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miércoles, 25 de octubre de 2023

Violetas

     Este valsecito de Francisco Brancatti y Juan Maglio Pacho, estuvo de súper moda en los años cincuenta cuando lo trajo del olvido Alberto Castillo, que en aquellos años estaba en onda ganadora. Lo había grabado Ignacio Corsini con sus guitarristas el 6 de diciembre de 1930, pero hasta la interpretación de Castillo, el tema había permanecido fuera de las partituras de orquestas y cantores.

Juan Maglio "Pacho"
   

    Hemos hablado muchas veces de Maglio y su indudable genio compositor. Incluso en este rubro de los valsecitos también creó otros como Orillas del Plata, Copo de nieve, Horas de hastío, María Esther, al margen de la gran cantidad de tangos exitosos que luego brillarían en las partituras de las grandes orquestas del cuarenta.

    Y vuelvo con la interpretación de Castillo porque le dio un impulso notable al valsecito del título, haciéndolo canturrear en los barrios y siendo disco fijo en las milongas porteñas. La música de Pacho es pegadiza y fortalece los versos de Brancatti, ese cantor--guitarrista-compositor  uruguayo, que dejó numerosos temas exitosos en el vademécum tanguero. 

                                    

    La letra no relata nada nuevo, simplemente pinta el recuerdo de la amada lejana y el ramito de violetas que ella le regalara, volviendo a retrotraer el romance reverdecido, pasado por el tamiz y la contención de la mirada poética. La poesía desfeliz, en su fecundidad orgánica, intenta insuflar su espíritu al amour fou.

Estas violetas que ayer
me diste cariñosa, con tanto fervor,
las guardo como emblema de un querer,
que vieron ya mis ojos fenecer
entre la espesa bruma de un hondo dolor...
Ellas, tal vez, me dirán
en su lenguaje mudo con fría expresión:
que en vano espero que ha de regresar 
el ave del amor que supo dar
un mundo de gorjeos mi corazón...

    Y patentiza la diferencia que separa las resonancias sonoras de la realidad. Aquel fermento común estalló y en las copas de sombras, el ramito de violeta, totalmente seco, desplumado, sin aroma alguno,  pasa a ser el fuego interior que consume al protagonista. La vana ansiedad del reencuentro se diluye  y la melancolía que lo agobia tiene siempre a las violetas como el pasado que se vislumbra en ellas.

Y en esta lucha del mal
la melancolía
con la copa de mi juventud,
bebo el vino mortal
de la fuente de tu ingratitud...
Pues, el destino fatal
ha extinguido mi flor de virtud;
y juntito a las violetas
que me diste un día,
de mi desencanto,
me castiga tanto ¡que no puedo más!...


Triste mi alma quedó,
marchita y sin consuelo siguiendo el azar.
Igual que las violetas se agostó
y todo su perfume ya perdió
para nunca en la vida volverlo a encontrar.
Piensa que siempre yo fui
tu alegre cancionero más espiritual,
que cuando mis cantares te ofrecí
mil veces con ardiente frenesí
¡me juraron tus labios cariño inmortal!

 
    Juan Maglio lo grabó, cantando Carlos Viván  con el título de: Las violetas. También con el mismo rótulo lo llevó al disco Corsini el 6 de diciembre de 1930. La versión definitiva y ganadora de Alberto Castillo, acompañado por última vez por la orquesta de Enrique Alessio, fue grabada el 12 de mayo de 1948. Y es la que escuchamos una vez más.
 
                                        



                                     

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