Caye Corrientes,
estación de noctámbulos
donde cualquier día
parece sábado...
Ascua de luces eléctricas
parecés el pecho de una bacana
por las muchas pedrerías
de tus lámparas.
Las puertas de tus cafés-conciertos
son altoparlantes impensados
de ande sale la transmisión de las orquestas
y la de la charla de los parroquianos...
Caye de todo el mundo y de nadie
en la que siempre s'está de paso,
la gente cruza por tus aceras
siempre como bailando un tango,
tal es el apechugamiento
a que obliga tu estrechez
de salón de barrio.
Hay que ver cuántas tragedias de sainete de Vacarezza
y cuanta risa cruza por tus calzadas,
exposición de ruidos y de miserias
que por una ironía sarcástica
viene a ser, por sus oportunidades,
el "buen camino" de las yirantas...
Toda clase de gente
pulula por tus angostas veredas,
romería de artistas, curiosos y vivillos,
que unas veces sos caye y otras veces sos feria...
Caye Corrientes:
sos un Paseo de Julio moderno y elegante;
si es que en verdá la función crea al órgano
¡vos sos el intestino Colón de Buenos Aires!
Dante Linyera
En 1931 se decidió ensanchar aquella calle Corrientes de leyenda y se apuraron los plazos para inaugurar la nueva avenida Corrientes en 1936, junto con el Obelisco, para celebrar los 400 años de la primera y fallida fundación de Buenos Aires por Pedro de Mendoza. Aunque la inuaguración de la nueva Avenida llegaría un año más tarde.
Roberto Arlt escribiría, a propósito, de la nueva avenida que reemplazaba a la mítica calle Corrientes:
-Es inútil, no es con un ensanche con el que se cambia o puede
cambiar el espíritu de una calle. A menos que la gente crea que las
calles no tienen espíritu, personalidad, idiosincrasia. Es inútil que la
decoren mueblerías y tiendas. Es inútil que la seriedad trate de
imponerse a su alegría multicolor. Es inútil. Por cada edificio que
tiran abajo, por cada flamante rascacielos que levantan, hay una
garganta femenina que canta en voz baja: Corrientes…tres, cuatro, ocho…
segundo piso ascensor. Esta es el alma de la calle Corrientes. Y no la
cambiarán ni los ediles ni los constructores. Para eso tendrían que
borrar de todos los recuerdos, la nostalgia de: “Corrientes…tres,
cuatro, ocho… segundo piso ascensor”
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