Nacido el 15 de junio de 1916 en la calle Gallo, en los límites del barrio porteño de Almagro, se hizo amigo del piano cuando tenía 3 años de edad y veía a su padre aporreando las teclas del instrumento familiar. En la academia del maestro Luppo, enclavada en Caballito, hizo sus primeros estudios musicales, a los 13 estaba enrolado en el Conservatorio Municipal y ya interpretaba a los grandes clásicos: Beethoven, Bach, Debussy y demás, con notable solvencia.
Horacio provenía de un hogar humilde y por eso, de chico se buscó la vida tocando en casamientos, pequeñas orquestas barriales, en la Iglesia y en un cine de Villa del Parque como solista. El tango lo atraía porque era la música de Buenos Aires y flotaba en los aires, saliendo a través de las ventanas y de las incipientes emisoras radiales.
Enrolado tempranamente en las orquestas de Elvino Vardaro y la de Juan Caló inicia allí su itinerario feliz dentro de las filas tangueras, aunque también el folklore lo sentiría como propio y secundaría a la dupla Martínez-Ledesma, sucediendo nada menos que al Mono Villegas y a Carlos García en esta función.
Salgán, Rivero y Baffa, primer bandoneón de la orquesta. |
Roberto Firpo deja el piano apra conducir a su orquesta y sienta a Salgán en el dientudo. Tiene chapa de tanguero, pero con un bagaje técnico incomparable para la época, porque ya había frecuentado en sus estudios, la fuga, la armonía y el contrapunto. Este sello de distinción también obró en su contra muchas veces, porque, como a Piazzolla más tarde, directores de radios y de sellos discográficos, lo encontrarían raro para el ambiente. Quizás porque sabía demasiado y su orquesta no era comercial, según un extraño sambenito que le adjudicaron.
Pero ahí estaba Salgán tocando el órgano en radio El Mundo, secundando a diversos artistas, familiarizándose con el saxofón y el contrabajo e invirtiendo sus ingresos en perfeccionarse en el piano con Scaramuzza, Spivak y Amelia Weiband. Su primer arreglo data de 1936, para la orquesta de Miguel Caló y se trata del tango Los indios. En aquella época, salvo excepciones, no se arreglaba; se estilaba que los segundos violines y bandoneones pusieran unas voces paralelas a los primeros.
En 1944 tendrá su primera orquesta, que se ofrece al público desde el estrecho palco de la Confitería Diamante, en Rivadavia y Castelli, del Once. Y lo que no logra con los directivos lo consigue con sus pares, pues casi todos lo consideran un gran maestro.
Al frente de su orquesta. Detrás suyo Leopoldo Federico y el Paya Díaz. |
Por eso iban a verlo y escucharlo en esos arreglos maravillosos que hacía de Ojos negros, Shusheta y demás páginas conocidas. Y los cantores que van pasando por su formación le agregan un margen de calidad: Insúa, Serpa, Durán, Rivero, Bermúdez. Pero los sordos de las grabadoras y las emisoras logran que triunfe su incultura musical y Horacio decide disolver su orquesta y dedicarse a estudiar y enseñar.
Volverá en los cincuenta y por fin recibé todos los plácemes que se le debían y reconocen su enorme valía y su gran aporte al status tangueros. La RCA Víctor le abre sus puertas y esas grabaciones quedan en el recuerdo. Además están sus cantores que le dan más jerarquía aún. Horacio Deval, El Paya Díaz, el Polaco Goyeneche, dan un paso al frente gracias a la oreja del maestro. Es cierto que su música nunca fue muy milonguera y no enamoró a los bailarines, pero todos respetaron su jerarquía.
A partir de 1957 dejará la orquesta, tocará en dúo con Ciriaco Ortiz y funda el Quinteto Real junto a Laurenz, Francini, De Lío y Ferro, con arreglos suyos. Pasearía su talento por Estados Unidos y Japón y dejaría su nombre envuelto en leyenda. Ahora, en la paz de sus 97 flamantes años, este músico ejemplar sigue exprimiendo el piano y recordando con afecto y amor a los grandes músicos que dió el tango: Posadas, De Bassi, Julio y Francisco De Caro, Firpo, Troilo, Fresedo o Di Sarli.
En el reconocimiento posterior le han otorgado numerosos premios y nosotros le damos el de nuestro aplauso por su obra, su trayectoria y su conducta. Los invito a festejar el cumple, escuchando dos hermosas versiones de su orquesta: Gallo ciego, de Agustín Bardi, grabado el 29 de diciembre de 1950 y El Marne de Edduardo Arolas, que dejó en la placa con su orquesta, el 2 de setiembre de 1953.
05 - Gallo ciego - Horacio Salgán
21- EL Marne - Horacio Salgán
Y acá lo vemos junto a su hijo César, continuador de la obra, tocando en el día de su 97 aniversario.
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