Como decía mi buen amigo José Pedro Aresi: “La milonga es una enfermedad que contrajimos en la esquina del barrio y que no se cura nunca”.
Por eso, cuando nos encontramos con alguien "del palo", le damos rienda suelta a los recuerdos y aprovechamos para volver a instalarnos en aquellas noches de los años cincuenta, cuando Buenos Aires estaba poblado por cientos de clubes de barrio, cafés y confiterías, donde se podía ver a orquestas y cantores, o bailar, hasta romper los tamangos... como rezaba Carlitos Roldán.
La orquesta de Ángel D'Agostino y Vargas parado a la derecha |
Por algún motivo tengo impreso en la memoria una noche que fui a milonguear allí, lleno de expectativas y la costumbre imperante en este sitio y en otros, era bailar con determinada orquesta, pero con versiones grabadas. Y esa noche de las visiones nostálgicas, fue con D'Agostino-Vargas.
Era una jornada veraniega, maravillosa velada, el sitio tenía abundantes plantas, luces de colores y la sensación era muy cálida.
Todavía flotan en mi cabeza los tangazos de los dos ángeles: D'Agostino-Vargas. Y hoy los voy a rememorar en un video, con el tango A pan y agua, de Juan Carlos Cobián y Enrique Cadícamo. Cobián la escribió recordando sus días de castigo y encierro en el cuartel durante el servicio militar, y Cadícamo, más tarde le dió otro giro poético, rememorando, como yo ahora, madrugadas alegres y divertidas.
Y mientras La orquesta con 5 fueyes se luce en los compases y Angelito Vargas canta a ritmo, las parejas lo disfrutan bailando y aguzando la oreja. Y Eduardo del Piano se florea en unas variaciones que reviven los viejos tiempos.
Como acusa el verso:
Tango que viene de lejos / a acariciar mis oídos / como un recuerdo querido /con melancólicos dejos.
Mi abuelo se llamaba José María Otero,¿tendremos algún parentesco?
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