Tenía 36 años, cuando arribó a la orquesta de Aníbal Troilo, donde por fin alcanzó los fervores del público y el reconocimiento de los que manejaban los estudios de grabación. Fue Carlos de la Púa , el Malevo Muñoz, quien interesó a Pichuco y quien le dio manija largo tiempo a Rivero con la idea de ir a la orquesta de Troilo. Y el inolvidable cantor lo recordaba así:
Rivero, Pichuco, Petrone y Salgán. |
-Pichuco ya me había oído por radio, pero alguien le había dicho que yo "salía mal" en los discos y peor en los bailes. Todas esas dulzuras que la gente arrima en estos casos. Y pensar que en las fiestas, al aire libre, yo había cantado a menudo sin micrófono y antes, en la época de las bocinas de lata o de cartón, nunca quise aflojar a usarlas. Por suerte me vino a ver una noche al Jardín de Flores, donde actuábamos con Salgán.
Debo haberle gustado porque a los pocos días nos encontramos, a su pedido, en el mismo bar donde solíamos parar con el Malevo Muñoz; un boliche que se llamaba La Cartuja, en la zona mortadela, pero tranquila de Diagonal Norte y Libertad. Él había llevado a Zita, su mujer, y yo a mi guitarra. Al rato me había puesto a tocar y a cantar, pero no era una prueba del cantor sino muy otra cosa, porque un poco después el Gordo también se largaba a cantar, apoyado en su oído finísimo pero con esa voz ronquita y de tiro corto que Dios le había dado.
Pichuco, Nelly Vázquez y Rivero. |
Era una reunión de gente que estaba en la misma cosa, pero si había una prueba, no era para patrón y empleado, sino para amigos. Como a las cuatro de la madrugada, el Gordo se acordó de que tenía una típica y para qué me había citado. Me dijo, derecho viejo, que lo mío le gustaba mucho, que sería bueno que cantara con orquesta varios de los temas que le había hecho oir con guitarra, y me invitó a que le propusiera mis condiciones.
Yo contaba ya con el via libre del noble Salgán, sabía de la buena estrella de Pichuco y de su alta cotización, pero las pretensiones que le hice escuchar lo desconcertaron bastante.
-Vea, mi preocupación es llegar a tener un buen repertorio. Así que usted me dice qué es lo que le gusta de lo que yo canto ahora y, además me arrima otras piezas para completarlo. Ésa es mi pretensión.
Vi que buscó apoyo en la mirada de Zita como si hubiera oído algo raro. A pesar de la sonrisa de ella yo temí haber dicho algo fuera de lugar. Con el tiempo, Troilo, me iba a traducir aquel diálogo mudo con su mujer:
-¿Sabe por qué la miré así? Porque yo esperaba que usted me hablara de la guita, como todos. Siempre empiezan por ahí; en cambio usted ¡me salió con el asunto del repertorio...!
Y para entonces ya le había puesto Gaucho como apodo.
Y hoy vuelvo a esa senda que abrió Rivero para los cantores con tono de bajo y traigo a dos de ellos que le sucedieron por ese camino.
Uno de ellos es Mariano Leyes (Fernando José Panet). Nació en el pueblo de Bolívar, situado en el centro-oeste de la provincia de Buenos Aires y desde pequeño le gustaba cantar y tocar la guitarra, A los 23 años de edad se instaló en Buenos Aires y cantaba folklore en dúo con Juan Ramón Ponce. Por fin, en 1965 logró encontrar su lugar en el tango y grabó un CD acompañado por la orquesta del bandoneonista Juan Carlos Bera.
Mariano Leyes |
Obtiene su plácet en el exitoso programa televisivo Grandes valores del tango y luego graba con Leopolodo Federico en 1973 y posteriormente con José Basso. Sabe manejar muy bien su recia voz y le da vida a los temas que interpreta en forma muy sentida.
El otro es Ricardo Chiqui Pereyra. Llegó del sur patagónico. Nació en la ciudad de General Roca, en el alto valle de la Provincia de Río Negro, donde se produce tanta fruta. Tenía 24 años, cuando el equipo de "Grandes valores del tango" hizo una selección por diversas provincias para incorporar nuevos valores y realizar un concurso, y lo descubrieron en su zona.
Ricardo Chiqui Pereyra |
Debutaría el 14 de junio de 1978 en el programa y gustó tanto, interpretando Siga el corso, que automáticamente lo retiraron del concurso y lo contrataron como artista fijo del programa. Desde entonces su carrera no ha tenido altibajos, ha grabado con Pontier, De Angelis, el Cholo Mamone y otros músicos y ha viajado con su voz de madrugada por distintos países de Europa y Estados Unidos. Con estos dos artistas, el legado de Rivero ha echado raíces fuertes.
Lo escuchamos a Chiqui Pereyra con la orquesta de Armando Pontier en el tango de Cristóbal Ramos/Alberto Podestá y Francisco Yoni: Dame tiempo. Y a Mariano Leyes con la orquesta de Leopoldo Federico, en el tango de Antonio y Jerónimo Sureda: Dos amores.
Armando Pontier - Dame tiempo - Chiqui Pereyra
Mariano Leyes - Dos amores
permitime puntualizarte con todo respeto que no existieron en el tango ni en otra musica popular argentina cantores con registro propiamente de bajo a lo sumo rivero era un baritono bajo pero claro con un cierre de las frases en los finales de un caudal impresionante.sus notas bajas eran impresionantes pero no era bajo,era baritono bajo como beron era baritono alto o gardel baritono medio o duran o gale o cobos abrazo tanguero juantangos@hotmail.com
ResponderEliminarJuancho: No creo disentir contigo. Rivero llegó muchas veces a bajo, y ahí está el final de "El último organito". De todos modos el título de la nota lo dice claro: "Las voces graves". Que ahora pueden ser comunes, pero que al principio fueron casi revolucionarias, después de la muchachada del cuarenta.
EliminarAbrazo. jm