Eran todos poetas
Sentados en sus sillas con sus instrumentos
las testas inclinadas y los cuerpos tensos
moldeaban con sus manos la música del pueblo.
Eran todos maestros
Callados y en las sombras
unánimes y tercos
ritmaron con sus cuerpos los tangos y milongas
Eran todos talentos
Sus caras de realistas y románticos
capaces de todos los ensueños
y todas las diabluras
se dormían en los solos profundos y nostálgicos
Eran todos artistas
Visionarios e insomnes
atildados y líricos
forjaron con sus pianos y violines
bandoneones y chelos
el canto del porteño
Alberto Vanasco
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