Prosapia criolla de tango
Cuando Ángel Cárdenas resuelve dejar la orquesta de Aníbal Troilo con el fin de marcharse a Nueva York para actuar con Piazzolla y el Mono Villegas en el Waldorf Astoria, a Pichuco le quedan pocas alternativas. Ya había sufrido la sangría de Edmundo Rivero, y ahora que le había agarrado la mano a la orquesta, se iba Cárdenas.
Era un cantor de temas criollos que Troilo modeló tangamente, y Cárdenas, de repente, como para arrimarle alguna solución al maestro y mientras le explicaba que le vencía su residencia norteamericana y no quería perderla, le tiró un nombre al voleo, para reemplazarlo y femenino, nada menos Nunca una mujer había cantado con Troilo, pero Cárdenas que conocía bien el paño porque había cantado con ella en cónclaves fraternos de peñas folklóricas y en tenidas bohemias noctámbulas donde se cantaba, tocaba y empinaba el codo, soltó las dos palabras mágicas: Elba Berón.
-Pero... ¿también canta tangos...?, inquirió desconfiado del Gordo.
Y Cardenitas -como le llamaba Pichuco- completó el apunte:
-Tiene gola y sentimiento tanguero, creo que sería una pegada...
Cárdenas armó el encuentro en un boliche y de madrugada, en wiskis y charletas, Elba canturreó acompañada por el fueye de Troilo. Su genio de folklórica la destiló con canciones criollas, sobre todo milongas pampeanas que al Gordo le encantaban y cuando arrancaron para el lado del tango, la mina sacó su bagayo sentimental en Callejera, Malena, Pa'lo que te va a durar o De mi barrio. En algunos pasajes acompañada por la media voz del Gordo que no le erraba a una nota ni con algunas copas de más.
Elba Berón entra en la historia grande porque es la voz número trece de la orquesta de Aníbal Troilo, sucediendo a cantores enormes. Elba Berón, en la ganzúa de su gola de noche y faso, encanutaba además una herencia inmejorable para enclavarse en el corazón porteño: una familia de cantores y músicos cuya estirpe venía signada por el padre, Manuel Berón, cantor, compositor y guitarrista. Eran de la patria familiar de Zárate de donde saldrían tangueros como Homero Expósito o Armando Pontier.
Los hijos de Don Manuel y Antonia Iglesias vendrían con el fulgor y la marca en el orillo: Raúl y José, ambos de hermosa voz abaritonada compusieron tempranamente un dúo muy requerido por los pueblos colindantes. Adolfo fue un guitarrero de vibrato fuerte, que cantó a dúo con Oscar Ferrari y tuvo su cuarto de hora dirigiendo conjuntos de cuerda que interpretaban tangos bravos por radio y locales diversos. Las hermanas Rosa Y Elba también formaron un dúo folklórico que se abrió paso en la capital accediendo a escenarios y micrófonos importantes.
A Elba la recuerdo con sus ojos enormes, su temperamento de cuerda grave, el color de soprano dramática, su voz sin enigmas, suburbial y rural, haciendo con Pichuco el tema que crearon para ella el Gordo y Cátulo Castillo: Y a mí qué, donde bate la justa de su raje lunfa:
-Si el mundo revirao, golpeandoté, / te tira pa' un costao de la pared; / si igual es una mosca que un ciprés, / de que cantés la tosca o que garpés. / Si al fuego de la fragua todo fue / y el jugo de paragua hoy es café. / Servime de testigo, está con fe, / gritá, gritá conmigo, viejo: ¡a mí, qué!
En aquellos años de la vida en orsay, del tiempo loco, Elba Berón cutió su cuore de griseta junto al gran fueye, ganándose el afecto de la muchachada que aceptó unas polleras en la gran orquesta de los cantores como se la conoció a la formación de Pichuco. Y aunque interpretó unos veinte temas con Troilo, sólo grabó cuatro: la citada infrahistoria Y a mí qué; la milonga Cachirleando del padre de Elba y Enrique Uzal; la gran interpretación de esa trompada de Cátulo y Pichuco: Desencuentro, y Coplas, un tango de Troilo y Alberto Martínez, que interpretaron a dúo con Goyeneche.
Hizo junto a Pichuco la obra teatral Caramelos surtidos. Paseó su arte de meta y ponga por Japón, cosechando nutridos aplausos. El espectáculo Tango argentino junto a artistas como Copes, María Nieves, Virulazo, Jovita Luna y un gran elenco le permitió recorrer el mundo entre ovaciones. Tuvo su Tanguería en el barrio de San Telmo y otra en Mar del Plata, donde el fin la encontró entonando milongas pampas y compartiendo cartel con el otoño artístico de Alberto castillo y Jorge Valdez, el que revivió a Chirusa.
Como una maldición familiar nos dejó pronto, igual que sus hermanos. Una aparentemente inocente afonía escondía un cáncer pulmonar que en un par de meses la devoró de atrás, hasta el riñón. El 4 de marzo de 1994, en Mar del Plata donde estaba actuando, se las tomó definitivamente, envuelta en un chaparrón de lágrimas. El femenino compadraje de Elba Berón, cofrade de la Bozán y de la Tita, permanece incólume en la guitarreadas del alba, en el eco de la caja de cartón corrugado de Pichuco y en el venero de sus tangos y milongas tauras
(Extracto de la biografía publicada en mi libro: ABC del Tango)
Podemos escucharla cantando con la orquesta de Troilo el tango de Pichuco y Cátulo Castillo: Desencuentro. Lo grabaron el 9 de febrero de 1962)
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