Por algo le apodaron Mano brava, porque había que domar semejante artefacto, al que además le incorporó la amplificación eléctrica a las cajas armónicas del fueye, siendo pionero en ese sentido, mucho antes que lo hiciera Piazzolla, bastantes años más tarde.
Este montevideano nacido en 1898, era hijo de un acordeonista y con sus dos hermanos siguieron la huella paterna. Se llamaba en realidad Enrique Di Cicco, pero se le conoció siempre por su apodo -Minotto- y de chico coqueteó con el acordeón, aunque finalmente orientado por un músico de la orquesta de Fresedo - Alberto Rodríguez- , fue aprendiendo los secretos del fueye. Sus hermanos Fioravanti y Ernesto eran pianista y bandoneonista, respectivamente.
Integró orquestas en su país, también tuvo la propia, tocó en tríos, pero sus distintas participaciones en la orquesta de Francisco Canaro, en la cual reemplazó primero a Osvaldo Fresedo y luego a Anselmo Aieta, fueron las que le dieron su merecida fama y donde alcanzó verdadera dimensión de ejecutante privlegiado. Incluso fue fijo en la alineación del Quinteto Pirincho que dirigía el mismo Canaro - él no tocaba- y que se formó solamente para la venta de discos, aunque nunca actuaron en público. Minotto incluso tuvo mención especial en esas grabaciones.
Minotto es el penúltimo, arriba, a la izquierda de Canaro |
Yo le dediqué este poema.
MINOTTO
“El
tango es una posibilidad infinita”
Leopoldo Marechal
Tanguea altivo su abismal bandoneosaurio
Pirincheando al bardo un certero soliloquio
y el milongaje se expande en incensario.
Adorna con yeites el febril birlibirloquio
corcoveando en sus piernas la crisálida
y va creciendo el espiral acromegloquio
al arrastrar con su diestra mano cálida
y enmilongar al grupo al rebufo tras la oruga
y enmilongar al grupo al rebufo tras la oruga
mientras la zurda convoca a las castálidas,
acamalando fervores la magia del yoruga.
jmo
jmo
Y lo apreciamos en dos temas. Dirigiendo su propia orquesta: Taconeando de Pedro Maffia y José Horacio Staffolani, que canta Jorge Omar (1930). Y con la orquesta de Canaro: La melodía de nuestro adiós, de Fioravanti Di Cicco (1938).
!Grande, Josema...! Tan grande como Minotto.
ResponderEliminarMiguel