martes, 25 de septiembre de 2012

Minotto

Su pelada brilló durante muchos años en la fila de bandoneones de la orquesta de Francisco Canaro y no sólo por la calva sino por el sonido que extrajo de su bandoneón. Un bandoneón que se hacía fabricar a medida y que fue agrandando en cantidad de botones o teclas porque el original de 71 le iba quedando chico. Así fue enriqueciendo el caudal de voces de su instrumento.

Por algo le apodaron Mano brava, porque había que domar semejante artefacto,  al que además le incorporó la amplificación eléctrica a las cajas armónicas del fueye, siendo pionero en ese sentido, mucho antes que lo hiciera Piazzolla, bastantes años más tarde.


Este montevideano nacido en 1898, era hijo de un acordeonista y con sus dos hermanos siguieron la huella paterna. Se llamaba en realidad Enrique Di Cicco, pero se le conoció siempre por su apodo -Minotto- y de chico coqueteó con el acordeón, aunque finalmente orientado por un músico de la orquesta de Fresedo - Alberto Rodríguez- , fue aprendiendo los secretos del fueye. Sus hermanos Fioravanti y Ernesto eran pianista y bandoneonista, respectivamente.

Integró orquestas en su país, también tuvo la propia, tocó en tríos,  pero sus distintas participaciones en la orquesta de Francisco Canaro, en la cual reemplazó primero a Osvaldo Fresedo y luego a Anselmo Aieta, fueron las que le dieron su merecida fama y donde alcanzó verdadera dimensión de ejecutante privlegiado. Incluso fue fijo en la alineación del Quinteto Pirincho que dirigía el mismo Canaro - él no tocaba- y que se formó solamente para la venta de discos, aunque nunca actuaron en público. Minotto incluso tuvo mención especial en esas grabaciones.

Minotto es el penúltimo, arriba, a la izquierda de Canaro



Su acento es inconfundible, capaz tanto de cantar la frase musical como de decir la misma. Asimismo su manera de dividir o acentuar fraseando, le granjeó la admiración del ambiente tanguero.

Yo le dediqué este poema.



  
MINOTTO
                                                                         “El tango es una posibilidad infinita”
                                                                                                      Leopoldo Marechal

Tanguea altivo su abismal bandoneosaurio
Pirincheando al bardo un certero soliloquio
y el milongaje se expande en incensario.

Adorna con yeites el febril birlibirloquio
corcoveando en sus piernas la crisálida
y va creciendo el espiral acromegloquio

al arrastrar con su diestra mano cálida
y enmilongar al grupo al rebufo tras la oruga
mientras la zurda convoca a las castálidas,
acamalando fervores la magia del yoruga.

                                           jmo



Y lo apreciamos en dos temas. Dirigiendo su propia orquesta:  Taconeando de Pedro Maffia y José Horacio Staffolani, que canta Jorge Omar (1930). Y con la orquesta de Canaro: La melodía de nuestro adiós, de Fioravanti Di Cicco (1938).










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