CARLOS DI SARLI
Los éxitos que pude haber logrado en mi carrera artística, los he logrado porque tuve colaboradores leales e inteligentes, esto es tan cierto como lógico. Al continuo contacto con todos ustedes se ha ido agregando la admiración y respeto que nos provoca el hombre que trabaja con dignidad en procura de una superación cotidiana. Nosotros, a nuestro modo, realizamos una obra muy importante, porque vivimos en un mundo superior, porque la música nos humaniza, al utilizar por contraste, un lenguaje divino. ¿Quién podría habla mal de la música, sin ofender el más puro sentimiento del hombre? Aunque existen niveles entre la música clásica y la popular, es preciso reconocer que todas ellas, por estar escritas con la misma letra de armonía, jamás llevan un sentimiento impuro; por eso no acepto, como músico y como argentino, que persona alguna critique al tango, que es música del pueblo humanizado. He querido unir la belleza de la música con la garra y la profundidad de nuestro tango. La garra que se clava en nuestro corazón cuando lo oímos. La profundidad, porque conmueve el alma: tango que vivimos tantas veces persiguiendo un ideal de belleza y de buen argentinismo.
ALFREDO DE ANGELIS
-Cuando en la tarde del 9 de mayo de 1963, aterrizó el avión que había hecho la travesía Buenos Aires-Colombia, trayendo en su nómina de pasajeros a todos los elementos y componentes de la orquesta, incluyendo mi persona, al tiempo que una bandada de pañuelos blancos se agitaban en la terraza del amplio edificio del aeropuerto internacional, yo pensé -aquí estaré como en mi propia tierra- y así fue. El mismo día hice hice mi debut al frente de mi conjunto Típico Argentino en el Teatro Aristi. Aquello fue delirante. La gente vibraba de regocijo. Pero lo que más llamó poderosamente mi atención era el hecho de que el público allí congregado, solicitaba a viva voz composiciones de mi autoría y de otros autores que yo había grabado comercialmente alguna vez. Otro episodio agradablemente sorpresivo para mí fue que once días más tarde de mi arribo a Colombia, me presenté en horario nocturno en el Salón Rojo del Hotel Tequendama de la ciudad de Bogotá. Elegí para romper el fuego musical, el tango de Roberto Firpo «El amanecer». Mi orquesta que como es sabido dirijo desde el piano, no había ejecutado los primeros primeros compases, cuando la mayoría de los concurrentes, formando parejas, salieron a la pista a bailar. De este modo lo que yo presupuse que sería una noche de concierto de tango se inició y terminó en una sesión danzante que me demostró que en Colombia no sólo se escucha, es ritmo que también se baila y lo que es más significativo se baila en los salones mas encumbrados y representativos de la sociedad colombiana. Largo sería enumerar las manifestaciones de cariño que recibí por parte de la prensa en general y de todos los públicos, empezando por la capital y terminando por el más apartado rincón departamental de Colombia. En las ciudades de Medellín, Pereira, Manizales para citar sino unos pocos ejemplos, hubo desborde de manifestación de simpatía rayana en la apoteosis.
JUAN D'ARIENZO
Yo tocaba tangos desde los 18 años, y ya por el año 26 actuaba en el Paramount con Luisito Visca y Angel D'Agostino. Y ahí empecé a elaborar el estilo que tengo ahora, de hacer sobresalir el piano y la cuarta cuerda del fondo, que tocaba Alfredo Mazzeo.
—¿Y de dónde proviene su apelativo de El Rey del Compás?
—Ese nombre me lo pusieron en el cabaret Florida, el antiguo Dancing Florida. Ahí tocaba Osvaldo Fresedo, mientras yo actuaba en el Chantecler, que era de los mismos dueños. Entonces yo me pasé al Dancing, allá por el 28 ó el 30, y conocí al famoso Príncipe Cubano, que era el que presentaba los números. Estaba Julio Jorge Nelson, también. Bueno, entré ahí y recuerdo que lo tenía a Howard en el piano. Y por esos días fue que el propio Príncipe Cubano me puso el título de El Rey del Compás por ese estilo que tenía yo, ¿no?
—¿Cómo era y cómo es ese estilo; cómo lo define?
—Bueno, es muy personal. La mía es una orquesta recia, con un ritmo muy acompasado, nervioso, vibrante. Porque el tango para mí es tres cosas: compás, efecto y matices. Una orquesta debe tener, sobre todas las cosas, vida. Y por eso es que la mía perdura desde hace más de cincuenta años. Yo siento el tango a la manera antigua y como no lo inventé yo, no soy quién para cambiarlo. Lo fui a buscar a su propia fuente y de la mano lo traje conmigo. Y cuando el Príncipe me puso ese título, yo pensé que estaba bien, que tenía razón. Y tiempo después le grabé un tango, que precisamente se llama El Rey del Compás. Y mire que le estoy hablando de grabar, porque yo hace 39 años que estoy con la misma discográfica y ya tengo como nueve o diez discos de oro.
OSVALDO PUGLIESE
Nosotros creemos y sostenemos que el tango tiene una estructura; podrán decir que es del año 14, del 26, de la época de los cuartetos, de Roberto Firpo, Canaro, pero el contenido y la forma que dieron todas esas juventudes hasta el presente todavía no ha podido superarse. En las conversaciones que tengo con los compañeros de trabajo sostengo que es necesario conocer lo que viene de atrás, para marchar adelante; pero no decir “
Buenos Aires cero y de aquí para adelante”; no, ahí la embarro… eso no puede ser. Nosotros nos guiamos por la historia de lo que ha hecho un Pedro Maffia, un Francisco Canaro, Julio De Caro, Villoldo, Firpo, aunque a lo mejor, al escucharlos en esta época, parezcan un poco infantiles y encontremos muchas deficiencias; eso no me interesa. Lo que vale es lo que demostraron con su profundidad en la ejecución, composición e interpretación… Entonces, todavía no se iguala -salvo la época del 40 con Troilo, Di Sarli, y otros de ellos- esa cosa totalmente definida, que era tango, puramente tango, con su propia estructura, que viene de atrás, de raíz. Yo sé que cuando cambien las condiciones, los mismos jóvenes la van a desarrollar; pero no injertando cosas que pertenecen al cosmopolitismo. Desgraciadamente, muchos profesionales que están al frente de conjuntos se desviaron y le enchufan cosas que no están dentro del sentimiento o la estructura tanguera…
ANÍBAL TROILO
La cosa se hizo de tercera. Juan Serrat, Juancito para todos, tenía un socio llamado Capone y con él puso un Dancing que haría historia: El Tibidabo. Estaba en la calle Corrientes entre Talca y Libertad. Para su inauguración lo apalabraron al buen amigo Juan D'Arienzo, "cartello rajador", y no aceptó. Pensaron en Ángel D'Agostino, que le pone al tango esa pereza de patio y conventillo que es todo su sentimiento y su palabra, y no aceptó. Andaban en otras y entonces fue cuando Juancito pensó en este gordo. Y agarré. ¡Mirá que no! Se iba deshilachando el 40. Las noches del Tibidabo están embauladas en un rincón de mi corazón. Hubo éxitos de indiscutible gravitación, taladrados a fueyes, murmurados en el piano de Goñi, en el susurro de la voz de Fiore... Y mirando hacia adelante, pienso que las orquestas de música popular no deben perder el clima, que es la esencia pura, pero no estoy de acuerdo con el estancamiento técnico. Las instrumentaciones deben ofrecer las características de la época en que vivimos. La evolución, y por lo tanto la renovación, debe ser la dominante de todas las artes. Incluso las conocidas dentro del terreno del arte popular. Cuando me hablan de la modernización del tango yo siempre pregunto qué se entiende por modernización. Si me dicen que eso es la escala de los medios tonos del impresionismo, la dodecafonía de Schoenberg y aun algunos elementos más avanzados, entonces digo que no, que no estoy de acuerdo. Y por eso me mantengo dentro de la línea tradicional, porque estoy firmemente convencido de que lo mejor que tiene nuestro tango es su aspecto climático y lo perdería con cualquier innovación rítmica.
(Tomados de varios reportajes)
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