Si vas a los bailes, parate en la puerta,
campaneá las minas que sepan bailar
no saqués paquete que dan pisotones…
¡Que sufran y aprendan a fuerza’e planchar!
Planchar, es la maldición de las milongas. Es como sentarse a la mesa en un
gran banquete para gourmets y que no te dejen comer. O ir ver una bella película y te tapen
los ojos. O estar enferma, en cama mientras el mundo ríe y se divierte.
Muero por bailar con éste que va delante mío, luciéndose, haciendo feliz a su compañera
de turno. Parece que te hace el amor cuando baila y te enamorás de él.
¿Por qué será que bailan algunas que lo hacen peor que yo y se varean con los mejores?
¿Será que son más jóvenes y más lindas?
¿Por qué no me mirará, mi amor imposible?
¿Por qué no me invita a bailar?
Fijate en ella, cómo lo abraza, como lo toca, lo acaricia, parece que está entrando en
trance.
Él sabe cómo hacerlas lucir y que parezcan más lindas, más seductoras, mejores
bailarinas, en la vital rutina nocturnera.
Y ese rumor de violines enamorados cuando enciende la noche sus fulguraciones…
Yo quiero ser una milonguera de rompe y raja. Que ellos se desvivan y se vuelvan locos por
bailar conmigo.
Mama, Yo quiero un novio
que sea milonguero, guapo y compadrón.
Planchar es la maldición milonguera. Y además te ven todos y todas. Notan que
planchás y te hacen a un lado. Pero yo no bajaré los brazos. Practicaré, mejoraré,
me pondré la mejor ropa, los tacos más altos, seré una diosa y todos estos se van
a pelear por invitarme a bailar.
Al fin de cuentas aquello que nos produce placer y seguridad, no es el estigma de lo
diferente, sino la marca que nos hace idénticos.
Vendrán mis noches desmesuradas, mis figuras mercuriales, los pasos
envidiados.
Recordaré la frase de Isadora Duncan: “Vos ya fuiste usada, no permitas ser
dominada”.
Será mi revancha. Y serán otras y otros los que planchen.
¡Tomá!
(De mi libro ArTango, con pinturas de Isabel Carafi)
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