Anselmo Aieta

Y era orejero…

Menos mal… Su lista de composiciones es impresionante. Por citar al voleo un puñadito, digo…: Alma en pena, Palomita blanca, Mariposita, Entre sueños, Corralera, Carnaval, Bajo Belgrano, Color de Barro, Siga el corso, Pavadita, Tus besos fueron míos, Tras cartón, La mentirosa, Ya estamos iguales, Corrales viejos…

Le llamaron “El brujo del bandoneón” Y lo escolasaba de forma impresionante. Había aprendido dos cositas con el Tano Genaro y el resto lo hizo su talento y sus dedos hechizados.

Como Pichuco, que le llamaba cariñosamente “Papi”, lo suyo fue de autodidacto.

Durante 40 años conformó un dúo creador inseparable con el poeta García Jiménez. Algo así como Bochini-Bertoni o Labruna-Loustau.

Me afilio al símil futbolero pero es que su hinchada se congregaba como la de los estadios para escucharlo y verlo dibujar con el fueye, en el Café Nacional de la Calle Corrientes -pegadito al Teatro del mismo nombre-,  al que apodarían “La catedral del tango” donde reinó del 26 al 28. El gentío que se encontraba allí física y emocionalmente, superaba las dimensiones del lugar y se agolpaba a las puertas del mismo y se subían a los vehículos para vitorearlo. Como sucedería luego en el Germinal. Por su orquesta pasaron nenes como D’Agostino, D’Arienzo, Visca, De Angelis, Di Sarli,  Daniel Álvarez, Nerón Ferrazzano, el Chula Clausi o el cantor Carlos Dante, entre otros. Hasta el fino poeta Armando Tagini, como cantor. Para De Angelis, no hubo ningún bandoneonista con sus recursos y su don de improvisación, sin perder el hilo de la melodía.  

En 1921, Enrique Delfino lo incrustó en el sainete de Alberto Vaccarezza: Cuando un pobre se divierte, para que tocara solos de bandoneón y el público enloqueciera de entusiasmo y prendiera la llama de su fama posterior.

Gardel le grabó 17 temas. Todas las orquestas registraron temas suyos; los intérpretes vocales los cantaron y llegó a ganar grandes sumas por su producción intachable.

Fue amigo de todos, de los grandes y de los humildes, a todos los acogió en su casa. Él que había sido lustra de zapatos, canillita y mensajero para arrimar recursos al inquilinato de San Telmo donde convivían en tropa sus padres calabreses y once hijos en total. Por eso, cuando llegó la buena, supo tirarle un  cable a todo aquel que lo necesitara. 

Aieta (1896/1964) fue un grande de verdad, aún sin saber escribir música, que otros grosos como Charlo le transcribían al papel, a su dictado.

Se fue definitivamente el día de la primavera de 1964 y el pueblo se arracimó, desbordado,  llevándole flores en tropel a su morada final en la Chacarita, junto a la cofradía que supo valorar su enorme personalidad tanguera.

Su ídolo fue Eduardo Arolas, y a él sucedió en las brujerías del fueye y en el cariño de la gente.

Hoy lo traigo a este Blog para recordarlo como compositor e intérprete.

En primer término, con su orquesta, de Oscar Ventura y Dante Linyera:  Macanudo. En una toma radial lo escuchamos parloteando con Raúl Moyano y haciendo hablar a su fueye en su valsecito inmortal: Palomita blanca (Aaayyyyyy….).

Y para redondear, con su orquesta en la milonga que compuso homenajeando a mi barrio, Corrales viejos.

Macanudo.mp3

Palomita blanca.mp3

Corrales viejos.mp3