Peina leones, bananeros,
brócolis y rastrillos
te pisaron el espejo,
el arpa de los huérfanos
y mandaron al frente
al fantasma insepulto
de algún cantor suicida
y parapsicológico
que aterrizó en tu hambre sin salida,
despiadada orfandad
rodando en el Abasto
entre la potentada podredumbre
de bufarrones, gratas y vencidos.
¿Quién sabe qué dialéctica
de matemática y locura
te eligió para el juego
de juglar penetrante,
testigo presencial y alucinado
de la quemante espuma
miserable, profunda,
musa fatal,
testimonio de cargo
tenebroso y secreto
que en tu voz
impulsada
por sangre zodiacal,
elevó su estatura
a dimensiones filosóficas
de un porteñismo vertical
y metafísico;
el potencial y turbio
que ha tocado a su fin
en este fin de siglo
de gardelismo agonizante.
Juan Carlos Lamadrid (Año 1980)
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