El tango de Domingo Federico y Homero Expósito ("A bailar"),
fue creado por esta maravillosa dupla con la intención de que las actuaciones
de las orquestas finalizasen con dicho tema. Aníbal Troilo con la voz de
Fiorentino lo registraría el 4 de noviembre de 1943. También lo grabarían José
Basso con la recia gola de Alfredo Belusi en 1967, el Polaco Goyeneche con el
acompañamiento de la orquesta de Raúl Garello en 1977, Domingo Federico con la
voz de Armando Moreno en 1953 y entre otros Ricardo Malerba con Orlando Medina,
o Armando Pontier con Gloria Díaz.
Contaba Expósito que la ejecución de este
tema casi nunca pudo cumplir su propósito, sobre todo en la ejecución de
Pichuco-Fiore, porque prácticamente empujaba a los bailarines a seguir dándole
cuerda a sus piernas, dada la belleza de la interpretación. Y el baile tenía
que seguir un rato más ante los reclamos de bises por parte de los
concurrentes. El ejemplo es válido para destacar la importancia que tiene la
música en el ánimo de los milongueros.
Homero Expósito |
Domingo Federico |
Es ella las que nos coloca o desinflama.
En tres o cuatro horas de milonga, esas orquestas, esas piezas, los discjockeys
capacitados, nos llevan de visita al pasado y aunque sepamos que ya lo hemos
vivido tantas otras noches, el paseo resulta deleitoso y deja poso. “Tienda de
especias. Me llevo sin pagar todo el aroma”, escribe la poeta Susana Benet y
nos iluminamos con el sabor imborrable
de viejas composiciones que nos martillean el cuore y nos impregnan de tango,
como A bailar.
Cuántas veces me habrá
sucedido tener la sensación de que albergábamos una misma energía y complicidad
musicales, como una unidad inquebrantable que estremecía todo, la mía y la de
la orquesta; una vibración íntima excepcional, maravillosa. Los temas se
sucedían in crescendo, sin épica, solo con sensibilidad, como mariposas que
nacen hasta mostrar la amplitud de la belleza de sus alas. La suma de esas
piezas constituye un relato fiel de una época y de una determinada generación,
caracterizada por alumbrar páginas para la posteridad.
Y hay una fuerza
interior que hacia ellas nos empuja. Una sinapsis con las antiguas pasiones.
Ese empeño constante de los Di Sarli, Pichuco, Pugliese y otros por depurar la
música, para hacerle ganar en sencillez, impacto emocional e inmediatez.
Inmediatez y eternidad, vistos los resultados. La música de tango es muy
moderna, un lenguaje que no necesita un conocimiento en profundidad.
Troilo-Fiorentino |
Engancha a
distintas generaciones de bailarines porque sus sonidos se quedan en el oído
con cierta familiaridad. Hay una forma
de improvisación y de libertad que gusta. Y es milagroso y afortunado que
algunos de estos temas, un siglo después de compuestos sigan estimulando a los
bailarines, a los oyentes y constituyan un placer sensorial y emocional. Nos
encontramos de repente con los gustos y hábitos, esa música en blanco y negro,
las hechuras secretas de un país que ya no existe. Porque todo muta y no
siempre para bien.
Estos tangos con leyenda, no nos transportan ya
imaginativamente hacia el futuro, sino que ahora tienen el encanto nostálgico
de aquellos tiempos. Esa vieja historia que siempre vuelve cuando ya se fue.
Algunas de esas piezas que están sonando, seguirán siendo carne de tarareo, de
silbo o de milongas, cuando ya nos haya devorado el olvido a todos nosotros.
“Éxito es andar por la calle escuchando que la gente silba un tango de uno. Esa
es la mayor gloria para un autor. Aunque el que silba no sepa el nombre ni
quién lo hizo". (Enrique Cadícamo en 1986).
Ni el bailarín tampoco, agrego.
(De mi libro "Perfiles milongueros")
Es un placer para mí difundir información sobre el tango. Saludos cordiales.
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