Este tango de Armando Tagini y Juan José Guichandut revela una vez más el docudrama nostálgico que encierra el género en su poesía, y muy especialmente en la de este cantor-poeta que se luciera con temas como Perfume de mujer, Mano cruel, La gayola, Gloria, Abrojos, Misa de once, Buey manso, Adiós Ninón, Menta y cedrón, El embrujo de tu violín, o el que hoy rememoramos.
Tagini, arrancó efectivamente como cantor y paralelamente comenzó a escribir sus propios tangos que serían cantados y grabados por las célebres voces de esos años: Gardel, Corsini, Magaldi, Azucena Maizani, Mercedes Simone y otras. Gardel llevó al disco siete de sus creaciones, lo que da la pauta del valor que le daba el gran cantor a esos temas.
Marioneta fue creado en 1928 y presentado en los célebres concursos de Max Glücksmann, sería eliminado en segunda ronda. Algo realmente extraño por los valores que encierra este tango, literaria y musicalmente. Armando Tagini tenía 22 años cuando creó los versos que su amigo Guichandut (con quien también hicieron para Gardel Perfume de mujer y Misa de once), musicalizaría con mucho acierto.
Sobre el origen de esta letra, Armando Tagini explicó que solía asistir con otros chicos del barrio de Balvanera a las funciones que en el patio de una vetusta casona de la calle Agüero al 300 -cuando se llamaba Laprida- , ofrecía un titiritero. Entre las que más ansiosas esperaban el espectáculo se encontraba una niña de unos 6 años muy pobre, que en el recuerdo de Tagini se llamaba María; subida a un banquito de madera, la niña aplaudía, gritaba, reía y saltaba emocionada como ninguna otra ante los personajes que encendían su imaginación. Con el paso del tiempo los chicos crecieron, el titiritero no fue más y el patio quedó vacío. La niña –convertida ya en una señorita- se fue del barrio para no regresar más y Tagini recién volvió a verla cuando tenía veinte años: era una de las alternadoras del cabaret.
El simbolismo poético de lo transitorio se muestra en estos versos con la dulce y diluvial simbología de la mirada temprana. El clima emocional , el fundamento melancólico de la existencia al recordar todo el decorado, nos traslada al escenario en la que ella fue su musa juvenil. Tagini con su pluma perfila la nueva poesía que se instalará con elegancia en la estética del tango.
en la belleza humilde del patio colonial,
cubierto en el verano por el florido manto
que hilaban las glicinas, la parra y el rosal.
¡Arriba, doña Rosa!
¡Don Pánfilo, ligero!
Y aquel titiritero
De voz aguardentosa
Nos daba la función...
Tus ojos se extasiaban
Aquellas marionetas
Saltaban y bailaban
Prendiendo en tu alma inquieta
La cálida emoción...
Los años de la infancia risueña ya pasaron...
Camino del olvido, los títeres también...
Piropos y promesas tu oído acariciaron...
Te fuiste de tu casa, no se supo con quién...
Allá entre bastidores, ridículo y mezquino,
Claudica el decorado sencillo de tu hogar,
Y vos, en el proscenio de un frívolo destino,
Sos frágil marioneta, que baila sin cesar.
Esta belleza de tango, curiosamente fue la primera grabación que realizara Floreal Ruiz tanto en la orquesta de Alfredo de Angelis (1941) como en la de Aníbal Troilo (1944). Y volvería a llevarlo al disco con la formación de José Basso en 1963. Por algo sería.. ¿no?
Creo que la versión que realizara Floreal con Pichuco el 6 de octubre de 1944, nos adentra en toda la fuerza poético-musical que tiene el tango de Tagini y Guichandut. Por eso lo escuchamos una vez más... y no nos cansamos de hacerlo.