También el ADN de su gola respondía a la tradición familiar y el viejo le dio cuerda al sentimiento de su nena poniéndole profesora de canto desde los 12 años para cincelar su perfil. La maestra, Elena Aquilano la formó técnicamente durante 17 años, nada menos, pero el yeite tanguero le venía a María de esas esquinas tumultuosas de Urquiza y con la mezcla explosiva de esos dos elementos, su canto salió a expresarse con fuerza de tormenta vernácula en sus chiquilines 12 años por la televisión que agrupa familias y aglomera barriadas.
Esa rectangular caja de resonancias, que como la vida misma realza y empobrece trayectorias humanas a velocidades imprevisibles, fue simplemente testigo de la fecundación de una futura estrella de la música en pos del horizonte de una vida adulta. María Graña es una señora del canto que despunta diferentes matices de la canción, pero definitivamente su acento estará encarnado en el espíritu del tango, en esas verbosidades que sólo pueden trascender del mágico territorio de Buenos Aires. En el adentramiento íntimo de esos versos que se van heredando, como se hereda un rasgo físico.
La conocí en mi época de trabajo en televisión cuando despuntaba su talento juvenil en los Remates Musicales de Roberto Galán, navegando entre lo melódico y el tanguear de los veteranos que se resistían a batirse en retirada en una de las tantas mareas bajas que desdibujan cada tanto la música porteña. Su voz y el sentimiento daban para mucho y aunque buceara en lo melódico con fortuna, las puertas del tango la veían regresar siempre a su domicilio permanente porque el tango es melodía total y su vida misma sería un tango.
Hoy que está en los sesenta y en el debe de la vida, alumbra cada mañana con los cinco besos que cada mañana la premia la vida, fruto de los trillizos de su primer matrimonio y el casal que tuvo con el músico Mochín Marafiotti, fallecido inesperadamente de un infarto en 1997, dejándola sola al cuidado de Mauro, Mariano, Sebastián, Francisco y María. Reepechando hacia la cima en 1970, se la encontró Osvaldo Pugliese cuando ganó un concurso en Canal 7 -Canta el pueblo- con La canción de Buenos Aires y después de probarla la lleva a su orquesta junto a Abel Córdoba. Entonces, su sabio juicio batía la justa respecto de esta mina: "Sus interpretaciones demuestran sensibilidad en los distintos motivos que exigen la letra y la música". Pero también acierta acierta cuando sentencia: "La calidez y la seguridad de su voz en los distintos registros, obedece a la perserverancia en los estudios".
Sus creaciones de Caserón de tejas, La noche que te fuiste, Canción desesperada, Milonga del trovador, Los mareados, Cafetín de Buenos Aires o Taquito militar bordan la entonación y realzan los matices poéticos. Caño 14, Micheláangelo, Botica de tango, El Viejo almacén, El Opera o El club del vino son mojones de su triunfal derrotero. Broadway, Milán, la Bienal de Venecia, la aplauden con el alma. Graba varios LP, el New York Times la bautiza como "La Judy Garland del tango". Estuvo 3 meses en Japón invitada por el bandoneonista Ryota Komatzu con quien coincidió en el Carnegie Hall en el 99. Y Libertad Lamarque, nada menos, le dió el sello final en la contratapa de uno de sus discos: "María... el tango te necesita así...¡Perfecta!
Podemos traerla de sus noches de éxito, reviviendo este tango de Enrique Santos Discépolo y Mariano Mores, Sin palabras, que canta acompañada por el sexteto Mayor, y en la cual se aprecia toda su categoría de artista y tanguera.
...Excelente cancionista, muy personal, en estos ultimos años
ResponderEliminarlo mejor
Vive lo que canta,lpa mejor voz que e escuchado sin lugar a dudas.
ResponderEliminarNo habrá ninguna igual;no habrá ninguna...