Contaba Enrique Cadícamo que
en 1937, el gran cantor Charlo (Carlos José Pérez Urdinola), fue contratado
para cantar varias semanas en el Casino Urca, de Río de Janeiro, y le pidó
encarecidamente que lo acompañara. Hacía allí embarcaron en el Conte
Biancamano, con José Razzano, que había sido recomendado por el propio Cadícamo
para representar al galán cantor. En el lujoso trasatlántico viajaban las famosas
hermanas portuguesas Miranda, que regresaban de actuar en Buenos Aires. Durante
la semana de travesía Charlo vivió un fogoso romance con Carmen, que luego
sería estrella de Hollywood con sus bailes y aquellos sombreros llenos de
frutas.
En Río, Charlo tendría un
gran éxito, aunque su representante depositase generosamente el dinero de sus
actuaciones en la misma ruleta del Casino, según el decir de Cadícamo.
En dicha ciudad estaba
alojado desde hacía muchos años, Heriberto Muraro, un concertista argentino de
piano, que gozaba de gran prestigio como ejecutante. Iba a visitarlos
asiduamente al piso que alquilaban en la Avenida Atlántica,
y un día le pidió a Cadícamo que hiciera el favor de escribirle una letra de
tango, para que él pudiese ponerle música.
- Y no me moveré de su lado hasta que la termine-, agregó sonriente.
Como le urgía tanto el
pedido, Enrique tomó la máquina portátil de Charlo y la escribió en tiempo
récord, dada la facilidad tremenda que tenía para realizar el poema, con el fin
de quitarse rápidamente el compromiso.
Charlo se acercó y al ver que
se trataba de una letra a la que había titulado: Ave de paso, se inclinó
sobre la máquina y después de leerla, exclamó: “Ésta es para mí”. Y la sacó de la máquina, a la vez que le decía a
Cadícamo: “Hacele otra a Muraro”.
El asombrado Muraro se quedó
sin letra, que Enrique prometió enviarle luego y la cosa quedó en el olvido.
Charlo le puso una hermosa
música que compuso en su acordeón y no sólo la cantó de forma brillante sino
que la grabó y la utilizó de ahí en adelante como preludio de todas sus
actuaciones.
Vale la pena escucharlo, como
colofón de la anécdota.
Charlo en 1924 |
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ResponderEliminarMe encanta el tango, sus letras son de la vida real. Saludos desde Jauja - Perú.
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