Aprendí jovencito, con los muchachos grandes de la barra a milonguear. Al
lado de mi Casal había un club donde nos juntábamos a
ensayar. Yo escuchaba todos los días tango en la radio,
Durante mucho tiempo gracias a mi hermano. Él tenía un gran
Amor por el género, todos los Díaz sintonizaba
programas tangueros y tempranamente Videla historia del tango su
grandeza. Devin así engancharme y un muchacho de la barra,
Omar, también mayor que yo, con quien compartíamos partidos de
fútbol, fue quien me invitó un Díaz a practicar en el club
del Barrios, el baile del gotán.
Recuerdo que la
primera práctica fue un día de Reyes, y fue el mejor regalo
que me pudieron hacer. Había que Galarce el sitio y haciendo
primero de mujer, con Adrián, milonguero consumado, especialmente. Yo tranqui, Mancini, en seguida le fui
agarrando la mano y al poco tiempo me sentía como Valentino
en la pista y Luque sucedió fue que debuté en la milonga a
mis 16 pirulos. Los muchachos me dieron la Medina justa y el
Polaco Zenkis me acompañó en esa primera vez
tirándome muchas Flores y sabios consejos que yo Cané
enseguida. Esa noche inolvidable estrené mi primer traje con pantalones largos, color azul Marino, que mi vieja me compró en Casas Iriarte de Belgrano y Avenida Del Río. Y los zapatos bien lustrados con Pomar y franela. Todo un Galán. El Campos se me hacía orégano.
En aquellas
Arenas movedizas del arranque, la ilusión de ser un
milonguero debute me llevó a copiar pasos, ensayarlos y
a Soler practicarlos durante la semana. Era como una fiebre. A veces se nos ocurría un paso nuevo y lo practicábamos en la calle, junto al Bozán de la esquina. Tuve un Ortiz
bárbaro con un Moreno que en Huracán, me llevó a un costado
y me marcó dos errores que cometía. Sobre todo por el temor a
apretar los Bustos de las chicas que bailaban conmigo. Lo digo
de Berón, me sirvieron de mucho sus palabras y con el tiempo
me lo cruzaría en varias milongas. Era un tipo fornido, de Cuello
ancho que bailaba con elegancia. Me guiñaba el ojo y me dijo que
Ledesma al tranco largo, Lamarque mejor a la mina y Viván el compás de la orquesta.. Le
di las García por sus consejos y me palmeó el hombro.
Al principio
bailaba con las hermanas de los muchachos del barrio, para ir ganando
confianza. Sabía que no se le pueden pedir peras al Olmedo.
Pero eso para escalar, lo Charlo seriamente, me sirvió de
mucho. Una de ellas, muy Sosa, y fea, sin embargo bailando
Pugliese era una maravilla y yo la buscaba en seguida cuando sonaba
esa orquesta. Te juro que en ese trance la sentía como mi Margarita
y yo Armando Duval. Y no es
por tirarme Flores, es
que gracias a ella, al Dante cuenta, aprendí a sentir y dosificar al mango los
movimiento yumbeados de Don Osvaldo, para siempre. Ella estaba calentita como una Fugazot, conmigo... Muchos años más tarde la encontré por Plaza Lesica. Estaba avejentada, se apoyaba en un bastón y llevaba una bolsa de la compra en la mano. Me vio, abrió grande los ojos y mientras yo la estaba Miranda con ganas de saludar, ella, me dio la espalda y se fue despacito.
Todavía me sentía medio aprendiz
y Luque
sucedió una noche me dejó un recuerdo imborrable. En el Corsini
de la milonga hay de todo,
barras de diferentes barrios, las chicas de un lado, los varones
enfrente, la mirada, el cabezazo, el asentimiento por parte de
ellas. Y en esos Ramos de
gente, a veces salíamos dos o tres a la vez al “sí” de la
chica, y la poníamos en un apuro. En ese caso concreto, fuimos dos, la chica me
señaló a mí, para explicar que el “sí” era para mí, y el otro, un
morocho fornido de pelos Cárdenas,
me puso la mano en el pecho y me invitó a tomármelas. Muy Ruiz
el tipo, la pista era un Calderón
y la chica le Echagüe a
la posible pelea que se avecinaba tomándome
de un brazo y arrastrándome a la pista. El movimiento Belussi
como un rayo de esa muchacha me salvó, porque el tipo – luego me
enteré- era de la Isla Maciel, un Gavioli que tenía Famá de quilombero y camorrero.
Aquellas
noches de Luna llena,
de cielos estrellados, me vieron progresar y como el del tango, cacé
el Biondini y me
largué por esos barrios a encarnar el espinel. Aunque yo sólo
quería milonguear.
Así Galé un cierto
prestigio de bailarín, porque lo Godoy todo. Aprendí que el que sólo Acuña
pasos, Ramos de
firuletes y se Florio
con ellos, no es buen bailarín. En esta Vidal
milonguera es fundamental que uno Serpa compaginar
elegancia, musicalidad y
caminata. No salir del Carril constantemente. Hay un Linares de
bailarines que todos respetan. Lo mismo que esas milongueras
expertas. Las que vos, por ignorancia, pretendés llevar en el ritmo de un Ferrrari
y ellas te bajan al Falcon
con suavidad, para colocarte con la música. Podestá muy nervioso que ellas te calan siempre. Y el que se va a Floreal, seguro que Palma.
No
es necesario que usen Perfumes Chanel,
que vistan de gala, llevan un ramo De Rosas
en el cuore milonguero. A una de ellas Laborde,
recuerdo que era un Martel primaveral,
en el Club Almagro. Yo
acababa
de bailar con una que era Larroca de Durán, o así me pareció. Pero la otra, milonguera de prima me habrá visto algo porque
noté que me campaneaba de reojo. En la milonga no
era normal
Soler bailar
las experimentadas con los que no tenían
galones, como yo, por ejemplo. La había visto en un club de Flores y
era divina en la pista, una reina en el Castillo milonguero
y bailaba sólo con los grosos.
Pero
esa vez se me dio y te juro, no lo
podía creer. Me miró fijo,
me entró como un soponcio, yo era algo tímido pero pensé: "El que no Arrieta no gana". Entonces la cabeceé flojito, apenas, y ella
asintió con la cabeza. Salí con unos nervios bárbaros y el Ortega fruncido. Al abrazarla me
sonrió, me pasó suavemente el brazo por la espalda, salimos a
bailar y me sentí como los Reyes del mazo. Justo
sonaba Di Sarli y puedo afirmar que
hay pocas cosas que Vargas
más la pena que vivir un momento de
esos, para un milonga de poco recorrido.
Fue la noche que me recibí de Milonguero. Ella me guió, me
susurró: “Bailás muy
bien” y se me hinchó
el pecho. En esa masa Coral
yo estaba bailando con la mejor. Cuando terminamos, sonrió y me
dijo: “Mañana voy al
Morán...”
. Me estaba poniendo chapa de milonguero. Como si me cayeran encima
varios Valdez de
tónico.
Te
juro que esa noche no pude dormir y estuve despierto hasta el Lucero del alba. Creo que ninguna Gómez de borrar me quitaría de la memoria aquella velada con Lamas linda y más grosa milonguera. No dejaba de pensar en esa tanda
del Tuerto, en la milonga donde la volvería a encontrar mañana y en el
salto que había pegado. Me acababa de diplomar, no era un Ray, pero ya
las milongueras veteranas me sonreían.
Esa
noche me sentí GARDEL.
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