viernes, 31 de marzo de 2017

A bailar



El tango de Domingo Federico y Homero Expósito ("A bailar"), fue creado por esta maravillosa dupla con la intención de que las actuaciones de las orquestas finalizasen con dicho tema. Aníbal Troilo con la voz de Fiorentino lo registraría el 4 de noviembre de 1943. También lo grabarían José Basso con la recia gola de Alfredo Belusi en 1967, el Polaco Goyeneche con el acompañamiento de la orquesta de Raúl Garello en 1977, Domingo Federico con la voz de Armando Moreno en 1953 y entre otros Ricardo Malerba con Orlando Medina, o Armando Pontier con Gloria Díaz. 

Contaba Expósito que la ejecución de este tema casi nunca pudo cumplir su propósito, sobre todo en la ejecución de Pichuco-Fiore, porque prácticamente empujaba a los bailarines a seguir dándole cuerda a sus piernas, dada la belleza de la interpretación. Y el baile tenía que seguir un rato más ante los reclamos de bises por parte de los concurrentes. El ejemplo es válido para destacar la importancia que tiene la música en el ánimo de los milongueros.

Homero Expósito
Domingo Federico
Es ella las que nos coloca o desinflama. En tres o cuatro horas de milonga, esas orquestas, esas piezas, los discjockeys capacitados, nos llevan de visita al pasado y aunque sepamos que ya lo hemos vivido tantas otras noches, el paseo resulta deleitoso y deja poso. “Tienda de especias. Me llevo sin pagar todo el aroma”, escribe la poeta Susana Benet y nos iluminamos con  el sabor imborrable de viejas composiciones que nos martillean el cuore y nos impregnan de tango, como A bailar. 

 Cuántas veces me habrá sucedido tener la sensación de que albergábamos una misma energía y complicidad musicales, como una unidad inquebrantable que estremecía todo, la mía y la de la orquesta; una vibración íntima excepcional, maravillosa. Los temas se sucedían in crescendo, sin épica, solo con sensibilidad, como mariposas que nacen hasta mostrar la amplitud de la belleza de sus alas. La suma de esas piezas constituye un relato fiel de una época y de una determinada generación, caracterizada por alumbrar páginas para la posteridad. 

Y hay una fuerza interior que hacia ellas nos empuja. Una sinapsis con las antiguas pasiones. Ese empeño constante de los Di Sarli, Pichuco, Pugliese y otros por depurar la música, para hacerle ganar en sencillez, impacto emocional e inmediatez. Inmediatez y eternidad, vistos los resultados. La música de tango es muy moderna, un lenguaje que no necesita un conocimiento en profundidad. 

                                                 
Troilo-Fiorentino


Engancha a distintas generaciones de bailarines porque sus sonidos se quedan en el oído con cierta familiaridad. Hay una  forma de improvisación y de libertad que gusta. Y es milagroso y afortunado que algunos de estos temas, un siglo después de compuestos sigan estimulando a los bailarines, a los oyentes y constituyan un placer sensorial y emocional. Nos encontramos de repente con los gustos y hábitos, esa música en blanco y negro, las hechuras secretas de un país que ya no existe. Porque todo muta y no siempre para bien. 

Estos tangos con leyenda, no nos transportan ya imaginativamente hacia el futuro, sino que ahora tienen el encanto nostálgico de aquellos tiempos. Esa vieja historia que siempre vuelve cuando ya se fue. Algunas de esas piezas que están sonando, seguirán siendo carne de tarareo, de silbo o de milongas, cuando ya nos haya devorado el olvido a todos nosotros. “Éxito es andar por la calle escuchando que la gente silba un tango de uno. Esa es la mayor gloria para un autor. Aunque el que silba no sepa el nombre ni quién lo hizo". (Enrique Cadícamo en 1986).

Ni el bailarín tampoco, agrego.

(De mi libro "Perfiles milongueros")


jueves, 30 de marzo de 2017

Entrevista a José María Otero


José María Otero es periodista, escritor y conferenciante; historiador de tango y ciudadano del mundo.
   Nació en Buenos Aires y vivió su infancia en el pintoresco barrio de Parque Patricios.
   En su ciudad natal estuvo al frente de redacciones de la prestigiosa talla profesional de: La Razón, El Gráfico y Editorial Abril. A la vez, sostuvo la dirección de numerosos programas de radio y televisión, y recorrió América y Europa como periodista.
   Vivió las noches porteñas de tango en su irrepetible y maravillosa, genial y canalla época de esplendor. Con su paso enamorado de las lunas de plata milongueras,   disfrutó en los salones de su juventud de la compañía inestimable de iconos tangueros como Aníbal Troilo; así como, también, disfrutó de los cracks del fútbol de todas las épocas.
   Llega a España como corresponsal en el año 1976, año desde el cual vive en Madrid. 
   En la actualidad dirige la revista Mundo Argentino junto a Osvaldo Parrondo. Fundó el Club Argentino, creó el premio Sos Gardel, el Teatro El Conventillo y la revista Sucesos Argentinos. Es presidente de la Academia Hispano-argentina del Tango y autor de los libros: Versos de Lejos. Fútbol, Tango, Lunfardo; y La llamada del Tango. Una danza mágica.
   José María es tanguero de la Guardia Vieja porteña, todo un clásico en las noches milongueras de Madrid. Actualmente coordina y musicaliza una milonga en esta ciudad.

                                           

Tánger Sand: José María, cuando usted era un pibe, ¿hablaba Lunfardo?
José María Otero: Era algo natural. Todos llevamos desde chicos la música de las palabras, tal cual vamos creciendo, y se instala para siempre en nosotros.

Tánger Sand: ¿Ahora, se sigue hablando Lunfardo en las calles, en las milongas y en los ambientes de copas de Buenos Aires?, ¿Siente nostalgia por no poder hablarlo con sus amigos porteños y por esta razón quizás escribió su libro Versos de Lejos?
José María Otero: Es una manera de volcar lo que uno lleva adentro. Me encanta el lunfardo. Tiene expresiones semánticamente inmejorables.
 

Tánger Sand: La riqueza de significados de muchas de sus palabras, el ingenio de sus cruces en el abrazo de culturas, la sabiduría popular de sus expresiones nos ofrenda el árbol fecundo de su gran belleza poética y literaria, ¿verdad? ¿Qué valor tiene para usted el Lunfardo desde el punto de vista de la Academia?

José María Otero: El lunfardo es una jerga que proviene de las grandes corrientes inmigratorias, de los dialectos típicos  –sobre todo italianos- y que al obtener carta de ciudadanía porteña se va transformando, acortando, alargando y hasta adquiriendo distintos significados.



   Tánger Sand: ¿Y desde el punto de vista de la construcción de una nueva Identidad para la gran cantidad de inmigrantes que van a la Argentina a finales del siglo XIX en busca de trabajo?
José María Otero: Ellos, a su manera, con su esfuerzo, hicieron el país. Dejaron su huella en los barrios, en la música, en las costumbres, rituales, comidas y expresiones.

Tánger Sand: Mis palabras preferidas en Lunfardo son las palabras: Garúa, Mishiadura, Amurado, Malevaje, Metejón y Atorrante, ¿cuáles son las suyas?
José María Otero: Esas seis son geniales, inmejorables. Al voleo te nombro: Acamalar, Embrocar, chabón, menefrego, fueye, carancancunfa, milonguero, dequerusa, sanata, berretín y… ¡que vachaché! Y creo que en español, no hay ninguna que simbolice tan bien la pasión amorosa al mango como Metejón.

Tánger Sand: ¿Le gusta el Vesre? Tengo la impresión de que se divierte mucho hablándolo, ¿es así?
José María Otero: Para los porteños, hablar al vesre es como fumar, cantar, decir un piropo, gritar un gol, chamuyarle bajito a la mina, darle un beso a la vieja….

Tánger Sand: Usted siempre me ha enseñado muchas cosas sobre las extremas condiciones de pobreza de los Conventillos en los que nació y creció, ¿podríamos   recordar hoy algunas de ellas, José María?, por ejemplo, ¿cómo vivían los pibes sus infancias?, ¿cómo era aquella anécdota que me contó de Francisco Canaro?
José María Otero: No teníamos conciencia de la pobreza, porque la calle era nuestra, jugábamos mucho en ella y nuestros padres inmigrantes nos mandaban al colegio y a la Universidad para que tuviéramos un destino mejor que el de ellos. Nunca me sentí un desvalido. Fui feliz en la infancia.

Tánger Sand: Al haber vivido también una infancia con tantas dificultades, ¿qué valor tiene para usted La Palabra? ¿Cómo se vuelve uno apasionado lector de los clásicos, periodista y escritor en un lugar sin libros?; y rizando la curiosidad, ¿cuál es su palabra preferida en Español?
José María Otero: Mi padre me inculcó el valor de la palabra, aún siendo un obrero. Felizmente. El Colegio en Argentina fue nuestro segundo hogar. Guardo un enorme recuerdo por todos mis maestros. Y además mi padre me inoculó el amor por la lectura. El español tiene hermosas palabras. En cambio te digo las expresiones coloquiales que me disgustan: “…y tal”, “La pegó…”(en lugar de “Le pegó) o “Pa’ lante”.

Tánger Sand: ¿Qué lugar ocupa en su vida el tango?
José María Otero: Digamos que un lugar muy importante. Porque el tango es música, baile, poesía, canto. Es el más profundo de todas las músicas populares que conozco. “La vida es una herida absurda…” decía Cátulo Castillo, en “La última curda”. Y Discépolo en “Uno” habla “del camino que los sueños prometieron a sus ansias”. ¡Que maravilla!.

Tánger Sand: ¿Qué disfruta más: su música, su letra o su baile?
José María Otero: Las tres. Depende del momento.

Tánger Sand: ¿Puede explicarnos las diferencias entre las tres variedades formales: Tango, Milonga y Vals?
José María Otero: Como decía un filósofo popular, la milonga es un tango apurado por llegar. Son ramas del mismo árbol. El valsecito porteño proviene del vals europeo y se transformó en una música romántica y alegre a la vez. Bailar un valsecito es jugar con el alma y los pies. Y el tango es la música del porteño y el inmigrante.

Tánger Sand: Le confieso siete tangos esenciales en mi corazón: Nostalgias; El Choclo; En esta tarde gris; Pasional; Pocas palabras; Silencio, y Desde el Alma. ¿Cuáles son los tangos esenciales en  su corazón, esos que uno “hace suyos”?
José María Otero: Uhhhhh, Necesitaría varios folios para expresarme. Es cierto que según el estado de ánimo puedo llorar con Sur, sentir cosquilleos en los pies y el alma con algo tan sencillito como La cumparsita; emocionarme con Recuerdo, La cachila, Gallo ciego, Responso, Uno, El metejón, Comme il faut, Bahía Blanca… (Desde el alma es un vals clásico y hermoso)

Tánger Sand: Le ruego el esmerado esfuerzo de resumir los ritos más importantes en la milonga y cómo han cambiado con respecto a la  -llamémosla así- “flexibilidad” actual?
José María Otero: Resumo. “Allá” le llamamos códigos. Cosas que expresan respeto: No invitar a bailar a una mujer que está acompañada. Esperar la aprobación de ellas con la mirada para invitarlas a bailar con un simple movimiento de cabeza. Acompañarla al final de la tanda hasta el lugar donde la mujer estaba sentada. No hablar mientras se baila. Respetar la circulación como si fuera el tráfico de los coches. Y cuidar la higiene corporal y el atuendo. No tengo nada contra la desacralización de la vestimenta. La vida cambia y hay aceptarlo. A otras modas me cuesta acostumbrarme. Pero la higiene debe ser esencial.

Tánger Sand: Como historiador de tango, ¿puede explicarnos por qué hubo un momento en que los hombres bailaban tango entre ellos? ¿Qué explicación tiene que en otras ocasiones el tango lo bailaran entre mujeres? ¿Qué le parece que en la actualidad se siga bailando tango entre hombres y tango entre mujeres?
José María Otero: El tango jamás se bailó entre hombres, es una leyenda. Otra cosa es ensayar entre hombres practicando figuras nuevas y demás, pero nunca se bailó en sitios públicos entre machos. El hecho de que bailen hombres con hombres y mujeres con mujeres creo que es producto del tiempo, de la época de liberación de corsés rígidos. Algo normal.

Tánger Sand: ¿Cómo explicaría el Cabeceo a una persona que no esté familiarizada con el mundo tanguero?
José María Otero: Simplemente que el hecho de bailar juntos siendo desconocidos implica el deseo satisfecho de ambas partes. Las miradas se buscan, el hombre hace un leve cabeceo hacia abajo. La dama aprueba con su gesto y ya se ha formado la pareja para degustar una tanda. Es mucho mejor para ella este sistema, que verse obligada a bailar con alguien que no le gusta, por el simple hecho de haber ido él a invitarla a su mesa.

Tánger Sand: El Cabeceo y el respeto por la jerarquía en relación a la calidad del baile, ¿podrían ser las diferencias más importantes entre las milongas de Buenos Aires y las de España?
José María Otero: Efectivamente. Allá existen unos códigos, ciertos ritos, respeto entre ellos y ellas y sobre todo por el nivel que deben tener los bailarines para optar a aquellas que estén a su alcance. Y no más arriba. La belleza femenina per se, no alcanza si no va acompañada de cierta pericia dancística. En España esta premisa es distinta. Acá le basta.

Tánger Sand: Hay una canción que me hace llorar como una Magdalena; ¿recuerda, José María, aquellos sones de Háblame del mar, marinero…? Hábleme del Abrazo, milonguero.
José María Otero: El abrazo es el símbolo del tango. Cuando abrazamos transmitimos sentimientos, emociones y a partir de ahí se establece el diálogo de los dos cuerpos sin palabras. Sólo con la música y el alma puesta en ella.

Tánger Sand: No se imagina cómo me hubiese gustado estar en una noche de milonga vivida junto a una Orquesta… ¿Cómo eran aquellas veladas en las que el tango paraba el tráfico en las calles? ¿Me trasladaría en la imaginación a esa magia de los sueños que para usted fueron palpable, dichosa realidad?
José María Otero: Yo viví la época que me tocó vivir. La adolescencia, la juventud, es algo fugaz como una flecha. Siempre íbamos con grandes expectativas a bailar con determinadas orquestas en vivo. Como era algo natural, al alcance de todo el mundo y el tango una fiesta convocante, no alcanzamos empero a darle el gran valor que realmente tenía. Hoy diría que fui un gran afortunado. En las confiterías céntricas, en la radio, la incipiente televisión, el tango era un hecho diario. Si esos sueños tuyos se convirtieran de pronto en una mágica realidad, la emoción desbordaría tu cuerpo y tus expectativas.

Tánger Sand: Cuando le llamé por teléfono para invitarle a un café y realizarle esta entrevista -a la que, tengo que decir,  accedió tan amable y generosamente-, España acababa de clasificarse para jugar la final del mundial de fútbol contra Holanda. Usted afirmó contundentemente: -Vengo repitiéndolo una y otra vez incluso antes de que empezara el campeonato: España tiene el mejor equipo de fútbol de toda su historia y el próximo domingo va a ganar el mundial contra Holanda-. Y así fue, venturosamente se cumplió su vaticinio. Pero a lo que voy es a su ferviente apasionamiento por el fútbol; y es que no podríamos entender la Identidad Argentina sin el fútbol, el tango y los pingos, ¿verdad? ¿Podría hablarnos un poco sobre esas otras dos pasiones y qué lugar ocupan en su vida?
José María Otero: El amor, la amistad, la familia, digamos que son el plato principal. Si le agregamos ingredientes como el buen fútbol, el buen tango, las callecitas de Buenos Aires, una buena pizza, el asadito te diría: ¿Para qué más?

Tánger Sand: ¿Cuándo empieza en su vida  a escuchar sobre el saber del Psicoanálisis?
José María Otero: Soy porteño, así que imaginate. Los argentinos somos psicólogos de estudios, de lectura o de ojito. Y también pacientes.

Tánger Sand: José María, usted afirma que Enrique Santos Discépolo murió de tristeza. Él, como sabemos, no soportaba el mundo que poética, profunda y cabalmente retrató en Cambalache. Partiendo de la letra de este tango -escrito por él en 1935- y situándonos en la realidad social que nos ha tocado vivir en este momento, ¿cómo cree usted que él se conduciría en estos tiempos por el Principio de Realidad freudiano?
José María Otero: Moriría mucho antes. No llegaría a los 50 años como entonces. Diría “El mundo fue y será una porquería”. Y chau.

Tánger Sand: Como usted también está interesado y familiarizado con el discurso lacaniano, acá va una pregunta a bocajarro: cuando un niño vive una infancia trabajando como Limpiabotas de shushetas, como así ocurrió en los casos de Francisco Canaro y Juan de Dios Filiberto, ¿cómo piensa que este niño puede vivir su experiencia con el Otro en las primeras formaciones del Yo, así como su experiencia con su Narcisismo Primario y, cómo todo ello, puede afectarle a lo largo de su vida en la relación con los demás?
José María Otero: ¡Epa! Que yo también soy psicólogo de ojito. No quiero meterme en terreno pantanoso. Me molesta que alguien pontifique sobre el tango sin tener nociones serias y hablando como si supiera. Imaginate.

 Tánger Sand: Ante las tres heridas que nombrara Miguel Hernández: La del amor, la de la vida, la de la muerte.  ¿Cuál es el oro de su esperanza?
José María Otero: El amor por sobre todo. A la vida, a la gente en general, a la naturaleza, a los animales, los niños, el arte….y el tango, que es arte popular..

Tánger Sand: José María,  “Hoy vas a entrar en mi pasado”.
José María Otero: ¡Que frase la de Cadícamo! Hoy – presente-, vas a entrar –futuro- en mi pasado –pasado-. 

                                                               Tánger Sand 
                                                               (Era en Madrid, verano del 2010)


miércoles, 29 de marzo de 2017

Cuatro compases

Como lo estuve bailando anoche, una vez más, hoy me desperté con este gotán en la oreja y me cuesta despegármelo, aunque no tengo cera en los oídos, pero sí la huella que te dejan las páginas milongueadas en la pista o que te traquetean de tanto en tanto. Si bien el autor de los versos, Oscar Rubens no fue un poeta  refinado, lo cierto es que sus temas tienen gancho, porque además vienen adobados por una música que les sienta de maravilla y elevan la puntería de los versos sencillos pero llegadores.

Rubens fue uno de los hermanos Rubistein que sembraron el pentagrama de una cantidad impresionante de éxitos. Luis, el mayor y quien señalara los rumbos, aunque murió a los 46 años, Oscar y Elías, hijos de un humildísimo matrimonio judío ucraniano, dejaron unas mil páginas de tango, que realmente llaman la atención por su cantidad y la permanencia en el gusto popular.

                                             
Oscar Rubens

He hablado en otras oportunidades de la academia PAADI que fundó Luis y de la cual emergieron artistas y cantantes de renombre. Oscar fundó "Ediciones musicales Select", una editorial que le permitiría publicar los temas del grupo y de otros autores jóvenes que tuvieron cabida en la misma. Elías fue el único músico de la familia, violinista de cierto méritos, que también dejó páginas meritorias y cantó profesionalmente. Mauricio, comentarista de tango, escritor de libretos teatrales, no se dedicó a la poesía.

¿Y porque elijo este tango cuando Oscar Rubens tuvo tantos éxitos en su producción? Porque toca el ambiente de la milonga y no pinta facasos ni excesos, sino un hermoso romance con buen final, lo cual en la producción tanguera no es tan habitual. Lo hizo en 1942 y lleva una música con mucho gancho del pianista Atilio Bruni. Lo grabaría la orquesta de Ricardo Tanturi con el exitosísimo Alberto Castillo, que a toda máquina lo instaló en aquella maravillosa década del cuarenta con un éxito que llega hasta las pistas de todo el mundo, hoy día.

                                         




Buena como nadie, linda como el sol,
reinaba por su pinta en el salón.
Bailando un tango nació nuestro romance,
mientras la orquesta tocaba estos compases.

Cuatro compases que alegraron
mi triste corazón
con un divino amor.

El tema fue registrado por Tanturi el 4 de noviembre de 1942, pero el 18 de marzo de ese mismo año, ya había dejado en la placa, con Castillo, otro tema similar de Rubens -en este caso con el también pianista Alberto Suárez Villanueva-, que dejó rastro lungo y bucea en la misma línea milonguera: Al compás de un tango. La felicidad química que se fecunda en el abrazo del tango y promete el amor, para paliar los efectos del desencuentro sufrido.

Al compás de un tango
la habrás de olvidar,
con una pebeta
que sepa bailar,
una piba buena
que, al mirar tus ojos,
comprenda la pena
de tu corazón.

Es cierto que son versos sin mayor vuelo, que se reflejan mejor en el disco que en la lectura de los mismos, pero hay que tener en cuenta que esta gente debió esbozar su obra en una época de grandes poetas del tango y de hermosas composiciones, por lo cual  lo suyo también está revestido de un mérito especial. No era nada fácil crear temas que provocaran el aplauso del público y fueran bailados, silbados y cantados por la muchachada de los barrios porteños, como sucedió con estos tangos.

Tango milongón,
suave y compadrón,
que puso el encanto entre mis brazos.
Hoy, junto al calor
de su tierno amor
enterré la angustia de un fracaso.
Ya no lloro la maldad de aquélla;
¡ahora vivo tan feliz con ella!
Suena bandoneón,
que mi corazón 
quiere estos compases recordar.  

Oscar Rubens dejó una ristra impresionante de sucesos que quedaron registradas en aquellas placas que han superado al olvido. Con músicos de la talla de Pontier, Miguel Caló, Pracánico, Lazzari, Canet, José Sala, Salgán, Lomuto, Guichandut, Francini, Stamponi, Nievas Blanco,  los citados Suárez Villanueva y Bruni, y tantos otros, firmaría páginas como Dejame así, Extraña, Calla bandoneón, En mi corazón, Triste comedia, Desorientado, Tu melodía, Lloran las campanas, Inquietud, Mientras duerme la ciudad, Jugando jugando, Lejos de Buenos aires, Llueve otra vez, Bésame mi amor, Los muñequitos, Un vals, Si yo pudiera comprender, Sombras del puerto, El vals soñador, Es mejor, Domingo a la noche y tantos otros que nos movilizan en la pista de baile.

                                          



Con su hijo Marcelo, que estuvo de visita en Madrid,  nos entretuvimos charlando en la milonga que llevo en la Casa de Aragón de Madrid y recordando tantas cosas de este hombre que, al igual que podría suceder en una de sus letras de tango, conoció a la que sería su esposa, Francis Siriani, en un baile de carnaval. Cómo no se le iban a ocurrir después estos versos:

Cuatro compases milongueros
que fueron la emoción
de un nuevo y dulce amor.

Vale la pena entonces, recordar este tema en la versión de ese binomio impresionante que hicieron Tanturi y Castillo en aquellos años maravillosamente milongueros. Pero también fue genial la versión que registró Miguel Caló con la voz inigualable de Raúl Berón el 1 de diciembre de 1942. Y no lo puedo dejar afuera.