la guitarra y el bajo: Canaro en París, de Scarpino y Caldarella y el vals Palomita blanca de Aieta y García Jiménez.

Canaro en París


Palomita blanca

















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