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jueves, 29 de noviembre de 2018

Eufemio Pizarro

Guardo recuerdos intensos de este tango que  hicieron entre Homero Manzi y Cátulo Castillo. He contado alguna vez que yo trabajaba en radio El Mundo con Antonio Carrizo en su programa: Mundo diez que iba desde la mañana al mediodía. A continuación venía otro de Cátulo Castillo con Luis Medina Castro. Cuando terminábamos, con Antonio nos íbamos al boliche frente a la radio a almorzar y charlotear, antes de seguir viaje al Diario  La Razón, donde yo trabajaba.

Siempre nos saludábamos con Cátulo y el Negro Medina Castro y Carrizo le decía al primero que estábamos comiendo enfrente si se quería arrimar, porque sabía de mi afición tanguera. Y Cátulo se acercó un par de veces y nos quedábamos alargando la comida con las anécdotas que le íbamos sacando. Uno de esos mediodías le hablé de Eufemio Pizarro y su asociación con Homero en el tango de marras.

Cátulo Castillo

-Sí, en un café del barrio de Boedo lo conocimos a Pizarro. El Presidente Yrigoyen lo había indultado y volvió a Buenos Aires, después de estar preso en el penal de Ushuaia -me respondió Cátulo-. Y, la verdad, nos impresionó por  su porte y su modestia al hablar... Inspiraba respeto, era parco, en su  miraba brillaba como una señal de barrio, se notaba que su encierro en Ushuaia parecía haber macerado su pena  y con Homero estuvimos conversando largo, luego del encuentro. Nos había impactado. Años más tarde, cuando muere acuchillado Pizarro,  volvimos a juntarnos con Homero y me trajo los versos de ese tango, a los cuales le puse música.

La conversa con Cátulo agrandó mi interés por este tango que salió a la luz en 1947. Homero Manzi fue "El poeta de las cosas que se fueron", como lo definió certeramente Enrique Santos Discépolo. Rastreando su obra, uno encontrará al bardo romántico que con su pincel cromático va pintando atmósferas familiares, la fugacidad de las cosas, una radiografía de la época, la sublimación del habla coloquial, las cosas que ya no están y se van transformardo en recuerdo.

                                         

Es cierto también que en el tango se destaca muchas veces la metafísica del coraje y los guapos están presentes en la cita de Celedonio Flores, de Cadícamo, de Expósito. Salen del suburbio donde nació precisamente la canción popular y adquieren nombradía porque sobresalen en la grisura de la vida diaria de los barrios proletarios, donde la inmigración plantó sus destinos de destierro.  Y Manzi lo describe así a Eufemio Pizarro.

Morocho como el barro era Pizarro,
señor del arrabal;
entraba en los disturbios del suburbio
con su frío puñal.
Su brazo era ligero al entrevero
y oscura era su voz.
derecho como amigo o enemigo
no supo de traición.
Cargado de romances y de lances
la gente lo admiró.

Aquel suburbio corralero que ya no existe más que en el recuerdo de algunos viejitos nonagenarios, lo recorrió el juvenil Homero en los requechos de Pompeya, las inundaciones, aquellos almacén-bar, donde se jugaba al truco y se empinaba ginebra, la barra de la esquina, la ventana de la novia, el silbido del tren,  todo lo que pinta magistralmente en Sur, en Barrio de tango. Y aquellos guapos de arrabal...

Quedó pintado su nombre varón                         
con luz de luna y farol, 
y palpitando en mañana lejanas
su corazón.
Decir "Eufemio Pizarro",
es dibujar, sin querer,
con el tizón de un cigarro
la extraña gloria con barro de ayer
de aquel señor de almacén.

Con un vaivén de carro iba Pizarro,
perfil de corralón
cruzando con su paso los ocasos
del barrio pobretón.
La muerte entró derecho por su pecho
buscando el corazón.
Pensó que era más fuerte que la muerte
y entonces se perdió.
Con sombra que se entona en la bordona
lo nombra mi canción.

Jamás imaginaría este morocho como el barro, que quedaría retratado para siempre en el recuerdo de un tango realizado por dos personalidades como las que firman esta obra. Curiosamente Aníbal Troilo lo tuvo en su repertorio pero jamás lo grabó. Sí lo hizo Francisco Canaro con Alberto Arenas y la certera glosa previa de mi querido amigo Julián Centeya, que también estaba en aquel programa de Carrizo y años más tarde compartimos micrófono en radio Argentina. Susana Rinaldi lo registró, incluso, y acá podemos escucharla.



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