Habían llegado a la capital desde Zárate, en el conjunto juvenil del violinista alemán Juan (Hans) Ehlert para mostrarse en un programa radial y se fueron quedando. Francini, Pontier y Cristóbal Herreros harían su pequeña fama en la Orquesta de las estrellas que dirigía Miguel Caló, viviendo la época de bohemia en una Buenos Aires esmaltada de tango.
Pontier y Francini de gris y detrás de ellos, Berón y Rufino. |
Hinchas de Pichuco a muerte, los directores supieron llevar también a músicos contrastados: Pontier (Armando Francisco Punturero), Salomone, Paracino y Ángel Domínguez en bandoneones; Francini, Aquiles Aguilar, Lalli y Sarmiento en la fila de violines, Del Bagno al contrabajo y Juan José Paz en el piano.
Pero además se aseguraron los servicios del Negro Argentino Liborio Galván como arreglador, lo que representaba una garantía de jerarquía en la escritura musical, por la sobriedad en la estructuración de su trabajo, la modalidad cuerdista que le pedía su temperamento y la equilibrada amalgama de contenido artístico y emotivo. No en vano lo requeriría tantas veces Troilo para escribir en su formación.
Lo veía muchas veces en el Tortoni, porque yo trabajaba en el diario La Razón, a 50 metros del Café, y algunas tardes nos jugábamos las copas a la generala en aquellas mesas de mármol en las que retumbaban los dados. Él también lo hacía y a veces se incorporaba y escribía algo que se le había ocurrido, colocando el papel en la pared, porque tenía dolores de cintura.
El binomio Francini-Pontier después de diez años de continuos éxitos (la llegada de Julio Sosa como vocalista fué todo un aldabonazo), se separaron amistosamente y cada uno formó nueva orquesta.
El año pasado, durante un asado en la casa del pianista y director Juan Antonio Morteo, ese fenomenal violinista, director, arreglador y compositor (y gran amigo) Fabián Bertero, preguntó al grupo en el que había cantores, locutores, toda gente de tango, quien había sido el mejor violinista tanguero de la historia, ¿Vardaro o Francini? Yo me incliné por Vardarito y Fabián dijo que Francini para él había sido lo máximo. Palabras de un violinista de casta.
Vamos a evocar a esa orquesta en dos temas: Arrabal, de José Pascual y Para lucirse de Ástor Piazzolla, con arreglo del mismo Ástor para esta versión de Francini-Pontier.
Arrabal
Para lucirse
A mí me interesaban siempre las anécdotas de una vida de bohemia en la pensión "La Alegría" que Horacio Ferrer nos dejó. Yo traté de investigar acá en Bremen la historia de la familia de Juan Ehlert pero lamentablemente los documentos de la pasaje no se encontraron. Existen muchos listados de pasajeros / emigrantes pero del periodo alrededor de 1919 una parte almacenada en la cámara de comercio de Bremen fue destruida por fuego. Hallé un artículo acerca de Zárate y Campana en la revista TyCp de Rosario (tango y cultura popular). Las casas de la familia en un barrio obrero de Bremen hoy todavía existen.
ResponderEliminarUna vez le pregunté a mi profesor de bandoneon, que había tocado en la orquesta de José Basso entre otras, la misma pregunta que cita en su artículo: cuál había sido el mejor violinista del tango. No consideré a Vardaro y puse como opciones a Francini y a Gobbi. La respuesta fue terminante...Gobbi, por el ort...Saludos!
ResponderEliminarYa sabemos que sobre gustos... Fui amigo de Gobbi y me gustaría considerarlo el mejor, pero pienso en los dos de la nota, en Kaplún, Puglisi o Symnia Bajour y no creo que sea justo.
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