Francini, más allá de cualquier discusión al respecto, fue un grande en todo sentido. Por su actuación en el tango, su inserción en la Filarmónica de Buenos Aires durante veinte años, su trabajo como director de orquesta, junto a Armando Pontier y en solitario, y por la belleza de su producción en las obras que dejó.
Lo vi tantas noches en Caño 14, el mítico local donde tocaba en yunta con su amigo de adolescencia Héctor Chupita Stamponi -piano y violín- y en cuyo escenario cayó muerto el 27 de agosto de 1978, durante un homenaje a Pichuco. O sea que murió en su ley a los 62 años después de haber ayudado a consolidar la Guardia del cuarenta, esa maravilla que sigue dando frutos en las milongas y en la oreja de cualquier tanguero.
Nació en San Fernando, provincia de Buenos Aires, se trasladó muy jovencito a la vecina Campana donde conoció y se unió musicalmente a Chupita Stamponi y aterrizó en Buenos Aiares con aquella legendaria formación del alemán Juan Ehlert para debutar en un programa de radio dominical. En esa troupe arribaron los futuros integrantes de la Orquesta de las estrellas que comandaba Miguel Caló: Francini, Pontier (Puntorero), Stamponi, Cristóbal Herreros y se amontonaron en la recordada Pensión La alegría de la calle Piedras.
Francini nunca dejó de estudiar y sostenía que la música clásica y el tango no están reñidos. "Saber contrapunto no significa ser un picapedrero del tango", decía. En la etapa de Caló dibujó dos bellas páginas que se perpetúan en la memoria popular. Con el poeta Carlos Bahr escribió Mañana iré temprano (1943) y La vi llegar (1944) cuya letra realizó Julián Centeya sobre la música previa de Francini. Ambas se hicieron un sitio importante en aquella prodigiosa etapa de los cuarenta.
Octeto Buenos Aires en 1956 |
En la orquesta de Caló, Francini continuó las coordenadas trazadas por su excelso colega y compañero Raúl Kaplún, y se labró a pulso un lugar entre los grandes del instrumento, dejando para el recuerdo páginas como las citadas o su feliz intervención como solista en Sans souci, la hermosa obra de Enrique Delfino a la que Caló supo sacar lustre con el arreglo de Argentino Galván, la magia de Maderna en el piano y el violín de Francini, dentro de un conjunto iluminado.
Encabezando "Los violines de oro" en Canal 7. Año 1957. |
Cuando se disuelve aquella orquesta que tanto dio que hablar, sus integrantes fueron tomando distintos rumbos, formando sus propios conjuntos y Francini se alió con su amigo Armando Pontier para armar una orquesta que rindió mucho juego en la segunda mitad de los cuarenta y en la que arrancaría un futuro ídolo como Julio Sosa, pero también voces definitivas como las de Raúl Berón o Alberto Podestá.
Con el Quinteto Real en Tokio |
05- Loca bohemia - Sexteto Francini
Buen amigo - Orquesta sinfónica Francini
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