Este tango que fue todo un suceso en los años cuarenta y se prolonga en el tiempo, encierra una historia realmente sorprendente, imaginativa, y borda imágenes con un intenso poder de sugestión. La música y la poesía de Domingo Federico y Homero Expósito se aúnan nuevamente con su potencia estética, luego del éxito de Yo soy el tango, y logran toda una creación con este tema que dejará huella.
Domingo Federico |
Cuando Domingo Federico llevó la obra terminada se la mostró a sus compañeros en la orquesta de Miguel Caló, que a veces llegaba un poco tarde, y la ensayaron un par de veces, recibiendo el plácet de los músicos. Y en el comienzo de la soireé del Ocean, intentaron tocarla antes que estuviera el director, aunque como Podestá acababa de irse con Di Sarli, no tenían cantor esa noche. Y Francini se ofreció para cantarla, con los versos escritos en un papel para recordar la letra. Y gustó, arrancando muchos aplausos.
Cuando está ya el director al frente, nota que el público pide esa pieza que él no conoce. Les pregunta a los músicos y éstos le cuentan la historia. Entonces Caló no sólo acepta el pedido de la gente sino que, al escucharlo decide incorporarlo inmediamente a su repertorio. Será Raúl Berón, el nuevo cantor tras la marcha de Podestá a la orquesta de Di Sarli, quien lo registra con la orquesta en un disco que tendrá mucho recorrido.
Homero Expósito |
Si ya de por sí, la anécdota es más que curiosa, la raíz del tema la supera. Porque Domingo Federico estudió medicina y estuvo cerca de recibirse. Era su meta junto a la del bandoneonista, pensando en las pasiones musicales de su padre que tocaba el violín y también se había comprado un bandoneón, que compartía con el muchachito.
Desde el natal sitio de Parral y Gaona de Domingo, la familia se había trasladado a Carmen de Patagones en el sur bonaerense, a 900 kilómetros de la capital. Allí comenzó a estudiar el bandoneón, después de intentarlo con el violín y el piano y compartiéndolo con el secundario. Cuando regresan a la capital, el muchacho toma clases decisivas en el conservatorio de Pedro Maffia.
Pero, a la vez, quiere también terminar sus estudios de medicina, y aunque ya ha actuado en locales céntricos con su hermana, a quien le había transmitido muchos de sus conocimientos y la acompañaba desde el piano, busca mejorar la vida familiar y la enfermedad de su madre. Y progresar en la Universidad de Medicina, por más que muchas veces acudiera sin dormir casi, debido a las noches de tango.
Y allí le ocurre la anécdota que geminará años después en un tango de éxito. Durante una clase, el profesor de anatomía, aplicando las teorías de Luigi Galvani, hizo latir el corazón de una rana diseccionada, mediante impulsos eléctricos. Le impresionó tanto el experimento que le quedó en la cabeza durante mucho tiempo.
Y una noche, hablando con Homero Expósito le comenta el caso, cree que se puede hacer un tango que se llame: Late un corazón y en principio él tiene ya plasmada casi la música. Se la hace escuchar, Homero toma el monstruo y a los pocos días tiene lista la poesía que junto a los compases de Federico será un gran éxito.
Curiosamente, Podestá que había conocido la anécdota, graba el tema con Di Sarli, en cuya orquesta estaba desde hacía tres meses, el 9 de abril de 1942. Y Miguel Caló con Raúl Berón lo lleva al disco el 29 de ese mes. Dos golazos que seguimos bailando. El título inicial quedó como subtítulo. Y lo bailamos Al compás del corazón.
Hay varias versiones muy buenas de este tango, pero nos vamos a ceñir a las dos que citamos en la nota. Porque son realmente para disfrutarlas una y otra vez.
Late un corazón.../ déjalo latir.../ Miente mi soñar.../ déjame soñar.../ late un corazón porque he de verte nuevamente. / Miente mi soñar porque regresas lentamente...
Esta obra gigante,la orquesta M.Calo con R.Beron y C.Disarli con A.Podesta(reservo opinión sería arruinar tremendo tango.,desde chico siempre que puedo lo escucho ya que no sé bailar tango
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