El hogar de los Troilo suele ser muy concurrido, y aunque Pichuco se empeñe en suponer que es fácil localizarlo, "porque estoy siempre en casa", la realidad supo demostrarme lo contrario. Este reportaje fue hecho, como dije, en dos encuentros, y entre una y otra cita transcurrieron tres semanas. Es que, en el ínterin, la pareja debió viajar un par de veces a Mar del Plata para organizar sus vacaciones, que según me contó luego Troilo se interrumpirán el 20 de febrero: debe regresar a Buenos Aires.
A pesar de la aparente calma chicha que parece rodearlo, don Aníbal estuvo muy activo en los últimos tiempos, ocupado en preparar su próximo espectáculo —Simplemente Pichuco— que habrá de estrenar el 12 de marzo en el porteño teatro Odeón. Será un reencuentro con la escena y con el público, tras nueve meses de obligado reposo a causa de su operación en la cadera; Troilo está impaciente bajo su máscara de deidad oriental.
Campechano, para nada me pareció un hombre simple. Es más, me sorprendió su prolijidad a la hora de recordar fechas y detalles, y la extrema atención con que escuchaba mis preguntas. Es obvio que a él no se le escapa nada, aunque regale un aire de señor impertérrito. Hombre de pocas palabras y gestos mínimos, sólo de tanto en tanto se permite entornar sus ojitos, que pueden ser expresivos, como para enfatizar alguna respuesta. Parece gustoso de juguetear con sus manos pequeñas, muy pulcras, extremadamente blancas.
(De una nota de Dionisia Fontán)
Y fue lo último que hizo musicalmente en vida: "Simplemente Pichuco". Fallecería el 18 de mayo de ese año 1975. Y nos quedaría esta muestra final de su gran obra. (Gentileza de Lautaro Kaller).
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