Confidencia
Sólo las cosas tristes me inspiran a escribir...
Si imaginaran que los malos momentos y las malas experiencia siempre las capitalizo pensando es un Dios (o como quieran llamarlo) quien las pone en el camino al único efecto de crecer..., sabrían que que cuando la vida va bien es fácil, pero cuando ocurre lo contrario, es buena "terapia" escribir, pues tengo la absoluta certeza de que no soy la única a quien le pasan cosas...
La vida, alguien dijo, es una de cal y una de arena. Sin embargo, con cal y arena podemos construir un edificio. De momentos buenos y malos vamos a edificar nuestras vidas.
A mi edad -acuso cuarenta y pico- pasé por tantas experiencias. Me preocupé por tantas cosas banales, aposté con fervor por personajes que hoy me avergüenzo verdaderamente de haber confiado en ellos.
Me engañaron infinidad de veces, me dejé engañar otra con el propósito de saber hasta dónde eran capaces de llegar... Interpreté papeles a la altura de un Oscar por la mejor actriz, tales como: niña inexperta, mujer fatal, superada, fría, apasionada; en fin, ya ni recuerdo...
Y sin embargo, la vida es tan simple. Si supieran que muchas veces no hacen falta palabras en una relación... Y mucho menos la actuación.
Si supieran cómo y cuánto se notan las mentiras, los juegos y las traiciones. ¡Qué lindo es ser auténtico! ¡Qué lindo es mostrarse tal como uno es! Tener la tranquilidad de conciencia, alma y espíritu de "Yo soy así" y quien me quiera aceptar que lo haga y quien no, que se vaya por donde vino.
Pero, ¡cuánto cuesta esa premisa!
Me encuentro en la mitad de mi vida: con muchos años cumplidos (demasiados diría yo) y algunos de milonguera (que de este ambiente me van a sacar el día que me muera, pues vine para no irme tan fácilmente)
Y, ¿por qué escribo?: Simplemente porque así lo siento. Porque la vida no me fue fácil, nadie me regaló nada, al contrario, siempre debí escalar montañas y en cada paso que daba, casi sin aliento y sin fuerzas, me proponía dar un próximo; recordando aquella célebre poesía de Almafuerte: "No te dés por vencido ni aún vencido. No te sientas esclavo ni aún esclavo...".
Sabía que debía seguir. Hoy estoy en este ambiente al que me costó mucho llegar. Soy parte del Tango y de las Milongas porteñas. Mi nombre y mi cara son conocidas y sin falsa modestia, estoy orgullosa de pertenecer. Adoro a todos y cada uno de mis bailarines, amo la noche de Buenos aires y me estremezco cuando escucho tocar un Tango. Fue con esfuerzo que aprendí a bailar esta maravillosa danza, a comprender códigos e integrarme.
Me enamoré de un milonguero que me hizo mal y me destrozó el corazón. Del dolor se aprende, del dolor se crece y separándonos a tiempo del rencor, pero capitalizando aquello que se puede rescatar, es posible aprender. Porque así es la vida, un permanente aprendizaje. La noche enseña, el abrazo del Tango realmente nos da vibraciones especiales que nos indica de alguna manera "saber" con quien va y con quién no.
Hay sensaciones inexplicables dentro de nuestro cuerpo; algo así como un ángel que nos dice muy bajito al oído: "es con éste, con quien bailarás".
Sólo nos debemos permitir deleitarnos y transitar por los caminos de la vida sin mayores cuestionamientos. Simplemente animarnos a ser felices.
Y recuerden: El Tango es sabio; escuchen el compás, búsquense una buena pareja y disfruten.
Marcela Junqueira (Revista Buenos Aires Tango - Mayo 2006)
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