Estaba en pleno éxito el
show Tango Argentino en Nueva York. Habitaba un lujoso hotel en la
Quinta avenida, y una mañana su vozarrón resonó en los pasillos, estaba
enojado: "¡Diganlé a ese viejo maniático que si quiere tango a las diez
de la mañana que lo baile él!... ¡Ah! si me quiere ver a mí que venga al
teatro..."
Aquel viejo, que había asistido al estreno, removió
cielo y tierra para que le organizaran una función especial para la
mañana siguiente, y la bronca surgió cuando a Virulazo
le dijeron que por razones de protocolo, la función especial debía ser
ad-honorem. Y agregó a los gritos siempre: "¡Y diganlé que gratis no
bailo para nadie!»¡" Y así fue, aquel viejo era Henry Kissinger.
Por aquel entonces el bailarín tenía 61 años, 5 hijos y seis nietos.
El apodo Virulazo
apareció cuando tenía 18 años y jugaba a las bochas por dinero en el
fondo de los almacenes de su ciudad, San Justo (ciudad del suburbio de
Buenos Aires).Un viejito italiano lo alentaba permanentemente: "Mandale el virulazo, mandale el virulazo", que había adoptado como
sinónimo de bochazo. Su nombre de nacimiento Jorge Orcaizaguirre,
de ascendencia vasca e italiana por parte de madre. Fue criado por sus
abuelos porque sus padres se separaron muy pronto.
-A mi abuelo le debo todo, él me dio el título más grande que tengo en la vida, el de hombre. Yo lo adoraba. Los
pocos pesos que ganaba mi abuelo en el ferrocarril no alcanzaban, lo
ayudé haciendo de todo menos tres cosas: ser alcahuete, rastrero y
trepador, los peores defectos que puede tener un hombre. Vendí de todo
en la calle, lustré zapatos en las puertas de los quilombos (casas de
tolerancia), vendí sandwiches de chorizo, compré pelo en Entre Ríos para
traerlo a Buenos Aires y venderlo en las fábricas de pelucas. Después
empecé de peón de matadero y terminé como capataz y comprador de
hacienda.
El tango me gustaba bailarlo desde los 13 años en los
clubes de la zona o del barrio de Mataderos. Una vez me vieron bailarlo
El Negro Celedonio Flores y el cantor Carlos Acuña
y me dijeron: "Pibe, vos no podés seguir bailando gratis". Al día
siguiente debutaba en el café La Armonía de la Avenida Corrientes, luego
vinieron los cabarets Chantecler, Tabarís y todos los lugares de
categoría.
En el año 1952, la empresa de chocolates Águila
organizó un gran concurso nacional de bailarines de tango, participaron
157 parejas y las finales fueron en el auditorio de radio Splendid. Lo
gané. Gracias a eso comenzaron las giras por todo el país hasta llegar
la época dura de los años 60 cuando los programas de rock en televisión
nos hicieron pasar un hambre terrible, bailábamos por unas monedas.
Aguantamos sólo Juan Carlos Copes y yo. La bohemia es linda pero te cagás de hambre.
En los 70, empezamos a salir otra vez, la primera fue una gira acompañando a Hugo del Carril. A comienzo de los '80 decido abandonar el baile, pero al tiempo me trajeron la idea de Tango Argentino y me entusiasmé.
Yo
soy profesional solamente porque me pagan. En el fondo sigo siendo
amateur, no me ajusto a una coreografía, eso lo hacen los bailarines y
yo soy milonguero, uno de los pocos que bailan tango-tango, por eso me
llaman de todas partes.
Con lo que gané en las últimas giras me
compré tres casas, un camión y dos autos, para mis hijos, ahora salgo
algunas veces más, junto unos dólares y ¡chau!, me retiro. Cada gira son
cinco o seis meses y para mí es un sufrimiento, es como estar
encanutado en Alcatraz. Sufro lo peor que le puede pasar a un hombre,
estar solo en la muchedumbre.
En Japón me paraba en una esquina y me
rodeaban doscientos millones de ponjas, y no entendía un carajo lo que
decían. Entraba en un restaurante, pedía un chorizo y me lo traían con
miel, ¡una cosa de locos! Se morfan el pescado crudo como los indios
¡Dejame de joder! Nunca comí tanto pollo y tallarines como en Japón. Hay
gente a la que le llamará la atención, pero a mí no. A mi me atrae un
buen vino, un asado con los amigos, los jilgueritos que tengo en el
fondo de mi casa.
En las giras, cuando no actúo, apolillo, no le
doy bola a nadie, me llevo un pilón de libritos policiales y de cowboys
y así estoy bien. Me jodían con Venecia ¿Pero qué es Venecia? El
cementerio de la Chacarita inundado, y que me perdone la Chacarita. A mí
me rompen los que por una cuestión de status o snobismo empiezan a los
gritos ¡Ay, que bella es Venecia! Bella es la pampa donde podes ver los
árboles, los animales, los colores del pasto en la inmensidad, y no una
ciudad que se está hundiendo y que cada vez que pasa una góndola con un
tano arriba deja una "baranda" que el Riachuelo, al lado de eso es
lavanda Atkinson.
Estoy pesando 128 kilos, pero no me hacen
nada; con traje negro, el moño a lo Gardel y una buena pilcha es como
que me sacaran ese exceso.
En Broadway durante una actuación,
escuchaba una voz que me gritaba: "¡Bien gomina, bien gomina!" Resultó ser
Nureyev. Se hicieron amigos míos Anthony Quinn y Robert Duvall. Éste
último, cada vez que viene a la Argentina, se viene aquí a mi casa a
comerse un asadito.
A mi esposa Elvira la quiero, la idolatro, si me faltara..., no sé, me tiro bajo el tren.
Yo
soy un sentimental, no sirvo para estar solo y menos sin una compañera
como ella. Son 28 años de acostarse y levantarse juntos. Pero es más,
porque somos amantes desde hace 44 años. Elvira fue mi primera novia, y
por esas cosas de la vida no nos casamos. Cada uno hizo su vida y en 1959
yo ya estaba separado de mi primera mujer. Un día yo andaba arriba de
un caballo allá por La Tablada y en eso veo pasar un colectivo con
Elvira adentro, le hice señas para que bajara, pero nada, entonces fui
galopando detrás del colectivo y al final se bajó porque si no la seguía
hasta su casa. Conversamos y aquí estamos.
Frases sueltas del bailarín Rodolfo Valentino fue un caradura, no sabía bailar.
Tito Lusiardo un buen comediante, pero como bailarín, un adefesio. Pero bueno, estuvo con Gardel, ¿quien lo iba a discutir?
Travolta.
Un mariconazo. Lo mismo ese Michel Jackson. Son cosas que no pasan a la
historia. Eso no es baile, baile es Fred Astaire y Gene Kelly.
¿Un bailarín de tangos? Petróleo. Lo conocemos algunos, sólo los que vamos a las milongas.
El tango que más me gusta es "Berretín", de Pedro Laurenz. Y en cuanto a letras, "El motivo", de Pascual Contursi.
Música
nueva argentina no escucho ni loco. Son pibes que están vacíos. En el
tango uno siempre va a encontrar algo que refleje su vida. ¿Pero alguna
vez a alguno se le cayó la novia en un pozo ciego? Eso dicen en una
letra esos pibes. Será que ninguno tendrá historias para contar. La
gente que se levanta a las seis de la mañana para laburar todo el día,
no se la empaqueta. A esa gente hay que darles arte como les daba
Gardel. A esa gente no pueden conmoverla cuatro guachos que no laburan y
fuman marihuana.
En política nunca me metí, pero siempre voto
por la democracia. En este país los militares y los curas son un
cáncer... Ah, tengo una fantasía, que cuando me muera sea bailando un
tango.
Guillermo Alfieri (Página 12- 27 de marzo de 1988))
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