Hoy tengo ganas de darle caña al lunfardo. Esa jerga que adoptamos en los aledaños del Río de la Plata y que es un equivalente del Caló, bribia, germanía que se habla en España. O el Gergo italiano. También podemos compararlo con el Slang de Gran Bretaña y Alemania, o el Parlache de Colombia.
Y así podríamos seguir con el Jeringa peruano, el Coa de Chile o el Gripsera de Polonia y comprobaremos que no somos los únicos que usamos una jerga, que no es un idioma, porque -como señala Oscar Conde- las palabras que lo componen son esencialmente verbos, sustantivos y adjetivos –de manera tal, que carece de pronombres, preposiciones, conjunciones y prácticamente de adverbios–.
Y porque utiliza la misma sintaxis y los mismos procedimientos flexionales que el castellano. No es posible hablar completamente en lunfardo, sino a lo sumo: “hablar-con-lunfardo”.
Evidentemente existe un dialecto rioplatense o porteño de la lengua española, pero eso implica la confluencia de distintos elementos, además de aquellos que pertenecen al campo lexical: una fonética determinada –un modo particular de pronunciar la ese, la ce, la ye, etc.–, la existencia de pronombres alternativos de según la persona -“vos” y “ustedes”-, que son distintos de los pronombres del español estándar “tú” y “vosotros” etc.
Los inmigrantes italianos que llegaron en grandes cantidades a Buenos Aires, la mayoría procedentes de Liguria, Lombardía y Piamonte, nos contagiarían muchas de sus palabras como Gamba, Facha bruta, Papagayo, Chitrulo, Bulín, Malandrino, Peringundín, Chantapufi, Sotamanga, Deschavar, Sopresata, Radicheta, etc.
Por tratarse de un lenguaje popular que se iría transformando en la charla diaria, no podía faltar en el tango. Y el primer tango que graba Gardel, en 1917, lleva toda la carga lunfarda que le endosa Pascual Contursi a Mi noche Triste.
Contursi fue el creador del Tango-canción, dado que hasta su intervención, los Tangos no llevaban letra y eran instrumentales. Había nacido en Chivilcoy, trabajaba en una zapatería céntrica de Buenos Aires y en 1914 se radicó en Montevideo donde cantaba. Allí se le ocurrió la idea de ponerle versos a los tangos y sin consultar con sus autores, lo hizo con Ivette, de Costa Roca, Mi noche triste, sobre el tango Lita de Samuel Castriota, Flor de fango sobre la música de El desalojo y otros.
En 1917 Gardel descubre esos versos de Contursi y canta Mi noche triste en el teatro Esmeralda, grabándolo luego. Manolita Poli, a instancia de Gardel, lo interpreta en abril de 1918 en una obra de teatro: Los dientes del perro, y lo consagra definitivamente.
A partir de ahí comienzan a surgir los sucesores de Pascual Contursi, que prácticamente trabajan sobre el estilo contursiano. Así los Celedonio Flores, Discépolo, Vaccarezza, Romero, García Jiménez, surten de piezas a los cantantes que se entronizan en el tango: Los Gardel, Magaldi, Corsini que indican el camino a sus continuadores.
Y los lunfardescos versos de tango, consagrados en Buenos Aires, se desparraman por toda América y Europa instalándose para siempre en el gusto popular.
Percanta que me amuraste... Con estas parolas lunfas arranca el tangazo de Contursi…
Podemos recordarlo en la versión de Aníbal Troilo, cantando Edmundo Rivero grabado el 30 de junio de 1949.
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