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jueves, 29 de noviembre de 2018

Eufemio Pizarro

Guardo recuerdos intensos de este tango que  hicieron entre Homero Manzi y Cátulo Castillo. He contado alguna vez que yo trabajaba en radio El Mundo con Antonio Carrizo en su programa: Mundo diez que iba desde la mañana al mediodía. A continuación venía otro de Cátulo Castillo con Luis Medina Castro. Cuando terminábamos, con Antonio nos íbamos al boliche frente a la radio a almorzar y charlotear, antes de seguir viaje al Diario  La Razón, donde yo trabajaba.

Siempre nos saludábamos con Cátulo y el Negro Medina Castro y Carrizo le decía al primero que estábamos comiendo enfrente si se quería arrimar, porque sabía de mi afición tanguera. Y Cátulo se acercó un par de veces y nos quedábamos alargando la comida con las anécdotas que le íbamos sacando. Uno de esos mediodías le hablé de Eufemio Pizarro y su asociación con Homero en el tango de marras.

Cátulo Castillo

-Sí, en un café del barrio de Boedo lo conocimos a Pizarro. El Presidente Yrigoyen lo había indultado y volvió a Buenos Aires, después de estar preso en el penal de Ushuaia -me respondió Cátulo-. Y, la verdad, nos impresionó por  su porte y su modestia al hablar... Inspiraba respeto, era parco, en su  miraba brillaba como una señal de barrio, se notaba que su encierro en Ushuaia parecía haber macerado su pena  y con Homero estuvimos conversando largo, luego del encuentro. Nos había impactado. Años más tarde, cuando muere acuchillado Pizarro,  volvimos a juntarnos con Homero y me trajo los versos de ese tango, a los cuales le puse música.

La conversa con Cátulo agrandó mi interés por este tango que salió a la luz en 1947. Homero Manzi fue "El poeta de las cosas que se fueron", como lo definió certeramente Enrique Santos Discépolo. Rastreando su obra, uno encontrará al bardo romántico que con su pincel cromático va pintando atmósferas familiares, la fugacidad de las cosas, una radiografía de la época, la sublimación del habla coloquial, las cosas que ya no están y se van transformardo en recuerdo.

                                         

Es cierto también que en el tango se destaca muchas veces la metafísica del coraje y los guapos están presentes en la cita de Celedonio Flores, de Cadícamo, de Expósito. Salen del suburbio donde nació precisamente la canción popular y adquieren nombradía porque sobresalen en la grisura de la vida diaria de los barrios proletarios, donde la inmigración plantó sus destinos de destierro.  Y Manzi lo describe así a Eufemio Pizarro.

Morocho como el barro era Pizarro,
señor del arrabal;
entraba en los disturbios del suburbio
con su frío puñal.
Su brazo era ligero al entrevero
y oscura era su voz.
derecho como amigo o enemigo
no supo de traición.
Cargado de romances y de lances
la gente lo admiró.

Aquel suburbio corralero que ya no existe más que en el recuerdo de algunos viejitos nonagenarios, lo recorrió el juvenil Homero en los requechos de Pompeya, las inundaciones, aquellos almacén-bar, donde se jugaba al truco y se empinaba ginebra, la barra de la esquina, la ventana de la novia, el silbido del tren,  todo lo que pinta magistralmente en Sur, en Barrio de tango. Y aquellos guapos de arrabal...

Quedó pintado su nombre varón                         
con luz de luna y farol, 
y palpitando en mañana lejanas
su corazón.
Decir "Eufemio Pizarro",
es dibujar, sin querer,
con el tizón de un cigarro
la extraña gloria con barro de ayer
de aquel señor de almacén.

Con un vaivén de carro iba Pizarro,
perfil de corralón
cruzando con su paso los ocasos
del barrio pobretón.
La muerte entró derecho por su pecho
buscando el corazón.
Pensó que era más fuerte que la muerte
y entonces se perdió.
Con sombra que se entona en la bordona
lo nombra mi canción.

Jamás imaginaría este morocho como el barro, que quedaría retratado para siempre en el recuerdo de un tango realizado por dos personalidades como las que firman esta obra. Curiosamente Aníbal Troilo lo tuvo en su repertorio pero jamás lo grabó. Sí lo hizo Francisco Canaro con Alberto Arenas y la certera glosa previa de mi querido amigo Julián Centeya, que también estaba en aquel programa de Carrizo y años más tarde compartimos micrófono en radio Argentina. Susana Rinaldi lo registró, incluso, y acá podemos escucharla.



martes, 27 de noviembre de 2018

BIEN MILONGA

         Ya está sonando la orquesta
          manye que compás,  
          se me van las tabas solas,
          este es un tango de Arolas,
          conmigo venga a bailar.
          Yo sé que la noches es larga
          y muchos tangos vendrán.
          Ahora estoy libre, le aviso,
          Después...
          Después ya soy un Don Juan.    
                  Félix Arena

Martes 27 de diciembre y Bien Milonga sigue abriendo sus puertas para que los milongueros de ambos sexos pasen una grata velada en el coqueto salón de la CASA de ARAGÓN-Madrid (Pza. República Argentina nº 6). Desde las 21 a las 0 horas bailamos con la selección musical milonguera de jm y la pista está en permanente ebullición. .

                           


Calentando motores, me mando el yiro por esas pistas donde se baila tango permanentemente, porque está más de moda cada día que pasa,  y con incorporaciones permanentes de nuevos bailarines y bailarinas que han aprendido a disfrutar de esta danza incomparable, en cuanto a pasión y belleza.

La parada inicial es en Portland (Estados Unidos), donde han hecho pie los maestros Gustavo Naveira y Giselle Anne. Acá los vemos bailando el tango Pavadita, por la orquesta de Alfredo De Angelis.



Seguimos en el país del Norte de América. Ahora pasamos por Chicago. Y son Fernando Carrasco y Jimena Hoeffner, los que se lucen con Quejas de bandoneón, por la orquesta Forever Tango emulando a Aníbal Troilo.


Y me mando un salto largo, como los de Tarzán, porque nos plantamos en Estambul, capital de Turquía, para ver en acción a la pareja Sebastián Achával-Roxana Suárez, bailando en el Hotel Conrad, la Milonga brava, por la orquesta de Francisco Canaro, cantando Roberto Maida.                                                            


Los motores echan humo... Y todavía no arrancó Bien Milonga. ¡Se viene una se viene...!                                        

lunes, 26 de noviembre de 2018

Laurel y Hardy en Buenos Aires

Antes de convertirse en el maravilloso dúo cómico que tantas horas felices nos hicieron pasar cuando éramos niños, Stan Laurel y Oliver Hardy actuaron en Buenos Aires. El empresario Charles Seguín fue quien los contrató. El inglés Stan Laurel llegó en 1915 y se presentó en el Teatro Casino. Oliver Hardy estuvo en 1914 y actuó en el Pabellón de las Rosas y el Parque Japonés.

Tuvieron que pasar varios años más, hasta 1927, para que el director Leo McCarey lograra el descubrimiento del dúo. "A partir de ahí no se separaron", asegura el biógrafo. Y sobrevivieron bien a ese salto tecnológico que arruinó las carreras de tantos divos del cine mudo: la incorporación del sonido a la pantalla. "No les afectó porque los diálogos eran insustanciales, no como ocurría con otras estrellas de la época como los hermanos Marx, en los que el texto hablado era tan importante", dice Louvish. "La acción, la peripecia, lo que les ocurría, era lo que contaba", sigue el autor del libro.
Oliver Hardy en 1914

Stan Laurel (circa 1915)
Las cosas estuvieron claras desde el principio en una sociedad que perduró 25 años en la pantalla, en los escenarios, con giras teatrales europeas también y en apariciones en la televisión. Todo era perfecto. Jamás se produjeron altercados por las disparidades, aunque éstas fueran enormes a veces. Unas eran de peso: si Oliver Hardy marcaba alrededor de 140 kilos en la báscula, Laurel no pasaba de 75. Pero otras eran más llamativas, como los salarios: si en 1935, Hardy había ganado 85.310 dólares, Laurel había engordado su cuenta corriente con 156.266. "El Flaco era el autor de todos los gags y los guiones. En lo creativo era mucho más lanzado que Hardy, que resultaba mucho menos ambicioso. Stan Laurel era el auténtico cerebro", certifica Louvish.

Francisco García Jiménez recuerda la entrevista que les realizara Adolfo R. Avilés, el autor de tantos tangos famosos (Gardel le grabó 7 temas), en los estudios de Hall Road, donde era difícil entrar para hacer reportajes, pero casualmente lo dejaron pasar por el hecho de ser argentino y corresponsal de El Diario..

Grata sorpresa. Se dio de manos a boca con el flaquísimo Stan laurel y el gordísimo Oliver Hardy. Y el gordísimo Hardy le espetó:
-Ou..¿Argentinou, che? ¡Muy macanudo, che viejou...!
El chapurreo estableció inmediata comunicación. Con el agregado de que el flaquísimo Laurel también se la rebuscaba con pintoresquismo idomático:
-Ou, moucho gusto, sinior.

Acapararon ambos al periodista. Y no se diga de qué manera agradeció éste esa oportunidad. Una frase mágica, allanó todo....
-¡Ou, Buenos Aires! ¡linda cousa la tangou!

Casino, Pabellón de las  Rosas y Pacho

Buenos Aires y el tango, fusionados en un grato recordar, dominaron la nostálgica charla. En 1915, Stan Laurel había venido al teatro Casino, de la calle Maipú -Music hall siempre alerta a la presentación de las grandes varietés mundiales-, con la troupe Flinn. Como no tenía mayores habilidades acrobáticas, hacía el papel de un sonso. Pero no del clásico tony del circo de alta escuela. El cuero no le daba para tanto. Era un panete común, que recibía las cachetadas y se daba los porrazos con dolorosa verdad.

-El públicou argentino era muy cachaudor -decía Laurel recordando-- Mi agaraba pir fara. dispoés mi agaró simpatía, che, pirque in una iscena de moujiganga mí, imitaba unos pasos de tangou. ¡Ou, grande ouvación mi daba, con moucha bronca di los otros compañiros del show!...

Y en ese punto intervino el gordo Hardy -que también actuó en Buenos Aires- diciendo con una estomacal murria evocativa:
Ou, qué ricas churrasquirías en Argentina! ¡Chinchoulines wonderful!


El gordo había llegado un año antes que Laurel, en 1914, para trabajar en espectáculos circenses del Pabellón de las Rosas, de Palermo, y en el Parque Japonés, del Retiro.... Dos detalles de las matinées del Pabellón de las Rosas le habían quedado grabadas en la memoria al gracioso gordo. La falta de locomoción para trasladarse hasta allí desde la Pensión del centro de la ciudad donde vivía... ¡y el tango!

.-La tramway mi dejaba a ocho coadras -decía-, que mí caminaba rimolcando las mías duscientocincoenta libras de peso. Pir eso no quisi firmar contratou pir otra añou. Ché, ¿osté poida dicirme si hay tramway, por fin hasta poerta Pabillón de las Rousas?

Cuando el periodista le dijo a Hardy  que ya era innecesario ese tranvía pues ya no existía más el Pabellón de las Rosas, por los ojos del gordo pasó una rápida nube de tristeza, desvanecida por otro recuerdo grato:
-In matinées de doumingo dil Pabillón, toucaba in salón de baile il músicou criollos"Páchou" con acordión grande incima las piernas. ¡Lindou! ¡Mí me daba cada panzada de tangou, che!

Hardy se miró con Laurel. Pensaron lo mismo. Repitieron a dúo:
-¡Ou, Buonos Aire! ¡Linda cousa la tangou!...




viernes, 23 de noviembre de 2018

Bien de abajo

Creo que vale la pena volver los pasos sobre este tango de dos importantes personajes del tango. el poeta Héctor Negro, y el bandoneonista y compositor Arturo Penón. Con un tema que seguramente debería haber tenido mayor recorrido, por su méritos poéticos y musicales, pero que nació en uno de esos momentos en que el género popular atravesaba uno de los baches que sufrió en la historia, aunque tuvo interpretaciones como las de Pugliese-Córdoba que le dieron fuerte respaldo
                                     
                       
El poeta Héctor Negro saludando a Osvaldo Pugliese y su esposa.
       
Héctor Negro revalorizó la poesía tanguera, junto con Eladia Blázquez, Chico Novarro y otros autores, en aquellos momentos de bajón, y muchas veces he destacado los méritos de su pluma luminosa y cercana a los signos y designios de la gente común. Esos sueños y sustancias que los impulsan. Los espasmos de épocas duras, los trajines cotidianos en busca del sustento y el futuro gris, lejano. Mantener viva la llama de la rebeldía y sostenerse en el ser cada nuevo día, es el mandato que se exige el poeta en este tango.

Yo soy bien de abajo y anduve a los tumbos
cuerpeando la mala y al fin le gané.
Me pesó en el lomo conservar el rumbo.
Me costó mis golpes, pero no aflojé.
Peleé por la luz que quisieron robarme
y si perdí cosas, salvé lo mejor.
Hoy tengo el orgullo de no doblegarme.
de saber que nadie me vende un buzón.

El verso ha presentado a la persona que nació en la humildad  de la casa proletaria y ha peleado para encajar su lugar en el mundo. Un tema que da para mucho y que tantos hemos vivido, inmerso en el paisaje blanco y negro de la tristeza, por tantas cosas... El peaje a pagar es alto, aunque el amor propio es una apuesta íntima que permite al protagonista salir adelante en su duro combate, con las peripecias de la lucha diaria.

Por eso mi tango nació retobado                                          
porque me he cansado de ver aguantar.
Cuando creo en alguien,
me pongo a su lado
y si estoy jugado
no me vuelvo atrás.
Y si es que mi vida
la llevo a los saltos.
Tengo tango asfalto
que caigo parao.

Soy sangre rebelde, muchacho de abajo,
yo creo en mis brazos, en lo que ellos dan.
Y del lado izquierdo  me caigo a pedazos,
cuando unos ojazos me miran de más.
Mi barrio y mi gente escuchan mi credo,
que a los barquinazos aprendí a cantar.
como un canto arisco, donde el sol que muerdo
calienta mis labios para protestar.

Sí, es una radiografía de la persona que ha conseguido sobrevivir a la adversidad y la memoria va destapando las zancadillas que sortea el personaje. La infancia mal vivida, los zarpazos soportados, el caminar siempre por abajo han forjado al hombre y una mirada femenina le sirve de caricia a tanta lucha por sobrevivir. Hermoso poema al que Penón le puso la música adecuada y que hoy retorna en esta página tanguera.

Hay registros de Rubén Juárez y Miguel Montero. Acá podemos escucharlo por Abel Córdoba con la orquesta de Osvaldo Pugliese, en la grabación realizada en junio de 1967.

Bien de abajo - Osvaldo Pugliese-Abel Córdoba


martes, 20 de noviembre de 2018

BIEN MILONGA




     ¡Noche de tangos!
     letra, acorde y confidencia, 
     en un programa hecho 
     por minas con pasión!
     Con un poema, una canción, 
     Noche de tangos
     me perfuma el corazón.

                Marta Pizzo


Y llegó el Martes, Noche de Bien Milonga, en la Casa de Aragón de Madrid. Para milonguear sin pausas, desde las 21 a las 0 horas con la música que selecciona este quía. Tandas con naftalina, para resguardar aquellos tangos, valsecitos y milongas de las orquestas del 40 y 50 que no tienen reposición, y nos siguen iluminando el cuore y empujando los remos con tamaña música.

                               


De precalentamiento, siempre nos mandamos una tournée por distintas milongas y festivales de questo mondo cane, al que el tango le presta el encanto, la tertulia, la música y el abrazo milonguero para atenuar los malos momentos que nos hacen vivir algunos políticos, economistas y caudillejos varios. De los que abundan, vamos...

Mi primera parada es en el Festival de Bruselas, donde se da cita tanto ministro pero también algunos bailarines de rompe y raja. Como esta pareja de Chicho Frúmboli y Roxana Suárez -que siempre lo hace de prima ella, no importa el compañero-. Se mandan con Una noche de garufa, por la orquesta de Ricardo Tanturi.

                    

Ahora estoy en la alemana ciudad de Francfort para ver cómo giran al compás del valsecito Pobre flor, por la orquesta de Alfredo de Angelis, cantando Carlos Dante y Julio Martel, la dupla que integran Fausto Carpino y Stephanie Fesneau.

                                   
Y me desplazo por las autobahn de Alemania porque sigo viaje a Dresde situada a unos 370 kilómetros de Francoforte, que diría un tano.  En dicha ciudad se exhibe la pareja: Pablo Inza-Sofía Saborido, con Milonga vieja milonga, por la orquesta del Rey del compás: Juan D'Arienzo.

                                  
Y esta nochecita nos toca a nosotros... ¡Me salgo de la vaina me salgo!...



domingo, 18 de noviembre de 2018

Reinaldo Yiso

Algunos de nosotros podemos dar fe de aquella época de aprontes juveniles, de los picaditos de fútbol y esos tangos que resonaban en nuestras orejas y que nos refilaban el cuore, por las pinturas que se mandaba el cantor de turno, redondeando el buril del poeta-letrista o coplero. Sí, algunos de aquellos tangos hicieron escala en nuestra adolescencia y los canturreábamos con fervor, después de escucharlos seguido por la radio.

Reinaldo Yiso fue uno de los autores que nos contaban las cosas cotidianas, con una brocha cercana, sin metáfora, sin gran poesía, pero que se hacían rápidamente un hueco en el silbo y el canto porteño. Bastaría citar, de su prolífica producción El sueño del pibe, con música de Juan Puey, que nos tocó de lleno, porque en el barrio fuimos muchos los que recibimos esa citación del club importante para la prueba que tanto prometía... ¡Y qué emoción conllevaba esa sencilla cartita-invitación!
                                          
                                           
Reinaldo Yiso
 
O sea, Yiso estaba radiografiando con sus versos, los metejones populares, la vida cercana, íntima, de la ciudad que estaba creciendo.  Sí, los barrios estaban llenos de futbolistas, boxindangas, cantores, guitarreros y fueyes en ciernes, muchos de los cuales rondarían la fama, el éxito, las páginas de periódicos y revistas. Así se fueron armando el tango, el fútbol, la poesía. las milongas de los clubes, los bailarines que comenzaban su formación en aquellos patios de las casas-chorizo y de allí saltarían, con su empilche a las noches milongueras. Y ellas, repiqueteando su taquito en la vereda, también a los bailes de relumbrón.

Yiso fue proyecto de futbolista, en el Oeste Argentino y en las inferiores de Vélez Sarsfield. Una grave lesión truncó sus sueños, pero sirvió para darle cuerda a su ingenio chamuyador y poético. Sin llegar a las alturas de García Jiménez, Cadícamo, Bahr, se las ingenió para saltar de su barrio de Liniers al centro y enganchar sus versos primeros con músicos como el bandoneonista y compositor  Juan Antonio Puey, debutando con Por eso canto yo, en 1941. Un tango que hizo camino, al estrenarlo Ricardo Tanturi con la voz de Enrique Campos, grabándolo el 6 de agosto de 1943.

                       

Y entonces confirmó que contenía la sustancia barrial,  el impulso de fijar en su mirada todo lo que le ofrecía el álbum de fotos de la mente. El sueño del pibe sería la confirmación. Su vecino, Roberto Chanel, no sólo hizo historia grabándolo, sino que le sirvió de palenque para arrimarse a las generosas arterias tangueras de la orquesta de Osvaldo Pugliese que ya hacía roncha en los estrados y en las vitrolas.

Precisamente, no sólo habrá de concretar la forma de los futuros tangos que irá delineando, sino que incluso Pugliese lo contrata como presentador y glosador, dándole el pase definitivo a la fama noctámbula. El poeta logrará  otorgarle esa forma del verso cargado de paisaje a los pequeños aconteceres, transitar con su pluma sobre las casas suburbanas y llegar al centro con un racimo de  estrofas que se harán tango, lo tocarán las orquestas, los cantarán las mejores golas y los discos  le darán el barniz definitivo.

Un infierno, maravillosamente cantado por Floreal Ruiz,  El tango es una historia, Cuando no te tenga más, El clavelito, Soñemos, Cantemos corazón, Desagradecida, Cómo le digo a mi vieja, Glorias del ayer, la mascota del barrio, Este es tu tango, Más allá del corazón, Vos y yo, Lágrimas de sangre, Una limosna de amor, Medias blancas,  Pero te sigo queriendo, La número cinco, Un Tormento, No la traigas, Milonga de cien esquinas, La Porteñita, son algunos de los 520 temas registrados por Reinaldo Ghiso (su verdadero nombre), en SADAIC. Incluso, varios de esos temas lo firmó con el nombre de su esposa: Sara Rainer.

Alguna vez conté cómo pergeñó Bailemos, viendo a una pareja que se deshacía entre lágrimas en la
pista de mis lontanos 18 años, de la Boite Montecarlo. Y como en el tren lo fueron armando en el viaje al barrio de  Liniers, con su amigo, el fueye Pascual Mamone. La apretada melodía y la certidumbre que preste refugio a la mirada, se convierten en el fugaz instante del verso, en una historia tierna y vital. La gente con su pequeña vida, está en los temas del vate de Liniers.

Colaboraron con él compositores como: Ricardo Tanturi, Anselmo Aieta, Edgardo Donato, Juan Pomati, Ángel Cabral  Leo Lipesker, Jorge Dragone, Enrique Rodríguez, Jorge Caldara, Enrique Alessio, Artiuro Gallucci, Héctor Stamponi, Sánchez Gorio, Carlos Lazzari, Joaquín Do Reyes, Donato Racciatti, Dante Gilardoni, Luciano Leocata, Francisco Rotundo, Víctor Braña, Santos Lipesker, Roberto Caló, Ricardo Pedevila, Félix Lipesker, Ángel Amato y una larga lista, además de cantores como Carlos Dante, Alberto Morán, Roberto Chanel, Alberto Podestá, Roberto Rufino.

La historia del Tango le reserva a Reinaldo Yiso un lugar importante ganado a pulso.





jueves, 15 de noviembre de 2018

SALGÁN

    Los pocos que han asistido a sus ensayos -y los propios ejecutantes- se confabulan, admirativamente, en el asombro. Alguien explica: "Se dice por ahí que tiene un aire a Fresedo. Otros -qué sé yo!- le encuentran alguna semejanza con Troilo. Para mí, no se parece a nadie. Lo que se dice, a "nadie".

   
    La cuestión es que al cabo de unas pacientes sesiones de ensayo (este joven director prueba hasta dos y tres posibilidades diferentes de arreglo orquestal para un mismo pasaje del tema, nunca visto) debuta en la Confitería Diamante, de Rivadavia y Castelli, una de las orquestas más llamativas, más originales y sin vuelta, más importantes que haya tenido el tango y la música argentina toda. ¿Quién la dirige?

    -Yo tenía, la verdad, cierta fama de loco.
    - ¿Por qué?
    - Bueno, porque estudiaba armonía y contrapunto, también -además de perfeccionarme en el piano - estudiaba órgano, saxofón y contrabajo. Para peor, probablemente me lo daba los anteojos, tenía, digo yo, alguna fisonomía intelectual.

    -¿Y que pasaba con todo esto?
    - Lo previsible: cada vez que me aparecía por los cafés donde se tocaba Tango, me miraban de reojo y con un poco de recelo. Como si yo -todavía lo recuerdo y me causa gracia- fuera una especie de taxidermista de la música. ¿Qué me dice?

    Corre 1944, cuando este loco, Horacio Salgán, porteño nacido en la calle Gallo, 28 años, delgadito, de tez morena, conversador de charla rápida y conceptos tajantes, lector de Alexis Carrel y de Ortega y Gasset, forma por primera vez una orquesta típica.

     -En realidad, desde la adolescencia había estado en el Tango. A los 18 o 19 años -época en que compuse mi primer tema: Del 1 al 5- fui pianista de Roberto Firpo. Le confieso: el de esa orquesta de Firpo ha sido uno de los pocos estilos que verdaderamente sentí afín a mi sensibilidad. Mucho me gustaba esa orquesta. Honda tristeza, ¡qué tango! ¿no es cierto?

   
    -Eso como ejecutante. ¿Y como arreglador?
    -Digo yo que habrá sido allá por 1933... Sí, en 1933 le escribí a Miguel Caló un arreglo -el primero mío de Tango- sobre Los indios, de Francisco Canaro: fue también uno de los primeros arreglos formales, por así decir, que se hicieron. Entonces no se arreglaba; se estilaba que los segundos violines y los segundos bandoneones pusieran unas voces paralelas a las primeras.

    -Por qué tardó casi diez años, entonces, en hacer su propio conjunto?
    -Porque a mí siempre me gustó toda la música. Y entonces derivé mis inquietudes a otros géneros: estudié el contrabajo porque quería tocar en orquestas sinfónicas para poder vivir la emoción de interpretar a los grandes. Estuve en el folklore, ¿recuerda al dúo Martínez-Ledesma?, toqué con ellos como pianista un tiempo. En fin, y hasta formé, escribí y ensayé una jazz propia, que no llegó a debutar.

(De una entrevista de Horacio Ferrer a Horacio Salgán)