Cotidianamente leemos en periódicos, revistas, o lo escuchamos en radio, en la tele, las canciones que va estrenando la artista colombiana Shakira, que versan en las letras sobre la separación de su pareja. Como éste es Piqué, el que fuera destacado futbolista del Barcellona y la Seleción española, sumado a la gran popularidad de ella, rápidamente sus canciones revanchistas se popularizan en redes y en venta de discos, de forma impresionante. El último grito en el arte de la provocación, quizás justificada, da magnífico resultado comercial. El problema de los hijos -que sufren las consecuencias- pasa a segundo plano en estas situaciones.
Curiosamente el tango ha sido muchas veces vilipendiado cuando sus versos tratan el tema de la pulsión del desamor. Es cierto que en oficios tan inseguros como los de las artes, la egolatría puede venir segregada por el instinto de supervivencia. Esa divergencia entre el caos de la vida y el orden ilusorio se confunden en lo impremeditado.
Ciertamente, la impotencia de contemplar la tribulación de la mujer como una deriva natural del fracaso del amor, se hilvana con a fatalidad de lo cotidiano. Estas composiciones que dejan una constancia lúcida y desencantada de una realidad cotidiana, donde el amor o el paso del tiempo constituyen la materia envolvente con que se fabrican los sueños.
Ese antropos masculino que destila en el corpus lírico de tantos tangos, quizás exagerado en algunos casos, pero realista en otros, el es que ha llevado a algunos comentaristas a la crítica. Pero muchos de estos temas clavan una flecha en el centro de la realidad. Los que captan la esencia y medida de las cosas del amor. Incluso del desamor, el abandono...
a verme, sabiendo que me hallo tan mal?
Mi madre tan buena, tan santa, ha querido
Traerme unas rosas de tu rosedal.
No sabes, mi vida, el bien que me hiciste
Mis cruentos dolores, calmarlos sentí...
De pronto mi madre se puso muy triste...
¿Por qué no has venido a verme? Decí...
Le pregunté a mi madre si algo te acontecía
La pobre, con ternura, me contestó que no,
Y entresacó del pecho una fotografía...
Era el retrato mío... El que te ofrecí yo...
Cruzaron por mi mente recuerdos en bandadas...
Cariños, alegrías... Todo perderlo vi...
De angustia, sobre el lecho, tus rosas encarnadas
Lloraban con mi madre, de pena, junto a mí.
Yo sé – lo comprendo – que estoy desahuciado,
Que no hay esperanzas... Tené compasión...
Quizá cuando vengas habré terminado,
Llevando tu imagen en mi corazón.
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