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martes, 3 de julio de 2012

Amanda Ledesma



Hoy traigo al Blog a una mujer de airosa figura y buen decir, que ocupó la cartelera durante tres décadas. Amanda  Ledesma.

Se llamaba en realidad Josefina Rubianes Alzuri, había nacido el último día de 1911 y su carrera de cancionista arranca en 1929. Era la época de las grandes del tango y no resultaba fácil entrar a competir con las Libertad Lamarque, Rosita Quiroga y compañía, que arrasaban.                                   

Como la rubia de la Tienda La Parisien, esta chica de La Paternal, atraía miradas, se las rebuscaba con su presencia, y de vendedora de tienda, en lugar de decir incrédula los versos de Rubén, pasó a cantar en la radio, después de destacar en el susodicho concurso de turno, esta vez en el Cine Gaumont.  Era lo que se llevaba, aunque la Bozán, la Maizani, la Falcón, Simone y demás damas eran un listón alto para la época. Pero el que la llevó después de escucharla en una fiesta sabía que tenía destino de estrellato y el mercado pedía a gritos cantores y cantatriches. Las chicas de los barrios  repetían las letras con fervor. 

El arte la proyectó a través de una obra de teatro, y especialmente del cine. Por su atractiva figura, su buen decir y un aire de ingenua que no se condecía con su real personalidad. Discepolín le dio el pasaporte definitivo entregándole el tango Condena (Música de Pracánico) y el vals Primavera   para su estreno y grabación en 1937 en el sello Odeón.
                                                                                             
Filmó varias películas, ya era una cuasi-estrella, pero un día de 1943 decidió volar y recorrer América, acompañada al piano por Héctor Stamponi y los músicos que rejuntaran por ahí. Al saber le llaman suerte; anduvieron “a palo errao” hasta que recalaron en México y allí la ahora rubia se convirtió en ídola del pueblo mexicano, ya fuere en el cine con galanes de la talla de Jorge Negrete o cantando tangos.

Le llamaron “La diosa rubia del tango",  y fue la pionera que abrió las puertas de aquel país a todos los tangueros/as que fueron arribando en cascada. 

El viento me cuenta cosas y también Chupita Stamponi que me relató la síntesis de aquellos años: “Fue la mejor época de mi vida en lo que se refiere a ganar dinero. Ella era una artista de verdad, segura de sí misma, exigente, madura y le gustaba practicar mucho cada tema antes de lanzarlo. Era súper estrella en México, los ramos de flores llenaban el foyer de los teatros, le ofrecían grandes contratos. Fueron diez años maravillosos en ese sentido”.

Filmó 8 películas en esos 10 años.

 Después, el regreso triunfal y actuaciones en Teatro, radio y televisión y…el retiro en 1955. Ya era de nuevo la muchacha original de pelo castaño y decidió jubilarse y apartarse del mundo artístico. Con su marido (un militar retirado) montaron un restaurante en la Costanera y… la jubilación. Encerrada a partir de  allí, en su casa de la calle José María Moreno, se negó a dar entrevistas o a despachar recuerdos de sus grandes momentos de diva. Sólo su fiel amiga Sabina Olmos, solía romper el ostracismo decidido.

En México supe de su gran época por numerosos comentarios de gente que la recordaba. En Argentina era mucho más difícil y sus discos se esfumaron lentamente, como su recuerdo.

La paz final le llegó a los 88 años.

Al menos en este espacio la recordamos reviviendo aquellos buenos tiempos. El tango que marcó su destino: Condena, con su Trío que dirigía Chupita Stamponi. Y con la Típica Víctor: Cariño, de Luis Rubistein.





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