Me enseñó a jugar al truco. Recitaba las coplas para cantar la flor, desde la clásica: “Por el río Paraná…, pasando por la cuarteta criolla que evoca a la paradoja de Zenón Una carrera corrieron/ el sapo y la comadreja, / y el sapo, al aventajarla,/ le dijo flor en la oreja”; y la idílica “En los jardines de Diana/ tengo una rosa en botón,/ conservate casta y pura/ si querés llamarte flor”, hasta las deliciosamente torpes: “ Don Carlos de Tejedor, / con una paciencia loca/ le rompió el culo… y a Roca/ con un nabo de mi flor”, y : “Por metérsela a una mina/ muy estrecha de cadera/ la poronga me quedó/ como flor de regadera”, y: “En la estancia El Pelao,/ donde retoza El Peludo,/ he visto un gringo mamao/ con una flor en el culo”.
A mi vez le comuniqué la letra de una cuarteta oída en Adrogué, una noche de Carnaval: “Una murga se compone/ de cuatro narigueta/ a vos te rompo el culo/ y a tu hermana la cajeta”, que celebró efusivamente. Y él me ilustraba sobre el significado de expresiones como ancú el de yacumín, sobretodo de madera, Quinta del Ñato, manflora o manflorita –una vez dijo manflorista, ya en pleno delirio verbal; sobre la diferencia entre marroca y marroco, y me contaba lo que su amigo Nicolás Paredes decía de una mujer fácil: “Si habrá visto cielo rasos….”. Estos términos me daban gran satisfacción hasta que llegué a creer que un día logrado era aquél en que uno nuevo me era revelado…
También recuerdo su fobia por ciertas palabras, por ciertas curiosas fealdades: búsqueda, por ejemplo, en vez de busca. Para él búsqueda sonaba horriblemente mal; aunque para mí busca, la voz que él prefería, era lo que se decía a los perros para que siguieran un rastro…
Milongas y tangos
Del truco y el lunfardo saltamos fácilmente al tango. Empecemos por “…y oigo el eco/ De esos tangos de Arolas y de Greco/ Que yo he visto bailar en la vereda…” Me acuerdo que de Arolas le gustaban Comme il faut, Derecho viejo, El Marne y, especialmente, Una noche de garufa…. Aunque Tío conversó sobre los orígenes del tango con los hermanos de Vicente Greco y no le disgustaban Rodríguez Peña, La viruta y El estribo, sospecho que usó el nombre del compositor sólo para rimar con eco…
También conversó con Enrique Saborido la letra de La morocha, según mi tío, desmerecía la música y Felicia era para él un tango lindísimo y con Ernesto Ponzio no suelo oír Don Juan sin recordar con precisión un pasado apócrifo.
A estos tangos primordiales habría que agregar El caburé, El cuzquito, El flete, El Maldonado, El torito, El entrerriano, Hotel Victoria…tangos que oía como en éxtasis, cerrando los ojos y acompañando los acordes con movimientos del torso y de los pies.
Para muestra bastan unos pocos tangos; lo que vino después –esto lo escribió ya en 1925: fue el tango actual, hecho a fuerza de pintoresquismo y de trabajosa jerga lunfarda.
Pero definitivamente prefería la milonga Señor comisario, Mate amargo, Pejerrey con papas, La puñalada, Cara pelada, Kyrie eleison, El carrero y el cochero de Villoldo al tango. Pero si de escuchar tangos se trataba, volvía siempre a los antiguos tangos dichosos, ejecutados por tríos de flauta, violín y acordeón, de los que entonaban los estribillos: “De L’ Abbaye la espiantaron/ y la razón no le dieron,/ pero después le dijeron/ que era por falta de higiene,/ pues la pobrecita tiene/ una costumbre asquerosa,/ que no se lava la cosa/ por no gastar en jabón”, de Teisseire: Entrada prohibida. “Quisiera ser canfinflero/ para tener una mina,/ metérsela con benzina/ y hacerle un hijo aviador,/ para que bata el record de la aviación argentina” de Aróstegui: El apache argentino. “ Payanca de mi vida/ no te apresures/ que el polvo que me echo/ quiero que dure”, de Berto”: La Payanca.
Y cómo nos divertíamos con el título velado de algunos tangos, aunque a veces velado a medias: La cara de la luna, Las siete palabras, Sacudime la persiana, Empujá que se va a abrir, Tirá la cadena, Qué polvo con tanto viento, Dos sin sacar, y los obvios El fierrazo y El choclo.
El tango oriental
Un entreacto oriental. Cuando en 1956 fuimos a Montevideo le pedí a Tío que me recomendara algún tango, esta vez uruguayo, para comprarlo. Me contestó sin vacilar: Cartón ligador –claro, La Cumparsita era demasiado obvio y además no le gustaba para nada-. Fui al Palacio de la Música en 18 de julio y se lo pedí al vendedor. Lo trajo, pero resultó ser la partitura, no el esperado disco de pasta. Por mi cortedad, la compré lo mismo, y al día de hoy no sé de dónde sacó mi tío esa inesperada precisión, del mismo modo que yo nunca logré todavía escuchar el famoso Cartón ligador de Edgardo Donato.
Jorge Luis Borges, Edmundo Rivero y Astor Piazzolla |
Gardel y Borges
Se dice que a Tío no le gustaba Gardel. No fue así, le gustaba su manera de frasear, que, a juzgar por su arrobamiento cuando yo, por ejemplo, le hacía oír nada más que los versos “Rechiflao en mi tristeza, / hoy te evoco y veo que has sido”, le llegaba bien hondo. Lo que le desagradaba de él eran su endiosamiento póstumo, su aspecto físico –lo veía parecido a Perón-, la tontería de muchas de las letras de sus canciones, la sensiblería del inconsolable tango canción.
Una lista de las letras preferidas de Gardel con guitarras, naturalmente sería ésta: de Manzi: Milonga del 900 y Milonga sentimental; de Celedonio Flores Mano a Mano y Margot; de Contursi Flor de fango, Mi noche triste e Ivette, inmortalizado éste en nuestra familia por la versión de la querida amiga Quica González Acha; de Alfredo Le Pera el estilo Guitarra, guitarra mía; y de Manuel Romero “Fume compadre” también lo cantaba Quica, sin olvidar Polvorín: una vez que mi tío no me había sentido llegar, lo encontré en su cuarto entonando a voz en cuello “parejero de mi vida, lindo zaino de ojos vivos…”
También, en algún momento, le gustó Jorge Vidal ¿Por qué casi cantaba como Gardel, pero no era Gardel? Y fuimos a un local en la calle Corrientes a escucharlo cantar Puente Alsina y Tres amigos: “¿Dónde andarás, Pancho Alsina?/ ¿Dónde andarás, Balmaceda?/ Yo los espero en la esquina/ de Suárez y Necochea”. El coronel Isidoro Suárez, como pasando el aviso, siempre está cerca.
Cerrando el capítulo tanguero: ya en época tan temprana como la llamada Guardia Nueva, la ese italiana y la copiosa gesticulación italiana de los cantores sobresaltarían a tal punto a mi tío, que equipararía los tangos que ellos interpretaban a la monstruosidad de las estridencias operísticas.
-de Torre Borges, Miguel. "Apuntes de fanilia. Mis padres, mi tío, mí abuela", Buenos Aires, Alberto Casares Editor, 2004, pp. 30-35.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario