Vientos del novecientos
que hicieron girar las veletas
y silbaron en los pararrayos
de las primeras residencias señoriales
de Flores, Belgrano y Recoleta...
Entonces, el pardo Sebastián Ramos Mejía,
era primer bandoneón ciudadano
y cochero de tranvías a caballos
de la compañía Buenos Aires y Belgrano.
Vientos del novecientos..
El pardo Sebastián inauguró un siglo,
cuando estaba en embrión la ciudad feérica
y la calle Pueyrredón era Centro América.
Uno de los primeros
que encendió la luz del tango en las esquinas.
A su influjo
don Antonio Chiappe se dio el lujo
de desafiar por medio de los diarios,
a tocar los valses de Waldteufel...
aquellos valses extraordinarios...
Sebastián, el Pardo, encendió
el fervor, en las venas
de los hermanos Santa Cruz,
en el Café Atenas.
En aquel café
de Canning y Santa Fe,
donde se tocaban los tangos de Villoldo:
El Choclo y Yunta brava
y florecían las biabas
de Aparicio, el caudillo
y del chino Andrés.
Sebastián Ramos Mejía...
Tierra parda que maduró la semilla del tango...
Decano de la facultad del bandoneón...
Tu nombre vuela con el viento del año dos
y se hace nudo
con el violín de Vicente Ponzio, el bigotudo,
-tío del Pibe Ernesto-
que tocaba
con la familia filarmónica de los Pécora,
de Andes y Lavalle: Flauta y violín...
Entonces, José Pécora era un chiquilín...
Enrique Cadícamo
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